Partida Rol por web

Satisfecho de sí mismo, el Enano no escuchó ni una de las muchas palabras que aquel otro loco le lanzó. Pese a que sabría que no serían especialmente buenas o agradables, a él no le importaba lo más mínimo lo que diría alguien un par de varias decenas de centímetros más alto que él. Como si desde allá arriba le llegara oxígeno al cerebro.

-Soy un gran doctor...

Musitó para sí al ver como aquel loco en vez de estar con él por más tiempo perdiendo los valiosos segundos de huída, directamente iba en dirección a la habitación con claros síntomas, en su voz, de estar alterada física y mentalmente. ¿Para qué pararse a agradecer al Enano si podría ir allá y hacer su trabajo sin rechistar?. Exacto. Mejor que fuera a hacer lo que el enano entre líneas, le había sugerido hacer.

-Un muy gran doctor...

Todo indicaba, como había dicho el enano, que la niña estaba allí recostada. no había sobrevivido durante toda su vida fiándose de las apariencias. Lo comprobaría él mismo. En guardia, agarrando con fuerza la almádena que le servía de arma improvisada, Onfale se acercó con la intención de defenderse en caso de ser atacado por la dulce niñita. Sin embargo lo que le atacó era un loco pervertido. No es que su delito, el amor por los niños, le asqueara especialmente. Un eunuco creado desde niño, esclavo desde entonces, como había sido él, había sido usado por adultos en multitud de ocasiones, por lo que casi lo veía normal. Lo que no iba a permitir es que le tocara con sus sucias manos. En un movimiento defensivo trató de desembarazarse del loco con un golpe de martillo con muy mala baba. Casi parecía un enano, tan diestro se sentía con el martillo.

- ¿Qué le has hecho?

Piedmon se había quedado en el umbral de la puerta y al ver lo que empezaba a ocurrir se retiró para dejar paso a cualquiera de sus compañeros. Él no estaba por la labor de ponerse a pelear contra nadie, ni contra el paciente, ni tampoco de agarrar a Sunny en caso de que despertara. Realmente no es que no quisiera, es que se veía incapaz. 

En esos momentos ni su mágica sábana ni sus trepidante piruetas podrían servir de nada, quizá como medio de distracción o algo para entorpecer al pederasta, pero aún así no hizo nada de eso. Se quedó de brazos cruzados viendo lo que estaba por suceder.

Aire debió ser la única no horrorizada con el rostro de Leiath. No se inmutó, ni puso cara de asco. ¿Qué más daba cómo fuera su rostro? Si lo importante era cómo era Leiath..

Cuando se quitó la máscara, saludó con su mano a la seguidora de Hala, pero ésta no la devolvió el saludo. Tras ver su aspecto en un espejo, se apartó deprimida del grupo. Le hubiese gustado agarrar el espejo y tirarlo al suelo, pues parecía el causante de los problemas de su amiga, pero la siguió a una distancia prudencial, esperando que pudiera escuchar sus palabras

Leiath, tú sigues siendo tú, yo lo sigo viendo

Y se dio la vuelta, acercándose hasta la puerta por donde desaparecía Onfale, haciendo caso omiso del enano. Pasó por delante de Fifi y la hizo un gesto para que la siguiera, pero sin saber si ésta le haría caso.

Los gritos le alertaron como a los demás, y en cuanto Piedmon se hizo a un lado, entró rápida con el trozo de madera en la mano. Ella no entendía lo que había pasado con la niña, pero algo en su cerebro sí debió entenderlo. Tuvo un vago recuerdo de su pasado, y las manos comenzaron a picarla.

Deshaciéndose de esa sensación, se intentó acercar por detrás de la cama hasta llegar al hombre sin tener ella problemas, y le dio con la madera en la cabeza.

Aire, aquí... Estoy aquí-dijo una voz que surgía de una montaña de peluches y muñecas, en una esquina.

La mano de Aristóteles asomó entre la cabeza de una pepona y el brazo de un perrito de felpa.

De dos golpes, el pederasta se desplomó sobre la cama. Sunny abrió los ojos. Le brillaban. No malévolamente, como los del loco que trató de violarla, sino con el brillo de la locura. Una locura sobrenatural.

¡AAAAAAAAAAH!-gritó la niña, mientras su cuerpo levitó poco a poco hacia arriba, haciendo que la manta resbalase descubriendo el camisón que Sunny vestía.

Los extraños más cercanos a la cama empezaron a notar cómo la mente de la pequeña penetraba en sus cabezas, como un árbol echando raíz. Estaban sufriendo por lo mismo por el que pasó cuarenta y cinco minutos antes el loco que acababan de noquear, cuando trató sin éxito asaltar a la niña.

