Partida Rol por web

Tras golpear al jefe orco, Groland dio un leve paso atrás y levantó el escudo para defenderse, pero su rival tenía otros problemas: después del ataque que le había destrozado el hombro, el monstruo se había quedado estupefacto viendo como su brillante tesoro levitaba, alejándose de él; entonces la lugarteniente de la guardia le había atacado dos veces, colocándose a su espalda entre ambos golpes y obligando a aquella bestia estúpida a darse la vuelta si no quería verse ensartada. Grave error: el verdadero peligro quedaba ahora a su espalda.

Al ver las pobres maniobras de su enemigo, Groland se olvidó de su anterior disgusto, abandonó la postura defensiva y volvió a atacar. Veloz como un relámpago, simplemente levantó su maza, tan alto como le permitió su brazo, y la volvió a bajar, tan fuertemente como pudo. Si aquel golpe hubiera caído sobre la cocorota de aquel infeliz, habría reventado como un melón maduro; pero la maza floriforme del guerrero hizo contacto en su ya tocado omóplato derecho, destrozándolo definitivamente, llevándose por delante unas cuantas costillas y aplastando sus pulmones...

Lauren sólo vio aquella bellísima maza levantándose sobre el robusto cuerpo de la criatura y volviendo a descender como un extraño meteorito. Al impacto, el moribundo jefe orco emitió un lastimero mugido y se derrumbó como un saco de patatas. El espectáculo no duró ni un segundo. A la vista apareció Groland, su cara terrible y salpicada, su arma en alto, con los pliegues de sus pétalos oscuros de sangre.

Rizze contemplo entusiasmado como el ataque por sorpresa habia sido un completo exito.. No solo por la muerte de aquellas viles criaturas sino tambien por que habian recuperado el crisol. Ahora solo faltaba acabar con aquellos malnacidos.

Motivado por el exito del asalto y por su exito al acabar con la vida de su enemigo, Rizzen de dispuso a acabar con otro de aquellos orcos (F12)

Todo poderoso Lazhander, guia mi maza hacia mi enemigo, golpealo con tu fuerza, para que sus oscuridad sea eterna... Rizzen descarga de nuevo la maza y con una sonrisa en su oreja contempla como una mueca de horror asoma a los ojos del orco, cuando la maza se incrusta en su pecho, dejandolo ko en el suelo.

Greinh vió como el jefe orco caía al igual que el orco que se batía con Hathol. Una bola de fuego alcanzó al enemigo más cercano que tenía, hiriéndole. Corrió hacia él levantando la espada y descargándola con todas sus fuerzas sobre su clavícula, partiéndola y abriéndole la caja torácica.

Una bola de fuego salió desde la espesura del bosque cruzando el sendero e impactó al orco que iba a matar. Con una gran rapidez atacó al orco que había dejado moribundo el clérigo de Lazhander para acbar con él, pero una rama caída en el suelo se crizó e su camino haciéndole tropezar y fallar su ataque.

Sólo quedaban dos de ellos en pie y estaban gravemente heridos. Morirían atacando aunque fuese lo último que hiciesen. Blandieron sus alfajones y atacaron desesperadamente a los enemigos más cercanos. Uno contra el guerrero que había matado a su jefe y el otro contra el guerrero de la aldea. El primero falló y cayó inconsciente al suelo por el esfuerzo realizado. El otro impactó en el cuerpo del guerrero, hiriéndole, pero sigió el mismo camino que su compañero.

Todos los orcos habían caído en unos segundos y yo no había podido hacer más que un simple, aunque certero, disparo. No debería haberme quedado pensando en cómo el orco seguía vivo tras atravesarle la nuca, debería haber disparado otra flecha sin dudar.

Salté fuera de mi escondite acercándome a los orcos inconscientes, esperando al resto del "equipo". Examiné la flecha en el cuello del orco al que había disparado. Inservible, se había partido en dos cuándo el orco se desplomó. Desenvainé mi espada y apunté al orco con ella mientras miraba a Lauriel.

