Partida Rol por web

-Ire con Alarico y Heian chicos...no se sabe cuando ese grupo de hombres necesiten la magia de una poderosa hechicera...además un toque de belleza femenina en el grupo no les sentará mal.- dijo la mujer sacudiendo su cabello elegantemente, y poniendose en marcha con el grupo de hombres.

Pues venga, vamos a allá. Cuanto antes terminemos con esto, mejor.

Antes de separarse, Menon usó su enlace mental en Genann, ya que era al ser el que tenía un oído tan bueno como para escuchar el violín, se le presuponía buenos sentidos. Tan solo Dalabrac y Genann acompañaron a Ramond, con sus respectivas mascotas: un sapo y un búho. Los demás se desviaron al norte, siguiendo el rastro.

El Equipo de las Perras avanzaba bastante rápido desde el mismo momento en el que la agotada Alanis aceptó la invitación de Alarico de subir con él en su corcel (o mula), y pronto vieron como el rastro viraba primero al oeste y luego al sur. El cansancio de Genann y las piernas cortas de Dalabrac hacía que el Equipo del Violín avanzase despacio al este. La diferencia de ritmo entre los dos grupos facilitaba que convergiesen tarde o temprano, a pesar del gran rodeo que había dado el Equipo de las Perras.

Llegado el momento, el Equipo del Violín alcanzó un claro. Gracias a la información telepática de Menon, el druida pudo advertir a tiempo a Ramond y a Dalabrac de la emboscada en la que se acababan de meter.

¿Y qué era eso que vió Menon y su grupo que tanto les alertó? A lo lejos, a cien pies de distancia, podían ver a las perras agazapadas en un arbusto. Las cánidas daban la espalda al Equipo de las Perras. De hecho, estaban a contraviento, de modo que las mascotas de Malocchio no podían oler la llegada de los aventureros por su retaguardia.

Lo que sí olían, pero bien, era a Genann, Dalabrac y Ramond. Antes de que los tres varones pudiesen retroceder, los perros tomaron impulso tras el arbusto para tomarles por sorpresa... solo que de sorpresa a estas alturas ya había poca.

Siguiendo a Corvino y al rastro de las perras, la norteña notó como daban algún tipo de rodeo por el bosque, aunque su sentido de la orientación no era el mejor del mundo. Por suerte, el enlace telepático de Menon había mantenido en contacto al grupo con los otros tres que fueron buscando el sonido del violín.

Al cabo de un rato, llegaron a las cercanías de un claro y, para su asombro, encontraron las perras agazapadas en actitud agresiva hacia el otro grupo, al otro lado del claro.

- Maldición. Esos perrros no parreserr amistosos. Debemos ayudarr a los otrros. Además, si ese drruida volverr a rresibirr morrdisco poderr converrtirrse en hombrre perro. De mia patria, donde yo crriarr, drruidas llevarr bien con animales.  Nunca pensarr que un amante de naturralesa llevar tantos morrdiscos de perrros... - Comentó en voz baja Fedora a los que tenía alrededor.

En algún punto de la discusión, Quiora ya había cerrado las orejas y solo escuchaba 'bla, bla, bla...'. No perdió ojo a Fedora sin embargo, que era a la que estaba dispuesta a seguir como líder nata de su grupo de mercenarios, así que, cuando ésta tomó una dirección, la semiorca la siguió como un perrito faldero, contenta de que su ama por fin se pusiera en marcha. En este caso y por falta de extremidad trasera que menear, lo que hizo fue balancear su hacha en grandes círculos, de izquierda a derecha (en realidad, le ayudaba a tonificar los músculos en caso de batalla inminente), mientras cantaba mentalmente una cancioncilla pegadiza que había escuchado hace poco en una taberna en la Ciudad de las Mil Puertas.

Iba tan en sus cosas, que su reacción ante el ataque de los perros fue lenta.

Alarico habia tenido a bien invitar a Alanis a cabalgar con el en su mula, en la mente de la chica se visualizaba algo asi, como un cuento que habia leido cuando era niña, en el que una hermosa elfa de cabello pelirrojo, vivia encerrada en un molino gigantesco, desde el cual todas las tardes, cepillaba su larga cabellera, hasta que un apuesto semi orco, la descubria, trepaba por el largo cabello de la elfa,  y terminaba casandose con ella, mientras se alejaban del molino en su fiel corcel. Alanis aprovecho la distancia para palpar discretamente los musculos del vientre de Alarico, mientras exclamaba en un tono de damisela en desgracia .-Ay lo siento...creí que me caia de la montura, es que me sentia muy cansada.- "Mmmm, pues si que tiene de donde agarrarse, oh lalá, señor Alarico".

