Partida Rol por web

Smoralek sacudió la cabeza a ambos lados en cuanto se pusieron a resguardo. Trató de expulsar agua en todas las direcciones para secarse, pero los kobolds no tenían pelo como los perros.

Estuvo pendiente de Cú-cú y cuando Rashud se le acercó con una poción, respiró más tranquilo. Lo habían pasado realmente mal.

Pero el guerrero del pantano tenía unos sentidos extremadamente desarrollados y se percató de la mirada de Nord. En lugar de mirar hacia arriba, Smoralek dejó la vista gacha, como si no se hubiera dado cuenta de nada, y se fijó en las sombras... Fuera lo que fuera lo que acechaba en las alturas, en cuanto descendiera a por uno de ellos se llevaría un golpe del rajaperros de Smoralek.

¿Potagia de zalir por pataz, dicez? Uhmmm...-quedó pensativo ante la petición de Cú-cú-¿Te refierez a un conjuro de diarrea?

En realidad ese era el conjuro de cagarse por la pata abajo, pero por el motivo que sea Klucky siempre parece medio ido, como si se hubiese fumado algo. No importaba. Mientras que la poción que le dió Rashud antes de entrar en el granero iba haciendo poco a poco efecto, aquel O.V.C.N.I.G. se dejó caer desde la viga, agitando sus poderosas alas y diciendo incongruencias.

¡Andreíta, cómete el pollo! ¡Nyaaaaark!

Algunos la reconocieron como aquella arpía que se llevó a la Sabia Momia Peleadura hace cuatro días, así que no había nada que temer: las coleguis de mis coleguis son mis coleguis. Pero Smoralek no la reconoció y se puso en alerta. Según la arpía Isidra iba descendiendo, se llevó un rajaperrazo en todo el vientre.

Vosotros no sabéis quién soy yo. Soy Isidra, la Princesa del Pueblo-no especificó de qué pueblo se trataba-, y la gente me quiere porque soy auténtica, ¿me entiendes?

Isidra iba armada con un zanco de pollo, y lo blandía como si fuese un garrote, tratando de dar a Smoralek en la cabeza sin éxito.

- ¡Esto por robarnos a la Sabia Momia Peleadura! - Exclamó Smoralek tras el golpe inicial en aquella grotesca criatura.

Después de todo, era más bella que un pataz largaz pero tenía un aire condenadamente siniestro. El Ministro de las Cosas Pequeñas no cejó en su empeño y procuró atizarle otro zurriagazo con el rajaperros.

- ¡Y esto por asustar a Cú-cú! - Gritó mientras notaba cómo el metal de su rajaperros cortaba y desgarraba carne...

Smoralek se puso a saltar y hacer cabriolas mientras golpeaba como un poseso a la arpía.

El joven kobold se incorporó y se apoyó en la viga, Cú-cú no le había reconocido, ¡era la del pueblo! La de ¿que pueblo? Le miro pensativo con su pequeña maza y observó a Smoralek - oye, a la vieja momia, a mi también me hubiera guchtado matarla yo michmo, pero tampoco esh para ponrshe ashí,... seguro que también le dio mucho por shaco a ella - ese "ella" lo dijo apuntándole con su maza - oye sheñora arpía, ahí vuelve a shu viga y deja en paz a nuechtrosh shúbditosh puede uchté hachta sher invitada a comer jamón, pero lo shiento no tenemosh pollo. Y no she tome a mal sher rajada por eshe rajaperrosh, shi no doliera tanto she rajaría hachta el michmo...

¿Me estás llamando vieja momia?-preguntó a Cú-cú-Que sepas que lo importante es ser joven en el interior, ¿me entiendes? Por haberte metido con mi edad, a ti te comeré el último, para que veas cómo me como a todos tus compinches. Porque eso es lo que son, unos compinches. Y unos sinvergüenzas.

La diplomacia de Cú-cú no funcionó como pretendía, pero tampoco le salió mal la cosa. Ser el último en ser comido es un gran honor entre algunas tribus caníbales, porque cuando ya se han comido entre ellos, solo quedas tú, y puedes escapar.

Pronto Cú-cú salió de su error. Ser el último era la peor de las torturas, cuando tu enemigo se pasa el tiempo cantando entre bocado y bocado.

Por otro lado, la canción tenía su miga, y era altamente bailable. Mucho se tenían que resisistir los kóbolds para no ponerse a bailar. Mentes débiles como el de Slorba. Klucky lanzó el fuego de su flamear, que le quedaba en la mano izquierda, y Rashud hizo, por primera vez en su vida, un rayo de la muerte que de verdad supuso la muerte de alguien. Los dos rayos golpearon a la horrenda Isidra, haciéndole explotar la cabeza.

Un minuto después, la poción que Rashud había dado a Cú-cú había agotado su poder mágico en la tripita, en cuanto la lluvia remitiese, Nord podría conseguir todas las trufas y volver al poblado de los Mascapájaros.

