Partida Rol por web

—Yo misma me encargaré de subir a esa atalaya y separar la cabeza del cuerpo de ese vigía con mi hacha. Pero antes...— Miró con desconfianza al recién rescatado "Genann". —Que sugerencia más interesante la de subir al barco. Me suena a trampa ¿No estarán todos "tus amigos" esperándonos en el barco armas en ristre?—

Sacó su hacha bamboleando su afilada cabeza de metal frente a su rostro con mirada maquiavélica.

 —Vamos a comprobar si eres uno de los nuestros, ¿te parece? Yo era Alganica, la chica hilandera del pueblo que estaba a punto de casarse. ** ¿Y tú quien dices que eras...?— Se dirigía directamente al cuerpo del druida. Si no escuchaba lo que estaba deseando oír... hachazo al canto.

Nadie parecía queerer mancharse las manos y eso hizo que el odem que poseía a Sapo se revolviera en su pequeño y deforme cuerpo.

- Yo te acompaño.- Respondió a Corvino. Desde luego era mucho más patético el cuerpo del druida que ni siquiera tenía un cuchillo. El de Sapo sí lo tenía. Pincho lo llamaba. Era pequeño pero suficiente para cortar el cuello de alguien en brazos del soporífero alcohol. El gnomo se quedó mirando con una sonrisa bobalicona al desenlace de los acontecimientos. Le parecía divertido  el enfrentamiento entre aquellos dos. También le parecía raro que quisiera salvar a ese perrucho del destino final del virago, pero no se le había ocurrido que pudiera ser una triquiñuela.- Jijijiji, venga, respóndele.- Y sin quererlo ni beberlo el "pincho" ya estaba en la pequeña y habilidosa mano del gnomo.

-¿Y por qué tendría que hacerlo, mierdaseca? ¿O acaso sé quién eras tú? -dijo mirando al pozo de fealdad que era Sapo, obviando el arma que esgrimía-. Y no he sugerido que subamos al barco. He dicho que me gustaría liberar a la perra, sometiéndolo a vuestro parecer. Que si decís que no, se zanja el asunto y punto. Pero sabéis que lo que he dicho es cierto, porque por muy agilipollados que estéis, tenéis la memoria de esos cuerpos que habéis poseído. Igual que sabéis que el único superviviente del pueblo tras el ataque fue Reevis, demasiado débil como para poder vengarse y que, por lo tanto, no era alguien a quien mereciera la pena poseer. Y también recuerdo a cierta muerta que encontraron estos cuerpos. ¿Verdad? -y su mirada se clavó en Sapo-. A tu polla parecía gustarle la muerta y por cómo le magreaba las tetas buscando leche ese cuerpo tuyo, diría que la prefería a las vivas. Aunque no es algo que me importe, la verdad. Ni ella, ni el bebé eran de Beltis -concluyó.

-Bla, bla, bla, bla, bla... ¿De qué demonios está hablando este tipo?- A la mujer que poseía el cuerpo de Corvino le resultaba evidente que el recién rescatado del agua no era uno de los suyos. En vez de identificarse como uno de los difuntos habitantes del pueblo como le había pedido se limitó a soltar una cháchara llena de palabrería con la intención de confundirla. Pero no, quedaba claro que aquél individuo no había sido poseído y, por tanto, podía fastidiarles todo el plan. No tenía mas remedio que acabar con él.

Seguía oyendo el bla bla bla cuando descargó su hacha sobre el druida.

Lo más ridículo de todo era que aquella disputa surgía por una perra que ya no estaba en la bodega del Virago. El Capitán Ene Punto Timothy había vendido la perra en la Casa del Acantilado a la pérfida Frau Braun. Todos los presentes habían visto a la perra elevarse con las poleas sobre el acantilado. La única diferencia era que Genann creía que tras las peleas de perros, el animal había sido devuelto al balandro; mientras que Corvino había bajado a la bodega cuando se mojó la ropa, y sabía que no había ningún perro en las jaulas.

Se notaba que empezaban a mezclar sus recuerdos como Odem con los de sus receptáculos, llevándolos a la confusión, y el recuerdo vago de aquella perra no era lo único. Cuando el Odem de Sapo bautizó a su cuchillo como Pincho, estaba claro que su subconsciente había sacado el nombre de aquella comadreja vestida de conejo de la Casa del Acantilado.

Corvino montó en furia y clavó su hacha en el torso de Genann, pero el filo solo logró mellar un poco las pieles con las que su víctima se vestía. Tras esa torpeza, la iniciativa del combate pasó a Genann, que podía tomar represalias al respecto.

-¿Pe, pe, pero tú estás tonta o qué? -dijo golpeando con su bastón el hacha de Corvino-. ¿Qué te pasa? ¿Que justo cazas al pringado de Alvin, te lo matan y ahora para pagar tus frustraciones vas y me metes un hachazo? Serás cabrona. Si tanto te interesa, soy Romesku, el molinero. Ese al que le chupabas esto de aquí -dijo agarrándose el paquete- por un kilo de harina. Y os puedo asegurar que le ponía empeño, la muy... -el odem de Genann se mordió la lengua para no empeorar las cosas, pero aquella bocachancla de Alganica ya no podría decir que no le conocía.

