Partida Rol por web

En aguas inciertas

1. HOMBRE AL AGUA - El mar

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06/09/2021, 15:18
Director

Todo es azul. Todo es agua. Todo es mar.

¿Hace cuánto que estáis así? ¿Unos días? ¿Unas semanas? Ya no podríais estar seguros. El paisaje se mantiene imperturbable. El agua moja. El sol quema. No escucháis aves. No sabéis ni siquiera en dónde estáis: en algún lugar entre la costa del Imperio Antoniano y las Islas Oceánides, o quizás más cerca de las costas de Herenhout, pero ¿qué importa? Es imposible llegar nadando hasta tierra firme. Tenéis sed. Tenéis hambre. El océano será vuestra tumba.

Estáis encima de algunas tablas de madera que han sobrevivido al naufragio del Venturoso, la carraca en la que viajabais. ¿Cómo naufragó el barco? Ni siquiera podéis estar seguros, y eso lo más terrible de todo. Realidad y pesadilla se mezclan en una telaraña inquietante. Era de noche. Dormíais bajo cubierta. De pronto, una tormenta azotó la embarcación. Truenos, rayos, olas gigantes. Y luego apareció la niebla. Recubrió el interior del barco hasta el último rincón. Era imposible ver a más de dos metros de distancia. Aquella niebla no era natural.

Entonces, los tripulantes comenzaron a morir. O, mejor dicho, comenzaron a ser asesinados. Había sombras moviéndose entre la niebla. Escuchabais los gritos de los desprevenidos cuando eran atrapados por una sombra y sometidos a Dios sabe qué clase de muerte infame. Subisteis a la cubierta. La tormenta no cesaba. De pronto, un fuerte sacudón inclinó al barco hacia la izquierda, os hizo perder el equilibrio y os tumbó hacia el agua. Quizás eso fue vuestra salvación. Minutos después, la carraca crujía, se astillaba y comenzaba a hundirse, arrastrada hacia las profundidades.

Sois los únicos sobrevivientes. Desde entonces la corriente os ha llevado lejos del sitio del hundimiento. Todo es azul, todo es agua, todo es mar...

Notas de juego

¡Empezamos! Como dije, es una escena más interpretativa que otra cosa, para que habléis/deliréis como queráis, antes de que los demás terminen de armar sus fichas.

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06/09/2021, 16:33
Hans Grüber

Indignante... —musitó presa de un delirio febril, empezando a notar entumecidas las piernas en el bamboleo del tablón al que estaba sujeto.

—Yo, leyenda entre las leyendas, maestro de ardides y estratagemas, Príncipe informal del Gremio más infame de todo el continente... Vencido por un fenómeno atmosférico perturbador y por lo demás rodeado de misterio... ¡Bah! —bufó hundiendo el rostro entre los brazos con los que se agarraba al tablón y deslizando su afilada mirada de izquierda a derecha.

—Más valdría haber muerto víctima de una intriga que por el insoportable tedio que produce ver todo a mi alrededor de color azul salino, voto a bríos... ¡Infame final el mío!

Miró de reojo con vulpinos ojos pardos a la jovencita encaramada al tablón junto a él.

—No dramatices, muchachita. Apenas has vivido, pero a fe mía que no te pierdes nada. Sufrimiento, desazón, desengaños y poco más. La vida siempre se las arregla para obligarte a jugar a los dados. Y si no me suelto de estos tablones es por la sencilla razón de que morir ahogado es un destino cruel que aún no he terminado de aceptar, aunque la probabilidad de que acontezca empieza a ser preocupantemente alta, debo reseñar.

No parecía haber mucho que hacer allí varados en mitad del vasto océano. Morir de aburrimiento era una opción muy real, una a la que Hans Grüber, alias el Barón de Münchausen, no estaba dispuesto a ceder.

—Tengo una proposición para vos, jovenzuela. Contad un anhelo, una tarea que dejáis sin hacer en esta vida cruel y carente de sentido lógico. No reparéis en detalles, así será más interesante. Y si morís, quizás vuestra alma yerre por los mares hasta dar cumplimiento a vuestro deseo. ¿Qué me decís? ¿Hm? Todo son ventajas.

Hans era un hombre de mente demasiado despierta para recurrir a las canciones populares en aquel delicado momento de su existencia.

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06/09/2021, 18:36
Wanda Weiß

Wanda entreabrió un ojo con disimulo, observando el vasto horizonte azul que se extendía ante ellos, negando con la cabeza al no ver nada más que océano a su alrededor; iba a terminar empachada de tanto contemplar el mismo escenario durante tantos días. Parecía mentira, pero anhelaba encontrar cuanto antes tierra firme o  al menos una embarcación que les socorriera, por difícil que pudiera ser en aquellos instantes. De lo contrario, su final resultaría tan triste como morir deshidratada en un tablón de madera junto a un hombre incalificable. "¿Hemos sobrevivido a un naufragio misterioso para esto?" —se dijo, alzando la vista al cielo. Sin rastro de gaviotas. Mal asunto.

