Partida Rol por web

-La cuestión es que no tenemos nada tangible que pueda probar la culpabilidad de Rumsfeld y Mortimer. Lo que nosotros vemos como evidencias, también puede ser visto como la buena voluntad de un sacerdote de ayudar a familias que perdieron a sus hijos -expresó Bennet, respondiendo a la pregunta de la Bruja del Árbol. Empezaba a tener la sensación de que la anciana no les sería de especial ayuda, pues ya les había contado todo lo que aparentemente sabía-. Esperábamos que tal vez usted supiese algo sobre lo que sucedía en el bayou. Algo que hubiese visto u oído... Lamentamos haberle hecho perder su tiempo.

El ranger no sabía por dónde podían enfocar más preguntas, dado que la anciana no daba muestras de saber mucho más sobre el caso. Bennet dirigió una mirada a la agente Lewis durante unos segundos y, después, dos nombres más acudieron a su mente.

-¿Qué hay de los Manson? ¿Les conoce? -le preguntó a la bruja, con la esperanza de que estuviera al tanto de quiénes eran los guardeses de McKnight, si bien tampoco le parecía muy probable.

—¿Dónde está mi mujer? —repitió Seymour con los dientes aún más apretados y tirando de las ligaduras.

Skinner, sin mirar a Moira, le largó otra bofetada y Seymour le dedicó una mirada asesina que el alguacil se tomó a risa. El sheriff Smith permanecía callado en un rincón de la sala, apoyado en la pared y con los brazos cruzados. No apartaba la vista del detenido.

—¿Dónde-está-mi-mujer? —insistió aún más furioso.

La anciana hizo un gesto con la mano, indicando que no conocía de nada a los Manson.

—Yo puedo oír y saber muchas cosas de las que pasan en el bayou y más allá de él; pero la pregunta es, ¿son ustedes capaces de admitir la verdad?

Se quedó mirando durante unos instantes al vacío, más allá de donde estaban los agentes, hacia algún punto que parecía estar más allá de la pared de la habitación. Su rostro se contrajo en una mueca de dolor que recordaba ligeramente a los gestos que hacía el sheriff Taylor de tanto en tanto. Su pierna derecha comenzó a temblar y sus dedos se crisparon. Comenzó a murmurar algo, al principio con su voz y luego con una bien distinta. Parecía un gemido quedo o un lamento en voz muy baja. La mujer estuvo así al menos durante un par de interminables minutos, mientras los agentes se miraban el uno al otro.

—Está vivo... y está cerca... —jadeó la mujer dejando caer su cuerpo hacia delante hasta tocar la mesa con la frente—. El niño está vivo pero alguien lo ha escondido muy bien...

La Bruja levantó la cabeza para mirar a los dos policías, sus ojos se pusieron en blanco y se cayó al suelo como un saco de patatas.

Te lo he dicho, más tarde podrás verla pero tienes que cooperar.- Se levantó de la silla al sonido de la bofetada, acercándose a la camilla con los brazos cruzados.- Sino olvídate siquiera de saber dónde está. Con quién está. Cómo está…- Alargó las últimas palabras mientras caminaba lentamente por la sala, dejando que sus pasos resonaran por la cerca.- Pobrecita, estará asustada.- Le dedicó una medio sonrisa ladeada antes de detenerse frente la camilla, apoyando las manos en la barandilla inferior, junto a los pies.

Voy a preguntarlo una última vez, y esta vez espero que sea la buena. ¿Por qué nos estabais espiando en la Iglesia?

—Dime dónde está mi mujer y dame pruebas de que está bien y entonces hablamos. Y de camino llévate a estos dos perros sarnosos de aquí. No te van a ayudar una mierda, jajajaja.

