Partida Rol por web

Caminaban y caminaban pero parecía que no iban a llegar a ninguna parte, daban vueltas y más vueltas a la misma sección de la ciudad.
Finalmente se hallaron ante una zona inexplorada.

Vaaayaaa..., Pues sí que está hecha una porquería la ciudad... - al caminar por la misma pisó algo que no tenía buena pinta.
Joder que asco... - dijo mientras intentaba limpiarse la suela de la zapatilla en un escombro. Es como si hubiera sido arrasada por algo..., Beeejjj que mal huele esto..., o alguien anteriormente...

Entonces comenzaron los golpes tras aquella puerta.

¿Qué demonios a sido eso? -susurro a sus compañeros pues no quería que lo que fuese que habría tras la puerta la escuchase.

Después miró al enorme hombretón de color.
Pues nada..., Señor mister competente..., Señor yo-me-las-piro-solo-y-que-os-den te toca ir a mirar...

A juzgar por la situación parecía que sus compañeros efectivamente eran más criaturas de tierra que de agua. Cuando apareció aquél dinosaurio se movieron torpes en el agua como calamares mareados, pero ahora que estaban en medio más normal para ellos, pareciera que se encontraban a gusto.

Pestes hizo gala de su culo prieto y la adelantó a la carrera, con cierta pluma -desde su punto de vista- aunque nunca se lo diría para no darle pie a alguna de sus alocados monólogos de poca inteligencia en general. Cuando se giró para ver el resto ser ensartados sin ningún ademán de ayuda no se sorprendió.

Makoto llegó con ella, de modo que mentalmente asumió que estaba bien. Aun así su alarido hizo que se fijara en ella un momento para cercionarse de si estaba bien. Reparó en el rasguño, pero pareciera superficial.

-Ya está, ya está-dijo mientras le palmeaba la espalda, más para calmarla que otra cosa. Y luego apareció el cerebrito de la comitiva con piruetas y saltos. Ante su sentencia, Trite levantó ambas manos señalando un 10 como si se tratase de una valoración de las olimpiadas-Ten points-dijo con total seriedad antes de girarse para seguir el camino.

-Makoto-dijo para llamarle la atención. Aquellas situaciones llenas de adrenalina parecía que la alteraban-No grites. Si hay ésas dos chicas aquí dentro, no quiero que sepan tan rápidamente donde estamos. Seamos discretos y avancemos con tranquilidad. Quizás haya algún bicho más custodiando y no quiero que nos venga a buscar llamado por los gritos, ¿vale?-le pidió con serenidad pero también con tacto. No era una regañina, era para que se centrara.

Luego caminó y se interpuso entre Makoto y Pestes, apartándolo con un empujón en el pecho.

-Danos un respiro a todos y habla un poco menos. Si no vas ayudar por ahora, al menos no molestes-le fulminó con la mirada. Alteraba a Makoto y a Weir, y eran en ése momento dos elementos valiosos de la expedición. Se giró para buscar con la mirada al sujeto en cuestión-No, no lo mencionaste. Por favor, sería valioso si avisaras de las cosas en el momento de verlas. ¿Puedes contarnos qué viste, si fueras tan amable?-para ser Trite, estaba siendo excepcionalmente educada. Más de lo que su religión personal le permitía, pero había notado que al muchacho había que tratarlo así.

Luego señaló a Akanni.

-Tú cierra tu puta boca también. No ayudas, sólo rajas del resto y encima activas la trampa. Relájate Akanni. Céntrate en lo que hemos venido a hacer-le llamó la atención con la misma intensidad y seriedad que a Pestes.

Siguiendo por aquel pasillo laberíntico se dio cuenta que volvieron al punto de inicio un par de veces hasta que encontraron la salida. No le gustaba la idea que para salir del templo cuando hubieran encontrado el Fruto tuvieran que jugar a los laberintos. En la sala azul, aquella multitud de puertas cerradas no auguraba nada bueno. Makoto habló en susurros. Bien. Había progreso.

La guía miró al resto. Si tenía que esperar a que alguno hiciera algo que no fuera insultarse unos a otros, mejor era esperarse sentada a que otra catástrofe los llevara por delante con la Atlántida. Se acercó con sigilo y casi conteniendo la respiración, vigilando muy bien lo que pisaba, para intentar oír mejor qué había al otro lado de la puerta. Si era un bicho, esquivar. Si eran las pavas, las iba a placar nivel romper caja torácica.

Memorizo las vueltas que hemos dado hasta esa primera sala para anotarlas en algún momento en el mapa.

Inspecciono la sala en busca de algún indicio o más pisadas como advirtió Weir.

Escucho con máximo silencio detrás de la puerta.

Rezo porque me paguen las horas extras de niñera.