Escuchó entonces con aire distraído las palabras de Hans, quien disponía de una energía curiosa a pesar de su aspecto de persona mayor. Desconocía su edad exacta, aunque apostaría el oro de otro a que contaba con unos cuantos lustros a sus espaldas. Cuando quiso contestarle, comprobó que tenía los labios cortados y que le sabían a sal.

Herr Grüber... —murmuró, mirándolo fijamente a los ojos—. ¿Cree que estaremos próximos a alguna zona de rutas mercantes? —le preguntó, albergando la esperanza de que el veterano adulto lo supiera—. Si no hubiera perdido en la caída el catalejo que le birlé a ese zoquete del parche, podría tratar de ver algo más lejos... farfulló, recordando la "adquisición" que la había estado entreteniendo en las últimas semanas.

La joven meditó en silencio lo que le había planteado. Agradecía aquella iniciativa, porque era hablar un poco o volverse loco bajo los inclementes rayos del sol. Y no quería que eso sucediera tan pronto.  Una primera respuesta se cruzó por su mente, en la que incluía a su padre, mas su verdadero anhelo era otro bien distinto y nada (o casi) tenía que ver con su figura paterna. Suspiró, antes de pronunciarse.

—Me gustaría tener mi propia embarcación; ser la capitana de mi destino y de mi barco. Poder viajar a donde quiera sin que nadie me diga que no puedo hacerlo o me ponga barreras para ello... Ser dueña de mí misma, en definitiva —respondió, con un brillo de emoción en sus bonitos ojos claros y un tono melancólico incluso—. ¿Y usted, Herr Grüber? ¿Cuál es su mayor propósito por cumplir en la vida?

Notas de juego

He dejado los diálogos en negrita, aunque no sé si esta partida seguirá la línea de la otra que jugué. En todo caso, luego editaría para cambiarlo.

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07/09/2021, 12:09
Hans Grüber

—Un deseo modesto, qué duda cabe. —comentó Hans esbozando una amplia sonrisa de escualo al escuchar las palabras de la pequeña Wanda al seguirle el juego. 

Capitana Weiß... Hmmm... Creo que debéis trabajar vuestra marca personal, jovencita. Necesitáis un título, un apodo, un algo que inspire temor y encoja el corazón de vuestros enemigos, pues ya os digo yo que si queréis ser libres en el vasto océano chocaréis frontalmente contra esos imperialistas amantes de las tasas y los impuestos. Hmmm... ¿Qué tal Wanda Caminante de la Tormenta? Desde luego, si sobrevivís a este lance, os será apropiado. Hm-hm-hmmm...

La risa de Hans era peculiar. El hombre no reía jamás con la boca abierta. A lo sumo, enfatizaba su sonrisa de viejo zorro y emitía un cauteloso «Hm-hm-hm-hmmm...». Era sin duda una risa queda, intrigante y en cierto sentido urticante. Porque cuando Hans Grüber reía en las proximidades o al finalizar una alocución, uno no podía evitar pensar en cierta manera que aquel astuto hijo de una zorra de ocho colas le estaba leyendo los pensamientos, con el consiguiente picor resultante en la zona que rodea al píloro.

Luego estaba su mirada, esa intensa y vagamente ofidia mirada presidida por unos hipnóticos ojos flavos, enfatizada por una regia e inmensa napia que otorgaba a su rostro un perfil rapaz, incluso córvido, lúgubre y al mismo tiempo digno de cierta contención o respeto. 

—Encuentro poco probable que alguien nos encuentre en esta vasta y acuosa nada, querida. No obstante, te diré que, si alguien nos encontrase fruto de la providencia, yo seré tu tío, el Doctor Émil Zola, reputado cirujano naufragado en travesía rumbo a Herenhout y tú serás mi sobrina díscola y proyecto de enfermera, la encantadora si bien diminuta señorita Dafne. No sería la primera vez que he de improvisar un papel, ¿sabes? Hm-hm-hm-hmmm... —dijo muy orgulloso de sí mismo al tiempo que sembraba en la pequeña la duda razonable de si Hans Grüber era, después de todo, su nombre auténtico.

—Ni se te ocurra llamarme Tito Émil, ¿entendido? —advirtió inclinando el rostro y atravesándola con una mirada fulminante.

—Respecto a mi mayor deseo... Aaaah, en realidad, he sido afortunado en esta vida. ¿Sabes, jovencita? La clave de la vida reside en las pequeñas cosas. Una pequeña mansión en la costa... Un pequeño barco en propiedad... Una pequeña fortuna de unos cuantos cientos de miles de monedas de oro... Tuve todo eso, y me satisfizo, sin duda; pero hubo algo que solo pude disfrutar muy levemente... Y ahora mismo siento un incómodo picor en el píloro, lo cual desvela que ese algo me carcome por dentro a escasos minutos de una muerte por insolación. O por ahogamiento. O por algún que otro tiburón advenedizo. Dicho picor no tiene otra explicación, no, no. Créeme. Soy cirujano. —dijo con un alarde teatral bastante cómico, haciendo suyo su papel del Doctor Zola.