Las carcajadas sorprendieron a los dos policías. El tipo parecía haber perdido el juicio pero, de repente, se calló, miró a los tres agentes de la ley y habló de nuevo:

—No vais a lograr sacar una mierda de mí, maderos. Solamente respondo ante una Ley y no es de este mundo —levantó la mirada hacia el techo del calabozo y cerró los ojos para entonar con voz firme y potente: —Porque el Señor ama la justicia y no abandona a quienes le son fieles. El Señor los protegerá para siempre, pero acabará con la descendencia de los malvados.

El sheriff Smith meneó la cabeza de un lado al otro mientras Skinner se paseaba por detrás del detenido, chocando su puño derecho contra la palma de la mano izquierda.

No estás entendiendo la situación.- Miró a Skinner antes de asentir, dejando que él ejerciera la presión física mientras ella se encargaba de hablar.- Si así lo quiero nunca sabrás dónde está Sarah, ni la verás.- Algo en su interior estaba deseando decirle que aquella mujer estaba realmente muerta. Era una pequeña venganza por intentar apuñalarla.

Escuchó con atención sus rezos, achicando los ojos a medida que su cordura parecía volar de la celda. Sin embargo se quedó con las últimas frases, rompiendo ese nuevo silencio.

“Acabará con la descendencia de los malvados”.- Repitió sus palabras, teniendo un evidente punto en común con la investigación. Miró unos segundos a Smith, queriendo saber si él también se había dado cuenta.- ¿Dónde has escuchado eso? ¿Tal vez de boca de Rumsfeld?

—¡En la Biblia! ¡Ese libro que la furcia de tu madre jamás te leyó al acostarte y que pisoteais cada vez que hacéis vuestro juramento al Estado satánico! —exclamó a voz en grito Seymour Blackman haciendo que el sheriff Smith diese un respingo—. ¡Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos! —clamó de nuevo y de sus ojos comenzaron a brotar gruesas lágrimas—. ¡Oh, Señor Todopoderoso, acoge en tu seno el alma pecadora de mi esposa Sarah y dile que muy pronto podré reunirme con ella!

Sin mediar palabra, el alguacil Skinner se sacó el cinturón y lo puso alrededor del cuello del indefenso Seymour Blackman, ahogando sus ruegos y haciéndole toser con violencia.

—¡Habla de una puta vez, fanático de mierda! ¿Dónde tenéis a Benjamin McKnight? ¡Malditos hijos de puta!

—¡Skinner! ¡Basta! —intervino también a gritos el jefe Smith.

—¿Que si he visto un sedán Ford? ¡Je! En la carretera a montones, agente, en los pantanos nadie metería un cacharro así por voluntad propia —respondió con sarcasmo el guía—. Si secuestraron al niño de ese malnacido de McKnight en un Ford sedán le están buscando en el lugar equivocado, amigo. 

Dutch se recostó un poco sobre el motor de la barca. Parecía haberse relajado bastante de repente. Apartó la vista de DeFuss como si hubiera perdido completamente el interés en el policía y en lo que tuviera que decir. Le dio un par de caladas hondas a su cigarrillo y esbozó media sonrisa.

—La gente da asco, pero algunos lo dan más que otro.

Se acercó a Skinner e intentó apartarle o quitarle el cinturón, dándose cuenta de que se había excedido, antes de seguir con el interrogatorio.

Es suficiente.- No parecían estar llegando a ningún lado y Seymour sólo se dejaba de llevar por la locura religiosa, no sabiendo ya si realmente eran pistas útiles o delirios de un moribundo herido.- Tu Dios no va a escuchar a un asesino de niños, mucho menos te va a ayudar.- Empezaba a impacientarse tanto que, a pesar de haber reprendido a Skinner, volvió a mirarle para que siguiera con su parte.- Estás solo Seymour. Si no confiesas te pudrirás aquí el resto de tu vida.

Adele no estaba muy segura si aquella mujer realmente podría saber algo, pero tenía claro que no lo sabría hasta poder hacerle confiar en ellos. ¿Qué le habrían hecho los "polis" para que se mostrara tan a la defensiva? Bennet hizo gesto de querer retirarse, pero la agente del FBI le detuvo con un gesto de la mano. Antes de poder decir nada, sin embargo, la Bruja entró en una especie de trance. -¿Qué está...?- Lewis se levantó de inmediato y llegó hasta la mujer para ver si se encontraba bien.

