Partida Rol por web

Mientras el resto de sus compañeros se apresuraban a intervenir en la refriega, ya fuera atacando a la criatura o intentando encontrar a su compinche entre la espesura, el viejo de la armadura simplemente permanecía parado allí donde lo habían sorprendido, con los brazos en jarra sobra la cintura y una mueca de confusión infinita dibujada en el rostro.

Como le ocurría a varios de los presentes, RANNHARD no terminaba de aceptar lo que le mostraban sus ojos. Y no solo por la maravilla de observar a un árbol parlante, que además de todo, pretendía lastimarlos. Sino porque, sencillamente, le parecía descabellado imaginar una alianza como aquella.

El viejo clérigo no se había topado jamás con una criatura como aquella. Y eso era lo extraño. Pues a lo largo de su vida se había enfrentado a toda clase de seres malignos, muy particularmente, a No-Muertos de todo tipo, cuyo único sentido de existencia era negar la vida en todas sus formas y destruirla.

Sin embargo, nunca antes había tenido noticias de que tales engendros tuvieran aliados semejantes. Lo cual resultaba francamente lógico, teniendo en cuenta la esencia de cada uno. Y además de todo... realmente estaban luchando a muerte por una maldita balsa !!!! Y que ni siquiera podría cargarlos a todos !!!

Y así, perdido en aquellas elucubraciones, los instantes se sucedían sin tregua, mientras el achacoso anciano no hacía otra cosa que observar con gesto cansado la espesa arboleda intentando decidir un curso de acción.

En eso estaba, cuando el terrible estruendo del rayo pareció sacarlo de su ensimismamiento. Y al observar hacia la zona de la descarga, casi por puro acto reflejo, RANNHARD detectó a la bella joven de cabellera encendida, que se retorcía por la fuerza de las energías liberadas en su contra.

Sin pensárselo dos veces, el viejo errante corrió hacia la muchacha, a la vez que murmuraba para sí alguna letanía ininteligible con aire frustrado.

Justo cuando parecía que empezaba a decidirse...

La piedra de Onfale se estrelló contra el cuerpo de Leño, envolviendo al ent y a Leiath en un sonido que no era para tanto. Ninguno de los dos se inmutó, pero cuando Leiath empezó a darle la murga, el árbol parlante se llevó las ramas al tronco como si tuviese allí sus orejas y empezó a sobreactuar haciendo que no la oía para no atender a razones.

¡¿Qué?! ¡¿Dices que eres una solterona loca de los gatos?! ¡No te oigo bien por culpa de la piedra que lanzó tu amigo! Lalalalala, no te escucho.

Cuando Leiath empezó a conjurar para sanar a Onfale, una de las ramas de aquel viejo olmo le lanzó un ramalazo en toda la cara como si de un vulgar sauce boxeador se tratara. Aquello hizo perder a Leiath la concentración, y las heridas de Onfale no llegaron a cicatrizar, pues la magia no tuvo su efecto.

Todo lo contrario le sucedió a Alice. Entre calambres, y entre rayo y rayo, la pelirroja logró conjurar fuego y lanzarlo hacia el ent. Cuando Leño se inclinó para evitar el hachazo de Thimaz (que a estas alturas iba a perder el título de azote de las plantas), se comió de lleno la esfera flamígera y empezó a arder (al contrario que el rayo abrasador que lanzó a Astilla, la esfera flamígera proporcionaba calor constante y era capaz de prender las cosas inflamables como la madera).

¡Fuego! ¡Fueeeegoooo! ¡Serás so-humana, bruja! Ahora verás...

Aquel era el duelo definitivo: fuego contra electricidad. Y uno de los dos no iba a sobrevivir. Leño se imaginó el rayo, y este volvió a caer. Pero ahora, parte de las heridas de Alice habían sido curadas por Rannhard, y además contaba con la cobertura del escudo de Dragov... Por otro lado, el enano con su armadura era un pararrayos andante, y atrajo la electricidad también hacia él.

Entonces llegó el turno de Recio. El jabalí se metió en la arboleda, como intuyó que Dragov quiso indicarle, e hizo lo mejor que un jabalí sabe hacer: meter el hocico donde no le llaman. Los morros y la pezuña delantera del gorrino se pusieron a escarbar al pie de Leño.

