Partida Rol por web

Corvino se sentía mareado, esa cosa olía fatal. El hedor casi le tumba de espaldas. 

El engendro era duro de narices. Le habían atravesado varias veces con la espada y no caía. Una persona en condiciones normales habría muerto hace tiempo. 

—¿¡Qué diablos es esa cosa!?— Preguntó de forma casi retórica; realmente no sabía que era esa cosa.

Fuera lo que fuera no parecía humano. Quizás lo hubiera sido alguna vez, quién sabe. Y puede que incluso no pudiera morir porque... la verdad es que le habían dado bien duro y no caía.

Su intención era salir de allí por patas. No sabía por qué se había metido en ese berenjenal en vez de haber aprovechado la oportunidad para huir. Es mas, estaba a punto de hacerlo cuando la gigantona verdosa se quedó como petrificada y el tipo enclenque con capucha salió en su ayuda diciendo: 

- Cubridme voy a intentar apartarla para que no le hagan más daño!

Vaya, ahora no podía irse y dejarles tirados. Mecagüenla. Esos chicos habían "perdido " a su mejor hombre cosa verde.

Apretó con fuerza el mango del hacha en su mano derecha y lanzó un ataque usando como diana el extraño tatuaje que había visto en la espalda de la criatura. Esta vez pareció lograr hundir el hacha, pero era como clavarla en una superficie gomosa. Se había quedado medio trabada.

Ahora el hacha olería mal. ¡Qué asco!

Menon logró poner a salvo a Quiora, que quedó en un ridículo rictus. Genann no tardó más de medio minuto en curar a la semiorca del veneno paralizante, pero algunos malpensados podrían concluír que el druida no logró su propósito, y la ponzoña llegó a su fin con el paso del tiempo a medida que el organismo de la mestiza lo combatía.

Finalmente, fue el rayo eléctrico de Sapo el que acabó con el monstruo, aunque por precaución siguió recibiendo la ira de mil conjuros, y Corvino le cortó la cabeza una vez que estuvo bien quietecito y quemado en el suelo.

El muerto viviente tenía un tatuaje en la espalda que Alanis, Genann y Sapo identificaron como un glifo custodio. Genann y Sapo añadieron que el glifo desencadenaba un conjuro de "crear muertos vivientes", cuando se daban los desencadenantes adecuados: que fuese de noche, y que el cadáver tuviese en su cavidad bucal, o en las cuencas de sus ojos, un ónice por valor de doscientas piezas de oro.

¿Quién había introducido el ónice en el cadáver? Tenía que haber un traidor... Alarico pudo reforzar al muerto viviente según algunos testigos, pero no tuvo ocasión de manipular el cadáver. También se verificaron todas las armas, por si el aumento de fuerza del necrófago en mitad del combate tuviera que ver con un arma mágica de energía negativa. El resultado fue negativo: las armas de los aventureros y guardias que probaron la carne eran de aleación mediocre, incapaces de sobrevivir al proceso de inducción mágica. ¿Dónde estaba el sospechoso que cumplía las dos premisas (tener acceso al cadáver y la capacidad de insuflar poder al muerto viviente durante el combate)?

Los aventureros fueron conducidos a las habitaciones de invitados en la segunda planta, custodiados por algunos guardias armados y algo nerviosos en los pasillos. Era medianoche, y Alarico empezó a salmodiar a Bane como hacen a esas horas los sacerdotes de lo maligno. Lo hizo por fé, no le quedaba otra opción, pero aquello despertaba aún más recelos hacia él.

Una hora después, la Garra les convocaba en el salón del trono, para presentar las conclusiones de la investigación. Allí estaba presente también Rupert, el mayordomo, pero no Malocchio Aderre. El noble siguió en su dormitorio lo que quedaba de noche, y no estuvo en aquella reunión. También había allí media docena de guardias, dos de ellos sujetando a Corvino para que no se volviese a lanzar sobre Gramley la Garra.

Damas y caballeros... Por lo indicado por nuestros asesores mágicos-dijo, en referencia a Sapo, Genann y Alanis-, hemos llegado a las siguientes conclusiones...

El terrorista, hace meses, se sometió a una transformación. Permitió que los sacerdotes de Gabrielle Aderre le tatuasen un glifo custodio, para que la noche siguiente a la que cayera en combate se transformara en muerto viviente y sembrara el caos. He mandado un halcón mensajero para advertir a mis hombres en todos los lugares de Invidia que cuando capturen o maten a un terrorista, busquen tatuajes y sean cautelosos.