Cuando los perros aparecieron, Alanis, sacudió energicamente su cabeza hacia Fedora mientras la escuchaba hablar y añadió. -Bueno...los animales no son tontos, seguramente Gennan, es un druida que tiene preferencia por los gatos, y por eso los perros se la pasan atacándolo.- comentó Alanis, bajó de un salto ligero y grácil de la grupa del caballo (o mula), saltaron sobre el grupo que se habia dividido, Alanis daba gracias a los dioses de encontrarse con el otro grupo que no estaba siendo atacado.

Extendio con un rapido y elegante movimiento de su brazo, la punta de su dedo índice, mientras susurraba unas pocas y bien elegidas palabras, de la punta de su dedo índice, salió volando un misil de magia pura, que destelló con un parpadeo de luz blanquecina, y que mientras volaba trazando un suave movimiento ondulante, habia adquirido el mismo matiz verde esmeralda, de los ojos de la joven hechicera humana, buscando impactar a alguna de aquellas bestias.

Sapo iba distraído sobre su mula trazando mentalmente la trayectoria que estaban siguiendo en su cabeza.

- Les ha enviado a una emboscada.- Confirmó a Fedora, como ya le había dicho antes. Menos mal que casi todos, siguiendo el magnético carisma del gnomo, habían sido razonables y no habían ido con Ramond. Ahora podían atacar a las perras desde dos flancos, lo cual les daba una ventaja considerable. Eso y que su número era arrolladoramente superior. Lentejuela agarró a Sapo con sus enormes dientes, tomándolo de la capucha de su toga, y lo bajó al suelo. Ni ella era deseaba que unas perras le mordieran los cuartos traseros, ni Sapo era un buen jinete.

Mientras seguían el rastro de las perras Alarico no pudo evitar fijarse en la actitud de Alanis para con Alarico cuando ambos subieron juntos a la montura.

El Clérigo sabía cuidar su aspecto, sus palabras y sus maneras. Era un hombre de cierto porte distinguido y Corvino diría que no era para nada feo. Alanis por su parte, aunque tenía un atractivo que Corvino consideraba frío, no dejaba de ser una auténtica belleza, y a pesar de su aparente gelidez la chica no podía evitar dejarse llevar por sus pasiones femeninas, por lo que Corvino acababa de ver. Aaaah... ¡la juventud! Corvino sonrió para sus adentros.

Ambos le hicieron recordar sus propios tiempos mozos, cuando conoció a la que sería su futura mujer Rosanna. Los inocentes besos de la niñez. El deseo y la pasión imparable que les embargó en la juventud. El más fuerte e intenso amor y respeto que se profesaron mas tarde al tener una hija juntos y los años que compartieron superando malos momentos y los problemas juntos... Y luego, la terrible tragedia que les separó a ambos.

Corvino pensó en aquella tierra en la que vivían. Tenía la intuición que de algún modo las nieblas no sólo hacían a las bestias tan fieles a sus amos como fieras y peligrosas, si no que intensificaba también las mejores y peores pasiones de los hombres. El deseo, el amor, el cariño, la virtud y la pureza, pero también el odio, la envidia, la venganza y el egoismo. El enorme amor que su mujer Rosanna le profesara se había convertido en una ira infinita cuando ella le culpó de lo que les había pasado a su hija en común en el interior de los siniestros bosques. Cuando volvió con el cadáver destrozado de su hija Corvino sintió una ira tan intensa en la mirada de Rosanna que rozaba la locura. Sólo sintió dolor en su corazón al pensarlo

Pero sí, así eran aquellas neblinosas tierras.

Miró a Alanis y a Alarico de soslayo tan sólo un momento, pensando si el que ocurriera algo entre ellos podría traerles la mayor de las felicidades o la peor de las tragedias. O puede que ambas cosas, pues en cierto modo, en su vida compartida con Rosanna Corvino había sentido ambas opuestos con brutal intensidad.

Alarico y Alanis pudieron sentir por un breve instante una mirada melancólica dirigida hacia ambos por parte del anciano antes de que este se fijara de nuevo su vista en el rastro de las perras y siguiera hacia adelante sin mirar atrás, de vuelta a los misteriosos designios de esa oscura pero apasionante tierra llamada... ¡Ravenloft!

