Partida Rol por web

Andrei aprovechó la distracción para meterse en la carnicería cerrando la puerta tras de él.

La situación en el jardín se había salido de madre. Era intimidante ver a Leiath ascender en los cielos, con su aura luminosa como una auténtica deidad.

¡BRUJA! ¡ES UNA BRUJA! ¡ANTOINE, LEVINGE, HERVID AGUA PARA ESCALDAR A ESA BRUJA!

La luz del medallón no le afectaba, más allá de tomar a Leiath más en serio. Nikolai sabía que no bastaría con ahuyentar a la forastera, la única manera de proteger a su familia y a sus sirvientes era matar a la bruja, preferiblemente en una hoguera. Los cortes producidos por la daga voladora obligaban al noble a retirarse. Se despidió con otro sonoro

¡PUUUM!

Leiath sintió cómo la resistencia del festín de héroes se acababa. A partir de ese momento, cada bala le dolería de verdad. Nikolai se alejó sin que la daga hiciese nada por evitarlo, pues golpeaba como un conjuro y no había nadie realmente blandiéndola. El noble se detuvo tras un mueble de la misma habitación, que no le ayudaba con la daga, pero le daría algo de cobertura si la bruja atacaba desde el exterior.

Mientras, Onfale se acercó con intención de coger al noble por la espalda. Para ello debería primero entrar en la casa y subir las escaleras. Sin embargo, al acercarse a la ventana de la planta baja para colarse, vio algo extraño en el interior de la casa: estaba llena de polvo y telarañas, como si no hubiese un servicio que se encargara de limpiar a diario. Eso no tenía sentido, Nikolai había llamado por sus sirvientes Antoine y Levinge. Además, habían visto a la figura encapuchada del cochero que llevaba el carruaje en el que el matrimonio de Burgomaestres llegó. Onfale levantó la ventana desde fuera. Podía colarse si quería hacerlo. Pero no iba a enfrentarse a lo que él creía.

Vinthrael no iba a dejar que se enfrentaran sólos a lo loco, por lo que rápidamente se colocó delante de Onfale, observando lo mismo que había visto este, el estado de dejadez de la casa, y se preparó para entrar en la casa

Una nueva lección para la bruja; que te cierren una puerta en las narices es una protección más poderosa que cualquier armadura mágica. Que se quiten los hechiceros conjurando muros de hielo y fuego, donde esté un noblecillo cerrando una ventana todo lo demás es una nimiedad.

Parecía que el destino se estaba burlando de ella, pero Leiath era una mujer con una voluntad de hierro y no cejaría en su propósito.

Volvió a con tejer los hilos mágicos un nuevo hechizo. La seguidora de Hala se volvió insustancial y como una niebla mañanera se coló entre la rendija de la ventana del Burgomaestre en persecución de éste.

Mientras, la daga espiritual seguía haciendo su trabajo.

La maga no creía lo que estaba a punto de hacer. Alice, la impulsora del caos y la destrucción, parándole los pies a Santa Leiath, la encarnación de la bondad en la tierra. ¿El mundo se estaba volviendo loco, o era una de las señales del apocalipsis?

¡TENGAMOS LA FIESTA EN PAZ! No hace falta que la sangre llegue al rio. Con un par de tortas será suficiente ¿no? Leiath No hace falta que te vuelvas la encarnación de la muerte, Hala predica la bondad. Gritaba mientras se acercaba a la casa y veía la farsa que era la vida del burgomaestre. Además, creo que le podríamos preguntar un par de cosas a este “rico” burgomaestre.

Onfale estaba invisible así que no podía indicar al monje que guardara silencio, pero éste lo hizo así de todas formas. El eunuco no tenía prisa, no quería caer en ninguna trampa, así que fue despacio, fijándose en todo.

¡Bruja! ¡Bruja!

Al ver la demostración de Leiath y la letalidad del arma espiritual, Nikolai salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí. La daga espiritual chocó con el marco y quedó atrás. Tal y como pensó Leiath, cerrar una puerta o una ventana a tiempo puede trastocar un combate. El arma de Hala ya no podía alcanzar al noble.

Garkov, gracias al cielo que estás aquí, ayúdame. Ni Antoine ni Levigne vienen a socorrerme. Esa bruja loca intenta matarme.

Sí, señor. Yo me ocuparé de ella, aléjese.

¿Realmente había dos personas tras la puerta? ¿O era Nikolai poniendo una voz más grave para hacer creer a Leiath que allí había más gente? Leiath trató de hacer girar el pomo de la puerta, pero estaba duro, como si alguien del otro lado estuviese sujetando la manilla para que no pudieran abrir.

En la planta baja, a paso de tortuga, Vinthrael y Onfale habían trazado una línea recta entre la ventana y la puerta sin encontrar ninguna trampa. Llegaron al hall, con cinco puertas por las que seguir explorando, pero las escaleras de caracol eran el camino para llegar hasta Leiath y Nikolai, ya sea para matar al noble o detener a la villana.

Alice y Kasder fueron los últimos en acercarse a la casa. Lo más lógico sería entrar por la puerta, pero a través de la ventana podía seguir los pasos de Onfale sin temor a caer en ninguna trampa.

-Maldita sea, pero no podéis hablar como la gente civilizada. Alice aúpame a ver si puedo llegar a tiempo ante ese desdichado y paro este sinsentido. 

Nikolai Radavich! - la bruja puso toda su fuerza en aquellas palabras-. Ultima oportunidad! Abra la puerta y hablemos civilizadamente como corresponde a su cargo o la destrozaré y la ira de Hala caerá sobre usted sin misericordia alguna!