 Hay que joderse, el puto Romesku. Entonces sí es uno de los nuestros. ¿Vais a seguir peleando? Porque parece un combate de tullidos...

Efectivamente. El bastonazo de Romesku resultó tan poco letal como el hachazo de Alganica.

El Odem que poseía al chico del cuerpo se reía a carcajada limpia viendo el combate de ambos mancos. La verdad es que estaba muy entretenido y no tenía ningunas ganas de que parara. Además, era divertido ver como la mozalbeta ahora tenía ganas de matar al que había sido su molinero favorito. 

Con vuestro permiso, yo me pondré cómodo. Dijo el odem mientras miraba al resto para ver si hacían lo mismo. Aunque tendríamos que ir pensando qué hacemos con el vigía y el barco. Si esto se alarga mucho, los demás podríamos aprovechar para ir adelantando trabajo, porque o paran o al final van a terminar muriendo pero de cansancio.

Sapo refunfuñó. Se estaba divirtiendo viendo a esos dos, pero no estaban allí, ocupando esos cuerpos, para dejarlos como coladores o pulpa sanguinolenta.

- Ya voy yo.- Dijo con absoluto desprecio pro la vagancia de sus congéneres.

- Si eso, ve tu guaperas... - Dijo de forma sarcástica el odem que poseía a la bella norteña.

Debía cuidar de no hablar demasiado para no delatarse, pues había escuchado hablar con cierto acento a la guerrera y no,sabría si podría imitarlo, llegado el caso.

Viendo,que el gnomo se ocuparía del trabajo,sucio, prefirió acomodarse, cerca del gustito de cara del gorro. Estaba claro que la vagueza era contagiosa.

Contra todo lo que pudiese parecer, lo más interesante no sucedía a ras de suelo, sino en lo alto de la atalaya. La silla del hombre estaba reclinada hacia atrás y apoyada en la barandilla de modo que estaba durmiendo en cierto equilibrio. Sapo degolló con su cuchillo el cuello del vigía, o por lo menos lo intentó. El corte fue superficial, y el aldeano despertó de pronto, llevando la mano a la garganta para cubrirse la herida y evitar la pérdida de sangre.

Uno de los ojos de Sapo se cruzó con la mirada del gundarakí. Parecía estar tomando consciencia de lo que estaba pasando. Eso daba una oportunidad a Sapo de rematar el trabajo, o salir corriendo como un cobarde. ¿Por qué le tocaría precisamente a él poseer el cuerpo de un gnomo idiota?

El Odem del cuerpo de artesano decidió hacer hueco en su hombro a la gigantesca mujer de grandes pechos y en lo que le dejaba que se pusiera cómoda, no dudó ni un instante en llevar su mano hacia uno de ellos y se lo apretó con gusto. Buah, qué pasada. Me encanta esto que tienes aquí. Dijo al sentir cierto calor en sus partes más íntimas. Parece que a este cuerpo le gusta tu presencia, y es un placer que te acomodes a mi lado. Dijo con una sonrisa pícara ajeno a los inconvenientes que estaba teniendo el del cuerpo del gnomo.

El Odem no estaba acostumbrado a un cuerpo tan enclenque como el de Sapo. Su intención había sido degollar al pobre borracho y, en su mente, se veía produciéndole un corte tan profundo y letal que podría haber separado la cabeza de los hombros. El resultado fue otro, completamente distinto. Los ojos de Sapo se abrieron aún más, tanto que parecía que los globos oculares fueran a caérsele de las órbitas. No tardó en recomponerse y la expresión inicial de sorpresa dejó paso a una sonrisa maliciosa.

- Veamos qué puede hacer este cuerpo.- Dijo más para sí.- Que comience la fiesta...- Y es que a través de los inocentes ojos de Miscelo el Odem podía ver el éter que lo impregnaba todo. Como por instinto lo amasó hasta concentrarlo tanto entre sus pequeñas manos que podía notar las chispas crepitando, luchando por salir disparadas hacia su objetivo.

- ¡Bum!

-Joder con el equipo. Vaya grupo de mantas -se dijo Romesku al ver cómo actuaban los otros, mas dispuestos a rascarse las pelotas que a hacer algo. ¿Y eran esos los que querían vengarse? A ese paso, antes se morían de asco que por su mano. Aún así, el enano bizco subió hasta lo alto de la atalaya con la intención de degollar al vigía dormido. Curiosamente lo único que consiguió fue despertarle. Un pringado de marca mayor. Para rematar montaba una fiesta eléctrica visible en la noche como si una pequeña tormenta se desatara concentrada en aquel punto-. Recemos porque no lo haya visto nadie. 

Por si acaso, se mantuvo alerta, observando los alrededores no fuera a que alguien se acercara. 

