Partida Rol por web

Las dudas asaltaron a la bruja cuando corría hacia el enano guerrero. ¿Y si no habían sido sus compañeros los que habían cerrado sus heridas?¿Y si, como aquel trol, ya estuviese infectada por la mordedura ponzoñosa de los lobos?

Ese sería seguramente su destino. Pero lo que más la preocupaba, más que ser torturada por los lobos o ser convertida en un monstruo, era perder el favor de su diosa.

¿Lo habría perdido ya? Solo había una forma de saberlo.

Se arrodilló ante el cuerpo del recíen nombrado Ulmo y con una maño en el símbolo de Hala y otra en el pecho del fuerte enano recitó su plegaria.

El bobo cayó con el certero virote, ¡Bien! Cargo la ballesta y se la colgó del hombro mientras se dirigía hacia la dirección que señalaba la capitana, vio la cadena armada del enano y se paró a recogerla. Que suerte la mía, recogiendo las armas de otros. La situación le recordó al suceso con la rubia y las brumas. ¡Ulmo!, tengo tu cadena. Se colgó la cadena en un hombro y con la ballesta otra vez en la mano se dirigió hacia el grupo que peleaba contra el último lobo, puede que el lobo necesitara su golpe de gracia con la ballesta.

Las silenciosas brumas comenzaron a arremolinarse sobre él. Primero despacio, muy despacio. Pero enseguida fueron cogiendo una velocidad ciertamente endiablada. No podía ver nada, ni siquiera aquella maravillosa luz de paz.

De pronto, el ya casi olvidado dolor de huesos y músculos magullados volvió a recorrerle el cuerpo como un relámpago.

-¡Aggggggh! ¿Qué coño pasa ahora?

El enano recobró la consciencia. La dama Leiath le ayudó a levantarse. Se sentía mareado y con nauseas. Pero el grito de Alice lo devolvió a la triste realidad. A pesar de los lobos que habían caído, el miedo se apoderó de su alma una vez más cuando contempló a la manada deslizándose ladera abajo en dirección hacia ellos.

-Gr...gracias, mi señora. ¡Vamos! ¡Corred, corred!--exclamó a todo pulmón antes de recoger el martillo del suelo y salir a toda prisa detrás del resto del grupo.

El aullido cortó la carrera que Onfale había emprendido en pos de "Ulmo".  En la distancia, los lobos parecían manchas borrosas que se movían deprisa.

No puede ser.

Entre Leiath y él no podrían con el puto enano. A "Ulmo" le podían dar por el saco. Cuando ya iba a darse la vuelta y salir por patas, el mago vio como Leiath rezaba a su diosa. No necesitó escuchar al enano decirle que corriera. Salió disparado hacia Fosco, pero en un rápido barrido del campo de batalla vio el arco de Azaron. Dio un pequeño rodeo para cogerlo. No andaban muy sobrados de cualquier tipo de material, y el guardaespaldas parecía ocupado aún. Afortunadamente el perfumista era rápido y no llevaba armadura, más que la que  le confería la magia, que era muy ligera. Si el enano se levantaba de entre los muertos sería el cebo perfecto para que los lobos se entretuvieran, pues era de los más lentos de todos.

Cuando la muerte de casi todos los animales parecía que les daría un poco de tranquilidad, el lastimero aullido del lobo hace que se me pongan los pelos de punta. No tanto por el grito del lobo en sí, si no por las réplicas que responden su llamada desde lo profundo del bosque y las sombras que las siguen. 

En estas ocasiones no hace falta ningún tipo de liderazgo para saber lo que hay que hacer correr. Pero si se puede evitar, no dejar compañeros caídos a las espaldas. Un rápido vistazo alrededor me hace pensar que la situación más crítica es la de Andaas, pues parece que la bruja ya está atendiendo al enano. Corro hacia donde está tumbado el muchacho y, agarrando con una mano la decorada hebilla del cinturón, descargo el poder curativo del cincho sobre el muchacho.

Al ver al enano recuperarase una luz iluminó la oscuridad donde últimamente había caido. ¡Hala aún estaba con ella!

Eso la dió suficiente fuerza para poder reaccionar frente a la nueva amenaza. Si no fuese por aquello ya se habría tumbado esperando la muerte.

Se unió a sus compañeros en la carrera hacía la salida de aquel atolladero... o mejor dicho... matadero.

Flame decide encargarse del último de los lobos que quedaba en pie. En vista de que sus compañeros no habían sido capaces de derrotarle, tendría que ser ella quien lo hiciera, como siempre.

