Partida Rol por web

Con un asentimiento hacia el eunuco, vinthrael se puso en marcha. Sus botas resplandecieron y la velocidad recorrio el cuerpo su cuerpo insuflandole energia. Se abalanzó contra su rival mientras desenvainaba su kama y atacaba la parte trasera de las piernas para poder derribarle. 

El golpe fue bueno y la anergia se desplazo por su puño para golpear al aracnoide cuando toco el suelo...

En el torreón del homenaje estaban el amalghomo buey (August), el amalghomo insecto (Enric) y el amalghomo araña (Claude). Faltaba el amalghomo dragón (Betsy), que tras ser liberada por Flame había huído volando.

El conjuro de los tentáculos de Onfale retuvo a August y a Enric sin ningún género de dudas. Vinthrael había tirado a Claude del poste y lo tenía a sus pies, a su merced, pero justo entonces la araña movió los quelíceros pronunciando unas palabras mágicas y un camuflaje especial de su piel le hizo invisible.

En el torreón del campanario, Leiath salió flotando de nuevo, tras recibir un mordisco y una cornada en su huída. Entonces se abrieron las puertas del campanario y salieron todas las criaturas que encontró Leiath... El amalghomo cabra (Faust), el amalghomo caballo (Ivanhoe), el amalghomo perro (Judas), el amalgomo sapo (Krogg) y el amalghomo gorila gigante bicéfalo (Goethe y Hesse).

El sapo lanzó una bola de fuego en el centro del patio obligando a los siete Onfales a agacharse. El caballo lanzó una de sus flechas a una de las imágenes falsas de Onfale, pero falló, de modo que Onfale pudo mantener todas sus copias activas. El otro arquero del grupo, la cabra, lanzó sin éxito una flecha a Leiath que flotaba en la relativa seguridad de las alturas.

Entonces llegó el contraataque de los aliados de Vinthrael, Onfale y Leiath. En las murallas, Flame se acercó hacia los numerosos enemigos salidos del campanario mientras que la pequeña Katya disparaba su ballesta contra Faust. Entonces las puertas cubiertas de telarañas se abrieron por el empuje del jabalí Recio, y todos los demás pudieron entrar en el patio sin preocuparse de trepar muros.

Cuando salió al patio lo que vio fue un cruento campo de batalla. Qué eran esas criaturas y por qué atacaban con esa fiereza si se suponía que estaban bajo las órdenes de un ángel?

Tendría que encontrar las respuestas más tarde, ahora lo primero era luchar por salvar su vida y la de sus compañeros.

Pero la verdad es que no le quedaba mucha magia que gastar y no era buena combatiente física. Qué podría hacer ella?

Leiath era una mujer que se movía por corazonadas (no eran sino inspiración divina), y tenía una. Viendo que los todos enemigos que la había atacado habían salido de la torre, la bruja de Hala volvió a meterse dentro con el fin de buscar algo que  pudiera ser de ayuda en la lucha.

- ¡Grrrr!- Sus intenciones de ensartar al arañoide en su estoque se habían visto frustradas al hacerse éste invisible. Aquella distracción por poco le costó la vida pues fue justo en el último momento cuando el eunuco vio por el rabillo del ojo la bola de fuego que estalló en el centro del patio. Por un instante pensó en que fuera la Maga Roja, harta de él, que pretendía asarlo de una vez por todas. No tardó mucho en vislumbrar al séquito de amalghomos que perseguían a una indefensa y flotante Leiath.

Donde las dan las toman.- Eso sí, él tenía a tiro a una buena parte de los enemigos y no a simples copias ilusorias.

- Rammm, Manipura Kanduka Agni.- Untó las yemas de los dedos en un espeso aceite con un fuerte olor a azufre y dejó que el pestilente olor a huevos podridos, seguramente característico de una magia tan burda como aquella, lo trasladara a las sesiones de estudio y memorización.

Por su parte Thimaz no comprendía demasiado bien qué era lo que estaba ocurriendo cuando asomó su cabeza por la puerta una vez que el jabalí de su coetaneo hubo logrado derrumbar la puerta, o al menos deshacer la tela de araña que la estaba bloqueando. Un montón de criaturas habían aparecido de la nada...

-Oh, mierda, aquí vamos de nuevo... -Dijo con cierta resignación mientras desenvainaba su hacha y corría hacia el amalghomo insecto (Enric)- ¡Primero los bichos y luego los animales de verdad!.

Con esto dicho, Thimaz dió sendos hachazos al bicho, tratando de evitar de dar en los tentáculos. A fin de cuentas, los tentáculos no eran de un insecto, probablemente, no es que Thimaz fuera un biologo ni nada por el estilo.

El impetuoso jabalí logró liberar la entrada y permitir el paso al interior del recinto donde la lucha había comenzado. A Dragov no le agradaba lanzarse al ataque sin motivo, pero parecía que esta vez tendría que hacerlo para defender su vida y la de sus compañeros, pues la contienda ya había comenzado.

Al ver como Leiath entraba de nuevo al campanario, el enano espoleó a su montura para rápidamente taponar la entrada y evitar así que alguna de esas criaturas pudiera atacar a la joven. Desafiante retó al que parecía el rival más fuerte, dirigiendo sus gestos hacia el gorila bicéfalo que destacaba entre todos los enemigos.

¡¡¡TÚ GRANDULLÓN, ENFRÉNTATE A UNO DE TU TAMAÑO!!!

La destructiva bola de fuego cayó sobre los amalghomos como si del fuego del castigo divino se tratase. Con sus quemaduras, muchos resistieron y uno solo cayó: Judas, el engendro perruno.