Llevaban ya un buen rastro siguiendo al perro de Corvino cuando repentinamente, este se detuvo con mirada al frente y postura a la defensiva. Había notado algo. Por la postura y actidtu del perro Corvino supo que estaba a punto de ladrar para advertirles algo. Pero por experiencias anteriores, sabía que debía impedírselo, antes de que alertara a lo que fuera que estaba allí acercándoles: -¡Quieto maldito!- Le esperó. -¡O nos meterás en un lío!- Mientras decía estas palabras, de adelantó en dirección al animal enganchándole del collar para sujetarle, no sea que también se avalanzara sobre su "presa".

El perro se giró, con mirada algo confundida hacia su amo. Hubo un momento de duda, en el que no supo si ponerse a ladrar o no, y finalmente agachó la cabeza, obediente y sumiso.

-Así me gusta, chico.- Le felicitó Corvino. -Buen perro. Buen perro.- Y le dio un trozo cecina mientras le frotaba animosamente la cabeza. Este respondió sacando la lengua y agitando el rabo alegremente.

A Genann el ir acompañado tan solo del tímido y silencioso Dalabrac y guiados por Ramond no le importó lo más mínimo. Más bien al contrario. Por fin podía disfrutar del silencio y de la naturaleza sin el constante parloteo de unos y otros o de las ventosidades de Lentejuela que parecía avanzar a golpe de pedo. Y pastaría hierba pero aquello que tiraba olía a mil demonios. ¿O sería Sapo?

Se regocijó en la contemplación de robles y hayas y en el sol entre sus hojas. Disfrutó de la fresca brisa y del olor del bosque húmedo tras la tormenta de la noche. Sí, aquel paseo era un verdadero placer. Y cuando sus pasos acabaron en un magnífico claro, Genann se sintió extasiado.

Y allí estaba el druida, con el viento acariciando sus trenzas, el rostro sonrojando su rostro y los trinos acunando sus oídos, cuando un chisporroteo cruzó su mente y la voz de Menon pudo oírse intempestivamente en su cabeza, alertándoles de la presencia de las perras agazapadas tras un arbusto. 

Automáticamente, el druida desvió su mirada hacia aquel punto y pudo ver perfectamente a las perras a unos cien pasos. Sus patas se tensaron y saltaron para darles caza sin duda alguna.

-¡Mierda! -murmuró Genann que, sabiéndose agotado, dudaba que tuviera opciones de salir corriendo y ganar aquel envite. De hecho, correr las excitaría más, con su desarrollado instinto de caza. Y aquellos perras, de ser las empleadas por Aderre en sus cacerías, estaban entrenadas para apresar y atacar a humanos. De forma inmediata, se acuclilló en el suelo, evitando todo contacto visual directo con las perras-. ¡POR FIN HEMOS DADO CON VOSOTRAS! -gritó-. MALOCCHIO, VUESTRO AMO, NOS HA ENVIADO EN VUESTRA BUSCA. ANTE VUESTRA DESAPARICIÓN, PORTOS ME DIJO QUE HABRÍAIS CAÍDO COMO ORGULLOSAS GUERRERAS EN VUESTRA ÚLTIMA CACERÍA O QUE EL AMO OS HABRÍA LIBERADO.

Puestos a elegir compañía, la de Alanis era, sin duda, muy agradable. El clérigo no sólo no puso pega alguna a que la joven subiera a lomos de la mula (brioso corcel estaba bien como un proyecto de futuro cercano, por ahora había que conformarse con una mula que, oye, para dar un paseo bien que servía, y para no cansarse. Y para tener buena compañía, visto lo visto).

No era Alarico hombre que desdeñara los placeres, y menos cuando eran tan baratos y agradables. Y la verdad es que la obvia sinceridad desvergonzada de Alanis, sumada a la osadía, belleza y cierta inmoralidad de la joven, le agradaban. Mucho y en muchos sentidos. Así que, sin duda, había tenido bien donde agarrarse la joven cuando había estado "a punto de caerse" de la montura.

- No te preocupes, Alanis. Creo que puedes comprobar que ni tus manos, ni tu compañía, ni tu debilidad física momentánea, hacen que me siento ofendido en lo más mínimo- dijo divertido y ni una pizca de cohibido. Algo más hubiera podido decir, pero pronto la persecución se reanudó y, al llegar hasta la escena que divisaban a lo lejos, la escena de las perras. Alarico bajó de la montura, igualmente, y sacó su ballesta, disparando a una de las perras, la misma que acaba de herir Alanis, sin desde el lugar donde se encontraba llegar a percibir el intento del druida de calmarlas.

El mago tomo la decisión de seguir a Genann y a Rammond hacia el sonido del violín, el grupo de las perras ya estaba bastante nutrido así que decidió ir con el druida pues tal vez su magia seria mas necesitada de este lado.