El monje comenzó a subir, con precaución

El monje era rápido y lideraba el camino. Al fin y al cabo era una manera más rápida de comprobar que no hubiera trampas.  Se limitó a seguirlo guardando cierta distancia de seguridad. Seguía invisible así que Vinthrael tampoco iba a percibir si lo seguía de cerca o no.

La maga miro al niño con armadura que parecía tan mono. ¿El pequeñito quiera subir? Espera que yo te ayudo. 

Garkov, por el amor de los dioses, ábrele. La he visto volar, atravesar las paredes. No queremos verla enfadar.

En ese momento, por las escaleras, Vinthrael se había acercado lo suficiente para ver el rellano de la planta superior. Efectivamente, había un sirviente con Nikolai, flaco y de mediana edad. Aunque no se habían fijado mucho en él cuando llegó, vestía las mismas ropas que recordaban como conductor del carro. La presencia del monje hizo que Garkov se girase hacia él, soltando el pomo que sujetaba.

Por favor, señor, refugiese. Yo no importo, pero si a usted le sucediera algo...

Vinthrael siguió con la mirada al Burgomaestre mientras cruzaba el rellano en dirección opuesta a la habitación en la que estaba Leiath. Nikolai cruzó unas puertas dobles hasta otro dormitorio, dónde esperaba su esposa.

Al-al-al-alto...-tartamudeó de miedo, sacando un pequeño cuchillo que no había tenido más uso que el de pelar fruta-. Vamos a calmarnos todos... por favor... No son maneras de com-com-comportarse.

Si es que no te haces respetar, Nikolai. Mira la que has liado, un grupo de aventureros pordioseros se te cuelan en casa como si fueras un simple campesino. Pasa, pasaaaa, que hartita me tienes-dijo Ludmilla antes de cerrar las puertas dobles dejando al matrimonio del otro lado de una endeble plancha de madera que no serviría para librarles de la ira de Leiath.

En la planta intermedia, Onfale jadeaba como un cerdo. Se había esperado que el entrenado monje le dejaría atrás, pero subir las escaleras con el peso extra de su vientre se había convertido en un suplicio. En la planta de Onfale había dos puertas dobles, cada una de ellas flanqueada por armaduras completas llenas de óxido. También había una tercera puerta, más pequeña, al lado de las escaleras. Aún tenía muchos escalones que subir antes de llegar al combate de arriba.

Y un poco más abajo, Alice y Kasder llegaban a la base de las escaleras. Entonces escucharon un ruido misterioso de sonidos de golpes.

Pock, pock. Plom.

El ruido venía de detrás de una puerta abatible, seguramente de alguna cocina.

Leiath abrió de un portazo encontrándose con el siervo que empuñaba el cuchillo delante de ella. No era lo que habría deseado encontrar.

La bruja alzó las manos. No era su intención matar a todo el pueblo de Barovia, tan solo había querido un mínimo respeto.

- No quiero hacer daño a nadie. Señor, baje su arma, se lo ruego. Solo quería hacerle una pregunta al burgomaestre y él se puso a dispararme sin mediar más palabra.

Si usted trabaja para él quizá pueda hablar con usted en su lugar. Parece que tiene mucho más valor y cabeza que esa rata a la que sirve.

Leiath no hizo ademán de atacar aunque su daga vola cerca. Si el hombrecillo se ponía violento, el arma espiritual devolvería el ataque.

El monje esperó en las escaleras ante la irrupción de Leiath por la otra habitación. Había escuchado los pasos de Onfale detrás, pero ni siquiera se volvió hacia esa dirección, simplemente aguardó en una postura no ofensiva, con las manos sujetas a la altura del vientre, pero sin despegar su atención de lo que ocurría, sobre todo en la habitación donde se había metido el burgomaestre

El eunuco, sin aire, se quedó mirando las escaleras que aún le quedaban pro subir para alcanzar a Vinthrael. Por un momento se quedó tentado de ir a lo suyo y ver si podía sacar algo de provecho, pero algo su instinto le decía que poco podría sacar de aquellos nobles venidos a menos. Sólo había que echar un vistazo al óxido de las armaduras y al polvo acumulado en las estancias. Continuo su subida con la esperanza de llegar cuando todo hubiera pasado, entre otras cosas, la ira de la Bruja de Hala.

Casi todos sus compañeros habían subido a la carrera por las escaleras ignorando los pequeños ruidos que venían de una de las puertas, por que todo el mundo ignoraba a los pequeños, ese era su fallo.

Garkov guardó su cuchillo y retrocedió, despacio y de espaldas, en dirección a la habitación de sus amos. Cuando se retiró lo suficiente para tener en su campo de visión a Leiath y a Vinthrael a la vez, se detuvo. Entonces llegó Onfale a unirse al grupo. El cochero se dirigió a los tres.

¿Qué recado he de trasladar al Burgomaestre?

Mientras tanto, en la planta baja, Kasder empujó un poco la puerta abatible para echar un vistazo en la cocina. Estaba vacía, allí no había nadie. El sonido venía del fondo, del armario de la despensa. Era un toqueteo tibio y espaciado, inquietante. Lo único que separaba a Kasder del origen del ruido era el pestillo de la puerta, un poco alto para un mediano, pero que podía descorrer acercando una silla de la cocina y subiéndose encima para alcanzar el cerrojo. El resto de la cocina estaba igual de abandonada que el resto de la casa: un grifo goteaba en la pileta, y había restos de moho en las paredes, dejando claro que allí no se había preparado ni un solo guiso en años.

-Hola, ¿hay alguien ahí?. Habla Kasder a la puerta. 

-Alice, ven a ayudarme con la puerta mientras yo te cubro.