Partida Rol por web

A la mañana siguiente, el grupo abandonó el campamento gitano del Crisol. No habían pegado ojo, y sus heridas estaban tal y como las habían dejado al abandonar el cuerpo. Quiora estaba ida, y tuvieron que cargar con ella como antes cargaron con Heian. Al cabo de un par de millas abandonaron el bosque y salieron al camino. Al cabo de tres millas más, Quiora empezó a moverse por sí misma, aunque a la semiorca todavía le faltaba entendimiento. Necesitaban agarrar su mano para llevarla por el camino y que no se quedara quieta mirando mariposas embobada. Otras dos millas y Quiora volvió a hablar. Fue un balbuceo, que interpretaron como un "tengo hambre". Hicieron un alto para comer. Poco después, la semiorca ya volvió a vocalizar como antes de convertirse en una Perdida.

Bien entrada la tarde, llegaron al Castillo de Hunadora. Uno de los soldados del matacán les contó. Cuando se hubo cerciorado de que eran el número de personas adecuadas que estaban esperando, el puente levadizo descendió y recogieron el rastrillo para permitirles entrar en el patio de armas.

Desde un balcón de la torre, una hermosa mujer semivistana asomó. Era demasiado joven como para ser la madre de Malocchio Aderre, pero como ya sabían, Lord Aderre tenía un crecimiento acelerado que le convirtió en adulto prematuramente.

Bienvenidos, viajeros. Mi nombre es Gabrielle Aderre. Vi vuestra llegada en un sueño. Espero que con vuestra ayuda podramos encontrar a mi hijo y traerle de vuelta.

El viaje se le hizo largo y agotador. Atrás quedaba el campamento vistana y Niko, así como la particular justicia de su pueblo. No podía negarse a sí mismo que sentía cierta congoja por el futuro del muchacho. Pero era ya un capítulo pasado, lo quisiera o no, y tan solo le quedaba mirar al futuro. Quién podría decir si sus caminos se volverían a cruzar o no. 

No dudó en compartir sus raciones con quienes las necesitaban. Bastante maltrechos estaban como para además sufrir hambre e impedir que los cuerpos no pudieran regenerarse. Ello no impidió que el druida prestara atención en su camino a recolectar cuanto pudiera para reponer sus raciones o sustituir la seca cecina por algo fresco y guardar dichas raciones para momentos de mayor necesidad. 

Y finalmente, se encontraron ante el castillo. El druida miró discretamente en todas direcciones. Si algo había aprendido era que fijarse en todo era una ventaja en un mundo en el que todo parecía estar en su contra.

-Gracias, señora -alcanzó a decir Genann en repuesta a la bienvenida. 

Puedes descontar dos raciones de Genann tranquilamente de hacer falta. También haré una tirada de supervivencia de cara a que durante el trayecto hubiera podido hallar algo comestible que pudiera sustituir las raciones extras que se van a consumir. Tú decides si procede o no, al margen de si la tirada resulta exitosa. 

Menon no estaba aún recuperado de las secuelas físicas y psíquicas de lo acontecido anteriormente, aunque ahora parecía que llegaban a un punto civilizado, al menos ahora si los intentaban matar (lo usual) estarían más cómodos, lo cual es de agradecer, Menon estaba empezando a valorar las comodidades desde que la muerte le acechaba en cada esquina.

- Gracias Gennan, supongo que aquí podemos reabastecernos, aparte de preguntar todas esas cosas que parece ya tanto tiempo que venimos a preguntar, y casi ni me acuerdo.

La joven señora Aderre nos recibe amablemente, dado que dice que ha soñado con nosotros, espero que no haya visto nuestro pobre desempeño como grupo en general, pues lo mismo nos encierra en un calabozo y tira la llave.

- Claro señora, hemos echo un largo viaje y esperamos sacar algo en claro con nuestra visita.

Genann se dió cuenta de que la señorita Braun, la mujer que les firmó el salvoconducto para pasar por la zona rebelde (ese salvoconducto que nadie se acordó de usar cuando fueron asaltados por Ardonk Szerieza), era la misma mujer que Gabrielle Aderre. Sin el mono y el maquillaje, la mujer había ganado mucho.

¡Pasad!