En cuanto al misterio de los componentes materiales del conjuro, encontramos esto...

Gramley sacó de su bolsillo y mostró una muela negra.

Se trata de un ónice tallado, valorado en unos doscientos insípidos, que encontramos en la boca de la cabeza cercenada del monstruo. Este terrorista estaba preparado para causar problemas incluso después de su muerte. Eso exime a todos los presentes de ser cómplices en este asunto turbio, pero me molesta que nos hayamos vuelto tan previsibles como para que nuestros métodos de escarmiento y exhibición de cadáveres de asesinos haya permitido trazar este plan delante de nuestras narices.

El ónice os lo habéis ganado, pero es una recompensa que no se puede dividir. Por eso pasará a formar parte del tesoro de Lord Aderre, y se os dará un porcentaje de su valor en dinero contante y sonante.

Habéis demostrado que sois unos aventureros intrépidos, y listos, más allá de la mala espina que puedan dar algunos de vuestros miembros.

La Garra no miró a nadie en especial. Probablemente hablaba del extraño comportamiento de Alarico, y de un recelo racista hacia Quiora, Sapo y Dalabrac. Pero también se podía dar por aludido el propio Corvino con todas sus tendencias magnicidas.

Corvino, si tu hija tiene que ver con el suceso que guardo en mi memoria, no voy a pedirte perdón. Pero te pido que seas listo, y que te contengas. Puedo darte los nombres de los miembros del ejército de Drakov que estuvimos involucrados, y contarte lo sucedido. Y darte derecho a un duelo para que obtengas satisfacción, una vez se curen nuestras heridas.

Por lo demás, quiero que todos vosotros investiguéis lo que le ha ocurrido a Malocchio Aderre. Aunque entenderé que el miedo os haya atenazado tras los últimos acontecimientos, y prefirais huir... Esa fue vuestra primera intención cuando asumisteis que Malocchio era un vampiro, y esa fue la primera reacción que tuvieron muchos de los hombres en los que confío y que he entrenado cuando el cadáver del terrorista se convirtió en un necrófago. Puedo tolerar el miedo a los muertos vivientes... Después de todo, yo también he mirado al horror a la cara, y sé hasta qué punto pone a prueba el coraje de los hombres.

Gramley bajó la mirada hacia el escote de Alanis, o tal vez hacia su insignia de miembro del Lirio Blanco.

Esa oferta también se extiende a ti, Alanis Gulbahar. Soy consciente que tu orden cayó en desgracia y su presencia fue sustituída en la región por los mercenarios de Falkovnia. Lord Aderre hizo correr mucha sangre, y muchos de los míos han matado a los tuyos bajo sus órdenes. Pero si Malocchio recupera la memoria, podrá contarte sus motivos, los motivos por los que erradicó al Lirio Blanco de Invidia.

¿Qué decís? Aceptais el encargo, o huís de aquí con el rabo entre las piernas.

Alarico tras su fallido intento de reprender al muerto viviente se había mantenido en silencio, y con un profundo enfado. Era algo que, sencillamente, parecía casi inconcebible. Pero había ocurrido. ¿Tal vez el cambio de plano había afectado de alguna turbia manera su relación con su Dios? No. Lo sentía ahí, y lo había sentido igualmente cuando había curado tanto a Gennan como, posteriormente, a Modnar.

Era otra cosa. Lo único que se le podía ocurrir es que, por algún motivo, las energías negativas hubieran reforzado al ser, en vez de reprenderlo como era su intención. Lo que, por supuesto, no tenía mucho sentido. Pero era como todo. Cuando uno combatía, ocurrían cuestiones extrañas. Y esta era, tan sólo, una más que añadir a la lista.

Cuando Gramley terminó de hablar Alarico asintió.

- Investigaré lo ocurrido. Mi señor, Bane, no es el señor de la muerte en vida, pero sí tengo conocimientos sobre los muertos vivientes. Ayudaré en lo posible al señor de estas tierras en su aflicción. E investigaré el curioso comportamiento del muerto viviente en el combate.