—Conocí a una misteriosa mujer hace años. Ojos verdes como la esmeralda. Cabello negro como una noche sin estrellas. Tez pálida como la leche fresca en la mañana. Rostro triangular, con los pómulos muy marcados. Oh, sí. En verdad era bella, la muy hija de... —Miró de refilón a Wanda y no concluyó la frase por decoro. Habría sido algo notorio que Hans injuriase a alguien con un lenguaje soez, lejos de sus formas remilgadas y elegantes. —Eres demasiado joven para saber el mal que causa el amor en este mundo. Siempre he logrado esquivarlo con astucia... Salvo en aquella ocasión.

Hans lanzó un breve suspiro y sus ojos se posaron en el agua.

Tampoco había muchos más sitios donde posarlos.

—Era la mujer más hermosa que jamás he visto. Y nunca conseguí mirar a otra mujer con los mismos ojos, pues en verdad lo digo, pareció lanzarme algún tipo de sortilegio maligno. Irónicamente, resultó ser una bruja. ¿Sabes lo que es una bruja, Wanda? ¿Sabes lo que hacen las brujas con las niñas como tú?

Hans entrecerró sus ojos y miró de perfil a Wanda, aguardando una respuesta al tiempo que el pequeño píloro de la niña empezaba a dar visos de echarse a temblar.

Notas de juego

Detengo la narración porque me interesa darle juego a Wolvie ;-D

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08/09/2021, 17:21
Wanda Weiß

Wanda puso los ojos en blanco con abatido fingimiento, tras escuchar en boca de Hans el título de capitana que podría adquirir. Era un poco teatral y pomposo, pero no lo descartaría por completo, claro. Solo que pensar a futuro en esos instantes, parecía una utopía. Primero deberían salvarse... y luego conseguir un barco. ¿Sencillo? Para nada. Esa era una empresa harto complicada en un mundo como en el que vivían. Las mujeres escaseaban sobre las cubiertas de los navíos y, mucho más, a los mandos de una. Deberían cambiar las tornas para que pudiera llevar a cabo su gran sueño. "Pero antes debemos salvarnos."

No sé quién se iba a imaginar que somos tío y sobrina... No nos parecemos ni en el blanco de los ojos —murmuró para sí misma, negando con la cabeza—. Es usted muy ocurrente e ingenioso, no cabe duda —le complació con unas palabras agasajadoras, que llenarían su ego de energía.

No obstante, una sonrisa granuja se instaló en el rostro de la chica cuando este advirtió que no le llamara Tito Émil... Dicho y hecho; sería lo primero que diría si se encontraban con alguien. Debía reconocer que el hombre tenía una gran inventiva y quizá por ello se alegraba, en parte, de estar con él y no haber naufragado sola. Además, se volvería loca mucho más pronto de la otra manera.

—Soy joven para saber lo que se siente, pero no los efectos que provoca en nuestros corazones —respondió encogiendo los hombros con levedad—. Mi madre se consumió por culpa de ese amor del que habla, Herr Grüber. Pese a que mi padre no le dio motivos para que le profesara esa devoción... —añadió, un tanto afectada—. Supongo que cuando nos enamoramos no somos capaces de racionalizar y nos dejamos llevar por las sensaciones, por más que estas no sean las idóneas para nosotros. Es como ir con una venda en los ojos en un camino escarpado y peligroso. Sabes que puedes tropezarte y hacerte daño, mas no cejas en tu empeño de continuar avanzando —exhaló un suave suspiro, balanceando los pies en el agua para que la tabla se moviera unos centímetros.

Wanda era una muchacha impresionable en según qué asuntos, aunque no era miedosa ni rechazaba una conversación sobre temas escabrosos. Por eso sonrió ante sus últimas cuestiones.

—Algo he leído sobre ellas en los libros. ¿Pretende asustarme, Herr Grüber? Sé que comen niños y que utilizan estratagemas para seducir a los pobres infelices —le miró de soslayo, esgrimiendo una sonrisita traviesa—. Y no, no me dan ningún miedo... Creo.

También era sencillo hablar de aquello en mitad del océano y no delante de una. Ahí sí que cambiaría su percepción sobre ellas. Meditó unos segundos en silencio, previo paso a plantearle una pregunta.

—¿Qué fue de aquella mujer de la que se enamoró?

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09/09/2021, 12:34
Hans Grüber

—¿Si pretendo asustaros...? Hm-hm-hm-hmmm... Un padre eficiente inculca pronto a sus hijos la valiosa lección de que no hay que confiar en desconocidos. Bien, resulta evidente y así se lee entre las líneas de vuestras palabras que vuestro progenitor esta vital lección os la dio de carrerilla y en lengua extranjera. Eso, o habéis nacido testaruda. O intrépida. O peor... ¡Ambas

>> Sea como sea, no pretendo asustaros. Si así lo quisiese, lo sabríais.