Bajo la atenta mirada de los guardias, un sirviente abrió las puertas dobles de la torre del homenaje. En el gran salón, junto una chimenea encendida más para iluminar que porque hubiese frío, una larga mesa tenía expuestas un montón de armas de excelente factura. Coincidían con las armas que habían perdido aquellos que fueron robados y llegaron hasta el castillo de Hunadora.

Al cabo de un minuto, Gabrielle Aderre apareció bajando las escaleras.

¡Queridos! Pedí al herrero del castillo que preparase esos regalos para vosotros cuando vi en mis sueños que mi amante, mi leal Ardonk, se cruzaría en vuestro camino. Cogedlas... vosotros mismos... estáis como en vuestra casa.

Aunque sé que habéis venido para llevaros a mi Gorro Rojo. Esa fata fue mi mascota durante un tiempo, pero llegó un momento en que trató de escapar. Al bloquearle el paso, el Gorro Rojo bajó a las mazmorras del castillo y se ocultó allí de mis soldados. Este castillo fue ocupado mucho después que sus creadores originales. Su mazmorra es laberíntica y peligrosa. Si queréis llevaros a mi fata, me temo que deberéis bajar para buscarla.

Lo que nadie sabía era lo feliz que había estado Quiora en su embobamiento, disfrutando del mero hecho de vivir y estar en su cuerpo, admirando cada pequeño detalle del camino como si fuera la primera vez que lo hubiera visto. Pero poco a poco se fue despertando y se dió cuenta de que iban cargando con ella. Eso le hizo gracia y se hizo la ida algo más de tiempo sólo para ver la cara de sufrimiento de sus compañeros, aunque claro, cuando su tripa empezó a rugir, tuvo que dejar la diversión a parte y concentrarse en lo importante.

Se iba a comer su última ración de viaje cuando se quedó pensando en que tendrían que haberse quedado con el bebé (seguramente asado habría estado riquísimo). Y bueno, a falta de lechones, dónde estaba la mula de Sapo? Es que nadie más que ella entendía que tenían que alimentarse? Pero entonces, gracias a los dioses, 'el encantador de perros' salió al rescate del grupo y les proporcionó algo que con que llenar los estómagos.

- Y qué os ha dicho la viaja bruja? Habéis matado a Raúl, verdad?

La conversación durante el almuerzo no había sido muy fluida y como en realidad le daba igual lo que hubiera pasado con todos aquellos vistanis, no insistió con el tema.

Se dejó llevar aún sin saber a dónde y por fin dieron con la bruja que buscaban. Ay, pero qué listos eran! Cómo habían conseguido llegar hasta ahí? No gracias a ella claro estaba.

En todo momento la semiroca mantuvo la boca cerrada. Ya sabía que sus salidas de tono no eran bien recibidas por sus compañeros de viaje.

Lo que sí hizo fue coger las armas que le correspondían de vuelta y guardárselas.

- Dama Gabrielle- Alarico se inclinó ligeramente tras tomar y guardar la ballesta que le entregaban- tanto mis compañeros como yo os agradecemos enormemente vuestra hospitalidad. Sin embargo, reconozco, me siento un tanto confuso tanto por vuestra belleza, como por lo que mencionáis. ¿Qué podéis decirnos de ese gorro rojo y de vuestro amante, lord Ardonk? ¿tenéis por ventura el don de la profecía y, con él, podéis ayudarnos en nuestra misión para ayudar a su vez a vuestro hijo? ¿sabéis como poder curar el mal que le aflige?

- Gracias señora por vuestra generosidad, intuyo por vuestro regalos que ya sabíais que estábamos desarmados y que no podremos contar con vuestros guardias para encontrar a ese gorro rojo, vuestro don me intriga profundamente pero no os preguntaré sobre él, en cambio las cuestiones dichas por Alarico son las más urgentes a tratar.

La verdad es que Sapo apenas había notado diferencia con la nueva Quiora más que había que estar tirando de ella constantemente, cuando antes era ella la que solía llevar la iniciativa. No era él, desde luego, el que se manchaba las manos llevándola de la manita. No, los semiorcos no eran lo suyo. A pesar de sus diferencias coincidía con la piel verde en la curiosidad de saber qué había pasado con Raúl y así se lo hacía saber a Alarico y a Genan. Él sí que insistía una y otra vez.