Se mantuvo serio mientras los dos hombres de Gramley le sotenían. —Gramley La Garra: Me sorprende que un individuo que estuvo presente en lo que le ocurrió a mi hija esté dispuesto a darme la oportunidad de una satisfacción, e incluso a "perdonarme", teniendo en cuenta que podríais haber ordenado a vuestros hombres que me ejecutaran cuando estaba absolutamente inconsciente e indefenso.—

—Sin duda sois un hombre extraño. Quizás me haya precipitado, no lo se. Quiero escuchar vuestra versión de la historia sobre lo que le ocurrió a mi hija y sobre vuestra posible implicación en los hechos antes de tomar una decisión sobre si aceptar el duelo o no. Si sólo fuisteis un testigo inocente de los hechos tal vez pueda entenderlo, pero si tuvisteis algo que ver... ¡entonces dad sin duda ese duelo por aceptado!—

—Contadme vuestra historia, y sabed que tengo formas de conocer si me mentís sobre vuestra parte en ese terrible asunto. No intentéis engañarme.— Corvino esperaba que su hija le advirtiera sobre posibles mentiras.

—Y dado que el asunto del señor de este castillo es independiente en cierto modo de los hechos relacionados con mi hija, estoy dispuesto a aceptar el encargo de investigar el asunto de su posible envenenamiento, maldición o lo que fuere. E incluso, dado vuestro caballeroso comportamiento, podemos postergar nuestra cuenta personal pendiente, señor La Garra, hasta después de resolver el misterio del señor Aderre.—

Miro a los hombres que le agarraban a los lados. —Podéis ordenar que me suelten. Doy mi palabra de que me controlaré a partir de ahora.—

Quiora estaba incómoda por varios motivos; primero, le había parecido vergonzoso el haberse quedado sin poder hacer nada en la contienda de aquella forma, segundo, el castillo ese le daba mal 'yuyu' y encima no tenía bardo, pero lo que de veras le había tocado el corazoncito - o enorme músculo que tenía en el pecho, como algunos apuntarían- era que la llamasen cobarde a la cara.

Grrrrrrrrr...- se le escapó al escuchar el insulto generalizado. No iba a permitir que se pensara de ella que tenía miedo a nada.

- Por supuesto que acepto! A quién hay que matar y cuál es la recompensa por hacerlo?

Agarró fuertemente el hacha haciendo hincapié en la resolución de sus palabras.

Estaba claro que si realmente querían resolver el acertijo que se ocultaba tras la enfermedad de Malocchio, iban a necesitar a alguien más que dirigiese ese saco de músculos por la dirección correcta.

Asesor mágico...intrépido...listo...- Puede que Quiora se hubiera quedado con lo de cobardes, pero Sapo se sentía henchido de orgullo por las palabras de la Garra. Para alguien a quien una vieja mula le marcaba el camino no estaba mal. El asunto del glifo era preocupante. Implicaba que los terroristas eran unos fanáticos de cuidado. ¿Quien en su sano juicio iba a permitir ponerse semejante glifo para que, después de la muerte, levantarse como muerto viviente? Era repugnante. Miró a sus compañeros con esos ojos saltones y estrábicos y asintió sin decir palabra. No le importaba participar en algo así. Cuando habló Quiroa él también se envalentonó.

- Cuéntenos qué es lo que le ha pasado a Maloccchio Aderre exactamente.

Una vez consiguieron acabar con aquella criatura no muerta, una hora después para ser exactos, llegó La Garra para poner a todos al corriente, tras una pequeña investigación. No solo había magia de por medio, cosa que se temía, sino que todo aquello parecía algún tipo de trama política. No obstante, en aquel lugar, había dos bandos enfrentados y parecía que el enemigo se tomaba bastantes molestias para sembrar el caos, incluso después de muertos, al parecer.

Ante la pregunta de Gramley, Quiora habló también por Fedora, que pensaba continuar con el trabajo,para el que habían llegado a aquel lugar.

- Nosotrros venirr porr encarrgo de Lorrd Avellanos. Nuestrro cometido erra y sigue siendo investigarr lo que afligirr a Malocchio Aderrre. Un no muerrto o un vampirro, pese a que no me gustan, no impedirrá que sigamos con nuestrra tarrea. Contarr con nosotrros, Garrra.

Las palabras quedaron ahí y Fedora se mantuvo esperando una respuesta por parte de Gramley. No obstante, Sapo ya le había reclamado información, cosa que sería bien recibida por todos, si es que querían llegar al fondo de la cuestión.

No estaba mal la gran cantidad de daño que el no-muerto necesitó para caer definitivamente, cargar con las musculosa Quiora por poco hace que le salten todos los tendones, para ser tan fibrosa pesa lo suyo.