- ¡Kurtulmak! ¡Mis oídos! ¡Mis oídos! - Exclamó Smoralek mientras soltaba su arma y se lanzaba al suelo tapándose los oídos. El pobre kobold rodó primero en una dirección y luego en otra, sin sentido alguno, con la única intención de que la canción de la arpía no arraigara en su cerebro.

Incluso segundos después de que Klucky y Rashud acabaran con la vida de la criatura, el pobre Smoralek continuó rodando un poco más.

Finalmente paró. Se destapó los oídos, y al no escuchar ningún alarido grotesco se puso trabajosamente en pie y se sacudió el polvo y la tierra.

Era la experiencia más traumática por la que había pasado desde que eclosionara de su huevo. Sin duda.

Último, o primero, cú-cú necesitaba ver barrio sésamo para saber si eso era mejor o peor, una lástima que no existiera la televisión. Lo que si existían eran instrumentos y por un momento le dieron ganas de hacerse bardo en lugar de hechicero. Y aunque su hechicería dejaba mucho que desear, su oído para la música aun era peor, hasta el punto de tararear la canción de la arpía después de muerta.

Miró arriba en la viga y pensó que era una lástima, haber dispuesto de una arpía les hubiera dado prestigio en el gremio de grupos raritos, pero en fin, solo quedaba rapiñar, ¿que era un combate si no podían rapiñar? Lo malo llegaba cuando estabas en un sitio sin nada que pillar,... o casi nada, una arpía, un nido, un "andreita comete el pollo",... sin pensarlo más escaló la viga a ver si tenían al menos para unos huevos escalfados.

¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Que te cálles! ¡BASTA!

Aquellos maullídos disonantes y distópicos habían herido profundamente el buen gusto del brujo, tardaría tiempo en recuperarse. Incluso podía sentir la angustia de Mordisquitos, el pobrecillo tardaría en volver a guiarse por su oído con esos alardios. Así que se desquitó castigando al engendro con sus poderes arcanos.

Al poco ya estaba resoplando por el esfuerzo, recuperando el aliento mientras el sonido de la tormenta del exterior volvía a invadir las ruinas de la construcción.

-Por Kurtulmak, que angustia he pasado.

Dijo mientras veía como Cú-cú se jugaba el cuello trepando por la construcción. Rashud le siguió trepando sin dificultad mientras su mirada adquiería un tono verdoso.

Rashud llegó antes al nido. En realidad, Cú-cú todavía seguía intentando trepar la viga con sus pequeñas manitas. Y la capacidad de Rashud para presentir la presencia de magia agilizó mucho la búsqueda. Allí, entre unas pajas, el nido guardaba una mochila cuyo interior emitía varias auras débiles.

Lo ojeó. En el interior de la mochila había:

-Pieza de coral rojo pulido valorado en doscientas monedas de oro.

-Huevo de Fabergé valorado en ciento cincuenta monedas de oro.

-Un pergamino que podría tener un conjuro de detectar muertos vivientes si Rashud quisiese arriesgarse a que las letras le robaran el alma.

-Un pergamino que podría tener un conjuro de puerta dimensional si Rashud quisiese arriesgarse a que las letras le robaran el alma.

-Una poción de flechita para arriba, que podría servir para levitar.

-Una varita de estallar con doce cargas.

-Una caja con incienso de meditación.

-Y un retrato enrollado por valor de 50 po de un señor y su perro:

Cú-cú lograría subir en cualquier momento, y la mochila era demasiado grande como para esconderla, pero a Rashud le daba tiempo a coger una cosa y guardársela para él... O podría ser honrado, y declarar a Hacienda todas sus ganancias para que los demás kóbolds se quedasen con una parte.

-¡Por dios, que cosa tan rica! ¡Mirad chicos, con un chucho así tenemos para toda una buena fiesta!- Dijo mostrando el retrato encontrado.

Mientras soltaba el dibujo para tomar otras cosas comentó.

-Hay varias cositas mágicas por aquí... molaaa. Una varita y una poción, a parte de cositas para añadir el tesoro. No está mal, casi merece la pena de haber aguantado los alaridos de esa cosa.

Antes de que llegara Cú-cú, o de bajar lo encontrado, y de que usen los papeles mágicos para garavatear, hacer fuego o limpiarse el culo, Rashud guarda los pergaminos bajo la capa de su atuendo.

- Cuando regresemos a la tribu habiendo expulsado a los pataz largaz y con este tesoro... - Comentó Smoralek pensando en las posibilidades.

El concurso de miss kobold se iba a quedar en algo ridículamente pequeño para lo que el guerrero del pantano tenía en mente como celebración.

- ¿De dónde ha salido ese chucho? - Preguntó mirando al cuadro. - Quizá esté por aquí cerca... - Dijo antes de ponerse a husmear el aire por si captaba algún rastro de semejante criatura. Sí que podrían darse un festín, en aquel cuadro el perro parecía un caballo.

