Partida Rol por web

Chaumont, 12 de julio de 1918

Se puede decir que los muchachos del primer regimiento de la División Rainbow son unos tipos con suerte. Desde que hace diez días relevaron a los restos de las tropas francesas que defendían las trincheras de esta posición, han tenido que combatir, principalmente, contra el calor, las moscas y el aburrimiento. Oh, sí, ha habido combates, pero eran ataques y bombardeos artilleros más de tanteo o de distracción que otra cosa. El relevo del frente tendrá lugar dentro de cuatro días, por lo que reina entre la tropa cierto optimismo. Por desgracia para ellos, como pasa con todas las cosas buenas, su suerte está a punto de terminar.

Es comidilla entre toda la segunda compañía la visita que acaba de tener el capitán, George Lombard. Uno de esos correos en moto que se envían cuando se cortan las comunicaciones… lo que es raro porque la línea con el mando central funciona perfectamente. Más curioso si cabe es que el mensajero no era «él» sino «ella». Una cabo de comunicaciones con una espectacular mata de pelo rojiza y francamente guapa. Ha estado reunida con Lombard cerca de una hora a puerta cerrada, y las especulaciones sobre lo que pueden haber estado haciendo sonrojarían a una tabernera del puerto de Marsella.

A última hora de la tarde, al sargento Robert Palmer, se le ordena presentarse ante su superior, que es precisamente el capitán George Lombard.

El capitán George Lombard es un hombrecillo de cabeza con forma de huevo, ojos saltones y bigotillo ridículo. Se encuentra en el refugio que hace las veces de su despacho (y dormitorio), sentado en una silla, frente a una mesa con un vaso y una botella de coñac. Está muy pálido. Sin dejar de beber y sin invitarte a tomar algo o que te sientes, empieza a hablar:

-Hacia las cuatro, un avión de reconocimiento informó de una falta de actividad inusual en el frente alemán. Justo delante de nosotros. También informó de que había sobre las trincheras de los boches una neblina rojiza. Ni amarilla, ni verde, así que no es ni gas mostaza ni gas de cloro. El general “Jack” Persing, nuestro jefe, ha ordenado que se investigara. El general se lo ordenó al coronel, éste me lo ordenó a mí… y yo se lo ordeno a usted. Llévese a El niño, Doggy, J.J. y el Matasanos para que le acompañen y, cuando caiga la noche, avancen hacia las líneas enemigas. Retrocedan cuando tropiecen con la más mínima oposición. ¡Y vayan con las máscaras anti-gas puestas! Con suerte habrá sido una de esas porquerías que nos lanzan los boches que les ha estallado en la cara antes de poder lanzarla contra nosotros, pero no le exigiré que muera para demostrarlo.

Robert dio una larga calada a su cigarrillo antes de meterlo de nuevo en la pitillera de metal, donde la falta de oxígeno lo apagaría para poder disfrutarlo a posteriori.

—Capitán Lombard. Sargento Robert Palmer, señor— se anunció al entrar en el "despacho" de su superior. 

"El Viejo" aguardó de pie, con las manos tras la espalda y el gesto serio. Escuchó las órdenes y asintió con la cabeza.

—Así se hará— dijo el sargento, un poco extrañado ante esa neblina rojiza, pero dispuesto a cumplir con las órdenes del mando —. ¿Alguna cosa más, señor?

-Nada más, vaya a informar a sus hombres

"El Viejo" abandonó el refugio del capitán y sacó la pitillera para volver a encenderse el cigarrillo. Dio una honda calada y se aproximó a donde estaban sus hombres.

—Muy bien, muchachos— dijo, con tono hosco y el cigarrillo atravesado entre sus labios— . Tenemos nuevas órdenes— sujetó el pitillo con la mano y observó el rostro de los soldados—: esta noche nos toca reconocimiento y avanzaremos hacia la línea enemiga— explicó —. Al parecer, se ha detectado poco movimiento en el frente germano, justo delante de nuestra trinchera, y nos han informado de una especie de "niebla" rojiza en la zona de los boches, así que no se olviden de coger las máscaras anti-gas— hizo una pausa —. Evitaremos cualquier contacto con el enemigo y, ante cualquier signo de peligro u oposición, retrocederemos. Insisto: es una misión de reconocimiento— puntualizó, antes de añadir: —. ¿Alguna pregunta?

— Alles klar, sargento — dijo con amargura. Había soñado en tener unos días tranquilos antes del relevo, aunque bueno esa misión parecía dentro de lo que cabía algo razonable y no demasiado peligroso.

Pensó en lo incomodas que eran esas mascaras y en lo mucho que le apretaban la cara con esas malditas correas de cuero. Billie era un tipo corpulento y gordo así que casi todo el material le suponía un problema de talla.

-Parece que llego el momento de ir a estirar las piernas Sargento- comenta con su tono divertido y con su sonrisa dibujada en el rostro, J.J. como siempre intentaba mostrar buena cara ante todo, en especial hacia las malas noticias, igual se alegraba de salir un poco de la rutina y el aburrimiento reciente

Con el rifle a sus pies tras cansarse de esperar, aún mantenía una mirada con una mueca en dirección a la puerta del capitán, imaginándose lo que los hombres a su alrededor insinuaban que estaba ocurriendo. No daba especial credito a lo que escuchaba pero desde que habían llegado era lo mas interesante que había ocurrido.  
Dió un vistazo al castillo y pensó que si el precio a pagar por conservar tal maravilla arquitectonica era el aburrimiento de unos cuantos cientos de hombres, entonces era un precio justo a pagar. 
Un rato despues luego de que hayan llamado al sargento, volvió a colocarse el rifle al hombro mientras escuchaba sus palabras y giraba levemente en la dirección de lo que decía. "¿Niebla roja?", pensó con el entrecejo pensando que resultaba extraño, sin embargo le quitó peso al asunto pensando en que sería interesante investigarlo, era una mision de reconocimiento despues de todo.
Ante la pregunta del sargento sin embargo levanto una mano timidamente antes de hablar, mirando hacia la puerta del capitan con curiosidad, mas que nada por los cuchicheos que había despertado el asunto.
- ¿Quién era la señorita, Señor?