Hans hizo una breve pausa dramática y deslizó una mirada enigmática a Wanda.

—Pero estáis en lo cierto... Comen niños para rejuvenecer. No al niño entero, debo añadir. Solo vísceras muy concretas. No es demasiado agradable, según tengo entendido. Las brujas, no sé bien por qué, sienten una extraña fascinación por la evisceración y la vivisección de cualquier bicho viviente. ¿Sabéis qué es una vivisección, joven Wanda? Pues consiste en abrir un cadáver solo para darte cuenta de que no estaba demasiado cadáver. Aunque, con frecuencia, se practica de modo consciente sobre el infeliz, todo sea dicho sin ánimo de condenar esta ancestral y poco higiénica práctica.

El hábil ladrón no dijo toda la verdad, claro. Sobre la vivisección, eso sí, se sinceró por completo.

Hans quedó sumido en un críptico mutismo mientras la joven Wanda hablaba de la devastación y agonía que generaba ese abyecto sentimiento humano denominado amor, cuando en realidad debía ser catalogado como bilis.

Puaaaagh.

Mira que Hans le tenía asco a ese sentimiento advenedizo traidor.

Sus dedos tamborilearon un rato en el tablón, acompasando las palabras de Wanda al tiempo que el astuto ladrón estudiaba el pequeño y juvenil rostro de la niña, una cuyo enjuto cuerpo parecía frágil y vulnerable, pero cuyo interior parecía bullir con profundos sentimientos que se le antojaban tan lejanos como la juventud que una vez tuvo y que, vista allí varado desde un horizonte de agua salada, parecía haber hecho de él un solitario témpano de hielo a las puertas de la muerte.

—Perdonad mi atrevimiento, joven Dafne... —dijo practicando su mascarada con ese amago de sonrisa vulpina tan icónica en su rostro. —...pero me atrevería a señalar que vos y vuestro padre tenéis lo que en el argot callejero se denomina «asuntos pendientes». Ello sugiere otra pregunta por mi parte: ¿Qué haríais si la providencia os situase junto a él en el vasto mar?

Era ciertamente una pregunta interesante.

¿Optaría la joven por darle el muere? Hum... Fascinante. ¡Dramático! ¿O en cambio habría una bonita y vomitiva reconciliación familiar? El solo pensamiento de esta posibilidad enfermó a Hans, pero no más que la pregunta que lanzó cual salva final la menuda Wanda.

—¿Qué fue de aquella mujer, decís? —repreguntó Hans arqueando una ceja al tiempo que hacía un mohín. —No fue agradable a la vista, eso os lo aseguro. ¿Estáis segura de que queréis saberlo? Os prevengo de que es una historia truculenta, no exenta de detalles escabrosos, incluso, grotescos. A buen seguro mucho más allá de la calificación por edades que hacen en el Imperio Antoniano. No querría ser yo quien perturbase vuestro sueño en el hipotético caso de que viváis para soñar y despertar una vez más. —comentó haciéndose el interesante y valorando no solo la curiosidad de la joven, sino su grado de disposición a la truculencia.

Entre las variadas habilidades de Hans estaba la concerniente a distraer al público con su oratoria lúgubre y cantarina. Era, sin duda, una de las habilidades más apreciadas en el líder de un grupo de ladrones profesionales. En un grupo callejero no había roles, no había liderazgo, no había perspectiva. Pero en un grupo profesionalizado y bien entrenado, alguien tiene que camelarse al público, nublar su juicio, minimizar sus defensas, mejorar su humor para facilitar el golpe o recordar que la aseguradora no les cubre por una oscura y ambigua cláusula subsidiaria redactada en letra minúscula. Resulta que también es una habilidad inherente a cualquier narrador de historias de terror que incluyan algún giro argumental insospechado.

Tal era el caso cuando se trataba de recordar qué fue de Lucrecia, la única mujer a la que Hans había amado en vida.

Y después de muerta.

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10/09/2021, 17:26
Wanda Weiß

La chica aguantaba con estoicismo las indescifrables miradas de Hans y, sobre todo, aquellas siniestras risas que profería. No se iba a dejar amedrentar por mucho que el hombre intentara conseguirlo, pues ella era más astuta de lo que pudiera aparentar a simple vista. Adaptarse o morir, así se vivía en esos lugares. Por eso, aunque inquieta, prestaba atención a lo que contaba sobre las brujas y asentía de tanto en cuanto. 

Se sucedió un momento en el que ambos guardaron silencio y mantuvieron un breve contacto visual, en el que se escrutaban los rostros. Pero Hans fue más rápido, tomando el turno de palabra y revolviendo un ápice su organismo al plantearle aquella pregunta, cargada de intenciones detrás. Wanda respiró hondo, lo más profundo que pudo, antes de mirarle directamente a los ojos.

