Partida Rol por web

Sapo sonrió a Menon de manera artificial, mostrandole todos los dientes. No le gustaba lo que decía del licántropo, aquello de que volvería, pero su maestro le había dicho que a veces era bueno forzar una sonrisa cuando algo no iba bien. Lo que decía la fata sobre los amantes de Aderre enrevesaba aún más las cosas. Tendría que pensar sobre ello un buen rato para ver qué intrincadas soluciones proponía para aquel rompecabezas.

Al llegar a Currículo los guardias de la Garra les abordaron de muy malas maneras. Sapo casi se encogió en su trozo de pescante esperando que no lo tocaran.

- Tres...-Repitió.-Tres...- Repitió esperando que el guardia dijera algo. Sapo no entendía las metáforas y mucho menos los sobreentendidos.- Si no vas a decir la tercera forma te diré yo la cuarta.- Seguro que sus compañeros estaban hartos de tener que ir sin sus armas y que luego se las robaran. Suficiente habían pasado ya. Sapo manipuló el éter, lo extrajo de todo lo que le rodeaba, para formar lindas imágenes de exaltación de la amistad, una amistad sin contacto físico alguno, entre el guardia y él. Quería engañarlo y hacerle creer que Sapo era un residente de toda la vida y que los demás eran sus invitados en Currículo.

El mensaje de la fata le resultó demasiado simplista. Apenas habían estado con aquella mujer. Ni siquiera los había tocado. Oler a ella era algo casi imposible, máxime cuando llevaban días y días sin catar más agua que la que pudieran beber. Decir que apestaban era poco y si su propio olor personal no podía imponerse al etéreo de Gabrielle, que bajaran los dioses y lo vieran. Además, por aquella regla de tres, cualquiera de los soldados de la tetona sería susceptible de morir entre las fauces del hombre lobo.

Pero tampoco tuvo demasiado tiempo para reflexionar para ello pues el alto que le dieron le llevó a tirar con sequedad de las riendas, obligando a los caballos a detenerse. De forma inmediata todas sus pertenencias fueron registradas y las limitaciones a entrar en Currículo expuestas.

Genann suspiró por lo bajo al ser consciente de que la prohibición de portar armas no se refería a su bastón, aunque dudaba de que a sus compañeros les hiciera gracia tener que prescindir de sus armas recién recibidas. Y entonces Sapo habló y el druida se tensó como una cuerda. ¿Cómo se tomarían los guardias aquella cuarta...?

En el carro, antes de llegar a Currículo, Quiora se había olisqueado bien los sobacos y no encontró rastro del perfume de la vistani. Sería que el druida había retozado con la madame? O sería por haber estado toqueteando a la niña? Si aquella bestia era el padre de Lucita, quizás no encontrase muy aceptable que el bosquímano hubiese puesto su mano sobre ella. Eso tendría algo de lógica.

Lican-qué?- Preguntó la mestiza al listo del gnomo,ya que todos parecían saber lo que era menos ella.-Qué es eso ? Cómo se le mata?

Aunque quizás esa no fuera la mejor opción. Si aquello se tratase una enfermedad hereditaria, seguro que el señorito Malocchio también la portaría y habrían dado con la respuesta que les habían encomendado al comienzo de la misión. Quizás fuera mejor atrapar al supuesto padre-lobo e interrogarle, o entregárselo al Aderre.

No era en eso en lo que estaba cavilando la semiorca de todas formas, cuando se encontraron con el siguiente problema al llegar a la ciudad. Ya les querían mangar las armas de nuevo!

Quiora iba a saltarle los dientes al guardia para mostrarle otra de las opciones posibles, pero se detuvo al ver a Sapo hacer de las suyas. No se solía mostrar tan atrevido así que esperó y observó con aire divertido.

Ahora el gorro rojo balbucía sobre olores  e historias, en las que no estaba muy interesado, no como la conversación con los avariciosos guardias, eso si era algo mundano y de sobra conocido, no es que a Menon le importara mucho dejar la ballesta, pero era un objeto caro y no se fiaba de ellos ni un pelo.

- Somos un grupo de aventureros que no buscan problemas, y que saben comportarse (la mayoría de las veces), aparte el aseguro que sin armas hay gente aquí que sabe defenderse muy bien.

Cuando Sapo empezó a mover las manos para conjurar, la situación se tensó. Algunos guardias sacaron las espadas, y otros las ballestas, apuntando cada virote a un ojo distinto del gnomo. Otro de los soldados levantó la palma para dar el alto a los suyos y se acercó al pescante.

Sssssh... Escucha atentamente. Voy a dejaros pasar, pero necesito que me dejes quedar bien delante de mis hombres o sospecharán. Ahora voy a tender mi mano. Tú haz como si me pasases un soborno. Ahora, hazlo...-susurró.

