Partida Rol por web

A primera vista, las desoladas llanuras que cubren los Valles Inferiores Occidentales parecen infinitas. Incluso desde las alturas de las montañas Nubladas, el Anduin es poco más que una distante cinta plateada que corre separada de las faldas de las montañas por muchos kilómetros de praderas desiertas. En su zona oriental es posible encontrar buenas tierras de cultivo y de pastos, pero las granjas de los hombres del norte que en el pasado vivían allí, hace ya mucho que fueron tragadas por la vegetación.
La zona occidental de la región es un paisaje en el que se alternan pequeños bosques de matojos con colinas calizas, y que llega hasta las faldas de granito de las montañas Nubladas.
El río Gladio marca la frontera septentrional de los Valles Inferiores Occidentales. Hacia el sur la tierra va ascendiendo hacia las llanuras pedregosas del valle del Arroyo Sombrío, o entra en el triple valle del bosque de Oro, donde ningún viajero se atreve a ir.

La zona occidental de la región está prácticamente desprovista de vida, aunque un viajero podría divisar algún conejo, cuervo, o quizás un oso en alguno de los bosquecillos de la zona. Hacia el este, donde la tierra es más rica, pastan manadas de caballos y vacas salvajes, además de ciervos, y manadas de lobos que viven de cazar a estos últimos.

En el pasado esta región era considerado el granero de Khazad- Dûm, la gran ciudad de los enanos bajo las montañas Nubladas, y muchos hombres del norte trabajaban la tierra como pastores y jornaleros, proporcionando a los enanos comida a cambio de sus trabajos como canteros, herreros, y mineros. Vivían en granjas dispersas por toda la región. Con los años, y una vez que las minas cayeron bajo el poder de la Sombra, las granjas fueron abandonadas: cuando Khazad-Dûm quedó desierta, los granjeros ya no podían vender sus productos, y fueron marchándose en busca de un nuevo hogar, algunos al este y otros al norte.

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   Esta zona pareciera que me sonaba menos, pero en fin, hay que ir. Pero estoy más acostumbrada a la suave alfombra de agujas de pino y hojarasca del bosque y las onduladas colinas y... Vamos, que me cuesta algo más el cambio de terreno y sudo la gota de gorda, pero intentando que no se me note, toda muy digna yo.

   Pero al menos, con gran sorpresa por mi parte, se me da mejor cazar. Yo que esperaba alguno de los correosos pajarracos, los halcones sombríos, o algún conejo o dos a lo sumo, cuando consigo cazar un rechoncho puerco, un jabalí que nos da buena carne para unos cuantos días. No nos dará tiempo a ahumarla correctamente para semanas, pero sí un apaño para que nos aguante hasta consumirla. Además, otra cosa no, pero se de hierbas para darle sabor. Que no todas las hierbas son para restañar las heridas, en cocina le suelo dar buen uso.

   - Esta carne, algo ahumada y condimentada con estas hierbas, durará hasta que la agotemos. Falta un barrilito de aguamiel y podríamos tener un pequeño banquete que no tendría nada que envidiar al Salón de la Montaña. -

   Comento mientras despiezo el jabalí y preparo la carne.

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Dejamos atrás las barcas, escondidas por Yedra, y continuamos a pie hacia las montañas. El camino iba a ser duro y ahora debíamos de cargar con el peso del equipo. Yo no estaba acostumbrada a tan largos viajes, así que seguro que sufría más de lo habitual los rigores del viaje. Caín avanzada a mi lado, siempre fiel, siempre atento a lo que a nuestro alrededor pasaba.

-"¿Por dónde creéis que debemos ir? Puede ser una odisea dar con algún rastro de la situación de la morada de los enanos... Incluso cabe la posibilidad que nunca la encontremos..." Dije bastante pesimista.

Therusia miró asombrada aquel nuevo paisaje y aquellas granjas que se veían a lo lejos, abandonadas, pero aún en pie por la maña de sus hermanos de las Colinas Nubladas. Si bien nunca había podido ver aquellas granjas con sus propios ojos, conocía el alma de aquellas piedras. Pero nada había ya que hacer en aquella zona, absorbida por la Sombra, como tantas otras. Aquello, unido al lugar maldito que habían dejado atrás, perturbaba el corazón de la enana, que al igual que Amaltea parecía baja de ánimos. En realidad, todos parecían bajos de ánimos y cansados, incluso el orejas-picudas, que hasta el momento había ido más tieso que una barba almidonada, parecía ir más cabizbajo. Y aunque el jabalí de Yedra ayudaba, la funesta declaración de Amaltea, no tanto. 

—Bobadas —dijo sin dar rodeos— Somos hábiles escondiendo entradas, pero eso no significa que seamos espíritus que se desvanecen en el aire. Deja esas habilidades a los medianos y los fantasmas. Además, ¿no se habló antes de partir que un enano es capaz de encontrar a otro? Pues aquí hay una. Y esta enana no va a volver ante Balin y Gloin con las manos vacías. Ahora disfrutemos de la pieza que Yedra ha conseguido y descansemos antes de seguir. 

