Partida Rol por web

Al tiempo que la doctora regresa con nosotros, una bocanada de aire helado nos golpea. Si bien el balcón era interesante de estudiar, no me apetecía que me diera una hipotermia en medio de aquellas ruinas.

-Déjeme confirmar su lesión, doctora. En función de lo que tenga dañado, quizá deba guardar reposo en un sitio seguro -comenté con tono serio-. De todos modos deberíamos salir de aquí antes de que nos terminemos de congelar.

Acto seguido me giro a Threkor, respondiéndole a su pregunta.

-La verdad es que no estoy seguro de que las cenizas no sean humanas, pero no parece que haya nada que indique que sí lo son. Deberíamos coger una muestra y analizarla si tenemos posibilidad. Ahora que hablan de almas, es posible que los cuerpos que dejaran atrás fueran quedamos y guardados en esta urna, o puede ser una cosa totalmente diferente.

-Estoy de acuerdo en que podríamos investigar esas cenizas en cuanto tuviéramos oportunidad -coincidí con el joven Romijnsen, observando las cenizas que había encontrado-. Aunque yo tampoco estoy del todo seguro de que sean cenizas humanas. Si lo que buscaban las personas de este lugar era purificar a los seres humanos y desprenderlos de sus relaciones, de su ego, de su cuerpo, de sus pertenencias, etc, no sé si termina de encajarme que portasen las cenizas de los fallecidos al otro lado de esas cinco puertas. Técnicamente las cenizas son el cuerpo. Si para ellos había perdido ya todo tipo de valor, no termina de cuadrarme que después lo guardasen aquí.

Caballeros, volvamos dentro. - me abracé el cuerpo al notar el viento que arreciaba. - Empiezo a estar un poco frío. Creo que si seguimos aquí sufriremos una congelación de alguna parte del cuerpo.

Al sentir que las piedras habían dejado de caer, miré en el interior de la estancia para asegurarme de que era segura y entré al calor de la sala. No es que hiciera calor, pero comparado con la temperatura del balcón, era agradable, aunque tardé unos minutos en volver a recuperar una temperatura más normal.

Me quedé en la sala para comprobar el estado de ella después del desprendiemiento y si éste había abierto alguna salida o no. Me acerqué al desnivel de la sala para comprobar aquel haz de luz de donde provenía y qué se veía desde allí.

Dentro hay esparcidas por el suelo diversas rocas de todos los tamaños. Debe haber sido alguna especie de temblor de pocos segundos de duración, pero ya ha cesado.

En el techo no ha quedado abierta ninguna salida, y el hueco al exterior que hay más allá por el que entra el haz de luz sólo es posible verlo desde abajo.

Este cristal servía para separar el pneuma, el alma, de la gente, que había completado su transición.  Es una herramienta, no un contenedor. -lo tranquilizó Sharada.

Propongo que vayamos hacia las escaleras aquellas, esas que marcan el desnivel entre una sala y la otra, la que tiene el hueco de luz.  -Se veía factible recorrer el espacio. 

Recordemos que aquí están es sólo un grupo de almas de viento, sino dos.  Aquellos "no merecedores", y los que si completaban el ritual y podían salir al exterior.   Vayamos con cuidado, y, sobre todo, no juzguemos con nuestros principios los de ellos.  Ni para bien, ni para mal.

Vamos.

Mientras caminaba hacia el desnivel y el haz de luz, los demás fueron entrando poco a poco en la sala ahora que era, en apariencia, segura.

Entonces doctora, ¿que es eso que se ve moverse en su interior? ¿Quiere decir que no es el alma de alguien?

La doctora me alcanzó en mi camino hacia el interior de la sala y se colocó a mi lado.

La escalera de piedra es estrecha y salva el desnivel existente en el interior de la montaña. Abajo, el haz de luz que entra ilumina el suelo de piedra. Enfrente, excavados en la roca, numerosos refugios en los que no se aprecia actividad alguna. Es como un pequeño pueblo olvidado en el interior de una montaña al que el tiempo le ha arrebatado la vida y lo único que queda es un viejo cascarón de piedra.

Aquella cueva nos depara nuevos descurimientos a cada paso que damos. Se ven unas excavaciones en la roca desde nuestra posición elevada. No puedo evitarlo. Desde que entré, me fijé en aquel haz de luz que caía desde el techo hasta el suelo. Había sentido la curiosidad de mirar de donde venía la luz. Si se veía el cielo. Si aquel haz sería algo especial que absorbiera mi alma y me dejara unirme a aquellos seres de aire.

Las respuestas a la vida después de la muerte podrían estar allí. Con lo que había visto ya tenía bastante clara la respuesta. Si bien la posibilidad de vida tras la muerte aún estaba allí, era evidente que pueblos antiguos habían descubierto la manera de trascender esta vida para pasar a otra. No era una muerte como tal, pero bien podía servir como respuesta.

Bajé los escalones lentamente para dirigirme a esa luz que caía del cielo, colocarme en el centro y mirar hacia arriba.

Entonces doctora, ¿que es eso que se ve moverse en su interior? ¿Quiere decir que no es el alma de alguien?