- ¿Qué os dijo Madame Eva?

Así iba transcurriendo el tiempo hasta que llegaron al Castillo de Hunadora. La alegría inicial por llegar a un nuevo destino bajo techo se esfumó cuando vio que él se quedaba sin regalo. Era injusto. La adivina premiaba la mediocridad dando a aquellos que habían descuidado sus pertenencias mientras que a él no le tocaba nada en absoluto. Se cruzó de brazos y gruñó un poco. Cuando Alarico agradeció a la dama sus atenciones Sapo saltó indignado.

- ¡Meh!- Se agitaba inquieto el gnomo y escuchaba las preguntas que le hacía Alarico a Gabrielle.- Ella está a salvo mientras su hijo no recuerde que quería asesinarla. No sé por qué querría ayudarnos.- Dijo mientras se palpaba la nariz ausente. Le picaba horrores pero su maestro le había dicho que no se metiera los dedos en la nariz. Ahora era muy fácil hacerlo con semejantes cavidades.- Señora, ¿sabe a quién daba caza su adorable hijo el día que perdió la memoria?- Preguntó a la Señora del castillo. El día del incidente Malocchio sabían que había perseguido a una vistana que había huido a las brumas, por eso necesitaban a un guía fata. Fatas y vistanis sabían manejarse entre las peligrosas  brumas.

El grupo al completo estaban agotados después del periplo que tuvieron la tarde-noche anterior, y encima sin dormir. No contentos con eso, a quién si no le iba a tocar cargar con la pesada mestiza del grupo: A Fedora.

La guerrera se pasó todo el camino refunfuñando, viendo que, aunque se turnaban para llevarla, el grueso de la tarea recaía sobre sus hombros, incluso tuvo que llevarla de la manita unas horas.

- ¡Perrrrro, querrrrrerrrrr desperrrrtarrrr ya tuya tonterrrrrría! ¡Quiorrrrra estarrrrr entorrrrrijada! - Le iba gritando.

Al menos, una vez despierta, quizás no recordaría las palabras de Fedora, y solo le quedaría un pitido en los oídos.

Por fin llegaron al castillo, su destino. El grupo al completo ya se había repuesto, no de las heridas físicas, si no de las psicológicas y el cansancio mental que tuvieron en el otro plano de existencia. Fueron recibidos por una mujer que parecía ser la madre de Malochio. La norteña no pudo evitar mirarse sus propios pechos y los de Gabrielle Aderre, pues tenía los pechos tan turgentes como los suyos, y desafiaban a la gravedad de igual forma. La guerrera pensaba que era muy joven para ser su madre, pero después recordó aquello del crecimiento acelerado de Malochio y todo lo demás.

- Bah, al cuerrrrrrno... - Dijo con desdén por lo bajo.

Aunque no se fiaba mucho de aquella mujer y se mostraba a la defensiva, incluso sin saludar a su llegada, Fedora cambió drásticamente su cara a la alegría más sincera, en cuanto vió el regalo que les hacía la matriarca de su patrón.

- ¡Trrrrraerrrr acá! - Se adelantó a sus compañeros para coger dos espadas bastardas de gran  calidad. Mucha mejor calidad que sus viejas armas raídas por el paso del tiempo.

- Muchias grrrrasias, señorrrra Aderrrrrrre. Haberrrrr perrrrrrdido mías arrrrrmas no haserrrr mucho... - Agradeció el gesto a su anfitriona.

- En suyo honorrrr - Dijo refiriéndose a la señora Aderre. - llamarrrrr a mias espadas цыганский y грудастая, da.¹ - Añadió sonriente.
 

Genann miró boquiabierto a la semivistana tras fijarse en ella detenidamente. No era otra que la señorita Braun, la mujer que les firmó el salvoconducto para pasar por la zona rebelde y que nadie había recordado usarlo cuando fueron asaltados por Ardonk Szerieza. Braun y Gabrielle Aderre eran la misma persona. Sin el mono y el maquillaje, la mujer había ganado mucho pero mentía tanto como bella podía llegar a ser. 

