Partida Rol por web

Cuando el profesor y el agente se marcharon se quedaron solos la señorita Leefolt y el padre Brandt. Debían empezar a preparar su viaje, ver como de lejos estaba el lugar y decidir si irían con sus coches o en algún otro medio. Además ¿Que necesitarían llevar para expulsar una criatura de los infiernos? Aun se dolían de la última vez que habían presenciado algo así y parecía imposible que volvieran a encontrarse en aquella situación. Aquello era de locos pero esta vez irían preparados.

Sybill había salido enfurecida de la cafetería del hotel dando rápidas zancadas. La joven esquivó a una anciana que paseaba con su perro y se giró para oir la crítica que la lanzaba sobre sus modales cuando vió al padre Brandt que parecía seguirla. Sybill esperó entonces al sacerdote ya que, evidentemente había decido acompañarla. Aún enfadada con el profesor, acertó a decir con la mayor tranquilidad que la fue posible -la cual no era mucha-

-Vaya, ¿le ha sido asignado vigilar a la histérica? ¡Que mala suerte!-le espetó mirandole a los ojos con expresión dolida, pero enfadada antes de continuar sin darle tiempo a responder -Iba a correos a enterarme de como llegar a ese pueblo

No me lo han impuesto, señora Leefolt, lo he decidido yo. Y creo que ya es hora de que cambie esa actitud. ¿Es necesario que esté continuamente en una postura defensiva porque cree que todos van en contra suya? ¿Es necesario defender a ultranza cada palabra que dice y rebatir cada comentario que se le hace? Se cree que por ser mujer no puede dar su brazo a torcer, como haríamos muchos de nosotros, porque iría contra sus ideas de mujer liberada.

El tono del sacerdote iba haciéndose cada vez más duro.

Con esa actitud lo único que está dejando claro es que piensa realmente que todo el mundo la toma por inferior por ser lo que es. Es más, parece que se lo cree realmente y que para no estar debajo de nadie debe estar encima. Pues bien señora Leefolt, ¡esa actitud va a cambiar de una maldita vez!

Alexander estaba exacerbado. Con cada frase que decía su tono de voz había ido en aumento. Desde luego Sybill no lo había visto comportarse de aquella manera en el poco tiempo que lo conocía. Pero quedaba la posibilidad de que aquello hubiera iniciado lo que sería una larga discusión.

Sybill rompió a reir. No pudo evitarlo. Era una risa carente de alegría pero no fingida. Acababa de ser practicamente insultada por el profesor cuando había intentado con tranquilidad preguntar por el plan y ¿era ella la que se ponía a la defensiva? Daba la impresión de que Alexander había estado preparandose el discursito para soltarlo en la primera ocasión que pudiese.

¿Disculpe? -respondió sin subir el tono de voz- Creo que le ha dado un toque irlandés a su café. De acuerdo, si, me pasé con usted en el hospital con el tema de...bueno, ya sabe y le pido disculpas por ello.-reconoció la joven- Y si, puede que tenga caracter, un caracter que por respeto a ustedes trato de controlar.

Pero si ha estado en la misma mesa que yo, creo se dará cuenta de que sus palabras no tienen sentido. De hecho, ninguno de ustedes me ha tratado de forma inferior por ser mujer y por tanto nunca se lo he recriminado, asi que sus palabras no tienen el mínimo sentido.

Sybill se encontrabra frente a Alexander cruzada de brazos. La gente que pasaba se quedaba mirandoles debido al tono del cura que había ido subiendo de volumen mientras hablaba.

Asi que escucheme....en ningún momento he creido estar encima o debajo, pero lo que no voy a admitir es que alguien como el profesor,con el que por cierto he tratado de ser cordial, trate de humillarme para calmar sus propios miedos. Y me da igual que sea hombre o mujer.

El ánimo y el enojo que hubo en Alexander cuando recriminó a Sybill su comportamiento con el profesor se fueron a medida que la mujer hablaba. No parecía siquiera que escuchara lo que ella estaba diciendo, más bien parecía que se estuviera dando cuenta de algo.

¿Me estaré volviendo loco?

Alexander nunca se había comportado así. Era incapaz de mantener una discusión acalorada, simplemente porque no le gustaba discutir. Ni siquiera aunque pensara que llevaba razón. Era algo superior a él. Siempre evitaba aquellos encontronazos.

