Partida Rol por web

Yay, la lucha ya había empezado! Sacó la varita de proyectiles mágicos sin soltar el medallón de la mano y apuntó a uno de los chupasangres.

La maga, ante la imposibilidad de lanzar su conjuro estrella la famosa bola de fuego, preparo otro conjuro de esfera Flamígera. Este combate iba a dejar a la maga sin conjuros ofensivos, esta a punto de pasar a ser un frasco vacio de perfume como había comentado Onfale. 

El monje buscó el cuerpo de su rival justo en cuanto empezó a materializarse, pero la fuerza antinatural de su rival evitó que acabara en el suelo.

Rápidamente, activó sus botas con un pensamiento y notó como se aceleraba, A la vez, concentró su voluntad en los guanteletes - Raeng - musitó y vió como la tercera de las gemas se apagaba, evidenciando que hasta la mañana siguiente no volverían a estar activos. Trató por todos los medios de aferrar a su contrincante para derribarle, pero, a pesar de alcanzar constantemente a la criatura no-muerta, no parecia que la suerte le respondiera en esta ocasión y tras el intercambió de golpes, ambos seguian de pie.

El observador perfumista se fijó en todos los detalles de aquellos dos vampiros que se materializaban delante de sus narices.

Esos arcos podrían sernos de utilidad...

Pero para obtenerlos tenían que acabar con ellos y ya no se fiaba de sí mismo. Los combates previos a enfrentarse al liche le habían minado la moral y los vampiros no eran su enemigo predilecto. Eran veloces como pocos.

Vamos a ver si puedo arreglar eso.- Pensó mientras sus delicadas manos se ponían en movimiento. 

- Vammmmm, Svadishthana madam.

Dhaviton...

Las palabras del vampiro parecían una especie de contraseña, porque al pronunciar el santo y seña se iluminaron las runas en torno al marco de la puerta, y sus dos hojas empezaron a retumbar mientras se abrían.

Rrrrrrhm...

Uno de los enemigos dio un tremendo golpetazo con su cadena a Thimaz, aprovechándose de que el enano no estaba atento. El otro contrincante se medía a Vinthrael. El arma de plata del monje chirrió contra la cadena, que se enroscó alrededor. De un tirón, el kama de plata salió volando hasta caer a los pies de ambos vampiros.

¡Muahahahaha!

Rrrrrrhm...

El ruido de las puertas se superpuso a la risa del vampiro. Un tercer sonido se unió a la sinfonía, un leve y lejano chirrido que parecía proceder del techo de la gran sala, tan arriba que la luz del medallón de Leiath no llegaba a iluminarlo; tan arriba que la infravisión del enano Thimaz no alcanzaba a verlo.

Rrrrrhm...

Las puertas terminaron de abrirse a la sala del tesoro del liche. Había seis pilas de tesoro. La primera era de piezas de cobre, entre las cuales sobresalían escudos y armaduras oxidadas. La segunda era de piezas de plata, sobre la que se apoyaba un carro de oro. La tercera estaba formada por monedas de electrum, una extraña aleación de plata y oro, en cuya cima había un gran cofre. La cuarta pila no estaba hecha de monedas, sino de lingotes de hierro, martillos de guerra, picos (con los que poder extraer la plata de la piscina), cálices de plata y un cráneo dorado. La quinta pila estaba formada por piezas de plata y un caballo de madera a tamaño natural. El último montón, de monedas de oro, estaba coronado por varias marmitas de hierro con monedas de cobre.

El tesoro, aún siendo impresionante, no bastaba para ignorar la presencia de otros cuatro vampiros en el interior de la sala, mirando hacia ellos y listos para unirse al combate.

Nunca iba a tener una mejor oportunidad de lucirse con un conjuro más propio de la burda Alice que del delicado Onfale. Pero su ego le hacía querer superar a la Maga Roja, a pesar de saberse muy inferior en lo que a poderosa magia se trataba. Su calculadora mente hizo cuentas. Era ahora o nunca.