Chaumont, 12 de julio de 1918

- ¿Un poco de acción eh sargento?, me parece bien díganos el orden que debemos seguir al avanzar si es en fila avanzadilla etc y así lo haremos. Yo siempre he ido el último por ser el único sanador creo del regimiento, pero bueno ya me dirá si cambia ahora.

Cogeré esa mascarilla no quiero ser infectado por virus raros que halla en el ambiente. Una niebla rojiza suena raro, quizás hayan lanzado algo esos bastardos en sus propios huevos. Así tendríamos la explicación de porqué nos hemos estado rascando las pelotas todo este tiempo.

Al caer la noche estáis dispuesto para partir. En las trincheras sabéis que asomar la cabeza por encima del parapeto equivale muy posiblemente a que te la vuelen de un tiro, es por eso que a nadie le sorprende que podáis estar nerviosos*, tanto más cuando varios de la compañía están cruzando apuestas sobre si lograréis acercaros a las líneas enemigas u os abatirán en apenas diez pasos.

Os encaramáis al parapeto y avanzáis arrastrándoos por la tierra de nadie que hay entre trincheras. Hay que recorrer unos 200 metros antes de llegar a las líneas enemigas.

El Sargento asintió a "Doggy", calmado, y sonrió de medio lado ante el comentario de Jurgens —Mientras no estiremos la pata, me doy por satisfecho— bromeó. Sin embargo, la pregunta del joven Bath, hizo que "El Viejo" arqueara una ceja —. Ni lo sé, ni mi importa, joven. Y sé que la necesidad aprieta, pero no podemos permitirnos distracciones.

Las palabras del médico se ganaron una mirada hosca del Sargento, que dio una calada antes de responderle.

—Modere su lenguaje, soldado— dijo muy serio. A fin de cuenta, era maestro y la falta de educación le irritaba —. Las máscaras pueden dificultar la visión e irritar, pero mejor eso a inhalar algo que te queme los pulmones por dentro— irónicamente, dio una larga calada a su pitillo antes de girarse hacia los demás —. Revisad el equipo y las provisiones. Y limpiad las armas. Esta noche tenemos trabajo.

El Sargento Palmer era parco en palabras, hablando sólo cuando lo consideraba menester. Había intentado dar ánimo a los muchachos, pero lo cierto es que él mismo estaba aterrorizado. Cuando vez que sólo por asomar la cabeza te la vuelan, lo normal es que no quieras arriesgarte a sufrir el mismo destino.

Pero había que cumplir las órdenes.

Billie tenía todo preparado y ordenado listo para partir. Estaba aterrado del simple hecho de sacar la cabeza por ahí, pero sabía que estaba bajo muchas miradas, y él estaba ahí para demostrar su lealtad y patriotismo.

Sacó la cabeza con los ojos cerrados, como si de esa manera la bala que iba a recibir le fuera a doler menos.

¿Seguía vivo?

Abrió los ojos.

El sargento parecía un oficial al mando, siempre tan educado en sus palabras. Elliot que solo había visto en su pueblo al ganado y a los campesinos como él que hablaban tragándose palabras, escupiendo, y soltando según el sargento palabras groseras era su pan diario. De todas formas asintió, pues quería estar tranquilo y empezar a mover aquel culo gordo que se había aposentado durante bastante tiempo en aquella tierra mullida. No sin antes limpiar su rifle y ver que estaba cargado aunque con el seguro puesto como le habían enseñado. Se puso a continuación aquella máscara que parecía no haberse limpiado o que estaba vieja y vio por su plástico que se empañaba con su respiración. - ¡Vaya mierda de equipo que daba el ejército! Avanzó así con el arma por delante de él mientras la movía con el movimiento de los brazos arrastrándose por aquella tierra polvorienta.

El Sargento Palmer y J.J. quizás por ser los más experimentados en la guerra salieron de las trincheras algo nerviosos, habían sido muchos soldados a los que habían visto morir al asomar la cabeza para disparar, ellos saldrían de su protección para adentrarse en tierra de nadie.

El grupo avanzaba creando ruido, golpes del arma en el suelo, golpeando cascos de aliados caídos, lo único que les faltaba era ponerse en pie y gritar: "¡Alemanes aquí estoy! ¡Dispárenme!" La tensión crecía al saber que eran un blanco fácil para sus enemigos, pero por suerte nada pasó, no hubo disparos ni muertes.

Te parece ver una persona agazapada entre trincheras, pero no estás seguro de lo que has visto, ¿realmente había alguien o es producto de tu inquietud?

Mientras avanzas hacia las líneas enemigas te encuentras con los restos de un cadáver, apenas unos jirones de piel podrida cubriendo los huesos

El miedo era aún más peligroso que un balazo en la cabeza al parecer, pues les hacía cometer errores y, en el peor de los casos, quedarse paralizado a merced del verdadero peligro. Aún así, el sargento hizo acopio de voluntad y salió de la trinchera junto a J.J. 

El ruido que hacían al arrastrarse lo hizo maldecir entre dientes, a pesar de que "El Viejo" no solía soltar improperios a la ligera. Temiendo lo peor, siguieron avanzando, esperando los disparos, esperando ver saltar el cráneo de alguno de sus hombres... pero gracias a Dios, no hubo disparos ni muertes que lamentar.