—Le preguntaría por qué nos dejó abandonadas —dijo con convicción y certeza, rompiendo el mutismo de la escena—. Le preguntaría por qué se marchó sin más, sin regresar a casa ni enviar una misiva para contarnos algo de su vida. Mi madre enfermó y él no estuvo allí cuando le necesitaba... —la viva mirada y el rostro de la chica se apagaron gradualmente—. Además... —suspiró con pesadez—. Siempre he pensado que mi padre no me tenía mucho apego porque en realidad quería tener un hijo. Si hubiese nacido con una verga entre las piernas, estoy convencida de que me hubiese permitido acompañarle en sus viajes por el mundo. Pero pensaba que era demasiado débil y enclenque para hacerme a la mar con él. Ni siquiera me permitió saborear qué se siente estando a los mandos de un barco... —el vigor de Wanda se quebrantaba a la vez que refulgía en su interior la rabia acumulada tras tantos años considerándose un estorbo; una pieza insignificante y prescindible para su progenitor. Ni más ni menos que eso.

Wanda se quedó entonces absorta, contemplando el horizonte, sin parpadear, en busca de respuestas en ese inmenso océano que les rodeaba. Tal vez nunca lograra contestar esas cuestiones que turbaban su joven mente y que habían provocado que estuviera ahora allí. 

—Así que no, no le recibiría con los brazos abiertos, si es lo que se pregunta, Herr Grüber —continuó al fin con su discurso—. Probablemente se llevaría un golpe o dos en la cara de mi parte... ¿Matarlo? No sé si tendría tanta sangre fría como para hacerlo —aseguró, apretando los labios—. Preferiría que viviese pensando que su hija, esa que tanto desprecia por su condición de mujer, algún día será mejor que él y destacará por encima de otros marineros varones. Será la mejor manera de demostrarle que no soy menos que nadie.

Exhaló entre dientes, ladeando la cabeza, mientras apoyaba una oreja sobre la tabla de madera. Prefería que sus pensamientos estuvieran alejados de la figura de Roth Weiß, pese a que aquello supusiera ser testigo de un relato cargado de espanto y dolor como estaba segura le contaría el señor Grüber.

—Adelante, no hay nada que hacer por aquí salvo escuchar historias o el propio sonido del agua... Y puede que sea la última pesadilla que pueda tener antes de... antes de morir —se le hizo un nudo en la garganta de repente, consciente del lugar en el que se encontraban.

Quería ser optimista y positiva, pero en una situación tan compleja y remota como en la que se hallaban enzarzados, era complicado mostrarse alegre. 

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10/09/2021, 20:13
Director

Algo rompe con la monotonía del mar.

No es un bote. No es un barco. Ni siquiera es una gaviota que anuncie que hay tierra firme cerca de donde estáis. No. Nada de eso. No os vais a salvar de perecer en el agua. Lo que emerge de las profundidades es un cadáver. A veces, como es sabido, los cuerpos de los ahogados se llenan de gases y sus cuerpos salen a flote. Un rápido vistazo a sus ropajes os llevan a la conclusión de que se trata de Emerson, uno de los marineros del Venturoso, el barco en el que viajabais. Era un hombre de 40 años, callado, para nada destacable. Emerson fue uno de los primeros en ser atrapado por las sombras de la niebla. No visteis su muerte, pero sí la escuchasteis. Un grito breve, espantoso, animal. Luego silencio. No habíais vuelto a ver a Emerson hasta este momento.

Está hinchado luego de tanto tiempo en el mar. Todavía conserva una camisa de lino ya devorada por la humedad. Los pantalones y la chaqueta no están en mejor estado. Su piel, llamativamente, no ha sido carcomida por los peces. Está completamente blanco, como si no tuviera nada de sangre dentro suyo. Los ojos, de un color lechoso, están abiertos y miran sin mirar. Su boca está cerrada con firmeza. Pero tiene las mejillas hinchadas, como si tuviera un objeto dentro de la boca.

El cuerpo no presenta signos de violencia evidentes: ni estrangulamiento, ni rotura de huesos, ni cuchillazos, ni balazos. Aunque, viéndolo mejor, encontráis una muy leve herida en el pecho. Pareciera como si alguien (¿o algo?) le hubiera tallado a cuchillo unas palabras en la piel [2].

Notas de juego

[1] ¿Qué objeto guarda Emerson en la boca, debajo de la lengua?

[2] ¿Qué dicen las palabras talladas a cuchillo en el pecho de Emerson?

¡Momento de jugar con lo sobrenatural e improvisar!

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12/09/2021, 16:47
Hans Grüber

—Cuán dramático. —siseó Hans ante la turbulenta ventisca de sentimientos que afloraron en las palabras de Wanda al hablar de su progenitor.