La Bruja del Árbol les había revelado que Benjamin McKnight estaba vivo y que se encontraba cerca, tras lo que había entrado en trance y se había desplomado en el suelo con los ojos en blanco. Al verla tendida en el suelo con los ojos en blanco, el ranger se temió que lo que estuviera sufriendo la mujer no fuese algo precisamente espiritual, sino más bien relacionado con la mujer. ¿Le estaba dando un ataque epiléptico?

No lo dudó. Se acercó junto a Lewis, agachándose frente a la anciana, comprobando su estado.

-Hay que ponerla de lado -dijo el ranger, tratando de girar el cuerpo de la Bruja del Árbol para que no quedara mirando hacia arriba-. Así evitamos que pueda ahogarse... -Intuía que Lewis sabría cuál era el motivo para girarla, aunque de todos modos lo aclaró. Al mantenerla de lado, se evitaban que la mujer pudiera asfixiarse con vómitos, espumarajos o su propia lengua.

—El Señor es mi pastor, nada me falta —comenzó a recitar entre toses en cuanto se vio libre del cinturón de Skinner—. En verdes praderas me hace descansar, junto a aguas tranquilas me lleva. El Señor me reconforta, me conduce por caminos rectos haciendo honor a su nombre. Aunque camine por valles sombríos no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan. Ante mí preparas una mesa delante de mis enemigos, unges mi cabeza con aceite y mi copa rebosa. El bien y la bondad estarán conmigo todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor durante días sin fin.

Smith comenzó a acercarse a Seymour sin perder de vista a la sargento Greenwrim. Un velo rojo de rabia cubría sus ojos. Se sentía un estúpido por haberse dejado convencer para llevar a cabo aquel interrogatorio. Sabía que nada de lo que saliera por la boca de Blackman serviría ante ningún juez, mucho menos ante el honorable Roger Corman. Smith había comenzado a sudar y se secó la cara con un pañuelo.

—Seymour, vamos a terminar ya de una vez con esto para que podamos d...

No tuvo tiempo de terminar a causa de la irrupción en la sala de Mommsen, el enorme alguacil que, a juzgar por su rostro demudado, traía malas noticias.

—Jefe, McKnight está detrás con los Pickett. Traen a una pareja medio muertos o tal vez uno de ellos ya lo esté. Les han dao una paliza tremenda, jefe.

Con la ayuda de los dos agentes la anciana volvió en sí en apenas un minuto. Respiraba con dificultad y tuvieron que emplearse a fondo e incluso llamar al agente DeFuss para ponerla en pie y acompañarla hasta la habitación del fondo, donde la mujer se acostó en una cama enorme que, sorprendentemente, tenía unas sábanas limpias y perfumadas con suavizante. El resto del dormitorio no tenía muchos muebles más allá de un pequeño secreter con su silla y un armario ropero de madera maciza. Al fondo se abría la puerta de un baño.

—Gracias, siento mucho las molestias. Ha sido agotador —les comunicó entre jadeos—. Creo que no puedo servirles de mucha más ayuda.

La mujer se hizo un ovillo y comenzó a llorar quedamente escondiendo el rostro. Los tres policías se miraron unos a otros pues aquella reacción era característica de las personas que padecían estrés postraumático agudo y de las víctimas de abusos, malos tratos continuados o encierros prolongados.

No sabía qué estaba pasando fuera y a decir verdad tampoco le importaba, asintiendo a ambos hombres cuando se marchaban para dejarles solos. Por ahora ella quería seguir intentando sacarle algo.

