Partida Rol por web

Por lo que Heian y Alanis pudieron averiguar, los Haptmeyer eran una familia noble con más éxito económico que popularidad. La casa cayó en desgracia cuando al señor Haptmeyer se le dió por tontear con una joven sirvienta recién llegada: Gabrielle Aderre. En un ataque de celos, marido y mujer discutieron por los escarceos amorosos del primero, y acabaron matándose entre ellos (o eso se cree). Fue entonces cuando Lord Bakholis se interesó por Gabrielle Aderre y se la llevó a su castillo, con funestas consecuencias para él. Una vez que Gabrielle se convirtió en señora de toda Invidia, ella y su hijo usaban la Finca Haptmeyer de casa de campo. Cuando Gabrielle tuvo que huir de su propio hijo, la política obligó a Malocchio a dedicar todos sus esfuerzos en Karina, con lo que la finca Haptmeyer quedó desierta, con solo un pequeño destacamento de soldados.

Hace solo un año, Frau Braun (la señorita Braun) consiguió sobornar a los guardias y convertir en secreto la Finca Haptmeyer en un burdel que se ha ganado el sobrenombre de la Casa de la Colina. Y todo sin que Malocchio Aderre sea incapaz de saber nada (¿no se supone que ese tipo veía el futuro?). Además de prostíbulo y casino, la Casa de la Colina también ha prosperado ofreciendo peleas de perros. En este lugar conviven los terroristas gundarakíes que apoyan a Gabrielle con los soldados falkovnianos que ayudan a Malocchio, una especie de terreno neutral ajeno a sus respectivos mandos.

El tabernero (o el tipo que Quiora confundió con un tabernero) le señaló una puerta que daba a un pasillo con otra puerta en frente. Corvino, Menon y ella llegaron así a un lugar sin tanta impudicia: el salón. ¡Y tenían bardo! Pero no cantaba, y su laúd tocaba música lenta y monocorde. El artista era consciente de que no estaban allí para verle tocar, sino para amortiguar el sonido de las palabras en conversaciones de negocios turbios.

En una mesa, un hombre se pasaba el índice por el cuello y pasaba una bolsa cuyo interior tendría presumiblemente una cantidad de dinero suficiente como para pagar a su interlocutor por un asesinato. En otra mesa, un contrabandista pasaba algo dentro de un paño, que su interlocutor desplegó para poder ver la pieza con una lupa. En otra mesa, una mujer vestida de campesina pagaba un soborno a un guardia de la Garra, seguramente para volver a ver a su esposo fuera de prisión.

Una camarera tomó nota y sirvió la comida, tanto en la mesa de Corvino, Menon y Quiora, como en la del jardín acristalado al resto del grupo. Al cabo de un rato, el Capitán Nathan fue de habitación en habitación reuniendo a sus pasajeros ya comidos. Pagó las consumiciones de aquellos que le pagaron el pasaje, y el resto tuvo que rascarse el bolsillo y costear el insípido que costaba de una buena comida, una buena bebida y un porcentaje de los sobornos necesarios para que aquel garito siguiese abierto. Desde luego seguía saliendo más a cuenta pagarse la comilona que pagar el pasaje desorbitado del Capitán Ene Punto.

Terminaron todos en una de las habitaciones superiores, un dormitorio con una gran cama con dosel. Una mujer sentada frente al tocador del espejo y un mono. Un puto mono amaestrado.

Amigos, les presento a la señorita Braun, o la viuda Braun, según se mire el vaso medio lleno o medio vacío.

Serrr un plaserrr, los amigos de Her Timothy serrrr amigos m...-comenzó a decir, con un acento parecido al de Fedora.

De pronto su mono empezó a chillar, interrumpiéndola.

¡Tú callar, Goebbels! ¡Estos no serrrr asuntos parrrra mono estúpido!

La señorita Braun se pasó la mano por el tocado para recolocarse el pelo. Ganó así la serenidad que había perdido con la salida de tono de su mascota.

Disculparrr... Her Timothy decirrrr que vosotrrrros querrrrerrr verrrme. Exponerrrr vuestrrro caso y yo verrr cómo poderrrr ayudarrrr.

Querer ver a esa señora? Y para qué iban a querer ver a una señora que no fuera la madre del 'Señorito' Malocchio?

Quiora se rascó la cabeza en busca de una respuesta pausible... Como de la perorata de Nathan solo se había quedado con lo de 'Dispersaos, bebed y pasadlo bien', no cayó en que esta mujer pudiese ser un enlace para ayudarles a llegar al castillo de Hunadora.