—Mi señor padre me enseñó una valiosa lección cuando era niño. —dijo, rememorando con ironía los Buenos Tiempos. —Cuando era un mico, algo más pequeño que tú, me pidió que me arrojase a sus brazos de un brinco desde lo alto de una mesa. Lo hice, pensando en estrecharme en el cálido abrazo paterno como un niño de bien. Por supuesto, mi padre se apartó durante mi glorioso vuelo a su encuentro y terminé enterrando mi regia nariz en la tarima podrida del suelo de mi casa familiar. Aaaah... Recuerdo esa caída como si fuese ayer, así como también las palabras de mi progenitor...

Hans, sin duda evocando con gélida precisión el momento de la traición de su progenitor, miró al cielo y dijo:

—«Para que no te fíes ni de tu padre» —asintió satisfecho al tiempo que murmuraba algo ininteligible. —Infame cabrón... Hm-hm-hm-hmmm...

Wanda confirmó que prefería morir de miedo a morir de aburrimiento en mitad del océano, así que Hans entrecruzó los dedos de las manos y se dispuso a revelarle a la joven qué había sido de su amada, que diga, odiada bruja traicionera.

—A esa mala pécora le encantaba bailar. Al parecer, parte de su hechicería se relacionaba con la danza del vientre y otras argucias indignas. Encandilaba a los hombres con soltura tal que rebasaba todo recato, joven Wanda. En verdad os digo que debierais aprender a bailar si salís de esta con vida. En mi experiencia, es una artimaña de primer nivel en una dama de perfil artero, como vos. 

>> Fuera como fuese, aquella mujer engatusó al hombre equivocado. ¿Habéis escuchado hablar de Fritz von Lieber, de los Von Lieber de Herenhout? Una familia poderosa. Y peligrosa, debo añadir. Baste decir que el susodicho trató de poseerla contra su voluntad llegado el momento, algo que provocó la ira de la bruja, maldiciéndole a él y augurándole una descendencia marchita, algo bastante tremebundo para un noble con aspiraciones en el continente. Así pues, Von Lieber mandó torturar a la bruja hasta que deshiciera el maleficio. Le ajustó unos zapatos de acero al rojo vivo y le ordenó que bailase hasta perder el sentido. Luego ordenó que la colgasen de un roble desprovista de sus harapos, solo para ver a los cuervos darse un festín con su carne.

El rostro de Hans, ya de por sí sombrío, se oscureció.

Y yo no pude hacer nada.

Reinó un breve silencio que rompió de modo oportuno el cadáver flotante de un viejo conocido.

—¡Diablos! ¡Ahí! ¡Es el cadáver de Emerson! —Hans frunció el ceño, vigilante. —Exangüe... Fascinante. Que diga, perturbador. ¿Y qué ven mis ojos? ¡Ahí! ¡En el pecho! Parece... ¡Parece una inscripción! ¡Wanda, mira! 

Hans leyó con la solemnidad y dicción con la que un vate recitaría a la luna llena en la Noche de los Tiempos.

No está muerto lo que yace eternamente... Y que con el paso de eones extraños, incluso la muerte puede morir...

Notas de juego

¡Ahí mi contribución! ^^

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13/09/2021, 12:38
Wanda Weiß

"Mi padre ni me pediría que le diese un falso abrazo" —pensó, atendiendo con seriedad a la anécdota que contaba Hans sobre su progenitor.

Después, encogiéndose ante el terrible destino de quien había sido su amada, Wanda comprendió perfectamente esa desazón y resentimiento que mostraba el hombre en su discurso. Por primera vez, pudo observar en él un rastro de humanidad, de alguien que siente y padece igual que el resto de mortales que pueblan la inmensidad del mundo. Era complicado pensarlo, pero hasta el alma más férrea y dura podía albergar en su interior ese algo humano; un sentimiento tan simple y tan complejo a su vez como el amor por otro, dejaba claro que las personas se componían, además de sangre y agua, de otras cosas intangibles. 

La chica humedeció sus labios para replicar, pero de repente surgió ante ellos un cadáver emergido desde las profundidades, el cual provocó que ahogara un grito de sorpresa y espanto, tragándose sus palabras. Aquello fue como si este hubiese estado escuchando en un segundo plano la conversación que mantenían y se hubiese atrevido a inmiscuirse en mitad de ella para interrumpirla. No tardaron ni dos segundos en identificarlo, tras echar un breve vistazo a su rostro. Lo que le llamó poderosamente la atención a Wanda fue la inscripción marcada en su pecho. Una frase enigmática, inquietante y profética, que generaba más cuestiones y dudas en su haber.

—¿Qué querrá decir, Herr Grüber? —le preguntó con una ceja enarcada y un gesto de incomprensión notorio dibujado en sus tiernas facciones—. Es muy extraño que haya aparecido justo ahora... —suspiró, antes de percatarse de otro detalle en el cuerpo.