El gnomo metió la mano en un bolsillo de su mochila y la extendió hacia el guardia. Las manos de ambos estaban cada vez más cerca. A punto de tocarse. Sapo empezó a sudar solo de pensar en el contacto físico. Las manos llegaron al mismo nivel, para luego alejarse sin llegar a tocarse, solo pareciéndolo.

¡Todo listo! ¡Dejadles pasar!

El carruaje pasó así del camino a las calles de Currículo. Tenían una carta de Gabrielle Aderre para entregar en una tienda llamada Muelle del Relojero, para que se encargase de devolver el carromato al castillo, pero si no tenían pensado volver a Hunadora podían romper su promesa y abandonar el vehículo en cualquier rincón. Como estaba anocheciendo, tal vez lo mejor sería buscar una posada; eso les permitiría vender los caballos y el carro a la mañana siguiente. La tercera opción era ir directamente al puerto y buscar algún barco que les llevase por río hasta Karina y dormir en el bote durante la travesía.

Aquel "dejadles pasar" le sonó a gloria al druida, que no perdió el tiempo en hacer restallar las riendas para que los caballos se pusieran en marcha, no fuera a ser que alguien se arrepintiera demasiado rápido el haberles franqueado el paso de forma tan fácil. No le cabía duda de que era Sapo quien había logrado que pasaran sin mayores problemas y no tardó demasiado en reconocer su trabajo.

-Eres muy hábil, Sapo. Tenemos suerte de. tenerte con nosotros. Ahora es cosa de dejar el carruaje en su sitio. No me apetecería que Gabrielle Aderre se convirtiera en alguien con quien tener una deuda pendiente. El rarito del gorro ya le robó la plata y no parecía muy contenta. Si algún día se lo encuentra, fijo que lo despelleja vivo -dijo y conforme avanzaban entre las calles preguntó a un hombre-. Oiga, paisano, ¿podría indicarme donde está el Muelle del Relojero?

Sapo negó con la cabeza.

- El guardia era muy tonto. Cuanto más tonto es uno más espacio tiene en el cerebro para poder introducirle falsos recuerdos y así engañarlo para que crea que es amigo.- Contestó quitándole importancia a su logro y con uno de sus ojos fijo en el jugoso y espacioso cerebro de Quiora.- Eso sí, en dos o tres horas sabrá lo que ha pasado y espero que entonces no me encuentre.- Por eso Sapo era partidario de partir cuanto antes en barco.

Menon quedó impresionado por la habilidad de Sapo, había imprimido un sensación directamente en su cabeza y el guardia lo había tomado por amigo de toda la vida, ahora les había venido muy bien pero iban con el tiempo en contra, ojala no tardaran tanto como para llegar a eso.

- Concuerdo con Gennan, esa habilidad ha sido impresionante nos ha ahorrado muchas molestias y dinero, es posible hacer con ellos que olviden las caras de la gente y demás?

Ciudad- taberna- BARDO!

La mestiza había recobrado de repente su alegría natural y se iba asomando por todas la callejuelas buscando 'algo'. Malo era que lo encontrase pues entonces no la iban a poder frenar.

-Nos quedamos esta noche verdad? Seguro que si enseñamos nuestras medallas nos harán un descuento!

Si le enseñaba la medalla a un bardo, cantaría para ella? Es más, si le contase sus hazañas podría componer una canción sobre ella!

Ya se le había olvidado por completo qué hacían ahí y cuál era su misión.

La pregunta de Menon le hizo reflexionar. Se imaginó que alguien borrara los recuerdos que aún había en su mente desde que aquella enorme piel verde llamada Quiora se cruzara en su camino. Collejas, manos pringosas, maleducados acercamientos que sobrepasaban la mínima distancia de seguridad, flatulencias...Negó con la cabeza, resignado. ¿Quién podría dominar su privilegiada mente? La suya no estaba hueca, como la del guardia.

- Los límites de un ilusionista residen exclusivamente en las limitaciones que la sociedad impone a nuestra imaginación. Liberarse de esas cadenas debería ser mi objetivo, y mi poder, por tanto, llegaría a ser ilimitado.- Podría borrar recuerdos, crear mundos nuevos, lo que se le antojara.

Su maestro le había dicho que una inteligencia fuera de lo común no traía necesariamente la felicidad, que los tontos a veces eran más felices que los superdotados. Observó la reacción dela piel verde ante la idea de poder quedarse en la taberna. Parecía tan feliz.