Así que en un movimiento rápido, a pesar de su armadura se lanzó a la carga contra el desgraciado lobo que había advertido a los demás.

Alzó nuevamente el espadón, y con el temor de que todos aquellos lobos la terminasen alcanzando, lo dejó caer de nuevo sobre el cuello de la criatura.

Había que salir de allí cuanto antes. Eso, o serían pastos de los lobos. El guerrero decide actuar con rapidez y contundencia.

AAAHHHH- grita mientras carga hacia el último de los lobos que quedaba con vida, lanzándole un corte con su espadón en toda su cabeza.

Azaron y Flame cargan contra el lobo, en un auténtico choque de rinocerontes. Flame descarga un poderoso golpe contra el lobo, pero Azaron se adelanta interponiendo su espadón y matando él al animal. Entonces el arma de la humana se hunde en el filo del humano, y unas grandes grietas se abren paso por ambos aceros. Las dos espadas quedan en un pésimo estado. Otro mal golpe, y se romperán para siempre.

Luego llega Klasius, que cura con la magia de su cinturón al joven Zlatko. El Barón de Andaas se despierta a los pies de Azaron, amenazante con su figura sombría y su enorme espadón ensangrentado. Es el Barón Fortich el que tira de él para ponerlo en pie.

¡Hacia la trampilla, chico! ¡Vamos, deprisa!-dice empujándolo en dirección norte.

Onfale coge el arco de Azaron, Alice la cadena del enano y Ulmo su propio martillo. Como puede, Fosco se vuelve a montar en el despistado de Rufus. Todos corren al bosque... no todos son igual de rápidos. Ulmo y Klasius tienen las piernas demasiado cortas. Azaron y Flame visten pesadas armaduras. El peso de la cadena armada es tal que Alice no puede correr todo lo rápido que le gustaría. Eso le pasa por hacerle un favor al enano. Corren como pollos descabezados entre los árboles. En medio del caos pierden de vista a los más veloces.

Mientras, la Capitana Vanator guía a los que son capaces de seguirla hasta una trampilla de madera en el suelo del bosque. Con ella van los dos Barones. También los "brujos" Leiath y Onfale. Y el pequeño Fosco, a lomos de Rufus. La Capitana destapa la trampilla. Una escalera de mano desciende diez pies hasta el túnel que los pondrá a salvo. El Barón Fortich insta a Zlatko a bajar primero, luego es el momento de la clériga y el perfumista. Rufus encara el foso y se para en seco. Los perros no bajan escaleras. No si no están lo suficientemente entrenados para ello. El perro idiota no bajará. No si alguien como Nikeras no le fuerza a ello.

A un cuarto de milla de allí, están los rezagados. Los gruñidos de la manada se escuchan cada vez más cerca. La mujer pelirroja lanza a Hollín al aire. El cuervo sobrevuela el bosque. Una cortina de hojas le tapa lo que ocurre en el interior del bosque.

Fosco espolea a Rufus con fuerza, pero el perro no da ni un paso hacia la caída que le espera. Todo lo contrario... mueve el rabo. Alza la vista al cielo con su mirada de idiota. Empieza a ladrar. Atraerá a los lobos.

Alice, Flame, Ulmo, Klasius y Azaron escuchan unos ladridos a lo lejos, pero la acústica del bosque no les permite ubicar la dirección. Hollín se vuelve a dejar ver. El cuervo estaba sobrevolando determinada zona cuando debajo de él Rufus se puso a ladrar. Ahora puede guiarlos. Los rezagados llegan a la trampilla. Los lobos ya son visibles a golpe de vista. Hay que bajar rápido.

Fosco mira la trampilla y ve que Rufus no va a entrar. Piensa en irse con su adorado estúpido y huir, ya encontrará a sus amigos. Estaba dubitativo. Miraba con tristeza como sus compañeros pasaban hasta el interior de la trampilla. Miró hacia atrás y atraídos por los ladridos de Rufus aparecen más de sus compañeros. Ya está Rufus. Sé que no quieres entrar. Tranquilo.. dice acariciando a Rufus. Mira hacia el bosque y ve lo inevitable...huir y no abandonar a su perro.

Al llegar a la trampilla, gracias a los ladridos del perro, observo la escena del perro en la entrada:

- Sí quiere entrar Fosco, lo que pasa es que no sabe, le da miedo.

Todos los perros quieren ir a donde esté su amo, aunque a veces les cueste hacerlo.

Cojo una ramita y la agito en frente del perro para ver si le provoca interés y, si es así, se lanzo al interior de la trampilla esperando que la siga.