El guía había disminuido la intensidad del paso y Dalabrac agradeció a Mystra por eso, sus pies le mataban y sus piernas ya sentían el desgaste por el largo camino que habían avanzado. Sus compañeros no eran muy habladores, Rammond centraba su atención en el rastro y el Druida en la vegetación junto a las criaturas que los rodeaban, así que la marcha fue silenciosa pero tranquila.

La tranquilidad se rompió al llegar al claro cuando Gennan paro en seco, al inicio Dalabrac pensó que solo estaba disfrutando del paraje pero luego este dio un grito de alerta y empezó a hablarle con fuerza a un grupo que el mediano aun no divisaba pues este se encontraba a sus espaldas, el mediano rápidamente se giró y entendió las palabras del Druida, las perras que estaban buscando estaban prestas a lanzarse al ataque sobre ellos hechas un mar de baba, furia y dientes.

Ganare algo de tiempo!!!- les grito a sus compañeros.

Pensó entonces en los conjuros q tenia preparados, rápidamente saco de entre los bolsillos de su túnica un poco de lana, la apretó con su mano derecha mientras murmuraba un par de palabras, al instante la lana se disolvió en motas de polvo que se plantaron a la mitad de la distancia entre ellos y las fieras , de a poco las motas se iban convirtiendo en una figura humanoide con un  par de cadenas en las manos y de tamaño enorme, en segundos la figura tomo una cara conocida, la del encargado de las perreras del castillo con la misma ropa pero con el triple de tamaño, el mago esperaba que esto frenara el ímpetu inicial de las perras o al menos que atacaran a la ilusión.   

La ilusión no las detendrá por mucho, preparen su mejor ataque  

Les dijo a sus acompañantes  mientras halaba hacia adelante su ballesta cargada.

La marcha era algo lenta por lo dispar de estaturas del grupo, pero al menos seguíamos avanzando, el bosque seguía a su alrededor sin darles pistas de la cacerías que Aderre decía realizar, pero como no estaban aún en el punto acordado Menon no le dio importancia, y al estar acompañado de tanta gente y entre ellas Fedora y Quiora grandes guerreras, se permitió relajarse un poco, puede que no encontraran nada pero eso no le impediría disfrutar del paseo por el bosque, sin pensar en nada en concreto, necesitaba en cuando pudiera tomarse un rato para meditar como solía hacer antes de estar metido en estos turbios asuntos de asesinatos, conspiraciones y todo lo demás.

En eso estaba elucubrando ideas en su mente, cuando le pareció ver algo, al principio era una simple mancha en un árbol, pero cuando aviso a sus compañeros entre todos pudieron confirmarlo, las perras de Aderre estaban emboscadas, listas para atacar al otro grupo! Sin perder tiempo Menon, se concentro en la imagen del druida y le hablo directamente a su mente:

- Atentos al árbol que teneís enfrente, el del tronco doblado, las perras de Aderre están preparadas para atacaros.

Preparó su ballesta pero las perras estaban muy lejos quizás podría intentarlo si se acercaban más.

El proyectil mágico y el virote de la "parejita" interrumpieron cualquier intento de diálogo por parte de Genann. De todas formas, nunca se le dieron bien los perros. Portos le mordió, el perro de Corvino le olisqueó. Y las perras no se iban a desviar de sus objetivos para ponerse de cháchara, así que la cosa no podía funcionar.

Los perros saltaron hacia el Equipo del Violín. Reconocían a Clayton, que las crío desde que eran cachorras, pero el olor del perrero era anómalamente aséptica. Se detuvieron a olisquear. Tal y como se temía Dalabrac, aquel truco solo les había valido seis segundos más de vida.

Entonces Genann, Dalabrac y Ramond escucharon el cambio de escala del sonido del violín, y para el falkovniano y el mediano se trataba de un sonido desconocido.

¿Qué...? ¿Qué me está pasando?-preguntó Ramond, echando a bailar como si no fuese capaz de manejar sus propios miembros.

Localizado el enemigo, la bárbara semiorca se lanzó a la carrera sin pensarlo con el hacha en alto y emitiendo un sonoro gruñido enfocado a intimidar a sus posibles víctimas.

- GRAAAAAAAAWWWL!

Genann se desesperó al ver que sus intentos de tranquilizar a las perras eran malogrados por los efectos de los ataques de los otros. ¿Acaso no se daban cuenta de la conveniencia de que sobrevivieran para poder preguntarles acerca de lo ocurrido la noche en la que Malocchio perdió su memoria de ser como pensaba las perras de la jauría de este? ¿Y de que si las herían tan solo las harían aún más peligrosas y letales para los que les servían de cebo?