Claro, ya está! La semiorca dio rápidamente con la solución. No podía ser de otra manera.

- Eres una bruja! Verás buscamos una para que nos ayude, pero es tan difícil con eso de que las han matado a todas.

No te preocupes- susurró con la mano tapándole la mitad de la boca para enfatizar el tono confidencial de la conversación- no se lo diremos a nadie...

Le guiñó el ojo con sonrisa bobalicona.

Heian entró en la habitación junto al resto de sus compañeros y escuchó las palabras de aquella mujer que tenía de acompañante a un mono. Se apoyó sobre una de las paredes manteniendo la distancia del resto, de forma solitaria y sombría sin querer llamar demasiado la atención. 

Aquella mujer no quedaba muy claro quién era, y peor aún, a qué se dedicaba, así que por si acaso optó por mantener la distancia y en lugar de hablar, quedarse escuchando. Vamos, lo que solía hacer habitualmente "El Hombre".

En lo que hablaban se puso a pensar por un momento en sus cosas. Si en ese lugar hacían peleas de perros, ¿Qué pasaría si Gennan participase allí?

Ya más tranquilo, con el estómago lleno, Sapo observaba con interés a la mujer con el mono parlante en su hombro. Quiora tomó la iniciativa y, puesto que el término "bruja" podía llevar a engaño, el gnomo intervino para tratar de clarificarlo.

- Buscamos un guía para adentrarnos en las brumas.- Se quedó fijamente mirando a la mujer para tratar de discernir en su fisonomía algo que la delatara como vistana, o al menos como mestiza.

Por fortuna para el grupo en general y para la norteña en particular, pudieron dar rienda suelta a sus instintos y llenar el gaznate de buena comida y bebida, pues falta les hacía después de todo el día yendo de aquí para allá.

Llegado el momento en el que el capitán N hizo las presentaciones con una extraña mujer, que parecía tener las dos cejas unidas. - Quisás serr parriente de cíclope... - Pensaba extrañada la guerrera de espadas bastardas.

Al momento, en cuanto la mujer habló, aún más anonadada quedó Fedora. No solo eran extrañas sus cejas, ni era menos raro que portase un pequeño mono en el hombro, sino que para colmo de males, su acento le resultaba bastante cómico y desagradable, al mismo tiempo.

- ¿Quién serr esta extrrraña mujerr, Sapo? Hablarrr como tribu de Cabesas Cuadrrradas, da... - Comentó por lo bajo a su compañero gnomo.

Viendo que Sapo no entendía a que se refería, la norteña suspiró y trató de explicarle por encima quienes eran esos Cabezas Cuadradas.

- Cabesas Cuadrrradas serrr trrribu frrronterrrisa en mi Norrrtalia natal. Serrr gente cuadrrriculada y cabesotas. No darrr brrraso a torrrsierrr nunca. Hablarrr extrrraño dialecto, parrresido al que habla esta mujerrr. Esperrro que no venirrr de donde yo pensarrr, pues poderrr tenerrr prrroblemas... - Añadió a su explicación.

Tras su breve explicación a su pequeño camarada, que siempre iba cerca de sus piernas, Fedora miró de nuevo a la extraña mujer, atendiendo a todo lo que allí se decía. Sobre todo a lo que hablaban Quiora y el propio Sapo.

- Pequeño tenerrr rrrasón. Buscarrr guía parrra entrrrarrr en brrrumas. ¿Poderrr ayudarrr, señiorrra Brrrraum? - Preguntó la norteña, añadiendo más énfasis a lo ya dicho por sus colegas.

Tras una buena comida y bebida el capitán Nathan les había llevado a la habitación de una mujer cuanto menos, diferente. Corvino tampoco sabía muy bien qué hacían allí y por tanto, por qué la mujer estaba dispuesta a ayudarles a cambio de exponerles su caso.

Sapo y Fedora si que parecían intuir la razón por las que el Capitán les había llevado hasta esa mujer, pero él no estaba muy seguro de si sería eso.

—En realidad buscamos a una mujer que escapó a través de las brumas, para hacerle unas preguntas nada más, no piense nada extraño. Y como único testigo capaz de identificar a esa mujer tenemos a una perra, en el sentido estricto de la palabra.— Esperó a que al mujer asimilara la información. —Hemos barajado varias posibilidades, desde buscar a un fae o bien a un vistana, pasando por pedirle ayuda a Lady Gabrielle Aderre en su castillo de Hunadora. Pero la verdad, no se como podrá usted ayudarnos con eso. Si le soy sincero, no se muy bien por qué el señor Natham nos ha traído frente a usted. ¿Mis compañeros tienen razón y puede usted atravesar las brumas o se trata de otra cosa?— Esperó interesado la contestación.

