Partida Rol por web

De un rápido vistazo Groland se hizo una imagen del mercado, pero no vio a ningún tratante de pertrechos de guerra y exploración. Estaría en algún lugar: era rara la ciudad mediana de Faerün donde uno no podía encontrar a alguno de estos buhoneros venidos a más, estos comerciantes de la aventura, estos mejores amigos del guerrero. Siempre había dragones y lunas de más en los bolsillos de los cruzados y exploradores del mundo. A Groland le gustaba esa gente.

-Brand, Rash: mirad a ver si encontráis al tratante -dijo Groland, más como un pensamiento en voz alta que como una orden-. Yo voy a hablar con los guardas, a ver si la milicia está interesada en estas cosas -añadió recolocándose el saco en la espalda.

Mostrándose de acuerdo con la idea, Brand se pone a buscar un mercader interesado en comprar el botín. Pese a ser todo de segunda mano, no creía que tuviera problemas encontrando a alguien interesado en armas y armaduras, sobre todo si lo que les habían contado sobre los ataques orcos fuera verdad.

-Hablare con los mercaderes y negociare con ellos- responde Brand al guerrero- Cuando haya acabado mandare a Rash a que te vaya a buscar para darles la mercancía.

Tras acordar el plan, el guerrero comenzó a alejarse de sus compañeros en dirección al guardia más cercano. Hm... Quizás debería haberme traído al mago, se lamentó. Para buscar información, necesito a alguien con más cabeza que yo para los detalles... Recordó su lapsus en la herrería. Se encogió de hombros. La próxima vez.

El muchacho no pareció muy contento con el hecho de ser utilizado como chico de los recados, pero prefirió callarse. Estaba muy cómodo con aquel grupo y prefería viajar con ellos que hacerlo sólo. Llamémoslo cobardía, o comodidad.

Preferentemente cobardía.

- Qué de gente... - comentó, mirando el abarrotado mercado cuando se hubieron separado.

Mientras Brand echaba un ojo a lo que tenían para venderlo, él aprovechó también para intentar calcular lo que costarían esos materiales. Si su apreciación era similar a la del hechicero, estaría un paso más hacia su independencia.

Brand y Rashaniel estuvieron negociando los artículos saqueados por los orcos. Mientras tanto Groland se encaminó hacia uno de los guardias que se encontraba vigilando la plaza del mercado. La vida mercantil de la ciudad es una de sus principales preocupaciones.

Con su saco al hombro y una expresión neutra en el rostro, Groland se acercó a la pareja de guardas más cercanos, que venían paseando entre los toldos, atentos a cualquier incidencia. Uno de ellos era un joven alto y delgado, los hombros estrechos, el pelo pajizo, sin mentón; el otro era un hombre medio palmo más bajo que Groland, pero fornido y de fuerte mandíbula, el pelo algo canoso. Ambos llevaban armas, así como el tabardo verde y el emblema del cuenco de plata de la guardia de Fairhill. El guerrero se topó con ellos en el cruce entre paseos del mercado, junto a una tosca fuente con abrevadero.

-Buen día os den los dioses, señores -saludó el guerrero amablemente. Los dos soldados le respondieron con educación, intrigados-. Acabo de llegar a Fairhill y traigo conmigo armas y pertrechos que quiero vender. -Los hombres no dijeron nada-. He oído que podrían interesarle a la guardia local... ¿Es así? Son de buena calidad.

El hombre más bajo te miró de arriba a abajo. - No sabía que nosostros necesitasemos armas. Estamos aquí para vigilar, no para mercadear. Para eso tiene todos esos puestos. Y volvió la mirada a la plaza cumpliendo las ordenes recibidas.

La actitud de aquel hombre no había gustado nada a Groland, como tampoco le había gustado el tono. Ya iba el guerrero a hacer algún comentario borde, cuando recordó de nuevo a su padre: Costumbres son costumbres. Se calmó: Groland había estado en bastantes ciudades, y en muchas había hecho tratos con la guardia; pero nunca había estado en esa región, y menos en Fairhill. Con suerte, Rash y Brand encontrarían al tratante. No servía de nada buscar problemas.

-Entiendo -musitó, sin poder esconder su desaprobación-. En ese caso, señores, olvidemos el tema. Sin embargo, hay otra cosa -añadió, con gesto y tono graves-: estoy buscando información sobre el grupo de vecinos que desapareció hace unas semanas en la campiña. -Miró a los guardias, primero a uno, luego a otro.- Voril el herrero es el padre de una de ellos, y le he dado mi palabra de que los buscaré. -Hizo una pausa, esperando alguna reacción. Luego siguió.- ¿Qué se dice de aquello? Cualquier información será de agradecer.