Perdoneme un momento señora Leefolt.

Dijo mientras se ponía la mano en la cabeza y se apoyaba en la pared más próxima. Sentía nauseas mientras en su mente se arremolinaban los recuerdos del sótano de la casa, con la historias del difunto profesor y lo que aquello implicaba.

Dios Santo, me estoy volviendo loco.

La expresión molesta de Sybill se fue tornando preocupada tras observar como el sacerdote palidecia hasta dar la impresión de que iba a desmayarse. Sybill, a pesar de su rebeldía y su fingida pose de independencia comenzó a sentirse mal consigo misma por haber comenzado la discusión y se acercó preocupada al sacerdote. Al fin y al cabo aquellos tres tipos que había conocido hacía poco tiempo era lo mas parecido a una amistad que había tenido en el nuevo continente.

-Padre...¿Se encuentra bien?-  preguntó apoyando su mano en el hombro del sacerdote que estaba ligeramente inclinado -¿Alexander...?

La joven por el rabillo del ojo contempló como los curiosos que habían empezado a contemplar la discusión iban aumentando por lo que se volvió molesta y increpó a los que tenía más cerca ¿Qué ocurre? ¿No tienen vida propia? ¡Fuera de aquí!

Sin dudarlo, Sybill agarró suavemente del brazo a Alexander y tiró de él para conducirlo a algun lugar tranquilo o por lo menos alejado de la gente.

Venga...creo que había un parque cerca...Necesita aire... susurró en un tono más docil y calmado Además parece que estamos llamando la atención

El padre Alexander siguió a Sybill para apartarse de la zona por la que estaba pasando la gente. Las náuseas no se calmaron con el paseo y al final terminó devolviendo parte del desayuno. La respiración se calmó un poco, pero el olor de sus propios jugos no contribuyó a calmarle.

Discúlpeme ... no se qué me pasa.

Dijo el cura entre jadeos. Intentó calmarse cerrando los ojos. Notó como el estómago intentaba luchar por recuperar el control y como la sensación de acidez iba desapareciendo de su boca con cada trago de saliva.
Inspiró profundamente y abrió los ojos. La señora Leefolt se encontraba junto a él.

Creo que podemos seguir. Parece que mi cuerpo me permitirá realizar el paseo hasta nuestro destino.

Su voz sonaba todavía un poco jadeante, pero parecía que se estaba recuperando a pesar del sudor que cubría todavía su frente.

Sybill torció ligeramente la boca con expresión preocupada mientras contemplaba aquel chorro maloliente de vómito brotar de la garganta del cura. Inmediatamente su cuerpo reaccionó y sintió el sabor del bilis en la garganta pero se contuvo y esperó unos momentos a que Brandt se recuperase agarrandole el hombro por si se desmayaba.

-¿Está seguro?-pregunto más aliviada al verle recuperar poco a poco el color -Si quiere esperar...no tengo ningún problema -sugirió poco convencida mientras le ofrecía un pañuelo. Aunque momentos antes había preferido ir sola, en aquel momento temía dejarlo sólo en aquel estado.

Alexander cogió el pañuelo que le ofrecía la mujer y se limpió los labios.

Estoy seguro.

Cuando se incorporó, el cuerpo volvió a hacer un amago de empezar de nuevo con el espectáculo, pero parece que la respiración profunda del sacerdote calmó las aguas.

Pongámonos en marcha.

Bajando la calle estaba una oficina de correos. Dentro la llevaba un hombre delgado y con gafas, con un bigote atusado. Les saludo cortesmente al entrar.

-Buenos días-les dijo esbozando una sonrisa. La oficina estaba vacia a aquella hora.

Durante el camino a la oficina Sybill miraba de vez en cuando al sacerdote, pues temía que el hombre tuviese otra recaida. Finalmente llegarón al mostrador del único funcionario de correos que estaba en ese momento allí. Probablemente el resto estuviese en la hora del café. 

Sybill respiró profundamente antes de hablar. No se sentía capaz de mostrar su habitual simpatía así que optó por ir directa al grano y terminar cuanto antes.

Buenos días-respondió seriamente mientras- Estamos buscando el modo de llegar a un pueblo que se Ross's Corner y  la dirección de alguna pensión u hotel por alli cerca ¿No venderan por casualidad mapas de la zona?