En la sala podías observar un par de cosas:

1. No todas las puertas estaban labradas en el mismo material. Concretamente la puerta  de donde emanaban ciertos ruidos era de cristal.

1. Al parecer, algo/alguien, intentaba salir de ahí y, por ello, los extraños ruidos. Que ,claramente, pudieran ser fruto del objeto que usase para intentar salir.
2. Había un charco de un extraño líquido azul que emanaba de ella.
3. Además, había pequeñas pizcas de rojo en él... ¿Sangre?
4. La única forma de abrir aquella puerta de cristal, es pasando la mano por este -esto supondría un contacto físico con el elemento de hielo, lo que provocaría el congelamiento de la mano-, desde vuestra posición.
5. No hay guantes, ni nada por el estilo que salve a la persona que sacrifique su valiosa mano.
6. ¿Existe algún fuego? Sí, pero no en esta sala; y para acceder a él, se necesita un sacrificio. (Realizar la acción 4)

Trite observó con la respiración contenida todo aquello. Miraba con el ceño fruncido la puerta. ¿Era un atlante que no quería ser comido, o un bicho atlante que los comería?

Miró con recelo la puerta que hacía sonido a medida que se acercaba con cautela. Con cada paso la tenía más cerca y podía mejor a través de la luz que había en esa sala.

-Es...hielo-dijo claramente sorprendida en un susurro. Miró hacia atrás con sorpresa y volvió a mirar la puerta. Había oído hablar de ésas puertas en leyendas, en la mitología. Pero todo aquello eran mitos. Era ficción. Y ella estaba delante de algo real.

Retrocedió con cuidado, sin estar aún muy segura. Volvió al grupo y habló pausadamente.

-Ahora mantened la puta calma y no hagáis una locura-dijo levantando levemente las manos-Es hielo. Una puerta de hielo como la de los mitos, y únicamente puedes abrirla si pasas tu mano por su superfície, pero sólo puede hacerlo alguien en especial...-por un momento pareció vacilar, como si le costase. Luego miró con fastidio a Pestes-...Y me temo que sólo puedes hacerlo tú. Se necesita una resistencia física y de espíritu que ninguno de los cerebritos o yo tenemos... No deberías ni de sentir el frío en la mano, pero a nosotros seguro que correríamos otra suerte...-se la veía inquieta, posiblemente por le hecho de tener que reconocerle al alemán que él podía hacer algo que ella no. O quizás era algo más-Imagino que se referían a éso con vuestra puta superioridad racial, ésos cabrones de mierda-chasqueó la lengua nerviosa y fastidiada. Si la escucharan sus amigos, seguro que le escupirían del asco por lo que estaba diciendo a Pestes.

-Algo o alguien intenta salir de ahí, usando una herramienta para debilitar el hielo. Bajo la puerta, ahí, se asoma un charco azul cuando estás cerca... y se ven unas gotas que parecen sangre. Sea lo que sea, está herido e intenta huir... no parece una amenaza si sólo quiere salir de aquí y nos apartamos de la puerta-los miró con seriedad y más serena ésta vez.

Miró alrededor. No habían guantes. Sólo había un fuego que señaló, pero parecía detrás de aquella superfície helada y encantada. A veces se mordía el labio, sin ninguna razón aparente. Y quedó en silencio, a la espera.

Al fin habían reconocido su poder superior de tocar cosas. Pese a ello, Heinrich no parecía muy por la labor de tocar hielo mágico con sus propias manos desnudas, y menos aún cuando es la guía la que se lo indica; con todos los roces que hubo entre el bizcocho y el Alemán, la idea de que hay una traidora pululando, y el hecho de que tenga el pelo afro, no le da ninguna buena vibración.

-Nein. Yo también percibí eso. Pero al parecer he visto algo más que lo que tu pudiste ver. Y lo que vi es que solo alguien especial tiene la capacidad de tocar el hielo, alguien que jamás lo ha visto. Es decir, alguien de áfrica... Y nuestro príncipe encantador no es otro que... ¡Ubuntu!.

Heinrich señala a "Ubuntu" moviendo sus manos al estilo "Manos Locas de Jazz" mientras pone un énfasis en el nombre "Ubuntu", pese a que así no es como realmente se llamase aquel negro rudo.

-Tu tono de piel es ideal para impregnar el hielo. Confía en mi, soy Alemán. Nunca te diría un cumplido si no fuera estrictamente necesario.

Lo siento, pero eso es una falacia.¿ Los alemanes no queríais una raza Aria? Demuestra que eres un alemán de pura cepa. 

En aquel momento Akanni levantó la mano. 

¿Votos a favor para que sea el alemán...? 