El guardia continuó mirando hacia la plaza y habló casi sin mover los labios. - Ahora no puedo contestarle, no me está permitido hablar durante mi turno de guardia. Cuando acabe podrá encontrarme en la Cocatriz Borrracha o bien esa información puede dársela Arlen, el magistrado de Fairhill, o Baran, capitán de la guardia. Al hombre sele veía inquieto, no quería ganarse la reprimenda de su superior.

Aprovechando que tenían tiempo mientras buscaban la mejor oferta para las mercancías, Rashaniel intentó acercarse más al altivo hechicero. Sus maneras y su aspecto eran algo apabullantes, pero estaba dispuesto a saber más del compañero que mejor podría comprender sus capacidades.

- Dime, Brand... ¿tuviste un maestro para aprender tus conjuros?

-¿Maestros? ¿Yo?-pregunta Brand mientras se gira a Rashaniel con una expresión de sorpresa ante la pregunta.-¡Ja! ¡Maestros!-repite incredulamente antes de empezar a reírse.

-Haces bien en preguntarme Rash, ¿te puedo llamar Rash no? Bueno da igual, como iba diciendo haces bien en preguntarme Rash.- responde el hechicero cuando consigue calmar su risa.- Otros hechiceros no se hubieran tomado tan bien esa pregunta, pero por suerte para ti una de mis cualidades es la humildad, como has podido comprobar, y no me tomo tan a pecho este tipo de cosas... al menos no si vienen de un camarada aventurero- continua con una sonrisa- Pero no, no tuve maestros, ni libros, ni ninguna clase de ayuda excepto la mía propia y mis experimentos.

-Aunque entre tu y yo- dice en un susurro conspiratorio acercandose al oido de su compañero- Es posible que tomara alguna idea de los libros que suelo leer, pero... bueno, no es mi culpa que me guste lee, ¿no? ¿Y que hay de ti, aprendiste con los libros o tuviste un tutor?

Algo sorprendido porque Brand se acercara tanto a él, Rashaniel estaba algo encogido, con los hombros hundidos y la cabeza gacha. No fue hasta que el hechicero se alejó y le miró con sus afilados ojos que tuvo valor de responder.

- Mi ma-madre era elfa, una reputada maga en la región de Argluna - dijo, mirando al cielo como queriendo evocar el recuerdo de su rostro - Ella quería que siguiera sus pasos, así que se encargó de mi educación desde que tuve edad para posar los ojos en un libro por primera vez. La verdad es que me gustaba mucho estudiar con ella, conseguía que hasta las más duras lecciones sobre arcanología fueran sencillas.

Dio un suspiro, como quitándose de encima un mal recuerdo.

- La echo de menos...

-¿Que le paso?- pregunta Brand distraído mientras presta atención a los vendedores a su alrededor.

El semielfo deslizó los dedos con cariño por el lomo del libro que colgaba, a modo de macuto, sujeto a una ancha cinta de cuero. Parecía nuevo, pero un espectador cuidadoso vería que las hojas estaban usadas, como si las hubieran repasado una y otra vez. Las cubiertas eran de un tono oscuro, que variaba entre el negro y el azul crepuscular dependiendo de la luz que le diera directamente.

- Se quedó muy afectada por mi marcha, y no sé si me ha perdonado por ello. A menudo me pregunto si sería buena idea escribir y preguntar cómo están las cosas en la aldea, pero me da miedo - dijo, sin percatarse de que el hechicero le preguntaba si su madre había fallecido - ¿Y tú, tienes familia, Brand?

La pregunta devuelve la atención de Brand a la conversación, quien no puede evitar una sonrisa al oírla.

-Si, tengo familia, aunque mucho me temo que este en el mismo barco que tu sobre lo poco que querían que me fuera de casa.- soltando un suspiro mientras recuerda tiempos pasados, el hechicero parece intentar organizar sus ideas antes de continuar- Mis padres son gente sencilla, y siempre han querido que siga sus pasos. Cuando mi regalo mágico se manifestó no estaban muy contentos- recuerda con una pequeña sonrisa nostalgica- no me malinterpretes, nunca impidieron que entrenara mi arte ni intentaron convencerme de que me quedara cuando les que quería ver mundo cuando pudiera, pero sabía que hubieran preferido que me quedara en casa y les diera unos cuantos nietos.