-¿Mi mejor ataque? -dijo lastimeramente mirando su bastón de forma igualmente lastimera.

Y como si se tratara de dar un toque más dramático a su miserable pregunta, un violín cantó sus acordes. Genann trató de localizar su origen, pero sus oídos estaban embotados por los ladridos y gañidos de las perras que tras reconocer a su perrero, lo cual demostraba que los animales eran de Aderre, parecían darse cuenta del engaño y volvían sus miradas asesinas hacia ellos. Los esfínteres del druida amenazaron con relajarse totalmente, a diferencia del resto del tenso cuerpo, y dejar que el lastre cayera, como si con aquella pérdida de peso pudiera llegar a correr más lejos y más veloz. Afortunadamente, logró evitarlo con un postrer apretón impidiendo que el lastre cayera en sus pantalones sin liberarlo de la carga. Que Ramond se pusiera a bailar en medio de aquel caos, fue la gota que colmó el vaso del absurdo. ¿Acaso se había vuelto loco? ¿O pretendía en un acto de valentía sin igual a atraer la atención de las perras sobre su persona? Sí, sin duda debía tratarse de lo último.

Admirado del coraje del soldado, miró en su derredor, esperando llegar a ver algo. Desde un árbol cercano al que subirse o al violinista que interpretaba tan magníficamente. ¿Estaría quizá sobre el tejado?

- ¡Quiorraaaa! ¡Detenierr! ¡Parreser trrampa! - Gritó la norteña a lomos de su yegua, Mandryva.

Aparentemente, algunos de sus compañeros del otro lado del claro estaban empezando a ponerse a... ¿Bailar? Al menos eso entendía Fedora por baile, puesto que bien podría ser algún tipo de ritual de apareamiento para atraer a las perras. Después de todo, Genann era un druida y quién si no el era el más idóneo para conocer esos rituales. Aun cuando no le dieron resultado el día anterior.

Los motivos de la guerrera de espadas bastardas eran claros, aunque ella no destacaba por su intelecto. No había que ser muy listo para ver que podría tratarse de algún tipo de brujería, por lo que no estaba dispuesta a caer en tal embrujo. Y mucho menos a dejar que su fiel camaradas semiorca hiciese lo propio. Aún y así, golpeo suavemente con los talones a Mandryva, para que galopara, tratando de alcanzar a Quiora. No llegarían a tiempo para embestir a esas perras, pero pensaba posicionarse a distancia suficiente para poder hacerlo en breve.

Alarico sabía que el riesgo más grave era esa música que señalaba, de forma evidente, que alguien tenía, y estaba usando, algún tipo de magia. Sin embargo, el peligro más grave no era el más inmediato y, además, ya había observado el día anterior hasta qué punto esos perros podían llegar a ser peligrosos.

Quizás por eso, no pudo evitar una sonrisa entre de suficiencia y de compasión, al ver como el druida intentaba congeniar con ellos. Al final, el odio, la rabia, el poder, simplemente, eran más poderosos que los intentos de congraciarse.

Sea como fuere, esos perros eran ahora el enemigo más claro, con lo que, mientras ojeaba la zona para ver si encontraba al "músico" Alarico avanzó lo bastante para disparar un nuevo virote, que volvió a causar daño en la perra.

- Dos de dos- pensó para sí sabiendo cuanto excedía de su procentaje normal- Sorprendente.

Corvino no tenía prisa por recibir un mordisco de esas perras. Ya había visto lo que uno de esos animales le había hecho a Genann en las perreras. Eran mas peligrosas de lo que parecían a simple vista.

Estaba lejos de ellas, así que se tomó su tiempo en preparar su escudo y su hacha, por si hiciera falta; pero no tenía intención de acercarse a esos bichejos. Se sorprendió bastante al ver a la gigantona verde ¿Quiora se llamaba? lanzarse hacia adelante a toda prisa, seguida no muy de lejos de su compañera "Fedora tres bastardas".

Enarcó las cejas. Sin dudas las bellas damiselas tenían mas arrestos que el resto de caballeros allí reunidos (Corvino incluido) así que intentó aparentar que al menos echaba una mano, avanzando detrás de ellas. Mucho mas despacio y tranquilo, por supuesto, no fuera a llevarse una buena mordida. Ya le habían apaleado lo suficiente el día anterior.

Pobre Gennan, no le bastó la mordida recibida el dia anterior, ahora seguia empecinado en comunicarse con esos animales, Alanis no podia perder el tiempo, extendió su dedo al frente una vez más, y de este salio volando un nuevo misil mágico, dirigido a la perra que ya antes habia impactado su primer misil mágico y el ataque de Alarico.