La joven, con muchísima sangre fría (aunque con ciertos reparos, dicho sea de paso), empujó su mentón hacia abajo para que abriera la boca, aguantando una arcada en el proceso. Reprimiendo una mueca de asco, miró hacia otro lado cerrando los ojos mientras introducía un par de sus menudos dedos debajo de su lengua para coger aquello que custodiaba allí. Tras un leve tirón, extrajo una vetusta y pesada llave, carcomida por el paso del tiempo. Era como si hubiese estado hundida años y años en el fondo del océano, con las consecuencias que traía para un producto elaborado con hierro. Tenía en sus manos el típico objeto naufragado, aunque uno mucho más antiguo. Las preguntas que se hacía en ese preciso instante eran... ¿Qué abriría dicha llave? ¿Y por qué la llevaba Emerson encima?

—Es muy extraño... —repitió.

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13/09/2021, 13:23
Hans Grüber

Notas de juego

Esta escena está guapísima y es un diálogo a dos en un montón de agua sobre un madero.

Wandita mía, eres una fiera.

Pregunto al Comodoro: ¿Hans puede saber de dónde proviene la cita? ¿¡Puedo citarle a Wanda la existencia del infame Vermiis Misteriis? O_O XDDDD

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13/09/2021, 17:09
Director

Hans lee la inscripción en el pecho de Emerson. Wanda recoge la llave de su boca. Y entonces el cadáver, como si hubiera cumplido su objetivo, comienza a hundirse nuevamente. No podéis evitar que se pierda en las profundidades. De pronto adquiere un peso antinatural y se va hacia el fondo. Abajo, abajo, abajo, hasta que se pierde en el azul.

¿Esto era algún tipo de mensaje? ¿De quién? ¿O, mejor dicho, de qué?

Notas de juego

Post breve y volvemos a la dinámica de antes: podéis postear lo que queráis, al ritmo que queráis. Ya comencé con Andrei y Annalise en una escena aparte, así que luego de que ellos hagan un par de post, os encontraréis con el barco. Dewey, te respondo en mensaje aparte!

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13/09/2021, 17:17
Director

No está muerto lo que yace eternamente. Y con el paso de eones extraños, incluso la muerte puede morir.

¿Sabes de dónde proviene esa frase? La reconoces. No la leíste, la escuchaste. Y la escuchaste nada más ni nada menos que en boca de tu amada, hace años. Ella estaba leyendo en voz baja las páginas de un tomo arcano. El libro se llamaba La Fuente de los Eternos, aunque no llegaste a leerlo y no sabes de qué trata.

Notas de juego

Voy a usar la frase para engarzarla con algunas subtramas de la partida anterior. No quiero hacer una copia exacta de la mitología lovecraftiana, aunque evidentemente todo apunta a que esta partida va a tener su buena dosis de horror cósmico ;).

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15/09/2021, 16:19
Hans Grüber

—¿Extraño? Aún diría más, jovencita... Esotérico. Quiere decir oculto a los sentidos, a la ciencia. ¡De difícil comprensión! —explicó Hans con aspavientos mientras veía la mirada perdida del finado Emerson hundirse en las profundidades, devorado por el océano para integrar sus insondables planicies submarinas.

Nunca le cayó bien.

Hans se pasó un dedo de forma recurrente por el mentón con un gesto meditabundo.

—Ciertamente, es extraño que ese patán, un tragaldabas sin mesura, mantuviese una llave en la boca sin engullirla. ¿Veis algo extraordinario en ella? ¿Algo que os sugiera qué podría abrir? Dejadme observarla con detenimiento, joven Wanda. Hmmmm. Hmmmmm. ¿Humm? Hmmmmmm... —Hans era muy concienzudo y meticuloso. Aun varado en mitad de ninguna parte no abandonaba su componente analítico y perspicaz.

—Interesante. Y sin poder soslayar el misterio que atañe a tan enigmática llave que sostenéis en vuestras diminutas manos, creo que habrá una incógnita que encogerá más aún vuestro corazón...

Afilando la mirada hasta transmutarse en una vulpina efigie, Hans tamborileó tres (¡Y no más!) veces el madero que soportaba su peso antes de desvelar un inquietante detalle a su insospechada compañera de travesía.

—¿Creerás que ese fragmento, el que grababa con sangre el pecho del infeliz Emerson, me resulta no solo conocido, sino terriblemente oportuno?

>> Palabras que oí en innumerables ocasiones por boca de Lucrecia... La bruja de la que os he hablado antes...

Se sumió en una oscura y turbulenta reflexión que invocaba una galopante talasofobia. 

¿Qué diablos estaba pasando en aquellas aguas?

Notas de juego

Me gustaría, si es posible, echar un vistazo a la llave. Por si nos da alguna pista a Wandy y a servidor ;-)

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16/09/2021, 19:23
Wanda Weiß

Wanda dio un respingo cuando el cadáver de Emerson volvió a las profundidades por arte de magia. ¿Cómo era posible aquello? Comenzaba a pensar en serio que la ausencia de agua y alimento les afectaba en demasía, haciéndolos ver cosas inimaginables. Le devolvieron a la realidad, de pronto, las palabras del hombre.

—Sé lo que significa esotérico. Soy joven, no inculta... —le replicó entrecerrando los ojos con una pizca de inquina, mientras se mordía la lengua. Sin embargo, regresó al tema que les concernía.

