Partida Rol por web

Como símbolo de buena fe, la bruja hizo desaparecer su hechizo de arma espiritual.

Bien... Qué le ocurre a su señor? Por qué es tan arisco? En fin, perdone, no es mi deber juzgar su conducta tan poco civilizada e indigna de un burgomaestre- se aseguró de decirlo bien alto para que los Radavich la escuchasen- Menos mal que su sirviente aún guarda un poco de sentido común y protocolo. Maese Garkov, no es así?

Verá yo no soy una simple viajera. Nací en Barovia y por tanto soy una de sus ciudadanas, aunque he de admitir que llevo tiempo fuera y quizás las cosas han cambiado desde entonces. Por ese motivo y para no incumplir ninguna ley, quería ponerme al corriente de los trámites que hay que hacer en la actualidad para abrir un hospicio.

Mi grupo y yo hemos liberado un antiguo templo de un malvado mago que lo estaba habitando. La ladina criatura secuestraba gente y los obligaba a servirle aún en la muerte. Mi intención es abrir un refugio para la gente de Barovia en aquel lugar. Un hospital, hospicio, un sitio de descanso para el cuerpo y alma, en el que todo quien lo necesite será bien venido en nombre de la gran diosa Hala. Ofrecería curación y lugar para el reposo y oración.

Ya sé que tienen la abadía de St. Markovia en Krezk, pero créame cuando le digo que aquel lugar ya no ofrece el consuelo de antaño.

En resumen, qué debo hacer para legalizar la apertura de dicho negocio? Si el burgomaestre no quiere saber del tema, debería por lo tanto hablar directamente con el Lord Strahd o con quién? Quizás podamos llegar a un acuerdo en el que salgamos ganando todos...

Ansiaba con toda su alma que la respuesta no fuera; 'márchese por donde ha venido'. Rezó a Hala para que saliera en claro algo de todo aquello.

La maga suspiro ante la petición del mediano. A lo que había llegado, ahora era la sirvienta de un medio metro. Ella que podía aniquilar ciudades con sus bolas de fuego, levantar muros de hielo o electrocutar un elefante.

Se acerco a la puerta desde un lateral y abrió el pestillo con un golpe del bastón, para luego alejarse.

Llámeme solo Garkov. Maese Garkov era mi padre.

El cochero se quedó mirando a Leiath como diciendo, "¿en serio? Has liado todo esto por un tema administrativo?".

Vale, sí... Nadie está tan loco para levantar una edificación lejos de las ciudades. ¿Han oído hablar de lo que le ocurrió al Sunny Tear Sanitarium? Ardió el año pasado. Cualquiera puede levantar un edificio sin permiso en medio de la nada, pero estás expuesto a todo lo malo que habite a tu alrededor.

Eso es lo que hacían las Brujas de Hala desde tiempos inmemoriales: construir sus hospicios alejados de los núcleos urbanos para evitar el papeleo y la burocracia.

Lo sensato es construir en el linde de algún pueblo o ciudad, es más seguro, y para eso hay que pedir permiso al burgomaestre. El pueblo está dividido en dos por el viejo camino de Svalich. En la mitad sur ya no se conceden derechos de tierras... es por culpa del pantano. Nadie quiere un montón de mosquitos en su jardín trasero. Le diré a mi señor que conceda una extensión de tierras al norte, junto al cementerio. Entiendo que al ser un hospicio será un edificio grande que necesitará mucho terreno. ¿A nombre de quién deberá extender el documento y dónde podemos encontrarla para hacérselo llegar?

La posada de Amelia también había ardido, y había sido atacada por un Banshrae, en pleno centro del pueblo. Se podría decir que la capacidad de protección que ofrecía construir junto a un núcleo de población era solo psicológica, no sentirse aislado del resto del mundo, pero por lo demás era tan peligroso como cualquier otro lugar.

Mientras tanto, Alice sintió una mano en su hombro. Era Leisl, la Pequeña Zorra la había seguido hasta la cocina. Con el pestillo descorrido, el siguiente golpe en la puerta la abrió haciendo que el cuerpo amortajado cayera al suelo. Estaba flexionado por la cintura, sentado en el suelo (o ladeado después de perder el equilibrio hacia la cocina), y seguramente el ruido que oían antes era el del amortajado dando cabezazos contra la puerta. Como un capullo de gusano, el amortajado se intentaba liberar de la sábana con la que le habían envuelto. Por el tamaño del cuerpo, y por la piel de la nariz que asomaba por un hueco para poder respirar, se trataba de un humano adulto.

Al ver a un pobre desdichado Kasder se relajó, enfundó su espada y ayudo al hombre a liberarse.

-¿Qué le ha pasado? buen hombre, ¿Cómo ha llegado aquí?