- ¿Los rematamos o deseáis interrogarlos?

-Interroguemoslo. -responde Brand al instante mientras se acerca al orco caído- Un ataque así no es algo común, es posible que tengan alguna razón para robar el Crisol o lo necesiten, y si es así puede que lo vuelvan a intentar robar.

¡Ja! Rashaniel se sentía pletórico. La descarga mágica que había surgido de la palma de su mano había derribado a uno de esos enormes orcos, ¡y no tenía ni un solo rasguño! La verdad era que el grupo se había sincronizado a la perfección y habían caído sobre la patrulla de pielesverdes como una tormenta de granizo sobre un campo de manzanos. No había supervivientes, y los pocos que aún respiraban iban a sufrir un posible interrogatorio que poco iba a servir.

- ¿Hablan nuestro idioma? - dijo el joven semielfo, surgiendo de la espesura abrazado al petate - Nunca he oído hablar a un orco...

Aunque no eran muy exactas sus palabras, pues hasta la emboscada del pueblo, nunca había visto un orco con anterioridad. Pero eso era entrar en detalles.

Groland, que se había recuperado del asalto para oir como sus compañeros se encargaban de los orcos restantes, limpió su arma contra las ropas del jefe y comenzó a revisar los cuerpos de los dos guerreros que había caído a su lado¹. Unos treinta pies al sur, sus compañeros hablaban de interrogar a alguno de los orcos. Confiado, Groland se permitió elevar la voz:

-Algunos saben hablar la lengua común -gritó a sus compañeros mientras terminaba de registrar los cuerpos-, pero no he conocido a ninguno que lo haga... No en Cormyr, no en Chesenta. -Miró los últimos estertores del jefe, que habría sido su mejor baza, y luego al orco que se había desmayado intentando atacarle.- Aquí hay uno no muy muerto²... Quizás pueda decirnos algo.

Como cuántos son, dónde se esconden, quiénes son sus jefes, para qué querían el crisol, qué hacen en la zona... Por probar, no perdían nada.

-¿Hay alguno vivo por ahí? -gritó incorporándose y mirando al grupo.

En todo caso, Groland dudaba de que algún orco quisiera hablar. ¿Qué conseguiría a cambio? ¿El perdón? ¿La cárcel y luego la libertad? ¡Ridículo! No había perdón para los orcos. Así eran la eterna guerra entre los pueblos civilizados y los pieles verdes: matar o morir. Y apenas les quedaban unos minutos de vida. Podríamos torturarles..., pensó, aunque no era algo que fuera mucho con él. Como sea, las cabezas de estas criaturas inmundas acabarán en una pica en la empalizada de Fairhill, pensó Groland sacando su hacha y agachándose sobre el jefe orco. Empezando por esta. Tchakk.³

Lauriel se acercó a Hathol para saber cómo se encontraba pues era el único herido. - ¿Estas bien?. Le preguntó.

- Saldré de esta. Le contestó Hathol un poco decepcionado consigo mismo. Contaba sólo veintidós años, pero era el guerrero más fuerte de la aldea: no tenía rival en el manejo de las armas, en resistencia al cansancio, a las presiones y al dolor. Tenía un temperamento incapaz de soportar la disciplina y era temerario, no respetaba a dioses ni a hombres que desmostraran no merecerlo. Pensaba que sólo tenía derecho a mandar aquel que estuviera dispuesto el primero a arriesgar su vida por los demás y quién demostrase en la batalla que era el más fuerte y valiente de todos. No tenía la menor consideración  por quien lo único que sabía era hablar sin ser capaz de actuar. Y siempre miraba fijamente a los ojos a cualquier criatura antes de matarla.

Lauriel se volvió hacia vosotros. Debemos regresar a Fairhill inmediatamente y devoler la reliquia a Shandril. Dijo con la voz entrecortada por la rápida respiración debido a la excitación de la batalla.