—Tal vez la consiguió al caer al mar durante la tormenta... —dijo a modo de hipótesis, nada convencida de ello—. No recuerdo verle ninguno de los días que pasamos en cubierta con algo similar en sus manos... "Y sus bolsillos ya los había registrado a las pocas horas de conocerle..." —pensó, con una sonrisilla aviesa adornando la comisura de sus labios, aunque sin expresarlo a viva voz delante del señor.

Entornó entonces la vista al objeto, observándolo concienzudamente varios segundos.

—Puede que esta llave abra un cofre perdido o el compartimento secreto de un camarote. Quién sabe... —se mordió el labio inferior, pensativa—. Dudo que perteneciese al barco en el que estábamos viajando. Parece muchísimo más antigua, como si fuera de un navío que ha naufragado hace años; solo así se explicaría el deterioro en su superficie. ¿No cree, Herr Grüber? —le planteó, con una ceja levemente enarcada.

La muchacha dibujó una “O” de sorpresa con su boca, al revelar Hans el origen de las palabras en el pecho del marinero. ¿Eran casualidades de la vida? ¿Había algo turbio y macabro detrás? Cualquiera diría que estaban soñando y que en algún momento despertarían de aquella pesadilla.

—Qué pena no poder desentrañar el origen de este misterio... Nos quedaremos con las ganas de saber qué ha ocurrido y por qué —comentó en un tono resignado, pataleando en el mar, pero sin demasiado ímpetu en sus movimientos, pues sus energías eran más bien escasas. 

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17/09/2021, 10:44
Hans Grüber

—Oh, perdonad. Olvidé que las mejores fragancias se guardan en frascos pequeños. —replicó con zalamería y quizás un poquito de sarcasmo a la bravura de la joven al defender su carácter de mujer versada en letras.

Hans cuestionaba que supiese realmente qué significaba esotérico, pero, para próximas ocasiones, la pondría a prueba por el puro placer de atraparla en un callejón sin salida. La pequeña ratera tenía una astucia y un orgullo que la acunaban entre lo entrañable y lo admirable para un viejo zorro como Hans.

Bromas aparte, cuando Wanda exteriorizó su pensamiento sobre la extraña llave, el rostro de Hans pareció ensombrecerse.

—«La casualidad es la forma que tienen los dioses de preservar su anonimato...» —deslizó, citando un párrafo de un viejo y tenebroso libro que había leído antaño mientras devolvía la llave a Wanda y permanecía absorto en una elucubración.

Sus largos dedos tamborilearon aún varias veces en el madero que ejercía de salvavidas para ambos antes de desviar una repentina mirada a la jovencita, superviviente como él del naufragio del, a su juicio, muy irónico navío conocido como El Venturoso.

¡El Venturoso, JA!

—No somos nosotros quienes han encontrado la llave... —Hans señaló la vetusta pieza de orfebrería que sostenía Wanda en su manita lechosa. —Es esa llave la que nos ha encontrado a nosotros...

Qué don para hacerse el intrigante. Qué enigmático. ¡Qué misterioso! ¡Qué mago del suspense!

—Supongamos que averiguamos qué abre... Suponer, como soñar, es gratis y libre de impuestos. Así pues, supongamos, joven Wanda. Supongamos entonces que hallamos la cerradura... ¿Qué os parece si vamos al cincuenta por ciento? —deslizó con taimada sonrisa, sus dedos marcando un enfático son sobre la madera. Racatac. Racatac. Racatac. Soñar, desde luego, soñaba a lo grande. —Beneficios y riesgos, socia. Beneficios y riesgos... Quizás, después de todo, los venturosos seamos nosotros, ¿hmm?

Sin dejar demasiado claro por qué, Hans Grüber empezó a reír como si le acabasen de contar el chiste más sofisticado que hubiese oído en toda su vida.

—Hmmmm-hm-hm-hm-hmmm...

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17/09/2021, 16:30
Director

Wanda gira el objeto entre sus dedos. El salitre y los años la han carcomido y deformado, pero no cabe duda de que es una llave. Decir que es añeja es quedarse corto; es antiquísima, y aquello que abre ha de tener la misma vejez. No parece propio de Emerson el meterse llaves en la boca. Tampoco se la habíais visto encima durante la travesía. Lo siniestro va in crescendo cuando captáis unas palabras grabadas en la llave:

AD IRAM

Inmediatamente la reconocéis como la antigua lengua [1], la que no se habla hace por lo menos dos milenios. Solamente algunos eruditos la siguen utilizando en sus escritos, aunque cada vez menos, pues la lengua común es más fácil de dominar. Wanda no conoce la antigua lengua. Hans, que es un hombre ilustrado y bien formado, sabe leerla.

El barco que aparece en el horizonte os arrebata del trance. 

Notas de juego

[1] Latín, evidentemente, aunque en este mundo no se llama latín. 

(sigue en la escena A bordo del Rapaz...)