De repente Leisl apareció de la nada, ¿Qué susto me has dado?, no hay quién bajé la guardia en este pueblo, todo el mundo aparece de la nada.

-Mhhhh....

Leiath se mesó la barbilla meditando la información que le había dado su interlocutor. Parecía que el sistema no había cambiado tanto como había pensado y podría abrir el hospicio en el Templo del Ámbar sin papeleo ni pago de tasas. Perfecto!

-Bien! No será necesario que molestemos más al burgomaestre entonces. El lugar lo abriré lejos del pueblo, en el monte Ghakis, como le comenté antes. Ya está el edificio hecho solo hace falta una 'limpieza', y además ya dispongo de algunos empleados así que no necesito más personal por el momento.

Cuando esté acondicionado podremos traer panfletos informativos y los dejaremos en la iglesia del padre Sasha si no les parece mal.

Señor Garkov- se despidió con una inclinación de cabeza,- un placer tratar con usted. Quizás los burgomaestres podrían aprender algo sobre sus impecables modales. Le importa que abandone la casa por la puerta de entrada? Me podría mostrar la salida? A propósito, para usted la primera consulta será totalmente gratis. Si tiene alguna dolencia o problema puede acudir a mí siempre que lo desee- sonrió cálidamente al sirviente.

Onfale permaneció oculto pues, aunque el tono de la "disputa" había bajado, no se fiaba de aquel burgomaestre por muy exquisitos modales que tuviera su cochero. Se mantuvo oculto tras su manto de invisibilidad deseando que Leiath se quedase ya tranquila y a gusto y pudieran marcharse de aquella mansión de una vez. Si no querían llamar la atención no lo habían conseguido con todo aquel embrollo.

Alice estuvo a punto de soltarle un bastonazo a Lesli, ya bastante tenia con cuidar del mediano que ahora tenia que cuidar de la pequeña Zorra. ¿Pero que haces aquí? Por poco te… Va, déjalo. Ayuda a Kasder.

Luego miro al hombre amortajado, no era de lo más raro que había visto salir de un armario, pero era algo bastante singular. La rabieta de Leiath estaba dejando al descubierto algo bastante turbio. ¿Hasta dónde le llevarían esa rabieta? ¿La rabieta sería un designio divino de Hala para guiar a los aventureros? Demasiadas preguntas, ahora empezaba a arrepentirse de no haber lanzado una bola de fuego y haber reducido a cenizas la casa. Sin casa, no habría preguntas.

Perdón, perdón... Ya os dije que no me separaría de Alice nunca más. Puedes crear escondrijos con cuerdas para ocultarme de Strahd.

No bastó con desenrollar la sábana alrededor de la cabeza. El hombre estaba amordazado, pero Leisl y Alice le reconocieron: era el maestro de ceremonia de la puja de Krezk.

Mmmmh... Mmmmh...

Al quitarle la mordaza, el señor Seymour respiró hondo por la boca.

Gracias, hijo. Me llamo Alfred Seymour. Un sapo gris me secuestró hace unos días. ¿Podéis darme agua?

Leisl cogió un vaso sucio y lo llenó con el agua del grifo. Se acercó al anciano y le dio de beber.

Glup, glup, glup... Eh, a ti te recuerdo. La pelirroja. Estabas en la puja. ¿Seguimos en Krezk?

A Leisl no la reconoció porque fue más discreta, pero Alice pujó y ayudó a detener a Jacqueline Montarri. En cualquier caso, tal vez deberían dejar al secuestrado en la despensa (si es que no querían levantar sospechas) o llevárselo fuera de la mansión del Burgomaestre (si querían poner al señor Seymour a salvo).

Tras dirigirse a los dos, y recibir las explicaciones de Leiath, el cochero asintió.

Ahm... De acuerdo-dijo, algún algo perplejo.

Con el brazo, Garkov invitó a Leiath y a Vinthrael a bajar por las escaleras. Por detrás de Garkov, se colocó Onfale, vigilante siempre de que el sirviente no hiciera nada raro.

¡SEÑOR, LOS EXTRANJEROS YA SE VAN! ¡VOY A BAJAR CON ELLOS PARA ACOMPAÑARLES A LA PUERTA!

La voz de Garkov bajó por el hueco de las escaleras hasta los oídos de Alice. Si no se daban prisa, Garkov les descubriría.

¡GRACIAS, GARKOV! ¡SABÍA QUE PODÍA DEJARLO EN TUS MANOS!-gritó desde el otro lado de la puerta.