Las armas que lucían sobre la mesa no estaban hechas por su herrero, sino que eran las que les habían saqueado y el tema de sus visiones, nada tenían que ver en todo aquello. La mujer era una mentirosa compulsiva y jugaba con ellos. Con qué fin, lo desconocía aunque intuía que era por mero divertimento. Y ahora quería enviarlos a las tripas de aquel lugar para que recorrieran sus intestinos a llenarse de mierda para dar con algo que quizá ni siquiera estuviera allí. 

Miró a sus compañeros. A todas luces era evidente que no habían caído en la coincidencia de los físicos, y aunque en un primer momento se planteó desvelar su identidad ante todos, prefirió callar. De seguro que la mujer mentaba a alguna gemela. Así que se inclinó hacia Alarico, primero, y hacia Sapo después para murmurarle su descubrimiento. 

-Gabrielle Aderre es la señorita Braun, la del salvoconducto y el mono -susurró a sus oídos. 

Sapo también se había fijado en el parecido entre las dos mujeres, pero había concluido que era sólo eso, un conjunto de similitudes que no implicaban necesariamente la igualdad. Sin embargo cuando Genan se acercó a susurrarle al oido sus sospechas Sapo volvió a examinar a la mujer con sus ojos tan peculiares.

- Mmmm, existe esa posibilidad, desde luego. Pero a esta le falta el pelo entre ceja y ceja, ¿no?- Eso tenía solución para un ilusionista como Sapo. Comenzó a mover las manos amasando un pequeño entrecejo que colocó superpuesto sobre la mujer para que todos pudieran verlo.

Sí, podía ser. Pero quizá fuera sólo familia. Hermanas gemelas, o sólo hermanas (la guapa y la fea).

-Mi amiga de toda la vida, allá en el pueblo, Frida Kallo, también tenía entrecejo hasta que le saltó un carbón encendido al entrecejo, en la forja de su padre y le desapareció. Y aunque parecía otra, era ella. Aquí pasa lo mismo. Además va muy maquillada -susurró de forma vehemente, convencido de que eran la misma mujer. 

Genann miró más detenidamente las armas. Había tantas espadas, hachas, arcos y ballestas como las que habían sido robadas, pero la manufactura y el acabado eran distintas. Las viejas armas del grupo estaban gastadas y sucias, mientras que las armas de gran calidad que Gabrielle les había regalado eran nuevas, con pomos y diseños distintos. La semivistana hizo una reverencia a Fedora, complacida por el honor de inspirar el nombre de las dos bastardas, y a salvo de indignarse gracias a no entender el idioma norteño.

Mi ingrata mascota, gorro rojo, tiene la misma altura que vuestro gnomo, y también le iguala en belleza. Es un viejo bajito, le reconoceréis a la primera. Tiene una muy ligera resistencia a las armas que no estén forjadas de hierro frío, pero lamentablemente no dispongo de ese material para proveeros de filos adecuados para meterle en vereda. También tiene predilección por las guadañas y las hondas. Ya antes de escaparse, hizo conato de rebelión improvisando sus propias armas. Se dice que los gorros rojos tienen la sabiduría de un maestro forjador y un alquimista escolástico, pero a saber de qué materiales dispuso en los sótanos del castillo.

Ese ingenuo de Ardonk no es Lord, ni nada parecido. Es solo un plebeyo. Pero puso a toda la milicia gundarakí a mis pies y conquistó este castillo para mí, así que yo no tengo su origen humilde en cuenta y él no tiene nada contra mi sangre mezclada. Somos una pareja bien avenida.

Yo quiero a mi hijo, y deseo que esté a salvo. Una madre desea eso aunque solo reciba desprecio u odio homicida. Mis poderes me dan imágenes limitadas. Las Brumas las bloquean. Si mi hijo estaba de cacería, su presa era de sangre vistana. Del resto, poco puedo deciros... ¿Qué ocurre, gnomo?-preguntó a Sapo, intrigada por el modo de mover los dedos en el aire-¿Tengo monos en la cara?

El entrecejo se cerraba y se despejaba una y otra vez. Gabrielle Aderre... Frau Braun... Gabrielle Aderre... Frau Braun... Esa pista ya podía hacer pensar que se trataba de la misma persona a aquellos que no habían escuchado los murmullos de Genann, pero también les permitía fijarse para buscar más coincidencias. Por ejemplo, un arañazo de mono en la mano. Por ejemplo, un poco de maquillaje blanco en la sien. Genann se equivocaba en eso: la belleza de Gabrielle era endiabladamente natural, y fue en la casa del acantilado cuando la vió maquillada, con su color moreno de piel disimulada y su cara embrutecida.