Hathol la miró extrañado y le contestó. - Este es el mejor momento para atacar el castillo. Sin duda debe de haber más orcos en el castillo que los pocos que acabamos de derrotar. Si el grupo de saqueadores no regresa, sabrán que algo anda mal y reforzarán sus defensas. Podrían incluso marchar sobre Fairhill. Y diriguiéndose a Groland continuó hablando. Le recuerdo, que se juramentó para llevar a los responsables ante la justicia. ¿O es que todos los orcos no son igualmente responsables y no deben por tanto enfrentarse a la justicia?

Lauriel escuchó el planteamiento de Hathol. - Tu razonamiento es interasante pero no podemos ir con el crisol. ¿Y si lo volvemos a perder?. Debemos volver a la aldea. ¿Qué opináis vosotros?. Os preguntó.

- No ospreocupéis por el idioma - dije quitándole importancia. - Si queréis interrogárles dejádmelo a mí. He pasado tanto tiempo persiguiéndolos y estudiándolos que puedo comunicarme con ellos. Aunque en este estado nadie puede decir nada. Puedo intentar aliviar sus heridas hasta que recupere la conciencia alguno y pueda hablar - miré al orco a mis pies. Con una flecha en el cuello no sería facil que hablase auqnue estuviese consciente-  aunque acabarán todos muertos.

Rebusqué en el orco que tenía enfrente* y me quedé con su dinero. Tal vez podía apropiarme también de algunas flechas.**

- Por cierto, si queréis algo de este orco cogedlo, mi mochila está a tope.

Escuché la discusión/sugerencia de Lauriel y Hathol.

- Yo me ofrecí a recuperar el crisol acabando con estos orcos. Cumplido mi cometido, estoy libre. No me importaría ir a por más orcos, pero no e hago responsable del crisol. Lauriel, supongo que ese sería tu cometido.

-Esperad todos un momento... -dijo Groland, que ya había cogido la gran hacha del jefe orco, su bolsillo (en el que además de dinero encontró... ¡una perla!) y el bolsillo del otro orco-. ¿Pero qué tenemos aquí...?

Groland estaba cortando malamente los últimos tendones de la cabeza del primero cuando se percató de un tosco cordel que se metía en su ropa. Al tirar de él, una recia llave de hierro salió a la luz. Groland la observó atentamente y después se la lanzó a Lauren, que la cogió en el aire. Todos la vieron. Comenzó a cortar la cabeza del otro orco.

-Supongo que es ridículo pensar que un castillo pueda abrirse con una llave como una casa cualquiera -masculló, esforzándose en su tarea-, pero sea lo que sea lo que abra esa llave... ¡HMPF! -Hachazo.- ...si está en el castillo... -Hachazo, gruñido.- Qué piel más dura, j*der... Es cosa del pueblo, ¿no?

Luego se acercó tranquilamente al grupo, con las dos cabezas atadas por los pelos a su cinturón y la gran hacha al hombro.

-El crisol debe regresar a Fairhill antes de nada, pero podemos dárselo a Jerinor en caso de que decidamos seguir. También podemos darle todos estos buenos trastos, y las cabezas... -Contempló satisfecho sus dos trofeos, luego miró con gesto desaprobador los demás cuerpos, aún por descabezar.- Sí, las cabezas también deben ir con el crisol. -Luego se dirigió a Hathol.- ¡Los dioses saben que los orcos del castillo merecen el mismo castigo! Pero, aunque estén desprevenidos, y yo creo que no, ¿qué haremos si son docenas de monstruos? ¿Cómo pensáis encargos de ellos? -Negó con la cabeza.- ¿No es mejor volver a Fairhill y preparar la defensa? ¿O incluso reunir a la guardia y encabezar un ataque definitivo al castillo?

Observó las reacciones de sus compañeros, especialmente de Lauren y Arue, que ya estaba agachada sobre el orco.

-Por cierto: yo digo que le saques lo que puedas, Arue. ¿Puedo ayudarte en algo?