-¿Usamos la democracia?. De acuerdo. Que yo sepa tu has golpeado y llevado de rehén al Bollo de Crema. Que yo sepa tu has sido responsable directo de la muerte del Yogurt Desnatado. Además casi nos matas a todos por los pinchos. Yo solo he dicho cosas que quizás a la gente no le haya gustado, pero no tengo sangre en mis manos.

Heinrich estaba decidido por no tocar aquella cosa, por su seguridad principalmente y por la idea de deshacerse de Ubuntu si hubiera una trampa más en aquel lugar que poco a poco se iba alejando de la idea idealizada de "Parque de Atracciones" y se iba convirtiendo en "Templo Lleno de Trampas".

-Así que, yo voto por Ubuntu.

- Gracias. - agradeció que le puntuarán así ante tal pirueta fruto del miedo y el subidón de adrenalina. Puede que con la dosis correcta de miedo y sustos, su futuro en las olimpiadas como gimnasta hubiera tenido tanto o más éxito que la de arqueólogo.

Dagomaru era un hombre de recursos. Dicen eso de hombre previsor, vale por dos. Así que cuando se acercó la asiática bajita aquejándose de lo ocurrido con los pinchos, rebuscó en los muchos bolsillos que llevaba su ropa hasta sacar unas tiritas. Ningún buen arqueólogo debería abandonar la seguridad de su biblioteca sin una buena caja de tiritas. - El problema no es el veneno. Eso queda descartado. El verdadero problema es el tétanos ¿Recuerdas tu última vacuna? - le preguntó, ofreciendole un par de tiritas. Pero cuando mencionó al alemán como Subënëstrujënbajën, miró al otro hombre con cara de extrañeza. Dominaba varios idiomas, y practicamente recordaba casi todos los insultos conocidos.

Aquello no lo reconocía.

- Creo que su defensa contra la posibilidad de una muerte inminente es ser mezquino. No tengo más referencias sobre su actitud fuera de entornos de estrés, así que por ahora este es el razonamiento más.... -  guardó unos segundos de silencio. - ...plausible. - parece que buscó la palabra tomandose unos segundos para encontrar la más correcta para lo que quería decir.

Que lo llamara D le hizo fruncir el ceño. - Dagomaru. - corrigió. Le gustaba su nombre, le gustaba completo. Así que en respuesta ala pregunta de ambas chicas, comenzó a hablar. - Si miras contra la luz, se puede ver que en el suelo hay ausencia de polvo en algunos lugares. Porque alguien pisó antes que nosotros. Recientemente. - Se agachó ligeramente, señalando el camino que seguían las pisadas, pasillo adelante. - La ausencia de sangre indica que conocían que baldosas no pisar. Nosotros no. - acabó por admitir, con pesada resignación.

- Creo que el problema es que la otra puerta era la entrada de invitados. Esta no. - En cuanto el alemán se acercó, y haciendo gala de lo dicho anteriormente sobre una confrontación física, él retrocedió elegantemente sin decir nada más. PEro entonces Akanni decidió quejarse. Frunció el ceño, mirando a su alrededor.

Él no olvidaba que entre ellos, había un traidor.

PEro ante la nueva mención de la asiatica, él no pudo mantener la boca cerrada. - Observación: La ciudad lleva cerrada y aislada más de seis mil años. Lo impresionante es que tengamos oxigeno aquí dentro. - detalló, levantando el dedo índice. Al menos, hasta que sonó el sonido de una de las puertas, que lo que hizo es que reculara hasta la puerta de entrada con sigilosa celeridad.

Mientras los demás comenzaban a discutir sobre temas de democracia, superioridad racial y demás, él levantó la manita. - Si alguien lo encerró ahí es por alguna razón ¿No? ¿Y si nos ataca pensando que somos sus captores? O peor... ¿Su comida? - murmuró, dado que alzar la voz cuando otros lo estaban haciendo le daba un poquillo de cosa. Así que se limitó a apartarse ligeramente, y observar el entorno en busca de detalles, y darle vueltas a la simbología del lugar.

Estas culturas siempre ponian avisos, carteles, explicaciones y pictogramas. Solo había que saber verlos.

3 votos para que vaya el alemán a poner la mano vs 1 de que no...

El Alemán piensa sus opciones antes siquiera de tocar aquella cosa, a fin de cuentas lo que comentó el Bollo de Crema es cierto, sea lo que sea que está al otro lado de la puerta, quizás no sea algo agradable, bueno o incluso beneficioso para el buen y rápido cumplimiento de la misión encomendada.

-Mmmm... ¿Y si...?

Murmuró el alemán en sus adentros mientras imaginaba una forma de zafarse del asunto, ideando un plan tan complicado como una taimada partida de ajedrez.