Cuando Sapo le echó un ojo a la señorita Braun, le pareció etnicamente proveniente de Lamordia, y no una vistana. Eso coincidía con su acento, ya que aunque arrastraba las erres como Fedora, eran de regiones distintas. Por cuestión de ángulo, el otro ojo de Sapo se posó sobre el mono. Eso fue suficiente para que la simiesca figura se encrespara: Goebbels bajó del hombro de su ama y persiguió a Sapo por la alfombra. Ambos corretearon hasta que Frau Braun llamó a su mascota al orden.

¡Goebbels!

El mono se paró delante de Genann y lo olisqueó. Pronto el mono perdió interés y volvió a trepar hasta el hombro de Braun Zimmerman, demostrando que el druida solo tenía problemas con los perros.

Yo tenerrrr los poderrres mágicos de un hámsterrr, no poderrr ayudarrrr con eso. Perrro tengo amigos en todas parrrtes. Yo prrreparrrrarrr un salvoconducto parrra pasarrrr porrrr la Invidia rebelde. Vosotros entregarrrr carta a Ardonk Szerieza. Decirrr que irrr de parte de Frau Braun. Segurrramente vosotros poderrr encontrarrr en Tancos. El Capitán saberrr cómo llegarrrr, ¿de acuerdo?

Perrrro yo ponerrr condición: vosotros participarrrr en mi torneo de lucha primerrro. Luego salvoconducto.

Heian escuchó el tema de participar en un torneo y se quedó sorprendido. ¿Cómo que tendrían que participar en algo así? ¿Y como haré para enfrentarme a cierta clase de enemigos? Heian sabía que de participar ahí, lo más probable es que perdiese. Así que tampoco es que se esforzaría al máximo por ello. Aún así miró a sus compañeros a ver qué tenían que decir los demás. Él estaba dispuesto a participar, pero no sería el primero en decirlo.

El acento cabezacuadradil de la mujer ponía de los nervios a la norteña. No porque no lo conociera, sino que su repetición y alargados de las erres al hablar le parecían una mera copia de su idioma natal norteño, que se correspondía con el abisal del norte en el resto de regiones, por otra parte. Con todo y con eso, atendió a las palabras de la mujer pues era sumamente importante para su misión. Debían dirigirse a una región llamada Tancos y entregar una carta a un tal Ardonk Szerieza, diciendo que iban de parte de Frau Braun. Parecía sencillo visto de aquel modo, pero Fedora sabía muy bien que nunca nada ero lo que parecía ser, mucho menos cuando se trataba de juzgar la dificultad o facilidad de la tarea encomendada.

- Parreserr fásil, perro otrras veses desirr lo mismo y luego serr cosa difícil... - Contestó mientras mantenía su pose con los brazos cruzados sobre su generoso pecho.

Al momento, giró la cabeza al capitán N., justo en el mismo momento en que la mujer del mono sobre el hombro hizo mención al mismo. Fedora dió un paso a un lado, pues lo tenía muy cerca, y soltó una caricia en su espalda, en forma de manotazo para llamar su atención.

- Segurro que capitán llevarr a nuevos amigos a Tancos, ¿Verrdad, capitán? - Preguntó en cierto tono irónico y jovial al mismo tiempo.

Después de eso, volvió a mirar con gesto cambiado a la mujer, en el momento que pronunció la palabra condición. Aunque volvió a cambiarlo al ver de que se trataba.

- ¿Torrneo de lucha? - Miró sonriente a su verdosa camarada, Quiora, mientras le golpeaba con el codo en el costado, suavemente. - Quiorra y yo parrticiparr. ¿Serr con arrmas de verrdad o de maderra? - Preguntó entusiasmada.

Así que no era la bruja. No podía ser tan fácil.

- Y ese torneo, ¿en qué consiste?- Si era una lucha individual Sapo se sentía tentado a abandonar la misión. Si era una lucha en grupo, eso cambiaba la cosa. Con Quiora y La Tres Bastardas en su equipo no tenía casi nada que temer. Mejor preguntar primero.