- Rammm, Manipura Kanduka Agni.- Untó las yemas de los dedos en un espeso aceite con un fuerte olor a azufre y dejó que el pestilente olor a huevos podridos, seguramente característico de una magia como aquella, lo trasladara a las sesiones de estudio y memorización.

No veía cómo podrían vencer a a tantos vampiros con las fuerzas ya mermadas. Eran seres que curaban rápido y siempre dispuestos a pedir ayuda.

La última intervención divina que guardaba la bruja como si fuera el tesoro del propio liche, salió de su medallón más por instinto que por razonamiento lógico. Eran demasiados!

Al principio quedó cegada cuando Onfale desató un infierno sobre los vampiros, pero estaba bastante segura que eso no los mataría. Así que se frotó los ojos y volvió a levantar su símbolo sagrado para mostrarlo y dejar que la ira de Hala se canalizase a través de él.

- Volved al agujero de donde habéis salido, criaturas inmundas!

Por su parte Thimaz echó un vistazo a lo que se venía encima y por un momento deseó que su compañero y camarada enano estuviera con él, probablemente para que fuera él el que se comiera los ataques y no el bueno de Thimaz. Pese a ello, el hecho de pensar que este estaría durmiendo en algún lugar mientras a él le estaba apalizando... le ponía enfermo... o quizás sea por el daño sufrido... probablemente por el daño.

Vinthrael lanza dos rápidos cortes con el kama a su contrincante, dejando un surco de sangre seca tras ellos y aprovecha el momento de confusión para tratar de hacerle caer, pero de nuevo la velocidad antinatural de la criatura evita el ataque bajo, por lo que el monje opta por colocar su pierna izquierda tras la pierna adelantada y agachandose golpear de nuevo con el kama en el vientre de la misma. Una maniobra útil contra criaturas que respiran, porque dejan sin aire durante unos segundos, pero no tan eficaz contra muertos vivientes. Sin embargo, es suficiente como para que doble la cabeza y agarrando con el kama por detrás del cuello lo lleva hasta el suelo antes de girar con el otro arma y volver a herirle.

Gira la cabeza levemente hacia el resto del grupo y luego hacia los vampiros del fondo que acaban de recibir el impacto de una bola de fuego conjurada por el Eunuco mientras la luz de la sagrada Hala quema a los vampiros más cercanos. Thimaz estaba teniendo serios problemas con su contrincante y alice empezó a desatar su infierno particular contra los chupasangres. Sería un combate peligroso, pero tenian que acabarlo cuanto antes.

La magia de mis botas está proxima a agotarse - musitó hacia sus compañeros. Dadlos con todo lo que tengais, incluso si vuestra magia me alcanza a mi, espero poder evitar la mayor parte de sus efectos. Thimaz, ayudame a acabar con este, vamos uno por uno.

La maga se sorprendió por los vampiros y por ver a Onfale lanzando una bola de fuego. Si el perfumista se había rebajado a lanzar uno de los hechizos preferidos de la maga roja eso implicaba que la situación empezaba a ponerse muy mal. Alice preparo su hechizo preferido contra los nuevos vampiros, en el mismo sitio donde había estallado la bola de fuego de Onfale.

Algún vampiro sobrevivió a la primera bola de fuego, ocultándose tras alguna de las pilas de riqueza, pero la segunda bola de fuego fue la definitiva. Cuando el humo se disipó, el caballo de madera estaba en llamas y cuatro formas gaseosas se dirigían hacia el fondo de la sala del tesoro, donde una grieta lo suficientemente ancha como para que pasara una persona permitía el paso a otra sala.

Solo quedaban dos vampiros. Uno de ellos murió por efecto del medallón de Leiath, deshaciéndose hasta formar una nueva nube de gas que se dirigió hacia sus vaporosos compañeros. El tercer vampiro peleó un poco más, se revolvió, fue derribado por Vinthrael... Cuando se volvió a poner en pie, Thimaz estorbó al monje y no pudieron conectar ningún ataque. El último enemigo estaba asustado, quería huir de Leiath, pero el efecto de ralentizar evitó su huida. Fue destruido por el daño combinado de la esfera flamígera de Alice y el medallón de Leiath. El gas resultante también flotó en dirección a la grieta.

