Partida Rol por web

Los ojos de Honeybourne brillaron ante las palabras de su compañero. Le siguió la corriente, disimulando, y en voz baja susuró:

- Vaya, ahora sí que me ha picado usted la curiosidad - su rostro esbozó una leve sonrisa cómplice - Dígame ¿de que se trata? -

Los dos hombres caminaron hacia las salas reservadas. Desde el salón, una puerta de caoba con doble hoja daba paso a un distribuidor. Este permitía el acceso a tres salones y a las escaleras del piso superior. El Dr. Caminó con paso firme hacia las escalaeras invitando a su acompañante a seguirle. Una vez acomodados en uno de los despachos Isaac mudó su expresión hacia la seriedad.

- Antes que nada he de saber un poco más sobre usted. El Dr. tomó unos pliegues de papel del cajón del escritorio y se los tendió a Honeybourne. - Dime que sientes ante la lectura de estos versos.

Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo sostiene.

Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.

Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.

Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.

Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué comer,
y el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
En su mano los fusiles
leones quieren volverse:
para acabar con las fieras
que lo han sido tantas veces.

Aunque le faltan las armas,
pueblo de cien mil poderes,
no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere
mientras que te queden puños,
uñas, saliva, y te queden
corazón, entrañas, tripas,
cosas de varón y dientes.
Bravo como el viento bravo,
leve como el aire leve,
asesina al que asesina,
aborrece al que aborrece
la paz de tu corazón
y el vientre de tus mujeres.
No te hieran por la espalda,
vive cara a cara y muere
con el pecho ante las balas,
ancho como las paredes.

Canto con la voz de luto,
pueblo de mí, por tus héroes:
tus ansias como las mías,
tus desventuras que tienen
del mismo metal el llanto,
las penas del mismo temple,
y de la misma madera
tu pensamiento y mi frente,
tu corazón y mi sangre,
tu dolor y mis laureles.
Antemuro de la nada
esta vida me parece.

Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un eterno trago es la muerte.

Lord Oliver tomo las hojas en su mano y sin mediar palabra empezó a leer. A medida que sus ojos recorrían el texo su mirada se iba afilando y su rostro iba adoptando una expresión de mayor concentración. Leyó el poema rápidamente una vez, y luego lo repasó mas detenidamente, deleitándose.

- ¡Magnífico! - dijo volviéndose hacia el doctor, una vez terminada la segunda lectura - Sencillamente magnífico. Diría que se trata del trabajo de un joven autor, vital y apasionado.

Su rostro mostraba ahora una amplia sonrisa de satisfacción. Sin duda era un hombre que disfrutaba de estas cosas.

- El arrojo y vehemencia con la que lanza su arenga es cautivadora - prosiguió - y esa visión trágica del destino que reina en todo el poema, alentando a la lucha y al sacrificio por la noble causa... la lucha por los ideales y la identidad del pueblo... una buena obra, según mi criterio personal.

Honeybourne retornó la vista al texto, repasándolo una vez mas y esbozando leves gestos de agrado al pasar por aquellos fragmentos que le agradaban especialmente. Luego se volvió de nuevo hacia su interlocutor.

- Dejando a un lado mi curiosidad sobre el origen de este poema (luego le interrogaré sobre eso) dígame: ¿De qué trata este pequeño misterio suyo y como encajan estos versos en él? He de confesar que ardo en deseos de saber mas...

Mientras Honeybourne leía el poema Isaac le observaba fijamente. Daba la sensación de que tratara de adentrarse en el mismísimo escritor tratando de sentir lo que el otro experimentaba al recorrer los versos. Puede... puede que nos sirva. Al volver a retomar la lectura el Dr. pareció mostrarse sorprendido ante lo que veía.

Al acabar, Honeybourne devolvió la mirada a su intrigante contertulio que le observaba tranquilo desde su sillón. -¿Y bien?- dijo el Dr. mientras le miraba - Veo que le ha gustado- ¿No ha notado nada particular?- la sonrisa del psicoanalista se ensanchó levemente y con un gesto de la mano volvió a invitarle a leer la poesía. - ¿Podría recitarlo para mi?. Tómese su tiempo por favor- la mano de Isaac se desplazó hacia la copa de coñac que poco antes se había servido y la llevó a los labios - ¿Quiere algo de beber mientras?-

- ¡De acuerdo!- dijo lord Oliver con una amplia sonrisa. Tomó las hojas de papel en su mano y empezó a recitar en voz alta, poniendo empeño en que su ejecución fuese lo mas impecable posible.