El cuerpo del vigía se recostó en la silla en cuanto Sapo le disparó su fino rayo. En el lugar del impacto, un pequeño agujero emanaba sangre. Así da gusto: el trabajo bien hecho, sin posibilidades de que nadie más despierte ni se produzca ninguna alerta... Salvo por la metedura de pata de Heian.

 ¡En la teta no! ¡En la teta no!

El Odem que poseía a Sapo sabía el motivo del revuelo. Recordaba, como también lo recordaba Fedora, que en ese cuerpo convivían tres personalidades, y que un mago la hechizó para "convocar" a las otras Fedoras con un sistema de tocamientos. El espíritu sintió que todo se hacía más pequeño, hasta acabar encerrado en un armario. Otra personalidad estaba al mando del cuerpo, y el Odem había perdido el control.

 ¡AAAAAAAAAAAAAAAH!

Fedora salió corriendo en dirección al pueblo, asustada y agitando los brazos. La tontería de Heian les acababa de arruinar el factor sorpresa, pero la guerrera estaba lo suficientemente cerca para intentar placarla.

¿Acaso no había un cuerpo más inútil que aquel para haber poseído?

Romesku se juró que antes de abandonar al druida le cortaría el cuello con sus propias manos. Le haría un favor, privándole de las humillaciones y desventuras que aquel desgraciado habría de vivir en un futuro, y que no alcanzaba a saber cómo había conseguido sobrevivir hasta el presente. Incluso la mula que tiraba de la noria de su destruido molino hubiera sido una mejor elección para una posesión efectiva.

Así que desde el suelo, el odem vio como la hembra de grandes ubres salía corriendo despavorida ante el infame, insano y poco oportuno tocamiento del retrasado del gorrito. Por lo visto, no era el único en haber elegido a un deficiente mental profundo.

-Serás gilipollas -acertó a decir tras el impacto contra el suelo-. Detenedla o esto se nos va de las manos -dijo en un susurro sibilante y cargado de odio hacia todos los presentes.

Parecía que el odem del tipo del sombrero había activado un extraño botón en la mujer de los pechos voluminosos. No podía creerse lo que estaba escuchando y aún menos que el otro tipo le insultara. Gilipollas lo serás tú. Le dijo al ver como además de poseer a un inútil mental, también poseía a un inútil físico incapaz de parar a la mujerona. 

Fue entonces cuando el tipo del sombrero salió corriendo tras ella, si había hecho eso al tocarle un pecho quería saber qué iba a pasar al tocarle el otro. Una vez la agarrase tocaría con el otro dedo el otro pecho, sentía mucha curiosidad por ver qué pasaba y le daba absolutamente igual lo que ocurriese.

El gnomo se frotó las manos orgulloso de un trabajo bien hecho. 

Va a resultar que este desperdicio de cuerpo guarda interesantes sorpresas.- Pensó observando el fino agujero que el haz concentrado de energía eléctrica  había dejado en el corazón del pobre y desdichado vigía. El jaleo abajo llamó su atención y antes de bajar correteando, lo más rápido que sus cortas piernas le permitían, echó un vistazo.

¡Ay no!- La mujer que guardaba en su interior las tres "pechonalidades" había sacado , por culpa del del sombrero, la menos conveniente: la huidiza. Sabiendo que si quería hacer bien las cosas tendría que hacerlo él mismo se encaminó a salvar a su grupo de inútiles compañeros.

Dejando atrás la disputa que había tenido con el "druida", se dirigió hacia el lugar en el que el Odem que había poseído a Henian había interceptado al Odem que había poseído a Fedora. Sospechaba que el chiquitín del sombrero sería arrastrado por el cuerpo de la poderosa mujer norteña cual alfeñique, si es que esta no le abría la cabeza (elegante sombrero incluido antes), así que procedió a ofrecer su ayuda, o a intentar al menos agarrarla para entre todos tirarla al suelo y allí someterla, aunque no de la sucia manera que todos aquellos machotes estaban deseando.

Les gustaba mas manoseare estando muertos de lo que lo habían hecho estando vivos.
 

Genann besó la arena de la playa y a Corvino le falló la rótula para girar a tiempo. La única esperanza era el imbécil que había causado todo aquel lío. Como pronosticó Corvino para sus adentros, Heian se llevó un codazo y terminó rodando por el suelo como una cocreta (porque en Invidia se llaman cocretas, como corresponde a un sumidero del Mal) rebozándose.

La mujer llegó al pueblo causando gran estruendo. Algunas ventanas de las plantas superiores de las casas se abrieron. Los vecinos protestaban y maldecían por haber sido despertados. Algunos asomaban al alféizar cubos con agua fría u orinales con heces, para arrojar como venganza. Otros llenaban de pólvora sus trabucos mientras miraban alternativamente a la loca chillona y a la playa de la que había surgido. Era bastante probable que al primer disparo más y más vecinos se levantasen molestos por el ruido. A partir de ahora debían de actuar con el pueblo alerta.