Al seguir a los vampiros llegaron a la sala bajo la biblioteca. La reconocieron enseguida por la escalinata del lado norte en la que, unos escalones más arriba, habían peleado Vinthrael y el gólem de ámbar (y un poco también Thimaz, pero más a su ritmo, despacito). La sala contenía otros tres sarcófagos de ámbar: al sur, al este y al oeste. Además, esparcidos en la zona central, había seis cajas de madera puestas de cualquier manera. Las formas gaseosas se fueron materializando dentro de los ataúdes de madera. Estaban quietos, como dormidos. Apoyando una de las tapas contra la pared y dando un pisotón, partieron las tablas e improvisaron estacas. No tenían ajo para completar el ritual de exterminio, pero una vez que los vampiros tuvieron astillas hundidas en el corazón, tenían la garantía de que aquellos no-muertos no se levantarían de nuevo (hasta que la madera fuera retirada). Mañana bastaba con transportar los ataúdes al exterior para que la luz del sol acabara definitivamente con ellos.

¡¿Hola?!-se escuchó a lo lejos, distorsionado por el eco-. ¡Cuidado, Ronan! ¡Hay murciélagos! ¡Corre!

Llegaban los refuerzos, siguiendo a Hollín II. Solo Sasha, Ronan el Bárbaro y el lobo terrible Volk. El viejo Cohen se había quedado fuera cuidando de las borrachas. Se metieron en la sala del tesoro atraídos por la luz que el medallón de Leiath filtraba por la grieta, y cerraron las puertas para que las plagas de murciélagos convocadas por los vampiros no les siguiesen. Era cuestión de tiempo que se dispersaran. Pero el caballo de madera seguía ardiendo...

¡Agh, fuego! ¡Fueeeegoooo!-parecía que aún seguía afectado por el miedo a las llamas.

Sasha huyó hasta el nido de vampiros reuniéndose de nuevo con el Aquelarre, pero Volk y Ronan seguían en la sala del tesoro. Ronan asombrado por las riquezas y Volk manteniéndose al lado de su amo. El joven sacerdote se serenó.

Yo... os debo una disculpa. No debí huir de aquella manera. Soy débil, un estorbo. No estoy a vuestra altura. Perdón. Perdón por todo. Me alegro que nadie haya muerto...

Volvieron a la sala del tesoro, dónde vieron a Ronan hundir sus dedos en la pila de monedas de oro con una risa floja. Las piezas de plata las podían llevar a la forja para fundirlas y hacer armas que sirvieran contra Strahd (salvo por el hecho de que no eran mágicas); era un modo más sencillo que picar la plata en la piscina en la que habían encerrado al gólem. En cualquier caso, allí había más de lo que ellos podrían llevar. Solo en monedas, había más de cincuenta mil, unas mil trescientas cuarenta y dos libras de peso. No había saco de contención que pudiera transportar eso.

Con más tiempo, pudieron fijarse más en los tesoros. Además de las monedas y los lingotes, también había joyas y gemas y distintos artículos de alta artesanía: treinta ónices, un estoque de plata, el carro dorado, un baúl con vestidos y trajes, diez collares de oro, treinta símbolos sagrados de diversos dioses de varios mundos, doce cálices de cobre y plata, un cráneo dorado con granates en los ojos, ocho martillos de guerra, seis picos pesados, seis bolas de marfil, una corona de bronce con filigranas de dragones con brillantes haciendo de ojos, un cetro de obsidiana y oro... Ocho estatuas de cerámica representando santos o sabios habían sobrevivido a la explosión de bolas de fuego, pero aún siendo valiosas, cada una pesaría unas cincuenta libras. Seis peanas de mármol pesaban 100 libras cada uno, seguramente en tiempos servían de soporte a las estatuas de cerámica, pero se habían perdido dos con el paso de los siglos.

