Partida Rol por web

Scott veía claramente que aquel abogado no iba a detenerse por más altos que le diese y, cuanto más se alejaba, más opciones había de que el balazo terminara abatiendo a Mansfield. Puede que su testimonio fuese importante para cerrar el caso, por lo que no podía permitirselo.

Lejos de disparar de nuevo, Scott echó a correr tras Mansfield, con la esperanza de no perderlo de vista.

-¡Greenwrim, vamos! ¡Que no se escape! -le gritó a su compañera, temiéndose que fueran a perder de vista al sectario.

El hombre se alejaba y con ello su orgullo, su reconocimiento y el ascenso en la familia que tanto había buscado. No puedo caer ahora, no cuando estoy tan cerca. Su cabezonería innata de los Greenwrim le impedía abandonar sin más, pero el dolor del costado no dejaba que volviera a iniciar la persecución con la misma agilidad del principio. Tenía que recurrir a otro método más seguro, encontrando la respuesta rápido.

Sacó su pistola y, desde su posición, apuntó en dirección del fugitivo. Puede que no fuera la mejor corredora pero su puntería era sonada, habiéndose demostrado varias veces justamente en situaciones similares.

Enfocó su visión en la pierna derecha y, sin demorarse demasiado para no dejarle más tiempo de escapar, apretó el gatillo para producir un sonoro BANG.

La envergadura del agente especial Jordan DeFuss y el ímpetu de su ataque dieron con el reverendo Rumsfeld en el suelo, aturdido y más silencioso. Aun así, cuando la agente Lewis le conminó a rendirse, el viejo no dejaba de rezongar:

—No estoy vencido, lacayos del Maligno… La Oscuridad nunca podrá imponerse al imperio de la Luz del Señor. Podéis darnos caza, asesinarnos o encerrarnos, pero jamás podréis evitar que la Gracia de Dios Todopoderoso se derrame sobre los que le servimos día y noche sin descanso…

El pastor elevó la vista al techo de la estancia, tal vez para dirigirse a su Dios o quizás porque el golpe del agente DeFuss le había afectado el sentido del equilibrio. Los dos policías se dieron cuenta de que, por fin le tenían.

Mansfield acababa de reiniciar su carrera cuando el disparo de la sargento Greenwrim le atravesó el muslo y le hizo caer de nuevo a tierra con un grito ahogado de dolor.

—¡Está bien, me rindo, me rindo! ¡No disparen, por favor no disparen más! ¡Mi pierna, joder, mi pierna!

Scott Bennet llegó al trote a la altura de su compañera. Su rostro estaba congestionado, resollaba con fuerza y sus piernas no parecían ser capaces de mantener un ritmo regular; pero, de algún modo, había conseguido correr hasta allí sin desfallecer.

Tan sólo quedaba acercarse hasta el fugitivo, esposarlo y llevarlo de vuelta a la casa.

Adele aún jadeaba cuando finalmente el agente DeFuss logró someter a Rumsfeld. Se puso de pie con dificultad, y sin dejar de apuntarle, miró alrededor ubicando donde había caído la mujer, sintiéndose nerviosa por ver ese efecto en ella que la hacia difícil de ver. Tomando aire, alzó la voz para que los agentes que estaban afuera ingresaran mientras su compañero terminaba de poner las esposas al reverendo. Sólo cuando ya ingresaron más agentes para llevarse a los cultistas en custodia, la agente Lewis sintió que podía respirar. Todo había acabado finalmente... La mujer afrodescendiente negó. No, aún no había acabado. Hasta que no estuvieran todos tras las rejas.

Se acercó a DeFuss, mostró una breve sonrisa, y empezó a golpearle con manos abiertas en el brazo, como una riña de gatos. -¿¡Quien te crees para estarme llamando loca, eh!? ¿¡Quien te piensas que soy!? ¡Tengo casi tantos años como tú haciendo esto! ¡¡Años!! ¿¡Y además me comparas con la Ranger!?- Bufó, y dejó de darle en el brazo, cansada. Estaba muy cansada, terriblemente agotada. -Venga, te invito a ese café.- Miró hacia el suelo donde descansaba el libro que había intentado llevarse la mujer, y se acercó para tomarlo.

 Con el esfuerzo de mil hombres (o por lo menos se sentía así), DeFuss y Lewis habían logrado reducir a ese demente reverendo y terminar de una vez por todas toda aquella bizarra pelea que se había dado en esa oscura habitación en la que el veterano deseaba no entrar nunca más. Para cuando los ritualistas fueron escoltados por la policía y el FBI, los dos agentes se encontraban con capacidad de relajarse un poco. Aunque una última queja aparentemente debía ser expulsada por su para nada fácil de manejar compañera. 