Cú-cú llegó al nido y ayudó a Rashud a meter todo de nuevo en la mochila de la que el brujo las sacó. Tiraron la mochila con todo ese botín de rapiñar, para que lo cogieran desde abajo.

Mía, mía, mía, mía...

¡PLOF!

Y así fue cómo Slorba terminó debajo de una mochila. Mientras la kóbold se recuperaba del golpetazo, y los ministros bajaban por la viga, Smoralek comprobó que no había ningún perro en las cercanías que poder comerse.

La lluvia amainó. Nord no tardó en recolectar suficientes trufas para la cena. La misión había sido un éxito. Era hora de volver para la fiestuki...

Al llegar a los exteriores de la cueva de los Mascapájaros se encontraron con los restos de una monumental guerra campal. Los cadáveres de kóbolds se extendían hasta donde llegaba la vista: ahí al lado. Un quejido desveló la existencia de un superviviente herido de gravedad.

¡Plunger! ¡Plunger, mi fiel Plunger! ¿Quién te ha hecho ezto?-preguntó el druida, arrodillándose y agitando con fuerza a Plunger para sonsacárselo todo.

Aaaaagh... puuupaaaa...

Klucky le pegó un guantazo en toda la cara para hacerle reaccionar. Se notaba que el consejero era druida y tenía experiencia sabiendo tratar a los heridos.

Mi hermano y yo conztruímoz una eztatua en honor a loz trez miniztroz, pero algo zalió mal... La ezcultura cobró vida y empezó a zurrar a loz kóboldz...

¡No! ¡No te mueraz ahora! ¡Tienez que contarnoz dónde eztá eza eztatua!

Pero ya era demasiado tarde... Plunger había muerto. Justo entonces, del interior de la cueva surgió un cacareo quejumbroso, que pronto cesó. Los polluelos oso-lechuza estaban en peligro.

El menudo Rashud ya se imaginaba el regreso triumfal en su nuevo hogar cuando se vio el percal. El brujo no pudo evitar taparse la cara con una garra mientras negaba múdamente.

-Por Kurtulmak, qué desastre.

Dijo paseando la mirada por la zona, esperando dar con algún detalle que delate el causante de todo ello, con suerte algún cadáver... pero tal vez una huella o rastro que indique la naturaleza del atacante.

Menudo desastre, Kurtulmak debía odiarles o quererles mucho,... cú-cú no sabía bien si les dejaba vivir matando a quienes les rodeaban, o si les salvaba de ser víctimas de quienes amenazaban a sus tribus. Se parecía mucho una opción a la otra, con la diferencia de que en una les intentaba ayudar y en la otra se entretenía en verles sufrir. Era una gran desgracia que se solucionaría con pensar en el canibalismo, o dicho de otro modo, más comida para la panza, pero siempre era útil rescatar a algunos súbditos, que si tienen que hacerlo todo ellos, ser jefe no mola, el eslogan "hazlo tu mismo" se ideó para ser venerados, no para currar ellos mismos.

En fin, cú-cú se quitaba la cera de los oídos, preparado para echarse una siesta, cuando un sonido del mismísimo infierno llegó a sus recién destapados tímpanos, el sonido de su queridïsimo koblech en apuros, y eso ya si que no, comer kobolds inchaba la tripa, pero perder a su osito lechucita le jodía el plan de tener de una puñetera vez una montura digna a su grandeza, y por ahí si que no pasaba, como buen kamikaze y hecho polvo comenzó a correr sosteniendo su pequeño escudo y su maza, a la vez que gritaba - ¡KOBLECH MUERDEEEEE! - no sabía si le seguiría alguien, pero ni de broma iban a atacar sin tener represalias a la montura con la que dominaría y sometería a los piernas largas algún día.

Mientras corría no podía evitar pensar en lo chachi que le quedaría a su koblech una cicatriz en la cara para acojonar más a los patilargos, pero no había prisa por que llegara esa cicatriz molona.

Smoralek no podía creer lo que veían sus pequeños ojos de kobold. Toda la tribu… masacrada. Sus adoradores súbditos… ya no estaban. Kurtulmak todo lo veía pero no podía obrar directamente, para ello estaban sus pequeñas creaciones.

Sí, ahora ellos, el Triunvirato, serían la mano ejecutora del dios. Escuchó a los osos-lechuza al fondo y dedujo con facilidad que quien fuera que había atacado a la tribu estaría intentando deshacerse de sus pequeñas y futuras monturas.

Debían de utilizar su astucia y su sigilo, pero Cú-cú gritaba y ya la emboscada no era un plan viable. Smoralek rugió. Que sus enemigos supieran que la muerte se les venía encima.

- ¡GROAAAAUUUUURRRRRRRRRRRRRRRRRGGGGG! -

Y echó a correr adelantando a Cú-cú, dispuesto a rajar con su flamante y flameante rajaperros a quienquiera que había cometido semejante acto de perversión.