Therusia miró a las montañas. No tenía ni idea de donde estaba, pero por algún motivo, más allá de su cabezonería, creía saber por donde ir. Al fin y al cabo, la forma de los caminos y las rocas hablaba por si misma. No sería tan difícil. Sobre todo si evitaban ir por las zonas problemáticas

—Lo mejor será evitar el Valle, aunque si vamos por aquí, lo veremos en la distancia. No es mala idea tenerlo a la vista. Después en lugar de acercarnos directamente daremos la vuelta por rodeando esa montaña... no recuerdo su nombre— Therry parecía un poco confusa, pues su poca experiencia en viajes de aquel tipo y su falta de interés por los nombres era un lastre. Sin embargo, si tenía buena orientación y sabía mas o menos donde tenían que ir—pero si vamos por allí tendremos Barazinbar a nuestros pies, sin meternos por el Valle.

Ni por Khazad-dûm... Khazad-dûm Therry, estás al lado de...

Al pensar en todas las leyendas que se contaban sobre aquel lugar, la enana sintió un escalofrío que debió de verse reflejado en su rostro

—Ni por otros sitios peligrosos

Quizá por sentirse algo más unido a las féminas, con las que poco a poco iba avanzando en su camino hacia el objetivo marcado así como en su propia relación. Tal vez la mayor cercanía a su pueblo, el hecho de pisar tierra firme donde creía tener mayor control y confianza, o el deleite que le proporcionaba admirar la viveza de la vegetación y los animales salvajes. Sea como fuere, el hecho de adentrarse nuevamente a través de los valles occidentales, al sur de los traicioneros campos gladios, parece que revitalizó el ánimo de Ithildir por momentos.

—Magnífica pieza, dama Yedra. No sólo sois una gran conocedora de las hierbas, sino que también sacáis buen provecho de ese conocimiento al cazar animales y también al cocinarlos. Y si no, mirad cómo disfruta Caín... Apenas le cuesta deshacer los huesos con su potente mandíbula ¡Vaya bestia formidable! —comentó con una sonrisa, esperando alegrar los aparentemente cansados semblantes de las muchachas—. No os preocupéis por lo que sobre. Yo me encargaré de portarlo. 

—Confiamos en su criterio, señora enana. Seguro que los encontramos —respondió a Therusia, a la que también notaba dubitativa en cuanto a la manera de afrontar la etapa más compleja.

     Durante 4 días avanzais por una inmensa pradera que crece salvaje, siempre con la visión de los enormes picos de las montañas frente a vosotros. Salvo Ithildir el resto os sentís muy desprotegidos por la falta de bosques o rocas o... algo, lo que sea, alrededor. No hay lugar donde ocultarse más que pequeños matorrales o algunas zonas de hierbas altas y sobre vosotros de vez en cuando pasan grandes bandadas de cebrain que suelen ser portadores de noticias paras los trasgos de las montañas.

     Atravesáis algunos campos de cereales salvajes que en su día fueron cultivados por manos humanas y también encontráis restos de antiguas edificaciones comidas por la naturaleza de forma muy dispersa. Amaltea os señala en dos ocasiones viejos restos de algún combate donde todavía se ven las partes metálicas de armas de humanos y trasgos medio enterradas. Son los únicos signos de algo parecido a civilización que entráis en todo este tiempo.

     Os quedan dos días para llegar a las primeras estribaciones de las montañas y a vuestra izquierda Los Gemelos, dos grandes montañas que a cierta distancia parecen tener el mismo corte, altura e incluso mismos neveros, os vigilan como gigantes severos. Al haberos desviado ligeramente podéis tener esa sensación de similitud que mientras caminabais frente a ellos se desdibujaba ya que esa imagen de igualdad sólo se da desde uno de los flancos de las montañas.

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   Habiendo comido bien, pues tiro para adelante, feliz de la vida, sudando un poco, pero viene bien para hacer ejercicio. Viendo el trino de los pájaros... aunque claro, pájaros aquí pueden ser buitres carroñeros o aves sombrías, pero en fin, el caso es viajar con actitud positiva.

   Y ahí estaba yo, caminando, pensando en mis tonterías y perdida en mis pensamientos sin prestar toda la atención que debería al camino.

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La enana avanzaba y de pronto, volvía a sentir la inquietud que hacía ya mucho tiempo que no sentía. La absurda sensación de que iba a caerse a ese cielo infinito, poblado de nubes que no amortiguarían ni frenarían de ningún modo aquella eterna caída. Fruto de esa inquietud, Therusia iba lanzando de cuando en cuando miradas hacia el cielo, dando la impresión de que buscaba algo allí arriba. No entendía como el elfo se podía sentir tan cómodo. Seguramente porque pesaba tan poco que no podría ni caer, solo flotar ¡Que raros eran los elfos! Más aún de lo que narraban las historias de su hogar.

El galadhel continuó el acercamiento a las montañas con energía, acompasándose al más pausado paso de sus compañeras. Admirando los vigilantes Gemelos, Ithildir notó en su estómago el temblor por los nervios. Estaban ya cerca, y ahora comenzaba la etapa más dura. ¿Serían capaces de encontrar el hogar secreto de los enanos? Trató de recordar lo que había visto su señora, y sumido en sus pensamientos permaneció un buen rato mientras andaba.