Miraba a unos y a otros, guardando silencio. Las carreras del mono tras Sapo, la extraña mujer cejijunta, el sonoro acento de la misma. Suspiró ante lo extraño de todo aquello, tan lejando al bucólico e incluso aburrido vivir de sus tierras.

Pero ante la promesa de un salvoconducto alzó la cabeza. Pero la condición de un torneo hizo que frunciera el ceño.

-Eso, eso -dijo insistente-. Ese torneo, ¿de qué va? ¿Qué tipo de pruebas requiere? ¿Y participar basta? ¿No importa si se gana o pierde?

La extraña mujer que hablaba como la prima paleta de Fedora les ofreció ayuda a cambio de participar en un torneo, pero era para todos? O bastaba con los miembros pegadores del grupo? Menon no estaba nada emocionado con eso.

- Un torneo de lucha? Señora yo soy un intelectual no un luchador, no se como podría participar en algo asi.

Corvino imaginó que seguramente se trataría de algún tipo de pelea ilegal en la que gente de mal vivir realizaba apuestas. No le gustaban nada ese tipo de torneos, sobre todo si eran de tipo violento. Vivían en una época ilustrada, no en los imperios caducos de antaño en el que los poderosos celebraban peleas de gladiadores o esclavos para divertir al vulgo.

Aun así...

—Entiendo su solicitud. Si es algún tipo de pelea, acepto, siempre y cuando en ella no haga falta matar al oponente. No pienso convertirme en un asesino si puedo evitarlo.— Sus palabras resultaban curiosas, máxime para aquellos que habían sido testigos del intento de Corvino de acabar con Gramley la Garra en el Castillo de Loupet.

Panda de marrrriquitas, nadie morrrrirrrr. Poderrrr usarrrr vuestras armas, no haberrr problema. Solo haberrr que lucharrrr. Victorrria o derrrrota darrr igual, lo importante serrr el espectáculo.

La señorita Braun les hizo seguirla hasta otra habitación. Allí dividió a los aventureros en dos grupos. Uno de ellos, formado por Alanis, Alarico, Dalabrac y Quiora se ausentó de la habitación con la anfitriona, mientras los demás eran custodiados por guardias armados, para que no tuviesen la tentación de salir huyendo.

Al cabo de un rato, un muchacho vino a dar el recado de que los cuatro combates de los teloneros habían terminado. El segundo grupo fue conducido a la sala en la que tenían lugar los combates. Alarico, Alanis, Quiora y Dalabrac estaban malheridos, llenos de moratones, pero estaban conscientes y pudieron animar a sus compañeros. Quienes fueran sus rivales quedaban en la imaginación de cada cual, aunque tarde o temprano podrían contar (o no) cómo fueron sus enfrentamientos.

Cada uno de los seis aventureros del segundo grupo fueron conducidos a una arena de combate distinta. En realidad eran corrales, con gente alrededor moviendo apuestas, pero llamarlo "arena de combate" le daba cierto glamur.

En la pista número uno tenemos a dos misteriosos desconocidos.
Uno lleva lanza... otro lleva sombrero... ¿Es que nadie puede detenerles?

El kóbold que Heian tenía en frente se subió las gafas hasta el ceño. A pesar de que tratara de hacerse pasar por un humano normal y corriente, se le veía su piel escamada y su altura no era mayor que la de Sapo o Dalabrac. Heian tomó la delantera, y atacó primero.

Pincho es la más letal rata-conejo.
Su rival viste pieles seguramente hechas de rata-conejo.
Esta vez, el combate de Pincho es algo personal...

No era rata. No era conejo. Era una comadreja muy cabreada. Por suerte para Fedora, no era una comadreja demasiado rápida...

El favorito de Frau Braun...
Algunos dicen que siempre sale favorecido en los emparejamientos.
¿Pero podrá derrotar Goebbels a todo un hombretón hecho y derecho?

El mono amaestrado tenía tres dagas: una sujeta entre los dientes, y otras dos en las manos. Nada más poner un pie en la arena de combate, Goebbels le lanzó una de las dagas a traición. El cuchillo voló por el aire y se clavó en la barandilla de madera que delimitaba el corral. Podría ser peor: podría haber sido un perro.

Y el típico combate entre pesos extra-ultra-pluma:
Pinkle, el fiero perrito que guarda las puertas del Infierno...
Y un gnomo feo. ¿Pero qué gnomo no es feo?

Sapo miró con desconfianza a Pinkle. Era un perro pequeño. Desde luego, era mucho más pequeño que los perros que solían poner en apuros a Genann. Pero Sapo también era más pequeño que Genann.