Tras recoger de nuevo los folios que le habían tendido Honeybourne comenzó a recitar. Los versos, bien medidos y con una hermosa rima comenzaron a salir de sus labios mientras el Dr. volvía a concentrarse en él. A medida que recitaba ambos comenzaron a entrar en un leve trance que parecía transportarles a otros lugares. Isaac fijó su mirada en el escritor y este se sintió incapaz de dejar de leer. - Por favor, es suficiente amigo mío - las palabras del Dr. sonaron forzadas, casi como un susurro arrancado del interior del médico - ya es suficiente...-

Tras un breve esfuerzo en el que parecía que no iba a lograr detenerse Honeybourne dejó de recitar los versos. Ambos se encontraban exhaustos y desorientados. - No puedo explicarle nada mas amigo mio. Solo se que usted es la persona adecuada y que agradecería que acudiera a la fiesta del magnate. Allí podré contarle mucho más en un ambiente mucho mas seguro - el Dr. volvió a guardar de nuevo el escrito y esperó la respuesta de Honeybourne.

- ¿Qué demonios...?- pensó Honeybourne mientras volvía en si del extraño trance - ¡este poema es algo más de lo que parece... !

Un mechón de cabello se había desprendido de su impecable peinado y le daba un aspecto algo cómico, como descompuesto. Luego miró al doctor, trató de recuperar el gesto, aún algo aturdido, y dijo:

- ¡Allí estaré! ¡No lo dude! - dijo con entusiasmo. Luego esbozó una leve sonrisa y miró a Butler fijamente, con al esperanza de que le contase algo más...

El Dr. miró al Honeybourne que claramente se encontraba profundamente impresionado por la experiencia que acababa de vivir. Pocos son los que sienten lo que él, y todos sufren la misma impresión. Aunque el hombre debía de estar sufriendo algo de tensión sus hombros apenas se encontraban agarrotdos. Bien, se enfrenta con cierta capacidad a los sucesos que son fuera de lo normal.- Supongo que está lleno de interrogantes- una sonrisa afloró a los labios del médico - puedo contestarle a una sola pregunta, pero ha de meditarla-

- ¡Una sola pregunta! - pensó Honeybourne, con la mirada clavada en su interlocutor - ¿Por qué se andará el buen doctor con tanto misterio?

- Me deja usted desconcertado, la verdad - dijo Honeybourne después de una pausa - ... una sola pregunta...

- ¿Por que se anda con tanto misterio, doctor? ¿Qué relación tiene este misterioso poema con la fiesta del señor Atendurth a la que em ha invitado?

La cabeza de lord Oliver aún daba vueltas después de la extraña experiencia con el poema. El misterio que se presentaba ante él le atraía de una forma muy intensa, casi enfermiza.

El comentario de Honeybourne puso de manifiesto que era un hombre inteligente. El Dr. sonrió levemente y asintió con la cabeza dando a entender que la pregunta había sido buena. - Todo está relacionado amigo mío- Isaac se acercó un poco mas para facilitar la sensación de privacidad. - Necesitamos de la ayuda de alguien suficientemente sensible. ¿Sabía usted que Atendurth tuvo una hija?-.

- ¿Una hija? - preguntó Honeybourne sorprendido - Pues la verdad es que desconozco la mayor parte de los detalles personales de este ilustre caballero, incluido este... Aunque la verdad es que parece algo demasiado importante como para que no se conozca públicamente... ¿A caso lo ocultó?

Lord Oliver estaba completamente enganchado. Sus ojos brillaban con astucia, mirando fijamente al doctor. Toda esta extraña combinación de detalles aparentemente inconexos parecía dejar ver algo mucho mas complejo y siniestro. Ardía en deseos por saber...