¡Judas, nooooo! ¡Retirada!

Un muro de hielo se creó alrededor de casi todos los enemigos. A Faust le habría gustado volver al interior de la torre para disparar una flecha sobre Leiath, pero desde su posición solo pudo lanzar una flecha por encima del hielo hasta hacerla rebotar contra el peto de Flame, que estaba sobre la muralla de piedra. El gorila de dos cabezas era demasiado grande como para envolverlo también dentro del recinto con los demás, pero tenía su propio rival: Dragov. Goethe y Hesse resistieron la bola de fuego y la embestida de Recio y Dragov, y pudieron devolver un tremendo manotazo al enano.

El otro enano, Thimaz, peleaba en la linde de los tentáculos negros de Evard, abusando de un enemigo atrapado como Enric. Al insectoide le cortó la cabeza. Mientras, August forcejeaba con el conjuro de Onfale, sin ser capaz de soltarse de los apéndices. De Claude, el arácnido, no se sabía nada. Estando como estaba, invisible, podría estar moviéndose para tomar posición, o simplemente huyendo.

Sobre la muralla, un poco por detrás de Flame, estaba Katya. La niña trató de escabullirse sin que nadie la viera, subiéndose entre las almenas para tratar de descolgarse fuera, dónde ya no quedaba nadie. Katya fue torpe, y todo el mundo la vió. Flame avanzó hasta ella y la agarró de los brazos para que no pudiera dejarse caer.

¿A dónde piensas que vas? Todo esto es culpa tuya. Luchamos contra la bruja por ti. Nos quedamos sin plata para traerte a ti.

¡Suéltame! ¡A vosotros os doy igual! ¡Me vais a dejar aquí con estos monstruos!

Mientras, Leiath seguía intentando hacerse la infiltrada. Había vuelto al comedor. Por unas saeteras podía ver el cementerio, pero lo que le llamó la atención eran las escaleras que bajaban a un oscuro sótano. Lógicamente, Leiath no veía un pimiento.

La maga prepara la antítesis a su hechizo preferido, este hechizo no era explosivo ni de fuego, era estático y para colmo es de hielo. Alice preparo el conjuro de muro de hielo que en otras ocasiones tan buenos resultados había dado para bloquear la puerta de la torre y a los demás bichos.

Por su parte Thimaz, tornó su mirada y posteriormente su hacha contra la otra criatura que tenía al lado; primero había terminado con el insecto y ahora, volviendo a subir de escalón, atacaba al herbívoro con cabeza de vaca, o algo así similar; tampoco es que a Thimaz le importara demasiado, siempre y cuando acertara sus hachazos.

-¡Hoy tendremos filetes! -Dijo mientras daba el golpe contra el animal-humanoide o humano-animaloide.

Leiath todavía estaba preguntándose si había sido una buena idea internarse de nuevo en la torre ella sola cuando observó las escaleras que bajaban a la oscuridad más absoluta. Le dio miedito y se giró para salir pero cuando volvió la mirada a la puerta de la torre para ir a reunirse con sus amigos, un muro de hielo se materializó de la nada.

Una señal de Hala seguramente ordenada desde los hábiles dedos de Alice. No debía ser tan cobarde, a caso no tenía a su diosa siempre a su lado?

Bajaré sólo un poquito, iré despacio, no me alejaré mucho- murmuró para convencerse a sí misma de que era lo correcto. La verdad es que era inútil para el combate y si encontrase algo con lo que ayudar al resto, se sentiría mucho mejor.

Sacó el medallón de las trece serpientes que guardaba celosamente entre sus pechos, y el brillo celestial con el que estaba imbuído iluminó el oscuro camino.

- No va a pasar nada, sólo habrá unas celdas vacías o quizás una alacena o puede que unas letrinas... 

Bajó lenta y dubitativa.

-¡Rendíos, insensatos!- Insistió Onfale. - Estáis encerrados y diezmados. Deponed las armas u os juro que os achicharraré ahí dentro.- Thimaz continuaba aprovechando la ventaja que le daba su conjuro y el otro enano y su jabalí parecían dar buena cuenta del simio bicéfalo. El perfumista adoptó otra vez el mudra del conjuro de la bola de fuego provocando que una llama se materializara en la palma de la mano, dispuesto a lanzarla en el interior del muro de hielo que tenía encerrados a sus enemigos.

La maga miro incrédula a Olfate, hubiera corrido y le habría abrazado si no fuera por el momento tan tenso que estaban viviendo. Por fin el perfumista se digna en mancharse un poco los dedos. Finamente Alice no se pudo contener y felicito al perfumista. Muy bien… una gran bola de fuego.

Pero la maga no podía perder su concentración en el combate y preparo otro conjuro por si los monstruos no se rendían. Preparo una versión inferior de la bola de fuego, esfera flamígera.

Thimaz mató al amalghomo buey. La carnicería se le daba igual de bien que la jardinería.

¡Alto! ¿Qué está pasando aquí?

Diamabel apareció volando con sus grandes alas, rodeando el torreón norte con gracilidad. Les miraba desde arriba, altivo y poderoso. Una vocecilla, la del invisible Claude, resonó desde alguna parte:

¡Han matado a Judas, Enric y August!
¡Y han espantado a mi hermana Betsy!

¿Es eso cierto?-preguntó a los recién llegados con tono inmisericorde.

¡Lo es, Gran Abad!-respondió la voz de Faust desde el interior del cerco de hielo-Son invasores, asaltantes. No sería de extrañar que fuesen agentes de Strahd. Nuestros hermanos han fallecido. La Hermana Betsy está desaparecida. Estos blasfemos necesitan un escarmiento.