Después del combate llegaron las explicaciones que bien nos las hubieran dado antes de tanto jaleo, la existencia de un grupo con acceso a esa poderosa magia y fanáticos dispuestos a usarla sobre ellos era una amenaza muy seria, hay que detener de raíz esa amenaza antes de que se extienda demasiado, los no-muertos pueden ser una plaga si se los deja solos.

Sus compañeros  ya aceptaban las nuevas condiciones del caso, por lo que Menon no iba a ser el que se negara.

- Como mis compañeros han dicho seguiremos aquí hasta resolver las amenazas que queden, y como mi compañero Sapo ha comentado necesitamos saber que le pasa al señor Malocchio exactamente. Aparte estaría más tranquilo si Alarico se mantiene alejado de todo lo que sea no-muerto visto lo visto.

Alarico sonrió ante las palabras de Menon, haciendo un gesto como quien desestima una broma, y sin responderle.

"Yo quería el ónice"  pensó Alanis alicaída cuando escucho a Gramley decir que no lo podía entregar, lo cierto era que habiendo magia de por medio Alanis se sentía tremendamente exitada y emocionada, sobre todo tomando en cuenta que realizar conjuros de aquella índole, correspondían a una magia bastante avanzada que Alanis desconocía pero que llamaba fuertemente su atención.

La muchacha escuchó con una ceja levantada sobre los miembros de la orden del Lirio Blanco que habian caido a manos de La garra, y que Malocchio Aderre tuvo algo que ver en su momento con el exterminio de aquella estirpe...Por muy extraño ninguna emoción surcó el rostro de Alanis, estaba acostumbrada a contenerse muchas veces, pero en aquellos momentos, en lo único que pensaba era que cuando terminara aquella empresa, incineraría hasta los huesos a Malocchio y a la Garra.

Alanis asintió.-Me parece un buen trato...solamente voy a advertir a las damas y caballeros sobre mi forma de trabajar...en el momento en que el agua nos llegue al cuello, y sienta que mi persona corre riesgo, no dudaré en meterle el pie a nadie, si eso significa salvar mi pellejo.- "Puesto que no somos familia, ni tenemos lazos de hermandad, por lo que no se esperen que me quede a arriesgar el trasero por nadie". pensó la chica. -Del mismo modo, y como además de bella soy muy inteligente, entenderé perfectamente que nadie se tome la molestia de ayudarme en cuanto alguna hecatombe ocurra, pero tampoco me preocupa...estamos de paso por el mundo, y al fin, ni este mundo es eterno.- terminó la chica con un tono frío y calculador que nunca habia utilizado.

Comentario muy típico de un aventurero, Lady Gulbahar: individualismo frente a trabajo en equipo. Me conformo con que eso no entorpezca la investigación. Dejemos para más tarde el tema de las recompensas, y mi historia sobre lo ocurrido en Darkon.

El resto de los silencios fueron considerados tácitos.

¿Rupert? Acompañe a estas personas al dormitorio de Lord Aderre.

El mayordomo encendió un candelabro, y abandonó la sala de la chimenea guiando a los extranjeros escaleras arriba. Peldaño a peldaño, Rupert fue contándoles lo ocurrido.

El señor Malocchio salió del castillo en plena noche, solo. Al no volver, se mandaron soldados a registrar el bosque. Trajeron a Lord Aderre en mal estado, sucio, desorientado... Y bajo la luz de la mañana. Es por eso que no creo que se trate de un problema de vampirismo. Además, lo baño yo mismo, y no encontré ninguna marca de colmillos en su piel. Los síntomas de Lord Aderre son: amnesia, lividez de la piel y falta de apetito. Come muy poco, de ahí que esté tan débil, porque el sabor de la comida ya no le agrada.

Rupert llegó a la puerta de la habitación. No había guardias. Al abrirla, vieron un dormitorio amplio, que ocupaba toda la planta de la torre. A parte del mobiliario típico (escritorio, armario, baúl, alguna butaca...), la cama con dosel ocupaba el centro de la habitación, con el escudo de un águila cincelado en la madera del cabecero. Había una segunda puerta, que permitía seguir subiendo escaleras, y una zona abierta, como un ventanal sin cristales, con un gran telón que a modo de cortina pesada evitaba que el viento entrase en el dormitorio.

El mayordomo se acercó a la cama, y suavemente despertó a su ocupante.