- Si, efectivamente tuvo una hija, aunque pocas personas tienen el placer de conocer esto. Como bien sabrá Atendurth ganó su primer millón de libras en las Indias Orientales, comerciando con las sedas que importaba desde allí. En aquellos tiempos él era un inexperto e intrépido jóven que no se dejaba impresionar por ninguna situación, sin embargo, algo le ocurrió durante aquellos años- El doctor aguardó unos intantes apra crear la atmófera adecuada, disfrutando d ela atención de su compañero- Hace ya una década que trato al millonario y hace unos años, después de un severo ataque en el que creimos que fallecería, me confesó que había tenido una descendiente con una india de las islas Cook. Una hija que falleció trágicamente. Ahora todo su mundo gira alrededor de aquel suceso y busca ayuda en personas sensibles y con unas ciertas características. Pero esto debería contarselo él con más detalle-

- Comprendo... - dijo lord Oliver, concentrado en la explicación del doctor. Recordaba haber leído algo hacía unos días en un periódico sobre una expedición que acababa de regresar de esos lugares, pero no estaba seguro... ¿estaría esto también relacionado?

- Y entonces usted - prosiguió - se está encargando de reunir a ese grupo de personas ¿no es así?

- Algo parecido... dijo Isaac esperando la reacción de su acompañante. Hacía tiempo que le había observado y por lo que veía no su elección no había sido desafortunada. Parece que tiene una mente inquieta, justo lo que necesitamos . Digamos que estoy buscando un grupo de amigos para ayudar a nuestro querido millonario a sobreponerse a su pérdida- el hombre entrelazó las manos entre si y se recostó nuevamente en el sillón, dando una apariencia de absoluta tranquilidad - ¿Le interesan las causas de los demás?-.

- ¿Las causas de los demás? - preguntó Honeyburne algo confuso - ¿Se refiere a los motivos por los que ha reclutado al resto de miembros de este curiosos grupo? ... ¿o quizás se refiere a la desgracia vivida por el millonario?

Lord Oliver hizo una pequeña pausa y prosiguió, recuperando la decisión en u mirada.

- Por supuesto que simpatizo con el señor Atendurth y lamento su pérdida, peor como comprenderá respeto la intimidad de un caballero como él y no desearía inmiscuirme en sus asuntos sin su consentimiento y solicitud expresa... por mucho que desde un punto de vista personal me fascine el asunto...- una sonrisa cómplice apareció ahora en los labios de Heneybourne, que se quedó en silencio a la espera de la repuesta de su compañero.

El Doctor rió entre dientes ante la pregunta de Honeybourne, desde luego que era una persona a la que no se le escapaban demasiadas cosas. -Veo que presupone que no es el primero- la mano de Isaac hizo girar levemente la copa para que el coñac se oxigenara un poco más -¿Qué pensaría si le hago saber que, de momento, no hay nadie mas?. Se detuvo unos instantes al escuchar al Oliver la simpatía que profesaba al millonario, eso era algo necesario si iba a presentárselo para algo sumamente personal. - Digamos que la fiesta será el lugar oportuno para encontrar a personalidades de gustos y capacidades similares a las suyas- El Doctor se detuvo unos instantes antes de proseguir - En caso de que nos acompañe, claro está- dijo en un tono especialmente intrigante que hacía pensar en la necesidad de un previo compromiso.

- Por supuesto que le acompañaré, mi buen amigo Butler - contestó Lord Oliver con aire sereno pero deicidio. La trama que poco a poco parecía desenvolverse frente a él atraía su interés de una forma casi enfermiza, pero como buen caballero inglés trataba de mantener la compostura. Recordaba las lecciones de su tío sobre los perjuicios del ímpetu y la irreflexividad, que casi siempre, decía, conducían al fracaso y la vergüenza.

De repente, una idea surgió en su cabeza.

- Si dice que de momento soy el primero, quizá podría ayudarle a seleccionar a los demás - su rostro adquirió una sonrisa pícara - si me explica usted en mas detalle las necesidades de este pintoresco grupo.

Isaac observó durante unos largos instantes a su contertulio. Le gustaba la idea de tener un apoyo a la hora de encontrar a las personas idóneas para embarcarse en el apasionante caso de Atendurth, pero dudaba de las posibilidades que le brindaba el ofrecimiento del artista. -Uhmmm... es un caso complicado mi buen amigo su tono de voz reflejaba la indecisión de sus propias ideas al respecto. -Digamos que antes debería pasar por una serie de situaciones para saber acerca de sus...”sensibilidades”- dijo el doctor haciendo un especial hincapié en el último término. -¿Ha leído las ultimas noticias publicadas por Anne Kilbride?, tal vez dispongamos de una oportunidad antes de la fiesta. Que me dice, ¿Se pondría en mis manos para ello?- dijo mientras le sonreía en un claro gesto de amistad.