Partida Rol por web

- Estoy bien, chico... - Le dijo acercándose a su retoño y agarrándole de la cabeza para abrazarla contra su pecho.

Nunca hubiera creído, por mucho que se lo hubieran vaticinado, que acabaría queriendo a ese niño y mucho menos hubiera creído que le podría haber llegado a querer tanto y a preocuparse tanto por él. Además, Mossa se había convertido en un adulto funcional y adaptativo. Un miembro que encajaría bien en cualquier sociedad avanzada. Sí, se podía decir que Patrice estaba orgulloso de él.

- Habéis hecho un buen trabajo entonces. - Le dijo. - Mantener a flote ese monstruo con los daños que presenta y con la tormenta que está cayendo... - Negó con la cabeza. - ...no es poca cosa. - Se separó al fin de su chiquillo. - Creemos que la tormenta es cosa mágica y que si acabamos con la causa remitirá. Ese es el lado bueno. El malo es que si no destruimos la causa de la tormenta... - Chasqueó la lengua fastidiado. - Creo que nos hemos ganado un buen descanso. Mañana decidiremos que debemos hacer y como afrontar el... - Gruñó por lo bajo. - Como acabar con esa cosa...

Dicho aquello se puso en marcha para cambiarse de ropa y poder dormir un poco. No tenía no hambre después de lo sucedido en el interior del zigurat. Todavía tenía muy presente a Sazel y su triste y desgarrador final. Un final que no le deseaba ni a su peor enemigo.

¿Una tormenta mágica? Eso es una perturbación muy grave del delicado equilibrio natural. - Pensó para sus adentros. - ¿Qué clase de poder hace falta para embravecer los mares y causar lluvias durante tanto tiempo? Controlar los elementos con tanta facilidad no es sencillo, las consecuencias... mejor ni pensar ellas. Había muy poca información y las preguntas no dejaban de acumularse.

- Capitán, ¿no hay algún archipiélago, islote o lo que sea entre Marennes y nosotros? Tal vez algún asentamiento lo bastante grande como para disponer de astilleros, o al menos de carpinteros experimentados. Aunque la tormenta arrecie dudo que el Lauretta pueda cubrir el trayecto, por muchos parches que intentemos poner. -

A fin de cuentas mejor una travesía tardía que terminar en el lecho marino. Ya se habían  perdido demasiadas vidas inocentes inutilmente.

No sabes gran cosa sobre la costa Chardaukana, aparte de que las ciudades grandes de los indígenas se encuentran hacia el noroeste y que vosotros estáis en un punto indefinido del sur, con Marennes al este. Dudas que haya una ciudad bien equipada entre vuestra posición y vuestro destino.

Vuestra mejor apuesta es hacer amainar la tormenta mágica... o abandonar el Lauretta y abriros a camino a pie por la jungla siguiendo el camino de la playa.

- Mis conocimientos sobre la zona y la costa chardaukana son escasos. - Admitió el capitán. - La razón de este viaje, entre otras, es precisamente para explorar el continente. - Se encogió de hombros. - Lo poco que sé es que las grandes ciudades indígenas están en el noroeste y nosotros tenemos que estar en algún punto del sur. Marennes queda al este. - Asintió con la cabeza mientras pensaba. - De todas formas, no creo que en ningún lugar de este continente haya ciudad alguna con la tecnología necesaria para reparar el Lauretta. Al menos no creo que tengan herramientas mejores de las que podemos encontrar aquí. - A medida que iba hablando, el capitán iba agriando el gesto. Empezaba a darse cuenta de la difícil tesitura en la que se encontraban. - No queda otra que tratar de hacer amainar la tormenta. Es eso o abandonar el Lauretta y abrirnos paso a través de la jungla siguiendo el camino de la playa. Algo que no creo que sea conveniente...

Tierras inexploradas, ausencia de mapas o cartas de navegación actualizadas. Quizás hubiera un guía en el poblado o la posibilidad de avanzar al amparo de la costa. Cualquier opción valía la pena, al menos eran mejores que permanecer bajo la tormenta, suponiendo que el clima estaba en manos de un poder desconocido.

- No creo que sea necesario abandonar el navío Capitán, se podría intentar fondear por la costa buscando otros asentamientos. O bien un pequeño grupo podría ir bordeando las costas o jungla a través mientras al resto de la tripulación sigue con las reparaciones. - De todas formas la decisión sobre el Lauretta estaba en manos de Lefebre.