No, al parecer no "atrapa" almas, sino que las "expulsa" de su vehículo temporal que es el cuerpo.   Hace lógica como parte del ritual. 

Pero bien, como buena gente de ciencia, siempre hay que cuestionar y contrastar con evidencia.  -le sonrió.  ¿Quiere sostenerlo y examinarlo un poco más mientras vamos para allá?  -le ofreció la pieza de cristal mientras cruzaban la escalinata al otro lado.  Sólo que la arqueóloga no fue hacia el centro del haz de luz, se quedó en su orilla, examinando todo.

Basta con que uno de nosotros se eleve hasta el ovni, Threkor. -bromeó-.  Lo espero aquí. 

Cogí el cristal que me tendía Sharada y lo iba mirando mientras caminaba. Lo ponía al trasluz, apuntando hacia donde había más luz y observando como lo que había en su interior se movia.

Escuche las palabras de la doctora sobre el cristal que posteriormente le entregó a Threkor.

-¿Es eso cierto, doctora, o una suposición sobre la función de estos cristales? Sea una forma u otra, creo que deberíamos investigarlos en profundidad antes de continuar. Son los objetos más interesantes que nos hemos encontrado hasta la fecha.

Un cristal que expulsaba almas... Sonaba a algo más de ciencia ficción que de verdad, pero para saber si hacía eso a ciencia cierta solo teníamos que estudiarlo por nosotros mismos.

En el interior del cristal se forma un juego de luces peculiar. Al girarlo o cometer el más leve movimiento, las diferentes tonalidades de luces parecen interactuar entre sí como si fuesen agitadas nubes preparándose para la tormenta. Se enroscan, se contraen, se expanden...

Abajo, el suelo de roca está recorrido por estrechos surcos espirales, como si fueran canalizaciones para conducir el agua que pueda filtrarse o del hielo que se cuela por el agujero de arriba y derrite. La luz de arriba ilumina la parte de la enorme sala donde estáis ahora. Algún copo de nieve cae en un lento descenso hasta vosotros. Algunas aves sobrevuelan la abertura superior y sus graznidos rebotan por doquier.

Más allá, los pequeños habitáculos permanecen vacíos, sin ningún movimiento.

¡Qué hermosura!  -¡Qué visión! 

Hace sentido que de aquí fuera desde donde se elevan las almas hechas pneuma hacia el aire de la montaña y del mundo.

Es el final del ritual.

¿y en los habitáculos, que hay?   ¿Qué papel cumplen en esto?  ¿Es ahí donde reposan los huesos de quienes parten? ¿O las cárceles de los no-merecedores? -Le chocaba pensar que una civilización con tanta propuesta hermosa de elevación tuviera eso para quienes fallaran.  Ella se rebelaría ante ello, sin duda.  La idea de infierno de los cristianos, al menos la interpretación antigüa, le parecía igual de aberrante, y la reencarnación hindú en "seres inferiores", le hacía decir a todos que no había tal cosa como "inferior", que toda la naturaleza era hermosa.    Prefería pensar en que la iluminación tardaba, pero se esperaba, y se buscaba una y otra vez hasta encontrarla.

Me coloqué en el centro de la espiral, justo en el punto donde se veía el cielo a través del haz de luz y miré hacia arriba. De tanto en tanto pasaba algún ave y me quité un copo de nieve que me había caído en la cara.

Me agaché y recorrí con el dedo el surco en espiral que estaba grabado en el suelo. Miré hacia donde se dirigían aquellos surcos y seguí su curso hasta donde acabaran para ver si servía para abastecer de agua a algo que estuviera en la oscuridad o dentro de los habitáculos.

Mientras recorría ese surco, jugaba distraído con el cristal en la mano.

Cada uno estáis enfrascados en vuestros asuntos, pero los graznidos de las aves se vuelven más intensos y continuados.

-Estoy de acuerdo con Romijnsen -intervine, pensativo-. Hay que investigar esos cristales. Quizá examinarlos con un mayor detenimiento nos permita discernir qué son exactamante...

En ese momento, reparé en que los graznidos de las aves se volvían cada vez más intensos. No era un ornitólogo, pero tenía la impresión de que aquellos pájaros se estaban enfureciendo y cabía la posibilidad de que nos atacaran de un momento a otro.

-Señor Threkor, ¿puede salir de la espiral un momento? -le pregunté al ocultista, en tono serio, para después señalar a las aves que estaban revoloteando-. Tengo la impresión de que las aves se han alterado cuando le han visto situarse en la espiral. Puede que estén relacionados de algún modo con ella. Quizá sean las protectoras de este lugar.

Miré hacia arriba para observar lo que decía Nathaniel. Era verdad, se estaban reuniendo varios pájaros allí arriba. Por alguna extraña razón se me vino a la cabeza una película de Hitchcock.

Si. De acuerdo.

Me salí de la espiral mirando hacia arriba para ver si los pájaros tenían intención de entrar por el agujero o no. Me uní a los demás en la investigación de los habitáculos que se repartían alrededor de la zona. Quizás en alguno de ellos hubiera algo de interés.