El Valeroso enano había escuchado un grito en aquella habitación así que heroicamente decidió correr, con su pierna cojeante a ver que era lo que diablos estaba ocurriendo en aquel maldito lugar. Al ver a una niña levitando, sin que nadie la sujetara o elevara de ninguna de las formas posibles, hizo lo que todo el mundo en su sano juicio haría en un caso similar. Retroceder lentamente y esperar a que la situación se solucione por sí misma.

-Thimaz no pega a gente más baja que él.

Comentó para sí mismo a la par que se iba alejando del lugar lentamente. Si el enemigo fuera algo a su altura, como por ejemplo, algodón de azúcar, un cachorrito adorable o quizás una cama mullidita, él sería el primero en entrar en batalla, por cosas nimias como puede ser una infante flotadora, se había auto-convencido que no merecía la pena.

-Chicos, recordad que las personas bajas generalmente tienen vuestras partes nobles a alcance directo. Atacad con una pierna delante de la otra.

Una sabiduría de combate nunca antes vista, seguramente propia de alguien que había librado mil y una batallas con anterioridad y ahora estuviera cansado de darse de tortas con cosas tan comunes como niñas levitadoras.

Cuando la bruja llego furibunda a la habitación de Sunny, los hábiles miembros del aquelarre ya habían acabado con el loco rabioso. De menuda se había librado el pobre infeliz.

Para sorpresa de todos, y en especial de Leiath, la niña se alzó de la cama y levitó. Eso era antinatural! Se quedó paralizada por un momento valorando qué podría estar pasando con la pequeña.

Notó que intentaba meterse en su mente, pero con ella no lo iba a tener nada fácil, detrás de ese débil cuerpo humano se encontraba una fuerte conexión con la diosa más poderosa de ese plano y eso se veía en los ojos de la bruja con claridad cristalina, incluso a través de la máscara.

Mascará que decidió quitarse para plantar cara a lo que había creído hasta entonces era una niña indefensa.

- Alto Sunny! No queremos hacerte daño. No nos ataques, estamos aquí para ayudarte.

- ¡Niña del demonio!- Leiath podía tratar de tranquilizarla, pero el perfumista estaba hasta el gorro de que lo trataran como una marioneta. A punto estuvo de abrirle la cabeza con el martillo. Se quedó con él levantado a la espera de la reacción de la dulce, cándida, poseída e hija de su madre de Sunny.

Alice se asomó para ver que estaba pasando dentro de la habitación. Todo era sangre y una niña volando en el aire con los ojos azules. Esto segundo le llamo la atención poderosamente, un niño con poderes no se vea todos los días pero la sangre se veía más a menudo. En vede quedarse mirando con cara de sopa trato de buscar una respuesta racional o mágica a lo que estaba pasando. ¿Puede que fuera un experimento del doctor, que Sunny no fuera humana, que estuviera poseída….?

Piedmon se quedó mirando expectante como la niña levitaba. El hombre procedía de un increíble circo donde había visto a más de uno y de dos levitar por los aires. Además, estaba acostumbrado a tratar con niños con poderes, que incluso eran capaces de hablar con animales o de ser fuertes como robles. Lo que aún no había visto era a una niña levitar, hombres o mujeres sí, pero no niñas, pero lo cierto es que tampoco le sorprendió en exceso.

Inevitablemente lanzó una mirada en el interior de la sala confiando en que encontraría el truco de magia o quizá algo más sencillo como unas simples cuerdas transparentes o similar. Algo que explicara el motivo sobre lo que estaba sucediendo.

Fuera como fuese, Piedmon siguió sin intervenir, sus habilidades piruéticas no servirían de nada en ese momento.

Aire notó cómo la mirada de Sunny penetraba en su mente y se quedaba allí, como una invitada grosera a la que no se le había permitido la estancia en el lugar. La joven se empezó a golpear la cabeza, para sacar esa presencia de allí, incluso gritó para alejarla. Algo que, en otra persona, podría parecer raro, pero en Aire... Aire era diferente.

Tras unos momentos de lucha interna, la muchacha se enderezó y se quedó quieta, como si estuviese esperando una orden.

No... Nadie tiene una mente tan fuerte. No puedes resistirte a mí. No... pue... des...

Sunny concentró todo su poder en atacar la mente de Leiath. El azul antinatural de sus ojos se hizo más fuerte, más intenso... Y finalmente, aquellos dos luceros parpadearon de agotamiento: ni toda la energía telepática del mundo bastaría para luchar contra Hala. La niña dejó escapar un agónico suspiro antes de desmayarse y caer sobre su mullida cama.

