Partida Rol por web

Fascinante.   

Los “aislados” me preocupan.  Se me hace que se escaparon.  Han de haber causado esto, este abandono.

Sigamos explorando, hacia abajo.

Antes, preguntaré por la gaita de los vientos: ¿Cómo dar paz a los “aislados”?

La doctora se había parado en el púlpito y había hablado por los tubos estos que hablan con el aire, con las almas en el aire.  Su interés era hablar con ellos, con los liberados, sabios, en bondad.  Su preocupación era la advertencia del libro, lo de las almas-viento que habían sido aislados ¿en alguna cámara del sitio? y que quizá habían salido de ahí, por maña propia o aprovechando algún evento natural, como un temblor que hiciera una resquebrajadura en la piedra o algo así.

Este abandono bien podría ser el resultado de la destrucción por los prisioneros peligrosos escapados. -dijo a sus compañeros después de hablar.  Aunque mi filosofía hubiera sido de ayudarlos a integrarse, a ganar sabiduría, para alcanzar la libertad.  No aprisionarlos eternamente. No.

Como consecuencia de las palabras de la doctora, esporádicos remolinos de aire se colaron por las aberturas de la sala, creando varios vórtices de hielo y polvo. Algunos huesos de la periferia ruedan por el suelo. Al cabo de unos pocos segundos, los conos de aire se disuelven.

Bien.  Creo que entiendo.  -le dijo a sus compañeros. 

Debe haber algún osario abajo.  El desperdigar los huesos, como hicieron los remolinos aquí, debe ser una de las claves para "darle paz a los aislados".  -Hipótesis para llevarnos, digo. 

Caminó hacia la palanca y el "ascensor".  Espero que no sólo descienda sino que también ascienda.   

¿Shall we?

La doctora iba comentando emocionada los descubrimientos realizados. A mi particularmente el que me llamó más la atención fue aquel de "hablar con los muertos" y "volver del más allá".

Estaba seguro que aquel viaje respondería a las preguntas que siempre me había hecho sobre si existía la vida tras la muerte. Si bien la existencia de aquel ángel que descubrimos en Etiopía daba ya muestras de ser cierto, el hecho de poder hablar con los muertos rubricaba que ciertamente algo había tras dejar este mundo.

Mirando a los esqueletos del rincón, se me vino a la cabeza una de las frases.

¿Estos esqueletos son de aquellos no aptos? ¿O puede que estén enterrados bajo nosotros? Creo que deberíamos accionar esa palanca y ver a dónde nos da acceso.

Fascinante, simplemente fascinante. Aunque todavía me mostraba algo escéptico respecto a lo que decía el libro, el sistema que habían montado para "hablar" con el viento era, en sí mismo, increíble. ¿De verdad se podría hablar con los muertos, o aquellas respuestas no eran más que alteraciones al azar ocasionadas por nuestras palabras?

-Veamos si podemos seguir bajando, o la palanca es solo de subida -comenté poniéndome junto a la doctora-.

Al accionar la palanca, la plataforma asciende. Dejándoos sin posibilidad de subir.

¿Se fue sin nosotros?  -Sharada la vuelve a accionar para que baje de nuevo. 

¿Hay algún pasillo o algo similar al final de esta sala?

-Eso me temo -comenté, respondiendo a la oportuna pregunta de la doctora Srinivasan cuando la plataforma asciende. Me ajusté bien las gafas, mientras dirigía una mirada a mi alrededor, tratando de buscar una manera de salir de allí-. Tal vez haya alguna forma de salir sin necesidad de esa plataforma.

De nuevo, la plataforma vuelve a bajar.

Pues, me estoy imaginando entonces que cada uno de los molinos tiene sus cuartos interiores, cada uno con sus funciones y misterios.  Se subió de nuevo al elevador.   ¿Vamos?    -les dijo, extendiéndoles la mano de una forma diverti-caballerosa. 

Que la palanca sólo permitiera que la sala subiera era algo que me esperaba. La siguiente pregunta es, ¿aquí se acababa todo? Lo dudaba mucho. Aquella no podía ser toda la extensión de una civilización tan avanzada. 

-Quizás encontremos alguna entrada oculta si buscamos bien por el lugar. ¿Quizás oculta entre los huesos?

Amplié mi sonrisa. Había tratado durante mi carrera con muchos cadáveres, y aquella experiencia, horripilante quizás para algunos, no me causaba ningún tipo de impresión.

-Vamos, el viento ha movido algunos huesos, quizás eso quiera decir algo -dije, al tiempo que me internaba entre las pilas de cadáveres buscando cualquier indicio de una entrada-.

Desafortunadamente, la búsqueda es infructuosa. Ni una palanca, rendija, puerta... Entre los huesos sólo hielo, y tierra. La sensación de no estar a la altura pesa como una losa sobre vuestras cabezas. "¿Cómo abrirse paso?", os repetís.

Deslizáis las manos aquí y allá, buscando un nuevo mecanismo que activar, pero no encontráis nada. No es la primera vez que os veis en una situación similar, donde al final, la situación está delante de vuestras narices.

La Doctora se va hacia el "comunicador" con los vientos, y pregunta:  ¿Nos abren la puerta? 

La doctora se adelantó y gritó a los tubos para una frase que pretendía abrirnos paso desde aquel agujero donde nos habíamos metido. No parecía que hubiera más salidas de aquella sala, así que pedir las cosas desde el púlpito parecía la idea más clara en aquel momento

Alguna manera de salir tendrían los que estuvieran aquí que no fuera hacia arriba.

Aunque nada nos hacía suponer que hubiera otra entrada. Tal vez fuera solo un lugar de predicación hacia el exterior y aquel que entraba aquí no salía de nuevo si no se le consideraba digno. Si no morían y se quedaban, por tanto, tal vez no necesitaran una segunda salida.

Buena idea, doctora.

Me quedé quieto mientras la doctora se acercaba al púlpito y, más tarde, cuando las escaleras aparecieron ante nosotros. Aquello... había ocurrido. Si bien todas las religiones del mundo hablaban de la vida tras la muerte... ¿acaso aquel instrumento de verdad te comunicaba con los muertos? Claro que también podía haber sido diseñado para que, con las palabras adecuadas, se generaran unos sonidos concretos que provocaran la activación del mecanismo. Si... aquella era la explicación más lógica.

-Magnífica solución, doctora. Parece que el camino se abre ante nuestros ojos -comenté, mirando fíjamente la escalera-.

Mi usual expresión alegre había desaparecido, y un sin fin de pensamientos empezaron a inundar mi mente.

Había ido buscando lo imposible, había ido sabiendo que me esperarían cosas extraordinarias, pero todavía no podía aceptarlo. Mi mente era incapaz de dejar de pensar de una manera lógica y racional, pero la verdad era que aquello la estaba poniendo muy a prueba. Intrigado, y a la vez asustado por conseguir los conocimientos que siempre hasta el día de hoy había estado persiguiendo, me interné por las escaleras.

De manera gradual, la visión de lo que allí abajo aguarda se hace poco a poco más negra. Sólo atisbáis a ver cómo unos mecanismos movidos por engranajes que, en lugar de ruedas dentadas usa pequeños molinillos accionados por precisas corrientes de aire, son los que mueven el suelo para convertirlo en peldaños.

Ya inmersos en la oscuridad, dais un paso en falso pensando que los escalones continúan, pero no. Habéis llegado abajo. E mecanismo se vuelve a poner en marcha y las escaleras vuelven a subir al piso de arriba, quedando vosotros aislados en la oscura sala del interior de la montaña.