¿Has oído? McKnight está furioso, va a encontrar a los culpables de su hijo.- Cruzó los brazos, paseando de nuevo por la sala a medida que escuchaba a ambos alejarse para encargarse de ese extraño asunto.- ¿Qué le haría a Sarah si le digo que es sospechosa? Podríamos ahorrarnos eso si cooperas.- Se detuvo a su lado.- Dime dónde está y quitaremos vuestros nombres de sospechosos.

Los gestos de la mujer sorprendieron a Adele, quien por primera vez en su vida se sintió abierta a creer en lo sobrenatural. Aunque... era absurdo. Acostumbrada a buscar una razón lógica a todo, de pronto se encontraba con que no había forma lógica de explicar esa reacción más propia a una victima traumatizada.

La mujer dudó. Se dirigió a DeFuss y a Bennet. -Hay que traer un equipo de inmediato y delimitar la zona. Redbear debe conocer los posibles escondrijos de este pantano. Id con él, atentos a cualquier gesto. No descarto aún que no esté relacionado con los secuestros.- Se volvió entonces a la mujer, arrodillándose a su lado. Se tomó un momento, antes de comenzar a hablar, muy lento. -No creo en brujas, magia, ni esoterismos. Pero no puedo hacerme ciega ante lo evidente.- Volvió a tomar aire. -Cuando empecé este caso, soñé con vuestra casa. Jamás he estado en este lugar, ni os conozco, sin embargo el recuerdo era muy claro.- Otro silencio. -Os creo, señora. Y cuando demos con el niño, vivo, será gracias a vos.- Le puso una mano suave en la mano de ella, y se puso en pie para unirse a los otros dos.

Seymour Blackman comenzó a reírse de manera siniestra. Gruesas lágrimas corrían por sus ojos pero su rostro mostraba una máscara de ira serena.

—Ese cerdo pecador no volverá a ver a su hijo ni después de muerto —anunció arrastrando cada palabra.

De pronto se produjo un alboroto en el acceso al calabozo y, a continuación, se abrió la puerta de golpe. Los gemelos Pickett arrastraban a un hombre de unos treinta años, con el rostro destrozado a golpes e inconsciente. Detrás venía el alguacil Skinner, empujando a una mujer de la misma edad aproximadamente, con el labio partido y un ojo semicerrado que se había comenzado a inflamar y a ponerse morado. Moira se percató además que se había meado en los pantalones vaqueros que vestía y que gemía de puro miedo. En último lugar entraron Eliah McKnight, fumando despreocupadamente uno de sus puros y el jefe Smith, con el rostro congestionado por la ira.

Fue el sheriff el que cerró la puerta y mientras los Pickett y Skinner tiraban a los dos prisioneros en un calabozo, estalló en ataque de furia.

—¿Qué cojones te crees que estás haciendo, McKinght? La has jodido de tal manera que ni siquiera tus amigotes de Houston te van a poder sacar el palo que te va a meter Corman por el culo.

El magnate ignoró a sheriff como si fuera la mierda de un perro en la acera, le dio órdenes directamente a Skinner de que cerrara el calabozo, llamó a los Pickett a su lado, miró a Blackman y a Moira y se sentó en la silla del guardia del calabozo.

—¿A qué estabais jugando tú y este paleto de Seymour Blackman? —interrogó directamente a la sargento de los Rangers, mirándola con ojos fríos y crueles.

 Jordan sigue fumando de aquel cigarro mientras ve como su compañero de bote se recuesta. Ya parecía que la conversación se había vuelto demasiado larga para un hombre como él. DeFuss no lo obligaría a seguir charlando bajo esas circunstancias, debido a quel él mismo prefiere que la gente se vaya cuando él ya no quiere hablar. Se mantiene sentado, mirando el agua.

- Hmm, no he tenido el placer de hablar con McKnight hasta el momento, pero no he escuchado nada agradable de él. Tengo ganas de conocerlo.

 El detective ríe por lo bajo mientras cala nuevamente su cigarro y mira hacia la casa de la bruja, esperando poder ver algo de movimiento allí arriba. Quizá estuviesen obteniendo información clave... y quizá no...