Con Sunny inconsciente, el martilleo dentro de la cabeza de Aire cesó. La muchacha recuperó, no la cordura, pero sí el sentido. Caminó despacio hasta un montón de peluches y muñecas. Aire solo tuvo que alargar los brazos y tirar hasta sacar a su oso Aristóteles de la montaña de juguetes. Aún faltaba encontrar a Platón, la piedra ioun, pero con el reencuentro de Aristóteles y Aire, la familia estaba mucho más cerca de reunirse.

Dos de los enmascarados se miraron el uno al otro. Uno era Onfale. Otro era Alice. Ambos habían oído hablar de un tipo de rareza, la psiónica, la capacidad de alterar la realidad con el poder de la mente. Al igual que había razas que no se llevaban bien con la magia, como los enanos, o a la que eran especialmente afines, como los elfos, también había un componente congénito en la psiónica. Sunny era humana, o por lo menos así lo atestiguaron los expertos en humanidad del Aquelarre allí presente, pero había heredado estos poderes de alguno de sus progenitores. El Doctor Rehner, abuelo de Sunny, no tenía poderes telepáticos. Tampoco sabían nada de la madre o de la abuela materna, pero... ¿Y Néstor Lármika, el padre de Sunny? Seguramente habría más información al respecto en el expediente sobre ese paciente, en los archivos del desván.

Leiath se acercó a Sunny y comprobó que estaba bien, más allá de la fatiga de haber intentado sacar todo su potencial en un instante. La pequeña estaría dormida un buen rato...

Cuando la pequeña se derrumbó sobre el lecho, el corazón de la bruja casi se le salió del pecho de angustia por si la niña hubiera resultado herida de alguna forma.

Corrió hacia la cama y tomó a Sunny entre los brazos.

Pequeña estás bien?- Intentó que volviera en sí. Le acarició la cabeza, suavemente. Le besó la frente como lo hiciera una madre para tomarla la temperatura.

Despierta, bonita. No te vamos a hacer daño, dinos dónde está tu papá y os sacaremos de aquí a los dos sanos y salvos.

Traedme agua! Hay que despertarla- dijo hacia el resto de los encapuchados- Y que nadie le ponga un dedo encima o se las verá conmigo!

Fue más la curiosidad que la protección que Leiath pretendía otorgar a Sunny lo que detuvo el martillo de las manos de Onfale. 

Una psiónica...- ¿Lo sabría Rehner? Si Sunny tenía esa especial capacidad seguramente el Néstor Larmika, su padre, lo llevaría también en la sangre. Quizá pro eso Rehner había demostrado tanto odio hacia él, siendo su prisionero más custodiado.

- Mejor que duerma, ¿no crees?- Trató de que Leiath desistiera de despertar a la niña.- De hecho, no descartaría atarla, como a su abuelo. Ya has visto de lo que es capaz.- Una cosa era que la niña no hubiera podido con mentes tan fuertes como las de la Bruja de Hala o la suya propia, pero no podían asegurar que los demás no sucumbieran a sus artimañas y acabaran teniendo un problema. Sabía de la cabezonería de Leiath así que la dejó a sus cosas y volvió a meter sus cosas en el zurrón, aumentando la luz en la habitación para registrarla.- Voy a ver qué hay por aquí.- Al pasar junto a Aire no pudo contenerse.- Me alegro de volver a verte, Aristóteles.- El sarcasmo era evidente, pero no temía que Aire se ofendiera por ello.

Una vez que los gritos cesaron, el valiente enano volvió a acercarse a aquel lugar para comprobar que todo estaba en orden, asomándose por la puerta vio como aquella muchacha había dejado de levitar y que el resto de sus compañeros fugitivos habían logrado detenerla sin muchos problemas.

-Me alegra ver que ya hayáis ayudado a esa humana en miniatura, al parecer la vi levitar y pese a que no soy un experto en este tipo de cosas, creo que tengo la respuesta por la cual aquella infante flotante se encontraba a un par de pies del nivel del suelo.

Tras una pausa solemne, el enano dejaría boquiabiertos a todos los presentes, pues el misterio que se escondía tras aquella niña había sido resuelto antes incluso de que este supusiera un gran problema para el grupo, y aún mejor, dicho misterio hubiera sido resuelto por el enano, al cual todos despreciaban o usaban.

-Está hecha de aire y de fuego. El fuego siempre intenta ir hacia arriba y el aire es aire. A diferencia de los enanos que estamos hechos de tierra y agua y nosotros no flotamos, o de los humanos que están hechos de agua y tierra. La forma de evitar que levite es llenarle los bolsillos de cosas pesadas, así no flotará.