¡Uy! Jajajaja... ¡Qué cosquillas! ¡Ahí no! ¡Cerdo malo! ¡Cerdo malo! ¡No me toques las trufas, cochino!

La corteza de la cara se llenó de jarabe de arce que rezumaba de placer, haciendo que su rostro se sonrojase. Leño lo estaba gozando. Hacía siglos que nadie jugaba así con sus trufas. Pero a la vez le entraron unas ganas tremendas de matar a todos los testigos que le estaban viendo cometer bestialismo con un cerdo.

Os voy a matar a todos. Menos a ti, jabalí. Tú y yo tenemos una cita luego.

Thimaz se había ruborizado; ¿Cómo era posible que una planta hubiera esquivado su hachazo?. Sea como fuere; el no iba a rendirse ante semejante verguenza y volvió a intentarlo nuevamente, preparando su hacha para inflingir el que sería su golpe más potente hasta la fecha, pero... entonces... algo no salió como debería...

La maldad de la planta quedó expuesta a ojos de la bruja cuando la atacó sin razón alguna. El gesto le cambió al instante de compasivo a vengativo.

- Pues bien, tendrás lo que estás buscando, malvada criatura!

Dio un paso atrás para salirse del alcance del árbol, pero sin alejarse de Onfale al cual intentó curar de nuevo.
 

Viendo al primer enemigo caído y que el segundo empezaba a causar auténticos problemas a la hechicera, pongo de nuevo mis pies en movimiento cargando hacia el otro árbol animado.
Esta vez no necesito acelerarse por lo que lo reservo para un futuro y mientra corro extraigo otro de los kamas, el de hierro frío y me planteo las posibilidades existentes. La criatura parece fuerte y sin duda me costaría mucho tirarle al suelo, pero con esta carrera y si los dioses me acompañan podría hacerle caer y dejarle en una situación peligrosa, donde podría hasta rendirse y darnos información.
Decidido, clavo el kama en su tronco y tiro hacia arriba tratando de hacerle caer

¡Uff!- Eso tenía que doler, pensó Onfale cuando Leiath, por tratar de sanarlo, se llevó el golpe de una de las ramas que era como un enorme latigazo. Él no estaba mucho mejor, pero la principar era ella, La Bruja de Hala aunque...No pudo negar que al sentir su poder reparador sintió una enorme gratitud hacia ella. Yo luchaba sólo por él ahora mismo, sino por lo que llevaba en el vientre. Dejó caer el estoque al suelo para poder empuñar la daga. NO era un hacha como la de Thimaz pero al menos podaría algunas hojas con gusto.

- No te arriesgues y quédate atrás, Leiath.- Dispuesto a enfrentarse con Thimaz a aquel ser vegetal vio como, como una exhalación, llegaba Vinthrael. Eso le tranquilizó un poco.

El rayo volvió a impactar de lleno contra la maga pelirroja. ¡Maldito trozo de leña parlante! Matare a las ardillas que viven en tu tronco y luego las freiré en tus brasas.  Grito la maga desquiciada y echando chispas por el pelo, tanto de forma figurada como literal.

Dio un par de pasos y alzo los brazos por encima del enano mientras pronunciaba las consabidas palabras mágicas. Como las anteriores veces, otro conjuro de fuego se materializo.

¡Pues yo mataré a la ardilla que tienes por peluquín y me haré un nido de pájaro con ella!-dijo por la melena roja de Alice.

El combate fue moderadamente bien hasta que empezó a ir moderadamente mal. Leiath curó a Onfale, y el eunuco pudo propinar un tajo en la corteza de Leño. Alice se aproximó para incendiar aún más la copa del árbol, y la esfera flamígera y las manos ardientes hirieron gravemente a la planta. Entonces llegaron los desatinos. A Thimaz se le cayó el hacha al suelo y Vinthrael pecó de optimismo al tratar de derribar un árbol grande, más fuerte que él y con las raíces asentadas en la tierra.