Con la respiración entrecortada Onfale llegó a la trampilla siguiendo a la capitana de Von Ziyden a través del bosque. Rufus, el perro de Fosco, aunque cada vez dudaba má que fuera suyo, volvía a hacer de las suyas. Al mago le importaba poco que el animal se quedara fuera. Cicuta había dejado claro que era a los hombres a los que se la habían jurado los lobos y que, el cuatro patas, no tenía nada que temer. En este momento creía que el amor de Fosco hacia su perro acabaría llevándolo a la tumba. Echó una última mirada atrás para después escabullirse al interior del túnel a través de la escalera. Una vez abajo se quedó esperando impaciente a los demás. Sólo podía pensar en que cerraran aquella trampilla para poder ganar unos minutos, al menos, de tranquilidad.

Confiando ciegamente en el cuervo llega hasta la trampilla, Maldita cadena, si llego a saber que pesa tanto la dejo tirada en el suelo. Al menos si fuera de oro. Vio al perro idiota mirando la trampilla. Perro idiota…perro idiota… estúpido Hollín como siempre tan oportuno, empezó a meterse con Rufus. La maga estaba impaciente por pasar por la trampilla. Con un rápido movimiento tiro la cadena por el agujero. Venga… venga… Apremio, no estaba dispuesto a perder la vida por un perro idiota.

Exhausto, el enano llegó en último lugar a la trampilla. Allí sólo quedaban Fosco y Rufus. Al parecer el mediano no era capaz de hacer entrar al cánido, pero el aullido de los lobos se acercaba peligrosamente.

-¡Ahora verás! De esto me encargo yo.

Sin pensarlo dos veces, el viejo dio un pequeño rodeo para tratar de zambullirse en el agujero empujando al mismo tiempo al terco animal. Sin embargo, un desafortunado traspiés hizo que cayera rodando sin poder agarrar al perro y sin saber muy bien si iba a perder los cuatro dientes que aún tenía.

Todo el grupo corría para salvar la vida de la enorme jauría de lobos que se acercaba tras ellos. Unos se movían mas de prisa y que otros, y Azaron solo esperaba no quedar el mas rezagado... al menos no lo suficiente para que aquellos animales le diesen alcance. 

Y justo cuando llegaba a la trampilla el dichoso perro estaba en medio. El guerrero no iba a dejarse morir por un estúpido animal, por lo que busca el espacio para rodearle y así entrar en la trampilla, a salvo

Flame gritó de dolor cuando comprobó el estado de su espadón. Parecía que le doliese más que el acero se hubiese desquebrajado que las propias heridas que ella tenía en su cuerpo. ¡No, no, no! ¡No puedo creérmelo! Pensaba una y otra vez mientras comprobaba el estado de su arma.

Luego lanzó una mirada de odio a Azaron, otro más que añadir en su lista negra. Todo es por su culpa, ¿por qué tuvo que interponer su espadón? Dijo negando con la cabeza mientras se lanzaba a la carrera, maldiciendo todo lo que estaba sucediendo.

¿Y se pensaba que el viaje en El Miseria había sido duro? ¡Todo aquello no le llegaba a la suela de los zapatos! Al menos allí, no había tenido que estar preocupada continuamente por su vida. Era cierto que había momentos inciertos, y que no sabía si moriría o no. Pero en el tiempo que había pasado desde que bajó de él, había visto más veces peligrar por su vida y temer por ella, que cualquier suceso ocurrido en el barco.

Así que, cuando alcanzó la trampilla suspiró aliviada. El perro estaba en medio, pero Flame no le dio ninguna importancia, así que allí donde vio un hueco, la muchacha se dispuso a bajar la escalerilla. Sin preocuparse, ni del mediano, ni del perro, ni de nadie que pudiese estar en medio. Tan solo le preocupaba su pellejo, y el estado de su espadón.

Rufus estaba negado a bajar. Fosco ya iba a marcharse cuando Klasius agitó un palo y Rufus fue a cogerlo entrando en la trampilla. La cara de sorpresa del mediano fue grata, ya había aprendido algo de su compañero. Lo acarició Eres mi única familia Rufus. Perdóname. Y lo abrazó, habitualmente le desesperaba, pero parecía que todo iba a cambiar de ahora en adelante. Empezaba a comprender a su perro. Justo cuando se movía el can, el enano venía raudo corriendo con la manos alzadas. En su rostro había una sonrisa, el movimiento de Rufus hizo que el enano se despitase y callera escaleras abajo. Fosco lo miró y luego se giró a Klasisu Gracias compañero