Thimaz se sentía orgulloso de su razonamiento, a fin de cuentas no podía confiar en sus compañeros de huida ya que sus mentes no eran tan portentosas como la suya, pero aún así, pese a que ni aquellos enmascarados ni la desfigurada tuvieran su agilidad mental o su perspicacia, bien le podría ser útil para huir. Pues el que no tiene cabeza, tiene músculo.

Por suerte para Thimaz, el tiene ambos.

No todo consiste en atar y matar. Protesto la maga roja, la cual ya había sentido en un par de ocasiones la dulce caricia de la muerte. Esta niña simplemente está asustada y por eso nos ha atacado, o eso quiero creer.

Después de expresar su opinión se centró en el noble arte del registro y saqueo, tenían que buscar nuevas pistas. Buscar la aldabada y alguna pista más sobre el plan de fuga.

Tan pronto como el martilleo había llegado a su cerebro, éste se había ido. Su cuerpo, que estaba tenso, se relajó lentamente, como si esperara un nuevo ataque mental o físico, pero nada de eso parecía llegar. Aire empezó a girar para ver la habitación al completo, fijándose en los juguetes. Le apetecía sentarse allí a jugar con ellos, a distraerse de todo lo que les estaba pasando. Pero algo captó su atención

¿Estás aquí? preguntó, dirigiéndose a un montón de peluches. Con prisa, llegó hasta ellos y, sin tener que perder el tiempo en rebuscar, metió las manos y lo sacó. Aristóteles había vuelto

¡Aristóteles, Aristóteles! Aire le abrazó con energía mientras se movía de un lado a otro, como si lo estuviera meciendo. Sus ojos se llenaron de lágrimas que poco a poco se precipitaban por sus mejillas. Aunque nadie pudiera verlo, Aire volvía a ser feliz, había recuperado una parte de ella.

Un viejo loco me ha puesto esta máscara, no puedo quitármela le dijo al peluche, que estaba hablando de manera telepática con la muchacha. No, mi magia no está, dormía mal por las noches y no estabas conmigo. ¿Y tú? ¿Estuviste todo el tiempo con esta niña? Un toque de celos tiñó las palabras de Aire, pero pronto pasaron por su alegría del reencuentro Bueno, ya estamos juntos, da igual. En cuanto encontremos a Platón todo volverá a ser como antes, ya verás.

Volvió a estar en silencio mientras escuchaba a su osito y los demás iban y venían.

Dice Aristóteles que al que sí o sí habría que atar es al hombre ese extraño, por si se despierta e intenta atacar a alguien de nuevo Se calló unos segundos y después continuó Y que si podemos dormir. Si duermo, quizá recupere mi energía y mi magia ahora que volvemos a estar juntos

Sunny iba a estar durmiendo un buen rato, pero había agua en el depósito y tenían un jarro en el que recogerlo. Mientras, registraron la habitación. Había un cuento que explicaba el motivo recurrente del león y el unicornio: una niña que estaba viajando sola se encontró con los dos animales peleándose, y trató de detenerles. El cuento era mucho más largo que eso, y se titulaba "Alicia a través del espejo", pero no había muchas ganas de leer: la gente prefiere buscar aldabas.

Onfale fue el que la encontró. Notó que el cuerno del balancín con forma de unicornio era de metal y tenía un sello en la espiral, como la aldaba del león tenía un sello en un extremo. El cuerno se desenroscaba, y pudieron enroscarlo en el paladar de la cabeza de unicornio. Siguiendo el esquema que había dibujado Néstor Lármika con sus uñas, tiraron de ambas lenguas y de las cadenas que iban dentro del mecanismo. Las cadenas asomaron por la boca, pero nada pasó. A falta de una cuerda, usaron otro de los juguetes de Sunny, la comba, para atar ambas aldabas y tirar de la cadena a la vez, pero no podían alejarse lo suficiente como para que la larga cadena se desplegase del todo. En el siguiente intento, la comba iba atada a las dos aldabas y a un par de trastos pesados que tiraron por el hueco de la lavandería, y fue ahí cuando las cadenas movieron del todo el torno del mecanismo corriendo el cierre y haciendo que las puertas se abrieran.

Tras las puertas estaban los objetos que merecían la pena: Platón, sus mochilas, su oro, sus libros, sus símbolos sagrados... Había otras dos puertas que abrir. Pero una de ellas emitía una luz intensa por el ojo de la cerradura, así que la dejaron para el final. En la otra puerta encontraron sus armas y armaduras, y alguna cosilla más.

Entre otras cosas, además de todas sus posesiones, tenían la bolsa de contención que el Aquelarre encontró luchando contra aquel monstruo tentacular en el granero de la Aldea de la Locura. También estaba la pala que según los planes de Néstor había que conseguir para escapar.