Medio grupo quedó apelotonado a los pies de Leño, un error fatal de estrategia. Tal y como hizo Astilla la primera vez arremetiendo contra Onfale, Leño avanzó como un alud de tierra, para desgracia de Onfale, Leiath, Thimaz, Vinthrael y Alice. Recio era demasiado grande para que el ent pudiese pasar por encima, pero se limitó a rodearlo mientras zigzagueaba sobre los cadáveres (quizás cadáver sea un término demasiado optimista) de sus enemigos. Más cautelosamente, miembros del grupo como Rannhard, Dragov, Flame o Sasha se dispersaron para evitar caer también bajo Leño.

Leño frenó lo suficientemente lejos como para que Thimaz pudiese recoger el hacha, cruzar la arboleda y hundir el filo en su tronco, pero otros que sí iban armados podían llegar hasta él y proseguir con el combate... si es que les quedaban ganas de plantarle cara a la planta.

Aquello no iba a ser nada bueno para Thimaz, y eso mismo pensó él cuando vio lo que se le venía encima; quizás si hubiera pensado un poco más sobre la estrategia a realizar no hubiera estado en esta tesitura, pero ya era demasiado tarde como para lamentarse y buscar otras opciones para afrontar al Ent, por lo que aceptó -no de buena gana- lo que le venía encima.

-Si un árbol cae en mitad del bosque y no hay nadie para oírl- Recibió el golpe y no pudo continuar.

Levantándose del suelo malherido por el súbito golpe, buscó su preciada hacha y una vez la hubo recogida girando sobre sus tobillos atacó nuevamente al Ent, esta vez el arbol caería... y preferiblemente no sobre el...

Le dolía todo el cuerpo. Pese a la suerte de haber esquivado la raíz más gruesa, se sentía como si se le hubiese caído el árbol encima.

Sin siquiera moverse de donde estaba usó magia curativa para sanar las costillas que le había roto el ent, al menos le ayudaría a respirar mejor y así poder seguir reprendiendo al vegetal maligno como Hala manda.

Parece que los golpes son demasiado duros para el monje y a pesar de su agilidad, recibe el duro pisotón de la criatura.
Adoptando una postura defensiva, pronuncia una única palabra que hace vibrar su cinturón, al instante, sus heridas empiezan a cerrarse

La maga dolorida trato de levantarse pero las fuerzas le fallaron y volvió a caer en el suelo escupiendo sangre por la boca. Ya no tenía fuerzas para insultar al maldito árbol, concentro toda su energía en protegerse. Arrastrándose se alejó del árbol y comenzó a lanzar un conjuro de protección. El combate parecía que iba a durar poco, pero ella necesitaba en ese momento la máxima protección.

El eunuco sintió de nuevo el enorme peso del árbol aplastándolo. La sensación era horrible. Todos sus órganos viéndose sometidos a un peso insoportable, la barriga hinchada sobre todo. Temió lo peor. Como pudo se incorporó y vio al enorme ent huyendo.

De eso nada.- Tentado estuvo de lanzar una bola de fuego, pero otros se le adelantaron. Escupió al suelo y el color sanguinolento de la saliva corroboró el gusto métalico de la boca.

- Raaaaam. ¡¡Manipura shaktí!!- No iba a acercarse más a esa mole. Además, había dejado a varios heridos graves y Leiath tendría trabajo que hacer.

Tras recibir el  impacto del rayo, Dragov observó horrorizado como el gran árbol aplastaba a sus compañeros. Aquello le hizo reaccionar de inmediato y rápidamente se abalanzó sobre el Ent para intentar acabar con él. TE HEMOS DADO UNA OPORTUNIDAD, PERO TÚ LO HAS QUERIDO. Y tras pronunciar lo que parecía la sentencia de muerte para aquel cabeza de alcornoque, le asestó un certero tajo con su hacha, cercenando de cuajo una de las más frondosas ramas del árbol andante.

A su vez ordenó a Recio que lo rodeara para impedirle la huida y distraerlo con sus "cosquillas". 

El toque sanador del anciano había renovado un poco las energías de la joven maga de cabellos ardientes. Pero antes de que pudiera hacer nada más, la impetuosa muchacha ya se había apartado del viejo para volver a enfrascarse en la batalla.

RANNHARD no pudo más que maldecir por lo bajo, murmurando alguna frase ininteligible respecto de aquellos jóvenes arrebatados de hoy en día.