Me estaba agotando a pasos agigantados. El tiempo de sedentarismo en el Salón de la Montaña me había dejado fláccidos los músculos y ahora lo pagaba. Nunca había sido un portento de la naturaleza, pero sí aguantaba días enteros de fatigosa caminata. Ahora sin embargo, me dolía todo el cuerpo, con algunos calambres de vez en cuando. Aún nos quedaban dos días de camino para llegar a las estribaciones de las Montañas Nubladas y por el camino veíamos algún pequeño rastro de antiguas construcciones o sucesos que acaecieron hace mucho tiempo. Caín iba alegre a mi lado, olisqueando todo a su alrededor y moviendo el rabo de un lado para otro. Se notaba que prefería andar a ir en barca.

—¡Los gemelos! —gritó de repente el elfo tras virarse una vez más y posar su fina vista sobre las montañas—. ¡Parad un momento, por favor! 

Sin dejar de admirar el horizonte y con el ceño fruncido, Ithildir continuó relatando lo que le habían instruido anteriormente.

—En la visión de mi señora había;un camino. Partía desde el Anduin, y se dirigía a las montañas. ¡En particular a dos picos gemelos! ¡Deben ser esos! —bramó mientras señalaba con brazo firme las que parecían por ahora dos idénticas montañas—. En mitad del valle que se abre ante ellos había una... Una nube oscura, que se retorcía y giraba sobre sí misma, y de la misma surgían palabras olvidadas y lengua oscura. 

—¿Qué visión? ¿Qué señora?

Therusia entornó los ojos mirando al elfo con suspicacia. Ya sabía que se venía guardando información, puesto que era muy extraño que desde tan lejos se preocupasen de unos enanos desaparecidos, pero aquel arrebato le escamaba.

—Me parece que te has estado callando muchas cosas, abrazaarboles—gruñó la enana apretando el puño, con un tono claramente molesto. Ciertamente, no podía decir que se sintiese igual de traicionada que con la deserción de Ingolt y que el tono no era agresivo, pero contenta no se la veía precisamente— ¿Qué has venido buscando en realidad?

—¿Perdón? Eso no importa ahora, señora Therusia —respondió a las primeras cuestiones y obviando los malos modos de la enana, tras lo cual su tono de voz adquirió un matiz más severo—. ¿Que qué vengo buscando? Lo mismo que vosotras, o eso creo. Esclarecer qué ha ocurrido con esos enanos y descubrir qué significa ese mensaje. Ver si hay un mal que pueda no sólo afectarlos a ellos sino al resto de pueblos de la región. No es la primera vez que asuntos oscuros atraen la atención de ruinas aún más oscuras. No busco riquezas, lugares secretos ni saber oculto de su pueblo, si es eso a lo que se refiere. No oculto nada. Eso es lo que sé.

—No temo por los secretos de mi pueblo; me irrita la falta de honestidad. Es la primera vez que mencionas las visiones, y creo que hubiese sido de utilidad saberlo— respondió, terca— Nos hablaste de una sombra, algo que todos sabemos que hay, dada la ubicación de las pistas, más no de acertijos y visiones. El saber eso de lo que hablas podría haber hecho nuestro viaje más rápido, pues sabríamos a donde dirigirnos, pero decidiste callarlo, mientras que nosotras hemos sido claras desde el principio.

Malditos orejas picudas, siempre urdiendo, siempre guardando secretos

Therusia parecía muy ofendida por lo que aquel tipo acababa de revelar, pero aún así, silbó al aire y, momentos después, Yncriff apareció volando hasta posarse en el brazo de la enana, acto que la enana agradeció con un trozo de carne del jabalí y una leve rascada de espalda, que al cuervo parecía gustarle.

—Tengo un favor que pediros, amigo. Dad una vuelta por esos picos e informarnos de lo que veis, lo que a nosotros nos costaría días, a tus alas les tomará pocas horas— le explicó, esperando que el animal aceptase sin problemas. En ocasiones, si el cuervo se mostraba inseguro, le costaba decidirse a hacer aquellos favores, pero normalmente los cumplía sin vacilar. —¿Nos harías ese favor? Mas se precavido.

      Yncriff no está dispuesto a ir hacia las montañas, la presencia de bandadas de cebrain es bastante desalentadora para intentar colarse y además te dice que hay algo más entre los picos que no está dispuesto a investigar. Apoya la idea del orejaspicudas sobre que hay algo oscuro allá donde vais.

     Respecto a la idea de dejarle un regalo poco apetecible tienes que tirar (la última vez no salió muy bien xD)

     Cain llama tu atención y cuando te acercas está escarbando la tierra hasta que consigue despejar lo que parece una losa de piedra, al momento hace lo mismo un poco más adelante y aparece otra losa y repite lo mismo una vez mas. Ante ti empiezas a ver un camino de piedras perfectamente unidas que tan sólo han sido cubiertas por polvo y barro pero que cuando te fijas eres capaz de ver el recorrido que hace a través del terreno.