Lord Aderre... disculpe, tiene visita...

Ayudó a su señor a incorporarse. Lord Aderre, ya despierto, vestía una camisola blanca a modo de pijama, mientras que su tronco inferior estaba bajo las mantas. Además, llevaba guantes, lo cual era bastante extraño teniendo en cuenta que estaba durmiendo.

Pueden proceder a realizar las preguntas que gusten.

Genann había seguido en silencio al grupo. Ni siquiera se había pronunciado cuando La Garra les había propuesto investigar a Malocchio Aderre y sus actual y sorprendente estado de salud. No era necesario. Estaba allí y aquel era un enigma que exigía respuestas. Con o sin recompensa, su curiosidad y su deseo de saber y aprender le hubieran llevado a aceptar aquella misión. Por supuesto, toda ganancia sería bienvenida, pero él no estaba allí para acumular dinero o riquezas, sino sabiduría. Por ello, cuando la Garra pidió al mayordomo que los guiara hacia la habitación del amo del castillo, carraspeó para reclamar su atención y hacerle una pregunta antes de que se separaran.

-Soy nuevo en la región y me temo que no tengo mucha idea acerca del quién es quién en estas tierras. Y para llegar a conocer toda la verdad de lo que haya podido ocurrir, todos necesitamos datos. Has mencionado a Gabrielle Aderre. ¿Quién es esa mujer? -preguntó, tuteando a Gramley tal y como él lo había hecho con ellos.

Minutos después, se encontraba subiendo las escaleras siguiendo la estela del candelabro de Rupert, quien iba narrando lo que había ocurrido la última noche, aquella en la que Aderre fue hallado sin memoria y sin poder relatar lo que le había acaecido. Ante loq ue decía, subió los peldaños de dos en dos, esquivando a unos y a otros hasta situarse a la altura del mayordomo y cuando este fue a abrir la puerta, le hizo un gesto.

-Espere, por favor. Un instante antes de entrar -pidió con toda la amabilidad posible-. Me gustaría hacerle algunas preguntas y no quisiera molestar a su señor más de lo necesario, especialmente si no puede responder dada su amnesia. ¿Era habitual que el señor Malocchio saliera del castillo por la noche? De ser así, ¿con qué objeto? Hemos oído que el exterior es peligroso, poblado de lobos y otras bestias salvajes. Y en relación a la noche de la que habla, ¿hace cuánto de ello? Y una última pregunta -dijo apresuradamente-. Dice que salió solo. Entiendo que no lo acompañaba ningún soldado o criado, pero ¿salió con alguna montura o con perros?

La mirada de Genann estaba clavada en el mayordomo, mostrando verdadera curiosidad ante lo que este tuviera que decirle.

Y una vez más, en medio de extraños saltos temporales, se halló junto a sus compañeros alrededor de Malocchio Aderre. Y cuando el mayordomo les dio libertad para preguntar, lo hizo.

-¿Le importaría que lo examinara?

De nuevo una mirada de extrañeza y luego otra de puro asco, seguida del lanzamiento de un sonoro escupitajo al suelo, cosas de la norteña. Después de fijarse en la tal Alanis, se giró a su grupo nuevamente.

- Ya haberr oído pequenia ninia rrepipi. No estarr con nosotrros. Si haberr peligrro, yo ocuparr de prrotegerr grrupo, como Quiorra. Perro esa sacarr castañas fuego sola... - Comentó por lo bajo a Menon, Quiora y Sapo.

Del resto de los allí presentes, tan solo conocía a Dalabrac, aunque no muy bien. Alguna desconfianza podría tenerle a Alarico por las acciones pasadas, aunque con los resultados de la investigación quedaba fuera de la diana, de momento. Fedora prefería trabajar en equipo, y si alguien obstaculizaba al grupo o no pretendía ayudar, era motivo de desprecio para la guerrera de espadas bastardas.

Más tarde, una vez que les llevaron a los aposentos de Malocchio Aderre, la fuerte mujer de marcado acento no pudo dejar de fijarse en el aspecto del noble, que parecía bastantes cosas menos eso. Pero hubo algo que le llamó poderosamente la atención, motivo por el que pidió a Menon y Sapo que usasen sus poderes arcanos para discernir cualquier presencia mágica en el lugar.

- Menon, Sapo... ¿Poder ver magia aquí? - Preguntó en voz baja mientras volvía a fijarse en las manos enguantadas de Aderre.