Sin embargo, pronto la frase se extendió un poco demasiado, y antes de que nadie más pudiera evitarlo (o notarlo siquiera), el anciano terminó por enfrascarse en una profunda (y, al parecer, bastante airada) discusión consigo mismo, completamente abstraído de cuanto ocurría a su alrededor.

Solo lo sacó de aquel ensimismamiento el sordo sonido de un cuerpo inerte que caía pesadamente a unos pocos palmos de su posición. Y grande fue la sorpresa del anciano al descubrir que se trataba nuevamente de la joven pelirroja, esta vez mucho más lastimada de lo que la había dejado.

- Pero jovencita... ¿¿¿es que no entiendes ??? - la reprendió con acritud el viejo clérigo mientras se acercaba a su posición, tomándola con firmeza por debajo de las axilas para ayudarla a salir del campo de batalla - Manténte alejada de esa cosa !!! 

- Deja que las hachas y las lanzas astillen su corteza. Encuentra tu lugar en todo esto.

Tras arrastrarla unos pasos, y sin permitir a la muchacha que intentara levantarse, el viejo comenzó a canturrear una melodiosa letanía, a la vez que apoyaba su ajada palma derecha sobre la frente de la maga.

Lo de Rannhard ya empezaba a tomar cariz de acosador sexual, siempre persiguiendo y tratando de tocar a Alice. La mayor parte del grupo se limitó a ponerse en pie, tratando de reponerse al doloroso paso del ent. Solo Onfale y Dragov pasaron a la ofensiva. Leño recibió el impacto del hacha y de los proyectiles mágicos sin inmutarse. A pesar de seguir ardiendo, echó a reír...

¡MUAHAHAHAHAHAHAHA...!

Las llamas se avivaron como si su risotada soltase oxígeno, extendiéndose desde la copa hasta rodear por completo el tronco. El rostro leñoso ondulaba a la vista por el efecto del calor. Una de las ramas se extendió como un dedo acusador, tratando de señalar a sus asesinos. Entonces, Leño soltó su maldición...

Encontrad la dicha y acudirá la desdicha.
No habrá amor hecho para vuestros labios.
O solos o emparejados con una mala bicha
terminaréis para pagar vuestros agravios.

Con ese mal de ojo a la vida sentimental de los aventureros, Leño comenzó a desmoronarse en trozos carbonizados, uno a uno, hasta que perdió su aspecto de árbol y se convirtió en poco más que una hoguera.

Ni Sasha ni Flame habían estado a la altura. La desidia con la que Flame afrontó el combate hacía dudar sobre si realmente había escapado del control mental de los vampiros. Sasha se aproximó para pedir disculpas.

Yo... lo siento. Debí ayudar y no lo hice. Mi maestro me entrenó para encarar a los muertos vivientes, pero nunca me preparó para luchar con árboles parlantes. No sabía qué hacer. Si después de esto no queréis seguir contando con mi compañía, lo comprenderé y me marcharé con la vergüenza de no haber sido útil...

Parecía sinceramente afligido. Era el más verde de todos los cazadores de vampiros que se habían reunido allí. Le vendrían bien unas palabras de ánimo, pero por otro lado quizás alguien tan débil debería irse a casa y dejar de jugar con los mayores. En realidad, a pesar de su cara de pánfilo y de ser un monaguillo chupapilas bautismales, Alexi contaba ya con veinticinco primaveras. De cuerpo era más maduro que Leiath, Onfale o Vinthrael, pero no tenía ni la mitad de experiencia que ellos en la vida.

Por otro lado, la arboleda se había incendiado un poco, obligando a arrastrar la balsa hasta el descampado. Tenía veinte pies de largo por quince de ancho, pensada así más para ganar estabilidad que porque estuviese pensada para llevar a más de dos personas. Por tamaño, Recio no podría acompañarles. Para llevar a la oronda montura con ellos habría que rechazar el atajo del río Luna y seguir a pie.

Si el ent quería maldecirles tendría que ponerse a la cola y quizás elegir otra maldición, esa ya estaba echada sin duda, no había más que observar sus caras insatisfechas.

Además, a Leiath que le amenazasen con quedarse sola con sus animales en el bosque no le parecía ninguna maldición.

Y tú, que te perdone tu dios por haber dado la espalda a lo vivos y aliarte con la muerte!- quiso, al contrario que el árbol, bendecir al moribundo en sus últimos momentos.