Había otras maneras de salvar la espesura, pero la sola idea de recurrir al monstruo... Quizás fuera la única opción, no se podía dejar a la buena gente encallada en unas playas ajenas a toda ruta de navegación conocida

- Con su permiso lo consultaré con la matriarca, cualquier dato sobre la orografía del terreno podría ser útil. - Aunque tocaba esperar, seguramente aun estaría hablando con Raven y no había motivo alguno para ser grosero.

—¿Estás seguro de lo que dices Patrice? Si no hay esperanzas de reparar el Lauretta y tener un medio seguro que nos lleve a Merennes, ¿por qué seguimos aquí? —dijo con gesto sombrío Victoire— Si al menos el navío fuera operativo sin una tormenta que embravezca al mar... merecería la pena. Pero si pase lo que pase vamos a tener que viajar a pie, todo esto es una pérdida de tiempo. Ya hemos pagado mucha sangre revraina.

Entonces bajó la voz.

—No hemos venido aquí a resolver los problemas de los chardaukanos. Lo sabéis, ¿verdad?

No parecían estar entendiendo al capitán. Podían ser dos cosas, o es que no es explicaba bien o podía ser que todavía estuvieran en estado de shock por lo sucedido con el bueno de Sazel y no estuvieran prestando la debida atención. Fuera como fuera, no se lo tendría en cuenta. Ya habían pasado suficiente como para ponerse a discutir ahora por un malentendido. 

- La opción de cruzar la jungla está descartada por el momento. - Dijo el capitán. - El Lauretta podrá navegar si cesa la tormenta, ergo debemos de conseguir que cese. Llegaremos a Marennes y podremos reparar la nave. Ese es el camino a seguir. - Asintió y se quedó mirando a sus compañeros. - ¿Comprenez vous? 

—A que lo que quiero es tiempo—respondió Raven con media sonrisa de disculpa—. ¿Qué valor le dais por aquí?

Para ella, que dedicaba su vida al estudio del Arte y sus misterios, los segundos estaban hechos de oro.  No obstante el gesto se le diluyó con un suspiro.

—En realidad sólo me gustaría tener una conversación normal, conocer un poco Chardauka y a vosotros. Pero con todo lo que está pasando casi parece que estuviera fuera de lugar.

«Hablando de eso... »

—Hay algo que me llamó la atención—añadió ladeando la cabeza—. ¿Antes de la llegada de Revraine habíais visto anteriormente a... 

Pensó durante un segundo, odiaba decir "de los míos". Para ella ser un drow no convertía automáticamente a nadie en "uno de los suyos". El término se le antojaba lo más inexacto que podía existir. Y todo el maldito mundo lo usaba.

— ...alguien como yo? Es decir, un elfo oscuro.

¿Estaba a la defensiva Lefebre? Sin duda lo ocurrido en esa construcción había dejado marca en cada uno, pero defender con tanta vehemencia un único curso de acción no tenía sentido alguno. Quizás disponían de información adicional, en cualquier caso la opción marítima parecía una verdadera insensatez.

- No, no le comprendo capitán, lo único que entiendo es que en el estado actual de Lauretta es más probable que navegue hacia el lecho marino que sobre las aguas. Ignoro que sabe sobre la jungla para descartarla inmediatamente, pero si la idea es retomar la senda del Zigurat le rogaría evaluase las opciones, escuché historias sobre ustedes y sobre Sazel, son todos mucho mejor guerreros de lo que veinte como yo seremos en toda una vida. - Me vuelvo hacia Lady Leblanc. -

- Milady, hasta que punto estemos en deuda con los chardaukanos y hasta que punto sus problemas sean también los nuestros me temo que es decisión conjunta. Creo que ustedes tres como los más veteranos y con mayor rango en la capilla deberían reunirse y dirimirlo en consenso que desean hacer. - Empleo el tono más bajo que sea capaz. -

—No cara a cara—reconoció Momoztli con su marcado acento—. Hemos tenido alguna escaramuza con los tuyos, Los Nocturnos, cuando han salido de la jungla a robar comida. Pero los chardarrim siempre han podido repelerlos.

»Guillaume nos contó que en Revraine las cosas son diferentes. Que los elfos oscuros que han llegado aquí han abrazado a Nocturne, y que utilizan magia oscura como su Padre.