- El guardia se dará cuenta de que lo engañé e imagino que querrá resarcirse, aunque puede que se avergüence tanto de su humillación que prefiera mantenerlo en secreto.- Si venía él solo creía poder manejarlo.- nO sé si quedarnos será lo más prudente. Como si de pronto le vinieran a la mente las palabras de Quiora Sapo se propuso explicarle.

- "Lican-qué" no, li-cán-tro-po. La palabra viene de la raíz etimológica "lycos" que significa lobo. Son seres que sufren la enfermedad de la licantropía. Cuando hay luna llena se transforman en lobos a la fuerza o en híbridos mitad humanoides, mitad lobos. Su naturaleza regeneradora sana las heridas infringidas con armas normales , pero las de plata, como mi daga, no se les curan. Necesitas plata. Además la enfermedad es contagiosa si te muerden.

Los demás también se preguntaron si sus mentes eran presa de la magia para hechizar personas. ¿Cuando les empezó a caer bien Sapo? ¿Era justificado u ocurrió así, derrepente? ¿Qué sabían realmente del gnomo? La voz de uno de los transeúntes les quitó de sus ensimismamientos.

Es un juego de palabras: muelle como mecanismo del reloj y como atracadero del puerto. Coged todo recto por la vía principal y torced a la derecha justo antes de la dársena, el local está en la calle paralela a los muelles. Y por el amor de los dioses, meted esa horrible gárgola de ojos saltones en el interior de la cabina. Los demás no tenemos por qué soportar un jeto tan feo-dijo por Sapo.

Las instrucciones eran sencillas de seguir, incluso si lo que querían luego era satisfacer a Quiora con una posada. El letrero identificó el local con facilidad. El escaparate contaba con barrotes, a través de los cuales se veían relojes de bolsillo, de cuco, cajas de música y otros mecanismos que no habían visto nunca. La puerta contaba con una buena cerradura. Por un callejón se llegaba a una valla de madera de diez pies de alto que cerraba el paso al patio trasero del Muelle del Relojero. Aunque estaba cerrado, siempre podrían volver a la mañana siguiente.

Los poderes jedi de Sapo quedaron patentes en cuanto consiguió con unas simples palabras hacer cambiar de opinión a aquel hombre, aunque como eso no existía en aquel lugar, todo quedó en que era cosa de los magos y su magia.
No tardaron mucho en adentrarse en la ciudad, escondiendo sus armas de la vista de extraños para no llamar la atención. Un transeúnte orientó al grupo sobre cómo llegar al lugar al que iban, aderezado sus indicaciones con unos insultos al repugnante y feo Sapo.
- No prrrrriocupiarrrrr Sapo. Serrrrr feo perrrro serrrrr poderrrroso. Estarrrr aquí grrrrasias a tuya magia ... - Consoló la norteña a su camarada.
Y en cuanto llegaron al Muelle del Relojero, resultó que estaba cerrado a cal y canto y no había manera de entrar sin liarla parda, así que dió su opinión al respecto.
- Perrrrra suerrrrte... Estarrrr serrrrado. Mejorrrr irrrr a posada serrrrcana con Quiorrrra, que tinierrrr muchias ganas. Ya volvierrrr cuando abrrrrirrrr perrrro antes ... Rrrricordarrrrr que si dorrrrmirrrr, tinierrrr que haserrrr guarrrrdias. El hombrrrre perrrro poderrrr seguirrrr rrrrrastrrrro y además ... ¿Qué haserrrr con esta cosa? - Dijo golpeando la jaula de Gorro Rojo.

Genann, tras las instrucciones dadas y lanzando una mirada de medio lado al paisano por su desafortunado comentario, enfiló hacia la dirección en la que debían dejar el carruaje para hallar el negocio cerrado a cal y canto.

-No creo que este sea un sitio muy de fiar, viendo la cerradura y los barrotes. Dejar aquí el carruaje es como pedir que lo roben -dijo al tiempo que echaba el freno, para impedir que se moviera un ápice-. Sapo, sujeta las riendas un momento -dijo poniéndolselas en las manos y sin opciones a rechistar. Bajó y acercándose a la puerta, la golpeó con energía valiéndose de su bastón-. ¡HOOLAAAA! ¿HAY ALGUIEEEN?

Confiaba en que el dueño del local viviera en alguna vivienda próxima o incluso en el mismo negocio o quizá en alguna construcción tras la valla que se vislumbraba al fondo del callejón adyacente y que daba a la trasera.

-¿Qué haremos si no responde nadie? -preguntó con cara de circunstancias. Él era un hombre de bosques y las ciudades, por pequeñas que fueran así como sus hábitos y procederes, le venían grandes.

Sapo no veía gárgola alguna por ninguna parte. Ese ciudadano era un idiota, un loco o un ciego. La idea del gnomo era partir cuanto antes. Sin embargo, al ver la tienda del relojero los ojos se le abrieron de par en par...esos dos ojos saltones y estrábicos.