- ¡Pues yo haría énfasis en la palabra "casi"! ¡Podría estar sentado en una oficina con aire acondicionado, pero traje mi culo al medio del pantano más feo del mundo a ayudarte! ¡Y si se me da por llamarte loca cuando te mandas a disparar en espacios cerrados así como así, por algo será! Y además y-

 DeFuss iba a seguir con su perorata, visiblemente cansado e irritado por todo en general, pero notó que algo en el carácter de su compañera había cambiado. Si él la había pasado mal en aquel agujero que escapaba de lo bueno y lo decente, su compañera lo había pasado peor. Ser sometida al suelo por aquel reverendo y ser víctima de dolores que quizá el propio detective no pudiese comprender, sin siquiera nombrar a su compañero caído... una investigación que ponía a prueba toda creencia que se tuviera sobre todo.

 No se disculpo, porque la verdad sentía unas ganas tremendas de gritarse un ratito más con Lewis (era extrañamente catártico), pero desvió la conversación aceptando el café.

- Ehm... si, salgamos de aquí. Necesito un café. Y tu un baño, que tienes toda la espalda manchada de arcilla...

Como si fuera un pato al que estaba cazando, vio cómo el fugitivo caía en seco entre gritos, rindiéndose y logrando así una recuperación de parte del orgullo perdido de la ranger.

Se incorporó de su posición como pudo y caminó sin premura, disfrutando de sus quejas a medida que se acercaba.- Yo me encargo.- Comentó a Bennet cuando pasó por su lado, siguiendo hasta estar a la altura del hombre.

Queda detenido.- Tampoco tuvo compasión, agarrándole los brazos sin importarle hacerle más daño de la cuenta para ponerle las esposas.- Si te portas bien, puede que llame a una ambulancia.- Sonrió con malicia mientras le ayudaba a levantarse, queriendo flaquear lo que quedase en su cabeza.

Bennet aún no podía creerlo. Habían conseguido capturar a Rumsfeld y, si hacía memoria, en esos momentos el único pez gordo que les quedaba por detener era la pieza mayor, el alcalde Fallon, precisamente la persona que el ranger creía que les sería más complejo llevar ante la justicia, si bien con Rumsfeld, Mortimer y Mansfield capturados solo era cuestión de tiempo que uno de los otros le delatase.

-Lewis, DeFuss, ¿han encontrado el libro que utilizaban esos sectarios? -le preguntó el ranger a los dos agentes federales, una vez que se reunió con ellos. A Scott se le veía mala cara y todo indicaba que había dejado enteramente que su compañera se ocupase de Mansfield-. Si mis colegas del club de lectura tenían razón, se trata de un grimorio del siglo XVII. Debe estar lleno de símbolos similares a los que vimos antes. Si le envío las fotos, Devereaux debería poder ayudarnos a averiguar más cosas sobre este culto y lo que fuera que estaban haciendo aquí, además de esconderse...

En el momento en que Lewis terminaba de recoger el libro, dándole un vistazo con curiosidad, vio a ambos Rangers acercarse ingresar al salón*. -Supongo que te refieres a esto.- Dijo, alzándolo un poco para que lo viera. -Una de las sectarias que estaba con Rumsfeld intentó huir con él. El otro escapó, creo que se trataba de Mansfield, el abogado que pedía Mortimer esta mañana. Habrá que llevarlo a Evidencias entonces.- Terminó por decir, ahora que conocía la importancia del tomo.

Miró la mesa destrozada donde habían descansado cuatro figuras de barro, y apartó la mirada rápidamente. -Sigue sin gustarme todo el elemento supersticioso de este caso, pero... Hay cosa que simplemente no tienen explicación.- Se llevó la mano al pecho, donde había sentido aquella horrorosa punzada en el instante en que el reverendo aplastara una de las figuras. -Creo... No puedo demostrarlo, pero creo que fue debido a algo como esto que Max derrapó en la carretera hasta estrellarse. También la extraña enfermedad que atacó a Greenwrim hace unos días.- Negó con la cabeza finalmente. -Bien, el siguiente paso será llevarnos a Fallon, pero necesitaremos ir a contratiempo para crear un caso contra él. Inicialmente usaríamos para arrestarlo su relación con Rumsfeld y el resto de la feligresía, pero vamos a necesitar algo más sólido que eso. Confesiones de los otros, aunque desde que todo esto empezó me ha parecido que interrogar a esos malnacidos es como hablar con una pared. También encontrar elementos como los colgantes o similares sobre él, o en su casa. El agente Jordan comentó que cuando fue a hablar con el periodista se encontró con Corman, quien venía de cancelar su salida de pesca con el alcalde. Asi que también deberíamos revisar su bote, y si tiene alguna casa junto al río para esos días de pesca. ¿Algo más?- Preguntó a su equipo, por si a ellos se le ocurría algún camino extra además del que ella proponía.

Cuando se fijaron en el libro se dieron cuenta de que era un manuscrito viejo y bastante ajado, con un título en latín, De humana fortuna et Divina Gratiae, que tenía por autor a un tal Oliver Wheather pero ninguna fecha.

Mientras hablaban, los agentes se dieron cuenta de que la mujer, Jessica Heldal, a la que los paramédicos estaban asegurando el torniquete, no perdía de vista el tomo al que miraba con ojos ansiosos y expresión de temor a perderlo. DeFuss sabía que la mujer se había arriesgado a recibir un balazo simplemente por tratar de escapar con él.