La matriarca de Yuacán decidió no tocar el tema de la esclavitud.

- Nadie... - Dijo firmemente y mirando a Acubens con dotes de mando. - ...cruzará esa selva. No al menos hasta agotar las posibilidades de seguir en el Lauretta y como he dicho, eso pasa por acabar con la tormenta. - Dijo en tono impositivo. - La decisión está tomada. - Anunció.

Y esperaba que no hubiera motines, porque los motines solo se sofocaban con castigos ejemplares y desde luego no tenía ganas de tomar represalias contra ninguno de los miembros de su tripulación. Al final eran sus amigos y lo más importante: llegado ese punto de la exploración, hasta el último hombre era importante.

- Podemos debatir, pero la decisión es esa. - Dijo algo menos intransigente. - Abandonar la costa y el Lauretta no es una opción viable. ¿Estamos de acuerdo? - Miró a Victorie esperando su apoyo como oficia de superior rango después de él, en aquella expedición.

El Capitán seguía a la defensiva, el día indudablemente había sido nefasto y las malas noticias debían de estar afectando al juicio del marinero. No era nada reprochable, perder a un camarada es un trago muy amargo y ese hombre había perdido a muchos en el mar y tristemente seguía el mismo curso en tierra.

- Abordo del Lauretta le debo un mínimo de deferencia como Capitán. - Una pausa para meditar las palabras-  Pero le recuerdo que en tierra es usted un agente de la basílica, tanto como milady Leblanc, como sus compañeros y como yo. Ha tomado SU decisión, pero no decide por otros. -

Quizás no fuera el mejor momento para debatir, tal vez tras un descanso las ideas estarían más templadas. - Miro hacía la aldea, donde debían estar hablando la matriarca y Raven - Mañana será otro día para hablar y decidir. - Tocaba esperar a que terminasen las conversación privada. -

«¿Los Nocturnos?»

Raven arqueó ligeramente las cejas. ¡Había drows también en Chardauka! No es que fuese un concepto disparatado pero ahora tenía curiosidad por saber el contexto en la historia de que hubiesen llegado ahí.

Por desgracia, eran el tipo que no le hacía ningún bien a la ya de por sí nefasta imagen de su raza.

—Si son seguidores de Nocturne entonces no son de los míos—dijo—. Sólo nos parecemos físicamente.

Negó con la cabeza.

—Es decir... ningún humano consideraría a un criminal alguien de los suyos solo porque compartan raza, ¿cierto? Lo consideraría simplemente un criminal.

No dejaba de parecerle curioso que aquel matiz sólo se viera desde sus propios ojos. Para ella era hasta desagradable compartir nada con un seguidor de Nocturne, aun si solo era el aspecto. Habían sido precisamente los que lo adoraban quienes habían dejado aquel "gran legado" a las generaciones venideras que habían venido tras ellos. Por culpa de los seguidores de Nocturne a los drows se les considerase unos parias, por culpa de los seguidores de Nocturne el mundo los odiaba, por culpa de los seguidores de Nocturne Celestar había cambiado, por culpa de los seguidores de Nocturne ella se había propuesto algo que parecía una batalla imposible. ¿Cómo iba a llamarlos "los suyos" sin arrugar la nariz?

Para ella ese término era siempre mucho más complejo. Alguien de los suyos era alguien que le aportaba algo bueno antes que cualquier otra cosa. E irónicamente, la única persona que podía considerar que encajaba en ese concepto, no era un drow. Y la persona que más daño le había hecho en su vida sí lo era.

Parpadeó al darse cuenta de que se había quedado callada pensando.

—Quiero decir, no pasa nada, entiendo a lo que te referías—dijo con media sonrisa de disculpa. A fin de cuentas era normal que a Momoztli le resultase más sencillo usar aquel término para referirse a elfos oscuros cuando estaba hablando con una elfa oscura. Pero la maga era consciente de su irremediable tendencia a meditarlo todo—. Es solo que se me hace raro que no me miren como si pensaran que voy a devorar a alguien. Dice mucho de vosotros.

La cabecita de Sahvalnok asomó en ese momento sobre uno de los hombros de su dueña.