La cosa parecía complicarse por momentos, y todo parecía estar de nuevo relacionado con la subasta. Si, si, se que mucha gente se fija en mí. Dijo la maga con cierto toque de arrogancia y orgullo. No, no estamos en Krezk. ¿Y usted, que hace aquí? Le tenia por un hombre respetable y de etiqueta, alguien que no se metería en un armario polvoriento. ¿Qué ha pasado? Alice mantenía la conversación a cierta distancia. Los años, y las repentinas muertes, la habían vuelto mas cautelosa. El supuesto Alfred podría ser un mimeto o algo peor. Este mundo no dejaba de sorprenderla.

Cuando, al bajar las escaleras, el cochero vio a Alice junto a la puerta abatible de la cocina, se enfureció.

¡Aléjate de la puerta! ¡¿Qué haces ahí?!

El flaco Garkov empezó a hincharse. Uno de sus ojos se volvió más saltón y parecía que iba a salírsele de la órbita. Su piel se empezó a volver grisácea. La ropa fue absorbida por su piel mientras su estómago se hinchaba. Así hasta convertirse en un humanoide con cara de sapo.

Croaaaaac... ¡Malditos entrometidos! ¡Vais a estropearlo todo!

Alice, Leiath y Onfale enseguida reconocieron el espécimen: era un slaad gris. Ya se habían enfrentado a su variante verde en la Abadía de Santa Markovia, pero el slaad gris era algo más poderoso que su primo. Y sí, sí que se había dirigido a los tres en el rellano, porque también podía ver lo invisible, y vio a Onfale desde el principio.

-Así que tu eres el secuestrador de este buen hombre, ríndete y tendremos piedad de ti.

¿Por qué siempre estaban donde no debían? Eso se preguntaba Onfale mientras observaba, entre resignado y sorprendido, la transformación del afable cochero. El resultado final le era, desgraciadamente, bastante familiar. Desenfundó su estoque sabiendo que era Hala quien les metía aquel embrollo y que por eso su Bruja se había empeñado tanto en montar todo aquel numerito. Sin pensarlo demasiado, aún sabiendo que para un sald no era invisible, se decidió a tacar basándose en aquello de quien golpea primero golpea dos veces. 

-¡No dejéis que invoque refuerzos!- Advirtió a sus compañeros, sabiendo que no era el único peligro de aquellas correosas criaturas.

A estas alturas no debería estar sorprendida, pero lo estaba. Creía que había pasado lo peor, que ahora podía retirarse a su Templo y por fin llevar a cabo su misión. Pero los dioses no daba tregua.

Su conocimiento sobre esa criatura que tenía delante le decía que probablemente los burgomaestres de Barovia eran como él. Eso explicaba esa actuación por parte de Nikolai, y que también deberían tener dos enemigos detrás suyo. No veía cómo iban a salir de esa con vida.

Siguiendo el consejo de Onfale, conjuró un hechizo de silencio sobre una de sus monedas de cobre  y se aseguró de que el slaad quedara afectado por ella. En la menor oportunidad se lo pasaría a Vinthrael para ella poder tomar cierta distancia.

La maga comenzó a retroceder, alejándose de la criatura mientras lanzaba un conjuro sencillo, un proyectil mágico. También comenzó a escuchar el conjuro de Leiath y sabía que suponía eso, así que también se separo un poco de bruja. 

En cuanto los proyectiles mágicos de Alice la delataron como una lanzadora de conjuros, Garkov supo que necesitaba invocar a un aliado para hacer el trabajo que Vinthrael le impedía hacer cara a cara. Confiando en el grueso de su piel, el slaad se quedó muy quieto y sus ojos empezaron a brillar. Un gran círculo de luz blanca se dibujó sobre la alfombra y las baldosas del recibidor. Onfale y Vinthrael aprovecharon para cebarse con el ajeno, cada uno por su lado. El monje comprobó que sus golpes eran efectivos contra las resistencias de Garkov. Por su parte, el estoque de Onfale tenía problemas para perforar la piel, pero una vez hecho, el slaad empezó a sangrar como un cerdo, un cerdo con la sangre amarillenta, similar al pus de un grano.

Vinthrael chasquea la lengua con un gesto de fastidio y como por arte de magia un Kama aparece en su mano izquierda, taconea en el suelo y una energía azulada le envuelve por completo pero es apagada en los puños por un aura rojiza cuando pronuncia una palabra que sus compañeros ya conocen: Raeng.

El kama se clava en la parte de atrás de su rodilla, o al menos donde debería estar, y con un fuerte tirón arrastra la pierna de la criatura y hace que caiga cuan largo es. Hincado de rodillas aún, el monje descarga un fortísimo golpe, con la palma de la mano en el esternón de la criatura, haciendo que vacíe los pulmones de aire y entonces mira hacia Leiath y mueve los labios. La moneda no permite distinguir lo que dice.

Era una estrategia que habían usado otras veces, no hacia falta que conociera el conjuro para reconocer los gestos