Sobre los guardias del castillo... No son los de la Garra. No tienen entrenamiento adecuado, son miedosos y supersticiosos. Os supondrán más una carga que una ayuda.

La norteña estaba bastante ensimismada con sus nuevas espadas bastardas, como un niño pequeño con zapatos nuevos, probándolas lanzando estocadas al aire con bastante brío y soltura, pese a llevar unos dísa sin utilizar sus hojas. Pero aquellas hojas eran de buena calidad, mucho mejores que las hojas melladas y toscas de sus usadas espadas, que a saber donde andaban ahora.

Mientras las enfundaba y bastante alejada de la conversación, se acercó a Quiora, otra que había recibido nuevos caramelos por obra y gracia de la madre de Malochio.

- ¿Estarrrr contenta Quiorrrra? Tuya hacha nueva parrrreserrrr buena calidad. Segurrrro rrrrebanarrrr pescuesos de uno solo golpe... - Le decía en tono amigable a la mestiza, mientras le golpeaba el costado con el codo.

Como no se enteraba de la mitad de la conversación, bien porque no le interesaba o bien porque apenas recordaba los nombres que decían y del asunto que hablaban, Fedora se acercó seria al lado del pequeño Sapo, al que consideraba el más listo solo por el hecho de ser usuario de la magia.

- Pssstttt, Sapo... ¿Qué pasarrrr ahorrrra? Rrrrecorrrrrdarrrr estarrrr aquí parrrra currrrarrrrr el mal que aflige a Malochio. ¿La gitana poderrrr ayudarrrr en eso? - Le preguntó para ver si el o el resto se referían al tema, pues ella era la menos indicada para hablar de aquello.

Nuestra anfitriona nos da ciertas respuestas sobre el castillo y su hijo, pero en verdad no nos sirven de mucho, aún tenemos que lidiar con el gorro rojo y sin saber como curar a Malocchio, pero es si ya con armas que seguro que alegrarán a sus compañeros:

- Muchas gracias por vuestras respuesta y ayuda señora, de seguro podremos solucionar todo sin involucrar a los guardias - ya sabía por Fedora que no debía involucarse demasiado con mujeres pechugonas, así que tiro por la vía de la corrupción. 

Ahora que Fedora lo mencionaba, pues sí que no eran su hacha y su arco. Parecían nuevecitas y sin estrenar. Hasta que no cortase algo no iba a poder decidir si el cambio había sido para bien o para mal. Y que no tuvieran ninguna mella ni rastro de sangre, no era algo que gustase a la semiorca, asi que se encongió de hombros con indiferencia cuando la guerrera alabó la calidad de las nuevas armas.

Quiora hizo un esfuerzo titánico por entender la situación, aunque sin mucho éxito.

- A ver que me entere; tú eres la hembra que parió a Malocchio y pese a que él te odia y te quiere matar, tú le quieres ayudar a curar su enfermedad?

Seguramente  sufrirá alguna maldición, pues parece que por las noches se va de cacería por ahí y luego no se acuerda de nada. Por lo que se cuenta quiere matar a todas las brujas de la zona (tú incluida) y no me extraña que haya acabado así de mal.

Si es cierto que quieres ayudarle y no has sido tú quien le está castigando, qué le ha podido pasar? Nosotros no buscamos la cura, sólo saber qué le ha pasado. Quién puede saberlo? Y quién demonios es ese Gorro Rojo y por qué nos lo íbamos a querer llevar?
 

- Ejem...- Intervino Sapo para explicarle a las dos enormes mujeres, ricas en músculo y pobres en sesera.- Sentaos por favor. Gorro Rojo es una fata, una criatura mágica capaz de penetrar y guiarse sin problema por las brumas. ¿Os acordáis? Fuimos siguiendo la pista de la presa a la que perseguía Malocchio, seguramente una vistana que lo maldijo. Los vistani también pueden guiarse en las nieblas por lo que seguramente se refugió allí. Necesitamos a la fata para hacernos de guía.