—Raro pero grato—acotó autoinvitándose a la conversación mientras esgrimía el dedo de una pequeña garra como quien está haciendo un apunte importante—. Es un placer, por cierto. Señora Matriarca. Momoztli. Señora. Que creo que no nos han presentado...

Raven carraspeó mirando de reojo a su Familiar el cual cambió la garra de esgrimir un dedo a taparse el hocico. La maga volvió a dirigirse a Momoztli.

—En Revraine, sí, las cosas son diferentes. Aunque diferente no es necesariamente mejor—suspiró. Agradecía el elegante detalle de omitir el tema de la esclavitud—. Yo soy... un caso raro.

Era complicado. Por decirlo de alguna forma.

—Chardauka es demasiado diferente. Me gustaría conocerla como quería Guillaume. Vuestros guerreros son distintos; he visto águilas y jaguares, vuestros chardarrim no son mera nigromancia de algún demente perturbando el descanso de los muertoss, es una decisión propia para proteger a los seres queridos y un orgullo para vosotros. Incluso al llegar a Yuacán vi una especie de... pájaros-lagarto muy coloridos que no había visto nunca. ¡Y aun tengo ganas de bosquejarlos! Pero desgraciadamente el tiempo para todas esas cosas parece demasiado valioso. 

Alzó ligeramente los hombros y volvió a dejarlos caer con algo resignación. Pero terminó por pellizcarse la barbilla pensativamente.

—Aunque hay algo que sí me gustaría conocer antes de nada y quizá se pueda.

Victoire frunció el ceño. Lefebre primero decía que no creía que pudieran reparar el barco y ahora aseguraba que podrían llegar en él a Merennes. Y no sólo eso, sino que se tomaba el lujo de decidir por todos. Por suerte para el lobo de mar Acubens se le adelantó, porque ella ya estaba de un humor de perros. La tiradora decidió entonces sólo incidir en el punto que más le interesaba en ese momento.

—Estamos de acuerdo sólo si puedes asegurar que, sin la tormenta, el Lauretta llegará a Merennes—dijo Victoire cruzada de brazos—. Revisa tu barco todo lo que necesites, pero asegúrate de que podremos hacer el viaje. Porque si después de acabar con todo esto, ese barco no llega a su destino...

La mujer decidió dejar su frase a medias. Estaba a punto de estallar como una boma. En lugar de eso se levantó.

—Hablaremos más tarde. Voy a descansar—dijo mientras se retiraba.

- ¿Puedes tú asegurar que mañana no vas a amanecer muerta porque se te paró el corazón durante la noche? - Le dijo enfadado a Victorie. Aunque realmente, quien le había hecho enfurecer más era Acubens. Él sólo trataba de hacer lo mejor para la expedición y se le tiraban al cuello como perros rabiosos. - El Lauretta no se puede reparar si no es en un astillero, pero sí, creo que puede llegar a Marennes si cesa la tormenta. Si quieres comprobarlo, bien y si no quieres, tiene selva. Tú misma. - Miró a Acubens. - Y lo mismo te digo a ti. - Sentenció. - Buenas noches... - Dijo furibundo, se dio media vuelta y salió en dirección al lecho que le había ofrecido en aquella aldea de trogloditas amigos de los no-muertos. Sí, Patrice estaba de un humor de perros.

Mozmotil empezó a hablar en Chardaukano, con un semblante serio. Itzel, que estaba presente, suspiró y rebulló en el sitio, aún enfadada por la discusión que había mantenido hacía un momento con su madre. Como tenía un mejor revraíno que su madre, te lo tradujo.

—Mi madre dice que la fuerza y la belleza de Chardauka es justamente su diversidad, incluso si parte de esa diversidad es fea. Lo que para uno es feo, para otro es hermoso, por lo cual piensa que cada pueblo debería gobernarse a sí mismo, siempre y cuando no trate de conquistar por las armas a otros —dijo, y carraspeó por las consecuencias obvias de lo que acababa de decir—. Lo que aquí se hace con los muertos es una magia que en Revraine da miedo. Nosotros sabemos que no es algo de lo que se haya de tener miedo, pero no pretendemos convenceros de que lo que hacemos está bien. Ella prefiere que toméis vuestras propias conclusiones de lo que veis aquí, y a su vez ella intenta hacer lo mismo contigo y con tus compatriotas.

Mozmotli sonrió.

—Bueno, ¿y qué es eso que quieres saber? —dijo, en su pésimo revraino.