- ¡Wow! Es precioso.- Como buen gnomo los mecanismos le entusiasmaban. Sopesó las probabilidades del que el tonto de la guardia le encontrase en la posada, o las probabilidades de que el licántropo lograra seguir su rastro hasta allí . Todo ello frente a el placer que le daría poder examinar en persona aquellos relojes.- Podemos dormir esta noche en una posada y mañana venir aquí a dejar el carro. Eso sí, como dice Fedora, tendréis que hacer guardias.- No se incluía porque él debía descansar bien para poder manipular el éter.

Que el sitio que buscaban estuviera cerrado no les dejaba muchas opciones, entrar con Quiora en una posada, que podía acabar en altercado con bastante facilidad, o vigilar la carreta en una barrio de dudosa reputación y posiblemente con la guardia buscándoles, casi echaba de menos a la peligrosa y tetuda señora Aderre, a pesar de las lámparas aplastantes.

- Yo necesito meditar un tiempo para recuperar mis poderes, podría hacer la primera o la última guardia. 

La semiorca pegaba saltitos y daba palmas, ilusionada por la resolución que había tomado el grupo de ir a una posada.

Lo que hicieran con la carreta y el gorgojo le daba igual, aunque si no hubiese estado tan concentrada en el asunto de la taberna seguramente habría sugerido vender el carro y trocear los caballo para hacer raciones de viaje.

-Tendremos -puntualizó Genann que subió al pescante y retomó las riendas del carruajes, las únicas riendas que realmente podía controlar porque las de su vida era evidente que no-. Todos tendremos que hacer guardia. Somos seis y habrá que decidir si las haremos por parejas o en solitario, aunque yo soy más partidario de la primera. A solas, como nos entre el sueño y nos durmamos, la habremos cagado. Pero bueno, ya lo solucionaremos una vez demos con la posada. ¿Alguno ha visto alguna en el camino hacia aquí? ¿Quiora? -era lógico que le preguntara a ella, pues era sin duda la más interesada en dar con una. 

El Gorro Rojo se recolocó en la jaula cuando Fedora la golpeó molestamente. Dijo un par de insultos en silvano que solo Genann entendió: "más puta que una ninfa de río", "hija de cabra y fauno" y "tan idiota como un grilio tocando el violín". En cuanto a Quiora, no había visto nada por la calle principal. Tocaba volver a preguntar a otro viandante, y según la noche iba venciendo al día, se dieron cuenta de que los habitantes de Currículo se volvían más esquivos, pero también más siniestros. Su siguiente confidente fue un fornido marinero con una horrible cicatriz en el ojo, de aspecto bastante peligroso.

Por los dioses, ¿qué le pasa a su cara?-dijo el marinero al ver a Sapo.

Solo hay tres lugares con establos para vuestra carroza: la taberna Reja de Arado, la posada del Velo de la Doncella y el burdel Ojos de Gato. Reja de Arado está regentado por Curtis Álamo, un bardo retirado. El Velo de la Doncella fue comprado recientemente por un tipo llamado Mikal de Valetta. Ojos de Gato pertenece a la Madame Bela Ghuitau, una joven viuda que también dirige el Gremio de Mercaderes.

Hay otros métodos alternativos más baratos. Si queréis, podéis venir conmigo. Los marineros de la zona usamos una de las naves del puerto para dormir a cubierto. Bebemos, contamos historias y cantamos tonadillas marineras. A las afueras hay dos hospicios, el de la Bruja de Hala llamada Valeria Ieleni y el de los leprosos de Xander, pero ya no tengo muchas referencias de esos lugares...

Genann pensó que si recogiera una moneda de oro por cada persona que comentara algo en relación al jeto de Sapo, acabaría siendo rico en no demasiado tiempo. Sí, cierto, era feo con sus ojos saltones y su nariz desaparecida, pero ello no quería decir que cualquiera tuviera derecho a hacer escarnio de ello ni madera del árbol caído.

Cuando el marinero hizo su invitación, el druida carraspeó suavemente, al tiempo que se le erizaba el vello de la nuca. Tal y como pensaba en relación a Sapo, no era cosa de dejarse llevar por los prejuicios basados en el aspecto físico, pero lo cierto era que la cicatriz y su tamaño no invitaban a seguirle, por más que no hubiera dudado en informarles acerca de las diversas posibilidades del lugar. No obstante, no quiso decir nada por su cuenta, esperando el consenso del grupo.

-Muchas gracias -dijo al marinero agradeciendo su ayuda-. ¿Qué hacemos? Yo prefiero algún sitio con establo.