Por dios...que no tengamos que dormir en esa casa...

El hombre se quedó mirándola como tratando de entender que quería decir. Al segundo se sobrepuso y la respondió:

-Esto... pues claro señorita. Disculpe, normalmente no nos suelen pedir cosas como esa. Mapa no tenemos, pero...-dijo buscando unos papeles en la mesa- bueno el pueblo está cerca, apenas esta a dos horas de viaje por carretera. Todos los días pasa un autobus por la mañana y otro por la noche que pasan por Ross's Corner, tome mi horario-dice extendiendote un papel con los horarios de los autobuses- aunque eso puede verlo en la parada del propio autobus...-se quedó unos segundos pensativo- Ah, y bueno, el pueblo es muy pequeño pero supongo que tendrán una pensión o algo para los visitantes. Lamento no poder concretarla mas...

Alexander miró el papel que les ofrecía el hombre de la oficina para quedarse con los horarios del autobús.

Mucho me temo que no nos dará tiempo a llegar a la de la mañana. Si queremos ir hoy tendremos que coger el nocturno.

Aquella última palabra no le hizo demasiada gracia al sacerdote.

Por la noche. Dios bendito.

Gracias-respondió Sybill al agente de correos mientras salían.

Cuando el padre Brandt habló Sybill pudo ver como su rostro volvía a palidecer y trato de pensar algo con lo que pudiese evitar que el sacerdote volviese a bloquearse.

No se preocupe...Aunque cojamos el nocturno no tenemos que ir enseguida a la casa. Aún nos tendrán que indicar en el pueblo donde está y no podemos arriesgarnos a que no haya luces en la casa. No creo que la electricidad halla llegado allí aún y los faroles estaran todos sín aceite...Vamos, que tendremos que esperar a la mañana.

Sybill calló unos segundos antes de continuar. La joven también estaba pálida. El funesto destino se les acercaba y no entendía como había aceptado aquella nueva oferta de tener una muerte dolorosa y terrible, sin embargo no quería dejar traslucir esos sentimientos.

¿Se le ocurre algo más o volvemos con los otros?

Alexander se quedó pensativo durante un instante.

Salvo el tema de alojarnos, que hasta que no lleguemos poco vamos a poder hacer, no se me ocurre nada más. Será mejor que nos reunamos con el profesor y el agente para ver qué han podido averiguar.

Espero que lo suficiente para no pasar más tiempo del necesario en aquel lugar.

Ambos salieron de la oficina de correos y se dirigieron de nuevo a la Universidad. Al menos les habían indicado como ir.

La universidad se presentaba con toda su majestuosidad ante sus ojos. Era realmente magnífica y nada tenía que envidiar en cuanto a aspecto a las universidades del viejo continente. Finalmente tras atravesar los parques y jardines llegaron a la cafetería donde habían desayunado. Aún no había rastro del profesor o de Michael

Parece que aún no han llegado- comento Sybill mientras se sentaba y llamaba al camarero - Debería tomar algo para sentar el estómago... Lo siento si le alteré antes

Alexander volvió en sí tras el comentario de la señora Leefolt.

Eh, ah, no ... no pasa nada. Tampoco mi comportamiento fue acorde con mi forma normal de actuar. Creo que sería buena idea, tengo el estómago vacío. Mucho me temo que ya se ha olvidado del desayuno.

Su última frase fue un vano intento de rebajar su tensión.

Vayamos a ello entonces- respondió pidiendo otro té para hacer tiempo en lo que llegaban sus compañeros

Sybill sonrío alegremente para ocultar su nerviosismo. La perspectiva de visitar otra casa encantada la alteraba bastante pero se había prometido a sí misma estar tranquila, como una buena británica, hasta que tuviesen que entrar en la casa. De nada les serviría anticiparse a lo malo.

Bueno...-comenzando sin saber muy bien que decir- ¿A que se ha dedicado desde la última vez que nos vimos?

que a qué me he dedicado, a no volverme loco. Sabe cuánto tiempo llevo dedicado al sacerdocio y cuánto tiempo antes sabía que quería ser ministro de Dios. Pues todo se desmorona cuando encontramos lo del sótano.

Hizo una breve pausa.

Sigo intentando enmarcar aquel suceso dentro de mi paradigma de creencias para poder mantener mi fe, pero sigo haciendo aguas por todos sitios.