- Tranquilo, estoy bien. Simplemente no puedo cargar con nada más. Soy una exploradora que siempre ha ido sola, por lo que llevo todo lo necesario pero nunca más de la cuenta. Qué es un explorador si no puede esconderse, moverse rápido o tener las manos libres para cuálquier incidente? Yo te lo digo: Un explorador muerto.* Aunque la bolsita de la que has sacado el botín del jefe me gustaría, si nadie la necesita más que yo. Suelo llevar el oro escondido en mi mochila, - vamos, que soy chaos con piernas - pero el saquito sería mejor para organizarlo, creo.

Miré a las cabezas que llevabas atadas al cinto.

 - Están chorreando sangre, eso es un rastro fácil de seguir. Deberías hacer algo. Tierra, trapos.

Rashaniel se alejó de Groland en cuanto comenzó con la tarea de decapitar a los orcos que habían caído en la emboscada. Se le habían revuelto las tripas al escuchar el sonido de huesos y tendones siendo desgarrados por su afilada hacha. Así que al volver el rostro, fue cuando vio a la semidrow cogiendo el botín de uno de los orcos para sí misma sin consultar a los demás. El mago no estaba muy versado en esas lides, pero no le parecía bien que se guardara el dinero de aquella bestia sin ponerlo en un fondo común como habían hecho con los primeros orcos que se habían encontrado. No le parecía bien, desde luego, pero no dijo nada. No se atrevía a plantarle cara a aquella mujer.

Descartó las armas y armaduras, así que se dispuso a tasar la perla que había encontrado Groland y de paso hacer un recuento del dinero* que habían arrebatado a esas criaturas. Lo juntó todo en un trozo de tela en el suelo y se dispuso a contarlo. Las monedas estaban sucias, pero aún así arrancaban destellos gracias a las luces de las antorchas.

- Esa llave abrirá alguna puerta de la fortaleza - dijo, sin mirar a nadie, sólo contando las monedas con sus manitas - Quizás tengan algún preso o algo más. ¿Sabéis, Lauriel, si ha habido secuestros estas últimas semanas? Puede que se trate de la hija del herrero, Groland. Si fuera así, podríamos infiltrarnos y rescatarla.

-Puedes quedarte con el saquito si quieres Arue, mientras accedas a repartir el equipo y el dinero a partes iguales. -dijo el hechicero mientras echaba un vistazo al botín- En cuanto a lo que hacer ahora... sea cual sea vuestra decisión yo la apoyo, como siempre, pero creo que deberíamos volver a Fairhill. Groland tiene razón, el castillo puede estar lleno de orcos y no sera tan fácil acabar con ellos sin el elemento sorpresa.

Agarrando una cota de escamas cercana, Brand empieza a apilar equipo en un montón en el suelo mientras continua hablando.

-Cojamos todo el material y cargemoslo en los caballos mientras Lauren cura al orco, volvamos a Fairhill para descansar, recuperarnos, e interrogar al orco sobre el castillo. Dudo que sepa mucho sobre sus planes, pero si conseguimos averiguar su numero o si tienen prisioneros, como sugiere Rash, nuestra tarea sera inmensamente mas fácil.

Groland miró a las cabezas. Aún chorreaban un poco, pero pronto dejarían de hacerlo*. De todas formas, tampoco quería mancharse. Primero le pasó la bolsa a Arue.

-Claro, tómala. Yo ya tengo una. Todo el mundo debería llevar una. -Luego se agachó sobre el orco moribundo y comenzó a secar las cabezas con su ropa.- Las cabezas no chorrearán, descuida. Dejan de sangrar rápidamente*.

Observó distraidamente al mago, que contaba las monedas. Le pareció bien. Aventurero metódico, aventurero vivo, se dijo a sí mismo el cuadriculado guerrero. Luego siguió con la tarea de quitar el pringue a las cabezas.