En un primer momento la beata de Hala fue inmune a la visión de aquel enorme tesoro. Se encargó de apagar el fuego y de curar a los heridos, incluso a los bárbaros. Pero cuando terminó el trabajo, no pudo evitar sentir una punzada dolorosa en el corazón en forma de codicia.

Seguramente el resto también lo sentía, unos más que otros.

Ronan! - llamó la atención de bárbaro hablando solemnemente-. Podrás llevarte una parte del tesoro para tu clan, con eso y con la torre de los gigantes tendréis la vida solucionada -. Pero a cambio deberás hacerme una promesa.

El gesto de Leiath se volvió terriblemente serio, no estaba bromeando.

- Adoraréis a Hala, que ha sido la que os ha sacado de la esclavitud de Exethander. Y lo más importante, prometeréis no dañar a ningún inocente. No usar la violencia a nos ser para defensa propia. Y vigilar para que este templo, que pienso consagrar a Hala, quede libre de todo mal.

Aumentaréis vuestro número y os haréis fuertes. Seréis los vigilantes sagrados de Hala!

Prométemelo y gran parte de este tesoro será tuyo.

No lo había hablado con los demás, pero estaba claro que todos le debían a Hala la vida, y levantar un Templo en su nombre y poner guardianes que lo custodiasen, sería un buen pago a sus favores. Si no morían en el intento por liberar Barovia de Stradh, Leiath se retiraría al lugar sagrado y haría de él un hospicio y lugar de reposo.

- Si no aceptáis lo que os propongo, no te llevarás nada del tesoro, pero, como prometimos, te quedarás con la torre.

El monje, en cuanto todo el peligro cesó, se dejó caer en el suelo, tendiendose cuan largo era con los brazos abiertos y con una sonrisa satisfecha en los labios.

Buff, dejadme dormir un rato, solo 12 horas, nada mas os pido, jajajajajaja - Limpiandose lagrimas de nervios, alegria, tensión liberada y quien sabe cuantos otros sentimientos encontrados, Vinthrael se sentó con las piernas recogidas y contempló el enorme tesoro.
Las palabras de Leiath le parecian adecuadas, una forma de recordar lo que habiamos hecho por liberar el pueblo bárbaro que tanto tiempo habian vivido amedrentados por la sombra de Exethander y la prole de Strahd. Ahora corrian tambien peligro porque la venganza del conde no iba a pararse a preguntar cuanto habian colaborado, los acusaría de complices o inutiles, razones suficientes para acabar con ellos.

Ronan - dijo de repente con una idea en la cabeza - ¿Alguno de los miembros de vuestra tribu tiene conocimientos de armeria?.

Fundir las monedas y crear unas cuantas armas de plata añadiria un poco de peso al plato del aquelarre en la balanza contra Strahd, luego sólo era necesario encantarla con conjuros básicos.

La maga no veía con buenos ojos que se compartiera el tesoro con los barbaros, no habían hecho más que quemar valiosos pergaminos y beberse pociones de incalculable valor. Tampoco iban a poder transportar todo el tesoro y no estaban en condiciones de dar varios viajes, así que, la maga pelirroja profirió un largo suspiro de resignación. Ainsss. Seguramente si Hollín aun viviera se hubiera burlado de ella. Además, Leiath estaba usando el tesoro para ganar nuevos seguidores, una maniobra hábil y ladina.

Antes de que los bárbaros pudieran decir algo, la maga lanzo dos hechizos. Un primero para ver si había mas puertas secretas de donde venir enemigos, o quien sabe, hubiera más tesoro; y un segundo que era detectar magia para así ver cuáles eran los objetos de verdadero valor.