En verdad la lucha le había hecho más fuerte, hasta el punto en que veía todo con más claridad. Veía a Rannhard atendiendo a la caída Alice, la cual había salvado el trasero a la comitiva, a los enanos que, pese a su torpeza, habían cortado algo de leña de aquel tozudo tronco. Al encapuchado que se había enfrentado con gran valor al enemigo, a Flame, que desde un tiempo a esta parte estaba más para allá que para acá (seguramente el tratamiento en el Sanitarium, se había llevado su espíritu luchador a otra lugar), a su querido Onfale que ahora tenía el doble de responsabilidades que antes y aún así daba todo por el aquelarre. Y por último al chico al que Onfale le había hecho ojitos y que ahora se disculpaba frente al grupo - a la bruja no se le escapaba ni una.

Y como no se le escapaba ni una, se había dado cuenta de las ganas locas que había tenido Sasha de seguir al maligno duende orejudo. El no participar en la pelea habría sido acaso una escusa para volver con él o simplemente era la falta de experiencia que le había dejado paralizado en el combate? Sea como fuera no importaba en esos momentos.

Leiath se preparó para dar un sermón, como era costumbre en ella.

Sasha, o Alexi, cómo prefieres que te llamen? Como ves no eres el único que no ha participado en la batalla- continuó, lanzando una miradita a Flame-. Eso a veces pasa. Un mal día, una monstruosidad tan horrible que te hiele la sangre, la falta de experiencia... Nos puede pasar a todos. Pero la refriega, aunque lo parezca, aún no ha acabado. Muchos han quedado heridos y quizás tú puedas ayudar a sanarlos. Los seres a los que nos enfrentamos no sólo nos agotarán físicamente sino que nos harán dudar de nuestros compañeros y minar nuestro espíritu. Toda ayuda será poca. Aunque claro, si piensas que estarás mejor en otro lugar, eres libre de marcharte.

Pero no me vendría nada mal unas manos curativas extras para cuidar de Onfale- susurró cerca del oído del monaguillo, para que no le escuchase el resto-. Está en 'estado', va a tener un bebé y me harías un gran favor si no te separases de él y cuidases de ambos. Harías eso? Ah, y no lo cuentes por ahí, que es un secreto, de momento.

Por otro lado, parecía haber quedado claro que no iban a poder seguir en la balsa, no sin dejar atrás al buen enano que no parecía tener intención de separarse de su gorrino.

- Bueno, pues qué os parece si atendemos a los heridos y nos ponemos en marcha?- dijo deseosa de probar la magia que había preparado para la ocasión.

Poneos juntitos un momento...

La bruja esperó a tener a todos a mano para acceder al tejido y otorgarles las bendiciones de Hala.

-No te preocupes, muchacho.- Palmeó la espalda del joven en un gesto tan delicado que parecier más una caricia.- Si hubieras intervenido seguramente estarías muerto.- Dijo un ensangrentado y amoratado Onfale. La supervivencia era el instinto más primario en los seres vivos. 

Al igual que a Leiath la maldición del ent no le causó más que una sonrisa irónica al eunuco.

No me digas...- No es que renunciara a encontrar el amor, aunque él no tenía esa idea romántica de muchos sobre el mismo. No tenía tiempo para tonterías y por eso había decidido coger un atajo, lo que aún no sabía si significaría su fin. Se dejó querer y que le atendieran. Había sufrido buenos golpes y apenas tenía fuerzas para continuar, no era el único.

- Tenemos la balsa...- Dijo sin entusiasmo alguno. O no venía el jabalí, algo a lo que seguramente el enano, por la terquedad inherente a su raza, no aceptaría o tendrían que separarse en varios grupos.

- No me gusta la idea de separarnos en grupos. Sin embargo , podría hacerse para llegar más o menos a la vez. En la barca sólo esperan a dos humanos. Yo podría disfrazarme como uno de ellos y otro acompañarme oculto bajo una capa bien puesta. Los demás podrían acercarse por otro lado para emboscar a los vampiros que allí esperen.- Si no tendrían que ir todos por tierra. No le parecía una pérdida de tiempo pues habían dado buena cuenta de dos fuertes aliados de los vampiros.