-Haya prisioneros o no, mis objecciones a atacar ahora siguen siendo las mismas. -Se dirigió a Brand.- Pero creo que deberíamos interrogar al orco ahora. Este bicho no vivirá mucho tiempo, y menos si tiene que viajar hasta Fairhill.

Terminó la limpieza y se levantó. (Volvió a sospesar la gran hacha, y la dejó en el montón que estaba haciendo Brand: era demasiado aparatosa.) Tenía ganas de seguir cortando cabezas, pero quizás sus compañeros necesitaran su ayuda.

-Bueno, ¿qué? Este se nos va... ¿Alguien se da maña curando? Porque yo sólo sé "descurar".

-Oh, por supuesto, no sangrarán para siempre.* Supongo que son manías del oficio, de no dejar rastro alguno ni que sea en pocos metros. Nunca sabes quién puede seguirte sólo con eso.

Miré a Brand entre curiosa y confusa cuándo me dijo lo del botín.

- Oh, descuida. No estoy acostumbrada a esto de cazar en grupo. Pensaba que cada uno reclamaba lo que quería de lo que mataba y el resto para quién quisiese. Aunque vaya, mejor para mí si repartimos todo el botín, creo que me tocará más de lo que pensaba. - Rebusqué y saqué el dinero que había recuperado del orco. Me acerqué a Rashaniel que estaba contando.- Toma.

No me apetecía demasiado curar a un orco, pero nadie se ofrecía

- Cómo he dicho antes, yo puedo aliviar sus heridas. No soy la gran médico del bosque, pero tal vez podría hacer algo. Lo que no tengo es equipo de sanador, aunque supongo podemos improvisar. - miré a los orcos pensando en qué de su atuendo podría usar por vendas - Aunque, total, qué más dará si no cura bien o se infecta, su destino va a ser el mismo de todos modos.

Me acerqué a uno de los orcos inconscientes y vi que podía hacer por él.*

No recuperó el conocimiento hasta bastante después, cuando Arue le mojó y el agua helada empezó a correr por su cara y a lo largo de su espalda. Pasó un rato y sintió que alguien le arrastraba al otro lado del sendero donde había un gran árbol en el que le apoyaron.

Abrió los ojos y la claridad de la luna que entraba entre las ramas le permitió distinguir la cara hermosa de una semidrow. - ¿Quién eres?. Le preguntó.

Groland estaba terminando de atar el orco al árbol con su cuerda ("por si acaso", había dicho) cuando oyó la traducción de la pregunta en labios de Arue. Se asomó desde detrás del árbol y miró las caras de sus compañeros.

-Eso no importa: cuántos son, dónde se esconden, cómo son las defensas del castillo, para qué querían el crisol, qué hacen en la zona. -Volvió al nudo.- Si no colabora...

No dijo nada más. Aquel orco iba a morir de todas formas, pero de él dependía que fuera entre gritos o de un tajo limpio. Terminó con el nudo ("Aceptable", pensó), se levantó y se colocó de brazos cruzados detrás de Arue, que estaba de cuclillas frente al orco.

Hizo varios montoncitos* con el dinero, tras haber reunido la parte de Arue, destinados a cada uno de los miembros del grupo. Estaba sorprendido por la facilidad con la que se ganaba oro en esas aventuras, y se preguntó si su madre sabía de esta peculiaridades cuando le informó de que se iba a descubrir el mundo con sus propios ojos. Guardándose su parte, se apartó de la carnicería que habían provocado y dejó los montoncitos para que cada uno cogiera su parte, excepto la de Groland que se la llevó él mismo, ya que se encontraba atando al orco contra un árbol lejano.

Una vez allí aprovechó para observar de cerca al orco que estaban interrogando. Las antorchas desdibujaban sus facciones, haciéndolas más bestiales y monstruosas. Si Rashaniel se hubiera enfrentado cuerpo a cuerpo con esas criaturas, probablemente se habría quedado paralizado de miedo.

Tenía que hacerse fuerte.