Aquello le daba mala espina. ¿Por qué alguien se acostaría en la cama con las manos enguantadas? Era algo que, incluso la norteña, criada en las frías estepas de su región natal, no lograba entender. Así, Fedora dejó escapar la pregunta tal como la pensó, sin filtro alguno.

- Senior Malocchio Aderrre... ¿Por qué llevarr guantes? No haserr frrío parra nesesitarr... - Soltó, dirigiéndose al noble y mirándole directamente.

Podría haber otro sitio en el que un semiorco estuviese tan fuera de lugar como en el dormitorio de un noble? Quizás en el templo de alguna diosa de la belleza o en una biblioteca, pero poco más.

Quiora miraba todo como si la mayoría de esas cosas no fueran reales, como un niño la primera vez que visita un circo. Parecía leerse en su cara la expresión de asombro.

Primero se sentó en la cama de Lord Aderre  para comprobar lo mullida que estaba. Dio el visto bueno al noble con un guiño y se levantó a comprobar con el mismo ahínco la butaca. Esta no le pareció demasiado cómoda, mucha floritura pero muy pequeña para su 'hermoso' corpachón. De ahí se levantó rápido. Lo siguiente que captó su atención fue el escritorio. Revolvió el contenido sin ninguna razón aparente. El baúl y el armario tampoco se libraron de la inspección. Con el armario no se entretuvo demasiado, pero del baúl empezó a sacar cosas.

Habian avanzado al interior de la habitación de Lord Aderre, no sin que antes Alanis se escandalizase una vez más por el escupitajo de Fedora en el suelo "Estamos en interiores, no en el parque...siempre escupe cuando digo algo, debe ser una señal de respeto y admiración, ante mi apabullante y cautivadora belleza jojojojo" pensó la chica, posando sus ojos verdes en el techo, y soplándose abochornada.

Alanis al escuchar la pregunta de Gennan, respondió con un tono de voz educado. -Me temo mi querido druida, que si Lord Aderre, tiene ataques de amnesia es poco probable que recuerde a que iba al bosque.- comenzó a pasar sus dedos en aquella espesa cabellera oscura que tenía, con un movimiento coqueto y femenino, que salió más por naturaleza, que porque la hechicera lo estuviera haciendo intencionalmente. La jovencita habia escuchado atentamente los síntomas, el hecho de que pudiera caminar bajo la luz en efecto ( salvo que fuera alguna especie de super vampiro), descartaba momentamente que fuera un vampiro, Alanis clavó sus ojos fijamente en los de Lord Aderre sin pestañear, y luego añadió con un tono de voz educado.

-Bueno, no es correcto sacar deducciones con tan poca información...pero, quizá su excelencia, se encuentra bajo una poderosa maldición, que lo está transformando en un no muerto, eso explicaría el porqué de su palidez, el hecho de que la comida le sepa mal (nunca he escuchado de que los muertos vivientes disfruten ingiriendo vino y cordero), y que su piel este lívida...de hecho si se me permite el atrevimiento, y se me perdona mi falta de tacto al mencionar lo que acontinuación diré, podría pensar que lleva guantes, pues sus manos han comenzado a mostrar los signos del mal...se están descarnando?, ¿han comenzado a transformarse en garras?, ¿tentáculos quizá?.- Habia fruncido el ceño y usado un tono de voz tan serio y seguro, que era evidente que Alanis estaba hablando muy en serio. Luego observó a Quiora, y no pudo evitar que en sus labios se ensanchara una sonrisa divertida cuando la veía revoloteando por toda la habitación " Debería brincar con sus piernas de toro sobre Lord Aderre y terminar con su sufrimiento. ajajajajajaj" pensó con ironía cruel.
 

Fedora pedía y Sapo complacía. Se concentró para amasar el éter y darle forma de unas estrambóticas gafas, como todas las que suelen llevar los gnomos, que le permitieran ver las auras mágicas. El mayordomo había dicho que el noble había salido solo de noche. A igual que al druida a Sapo también eso le parecía raro. Esperó a ver que contestaba antes de hacer otra pregunta.

- ¿Qué día era la noche en la que salió?- Con unos sencillos cálculos mentales podría saber si esa noche había habido luna llena. No eran los vampiros los únicos terribles seres que se autocuraban. Puede que fuera un hombre-lobo y se tapara las manos porque estaban peludas como pies de mediano.