Nadie comentó nada acerca de las pifias de Thimaz, algo que alegró bastante al enano quien ya tenía bastante con no haber logrado conectar ni un solo golpe en todo ese combate, aún habiendo sido un saco de boxeo, aunque con armas blancas, de esos vampiros. Por lo que, este balbuceó un poco antes de hablar finalmente acerca del asunto en cuestión.

-Yo sé "algo" acerca de trabajar en la forja... -comenzó a decir para luego callarse- pero sí, creo que ellos lo harán mejor si se encargan... ultimamente no estoy muy atento a nada... Quizás sea por culpa de la luna o algo...

Onfale se quedó boquiabierto al ver la cantidad de tesoro que en el fragor del combate no se había detenido a observar detenidamente.

- Duerme todo lo que quieras.- Le dijo al monje.- Yo estaré contando monedas.- Sonrió con la codicia reflejándose en sus ojos. Había visto riquezas semejantes en su vida como esclavo, pero nunca al alcance de su mano, a meno que hubiera deseado perderla. Mientras Leiath apagaba fuegos y trataba de hacer un pacto con los bárbaros liberados, Onfale estudiaba cuál sería la mejor manera de  llevarse lo máximo posible consigo. Acarició la bolsa de contención con la mano mientras recordaba a un viejo amigo.- Oh, Fosco, lo que te has perdido.

El perfumista no sólo debía mirar por sí mismo, sino también por su descendencia.

- Mañana por la mañana honraremos a Hala quemando a esos bastardos.- Con semejante tesoro allí, la idea de quedarse a dormir se le antojaba, de repente, más apetecible.

- Ese estoque de plata lleva mi nombre grabado en su filo.- Dijo apenas capaz de centrar la mirada en un único objeto.- Tenemos que llevarnos todo lo que podamos para la subasta.

Ronan valoró la situación. Miró a Leiath. Miró el tesoro. Miró a Leiath. El tesoro. El tesoro otra vez.

Este no era el trato. Luché con vosotros por la promesa de recuperar la libertad. No sustituiré al Amo Exethander por la Ama Hala. Ni siquiera tenemos que luchar por el tesoro, ¡hay suficiente para todos! Mi clan solo tiene que esperar a que os vayáis y quedarse con lo que dejéis atrás.

Pero...

De fabricar armas solo sabemos afilar nuestras lanzas. No tenemos el conocimiento del acero. Si el enano nos enseña los rudimentos de la forja, nos comprometemos a adorar a Thimaz, la no violencia, aumentar nuestro número como conejos y todo eso. ¿Son esas tus condiciones, enano? ¿Quieres consagrar este sitio a Hala o a ti mismo, qué prefieres?

Mientras negociaban, Alice inspeccionó la zona. No había puertas secretas ni en la sala del tesoro ni en el nido de los ataúdes de vampiro. Tampoco había magia en esas dos salas más allá de los tres sarcófagos de ámbar, y del tesoro ni siquiera el estoque era mágico. El nuevo juguete fálico de Onfale era largo, puntiagudo, de plata y de gran calidad. Le valdría para luchar contra hombres lobo, pero necesitaría lanzar un conjuro de arma mágica cada vez que quisiera usarla contra un vampiro.

El hecho de que le propusieran adorarle hizo que Thimaz se le inflara el ego, al menos un poquito. Y pese a que el trato iba a aceptarlo, algo le dijo que no, algo dentro de él, de su cabeza. Por lo que este decidió actuar con cautela, todo en aras de devolver el favor que le habían prestado tiempo atrás.

-Os enseñaré lo que sé de la forja. -Comentó brevemente- Pero el trato que Leiath ha indicado que se cumpla. A fin de cuentas, yo estoy aquí gracias al Hala ese...

Tras decir esto, el enano echó un vistazo por la aprobación de Leiath y tras esto se acercó a Ronan y le susurró al oído:

^{_{-Y si podéis hacerme una estatua del grandioso Guerrero Enano Thimaz que liberó el solo de incontables peligros esta fortaleza, también sería un bonito detalle, pero eso lo dejo por si os aburrís de hacer lo otro todo el día y toda la noche...}}