-Afortunadamente mi despedida fue feliz, e incluso me hicieron una pequeña fiesta de despedida para los tres. Aunque sinceramente, creo que fue mas por el hecho de que piensan que solo quería viajar para ver mundo, no para hacerme el héroe. No es que les mintiera ni nada, simplemente... nunca sabia insertar el tema de que su hijo quería irse a arriesgar su vida.- termina con una expresión ligeramente culpable.

Groland miró hacia donde miraba el hombre y vio a otra pareja de guardias. Uno de ellos, vestía un tabardo similar al de sus dos interlocutores, pero con algunos arreglos. Eres el jefe, ¿eh? Groland apartó la mirada en el mismo momento en que el guardia pareció percatarse, y fingió que buscaba a sus amigos. Bueno, de hecho, los buscó, aunque no los encontró. Se giró de nuevo hacia el guardia.

-Sé lo que es estar de guardia -dijo el guerrero sonriendo de forma cómplice-. No os molesto más. Me alojaré en la Cocatriz. Si me veis allí, acercaos y beberemos juntos.

Y tras informarse de donde podía encontrar la casa del magistrado y la de la guardia*, se despidió de los soldados.

Brand y Rashaniel continuaban conversando intentándo conocerse un poco mejor. El barullo de la plaza era ensordecedor pero todo se desarrollaba sin ningún problema ni altercado.

Véis un grupo de personas reunidos alrededor de un granjero que está subastando dos magnificos cerdos. La gente puja fuerte pues el obtenerlos asegura la comida en el invierno. De repente el grupo se hecha a un lado apareciendo vuestro fornido amigo Groland, sus largos pelos cobrizos son movidos por el ligero viento que sopla.

Los dos arcanos venían charlando animadamente por el mercado, como si se hubiera roto una fina barrera entre ellos. Alguien que prestaba atención a los detalles como Groland se fijó en que la postura del semielfo era más relajada y menos tensa, y que sonreía con más afabilidad. En cuanto sus miradas se cruzaron, sonrió y alzó la manita, saludándolo alzando las cejas. No llevaban el equipo que habían ido a vender, por lo que era presumible que ya se habían encargado de ello.

- ¿Ha habido suerte, amigo? - dijo el joven, atreviéndose a llamarlo "amigo"

Groland daba vueltas a sus pensamientos mientras buscaba a sus compañeros por el mercado. Cuando se encontraron, el semielfo le saludó amigablemente. Parece que va cogiendo confianza, se fijó Groland. Les saludó. Cuando le preguntaron si había tenido suerte, lo primero en que pensó el guerrero fue en el botín. Negó con la cabeza, aunque conforme.

-Parece que en esta ciudad la guardia trabaja con mayoristas... Ya ni pregunté al superior -añadió, indicando con un gesto de la cabeza al oficial que patrullaba la plaza. Se fijó en que sus compañeros ya no tenían el material*.- Pero veo que encontrasteis una oferta tan buena que ya ni me esperasteis...

Groland frunció el entrecejo... por un momento. Luego se rió, quitándole importancia.

-Me alegra ver que al menos vosotros conseguisteis algo -añadió, dándole una palmada al semielfo en el hombro.

Comenzaron a andar para salir del mercado, mientras hablaban. En el camino, Groland les contó que había preguntado por la expedición desaparecida, pero que los guardias no sabían nada útil, y que tampoco tenían muchas ganas de ponerse a parlotear con desconocidos en medio de su jornada de trabajo, con su superior rondando. Lo único que el guerrero había sacado en limpio fue que el magistrado y el caballero Baran, comandante de la guardia, tal vez podrían ayudarles. Groland también se había informado sobre cómo llegar a la casa del magistrado y a la casa de la guardia, y había invitado a los dos soldados a compartir un trago en la Cocatriz cuando acabaran su guardia.

-No sé si aparecerán: parecían buena gente, pero también eran algo desconfiados... -Como todo el mundo en este pueblo, pensó con acritud. Al pasar por un cruce de calles, Groland se fijó en un gran templo que asomaba al final de un callejón. Debo presentarle mis respetos a la diosas antes de ir la Cocatriz. No le llevaría mucho tiempo, pero ya se acercaba el mediodía, y habían quedado para en la Cocatriz con el paladín y el clérigo. Fue al grano, pero de forma tranquila y amistosa-. Y vosotros, ¿qué tal? ¿Cuánto os han dado?