Uno de los federales de apoyo pidió confirmación a Adele Lewis de que los detenidos eran el reverendo Alan Rumsfeld, Peggy Slater, Jessica Heldal y Peter Mansfield, antes de organizar el convoy de traslado.

—¿Quiere que llamemos ya a los de Científica? —preguntó—. ¿O prefieren echar un primer vistazo ustedes?

-Bueno, Mansfield ya no se escapará. El disparo de Greenwrim fue bastante certero -dijo Bennet, dirigiendo una breve mirada a su compañera.

Al final, el abogado de Tim Mortimer estaba tan pringado en la secta como el que más, y siendo uno de los más entendidos en leyes, el ranger intuía que Mansfield probablemente fuera el primero que daría la espalda a Rumsfeld en cuanto viera que aparentemente todos los lugartenientes de la secta, salvo el alcalde Fallon, se encontraban ya arrestados.

-Cuando nos toque volver a los interrogatorios, creo que deberíamos empezar por presionar a Mansfield -sugirió el ranger, pensativo-. Siendo abogado, debe haberles tapado muchas cosas a los sectarios de Rumsfeld, e incluso haber defendido a las ovejas descarriadas si alguno de ellos llega a tener problemas legales. No creo que sea difícil hacerle cantar. -Se fijó en el libro que portaba Lewis. Era muy antiguo y, aunque leyó el nombre del autor, este no le resultó conocido. Aunque iba a cumplir con las órdenes de Riley a rajatabla, quizá debiera también preguntar a su colega Devereaux al respecto-. Sí, es eso. Tiene que tratarse de una edición original -afirmó, observando el libro con detenimiento-. Si mis compañeros del club no se equivocaron, puede que tenga tres o siglos de antigüedad...

Cuando Lewis habló sobre el elemento supersticioso del caso, Bennet miró en dirección a la mesa destrozada en la que habían estado las figuras de barro. Él no había llegado a verlas, por lo que no supo a qué se refería, si bien cuando mencionó cómo se había producido la muerte de Max o el posterior estado de Moira al encontrarla en su habitación, Scott no pudo evitar asentir levemente, en silencio, pensando en la fuerte presión en el pecho que había sentido minutos atrás. ¿Había sufrido un amago de infarto? Fuera como fuera, en esos instantes se sentía débil, como si aquello hubiera dejado mella en él. Se prometió a sí mismo que acudiría que le examinasen en un hospital en cuanto aquel caso le diese un momento de respiro. Tenía que saber qué le había sucedido exactamente. Aquella punzada de dolor... Solo la Mano de Dios le había mantenido con vida, estaba seguro.

-¿Corman también está metido en esto? -le preguntó a Lewis, extrañado-. Puede que simplemente pusiera a Fallon al tanto de la visita de Jordan al reportero, aunque a estas alturas es mejor no dejar pasar la oportunidad de comprobar si también está metido en esto... -asintió a las palabras de Lewis, convencido-. Y en la comisaría de Taylor... Siento que puede que nos hayamos dejado a alguien allí -indicó en ese momento, pensativo. No olvidaba que alguien había querido incriminar al profesor Matteis en las desapariciones y que había sido a partir de ese caso por lo que los rangers habían acudido al condado, iniciando aquella investigación. Puede que solo fuera una casualidad o que quien lo hubiera hecho perteneciera al culto de Rumsfeld-. Descarto a Taylor. A Rumsfeld no le tembló el pulso en decir que estaba enfermo de cáncer, ira y soberbia -Eran palabras a las que no les había dado gran importancia en su momento, aunque ahora estaba seguro de que Taylor difícilmente podía pertenecer a la congregación de Rumsfeld-. Johansen, el mayor, tiene la casa hipotecada y no le va bien económicamente. No me dijeron que simpatizase con Rumsfeld. Y Reeves parecía un buen chico, aunque nunca se sabe... -Dudaba que el joven afroamericano estuviese implicado, si bien no descartaba que uno de los alguaciles hubiera estado detrás del envío de aquel informe a los rangers.

 Bennet había acudido hasta el lugar de las figurillas de arcilla para encontrarse con los dos agentes, quienes estaban recuperándose de todo aquel desastroso enfrentamiento. Escuchar hablar a Lewis de la relación entre aquellas figuras y los sucesos negativos que les habían sucedido a los miembros de la investigación, DeFuss quiso tacharlo en su cabeza como algo imposible. Y sin embargo, aquel pensamiento perduraba en su subconsciente, como quien no pudiese creer que el cielo era azul y que 2+2 es igual a 4. Lo sobrenatural no debía ser un elemento de investigación serio para el FBI.

- Lewis, no quiero darle entidad seria a las supersticiones de estos paletos... como si nos hubiesen lanzado hechizos y maldiciones. Estamos en un estado de alteración, con pocas horas de sueño y cabreados hasta entre nosotros. No nos dejemos llevar por la fantasía.

 Esas palabras de Jordan servían tanto para cerrar toda charla sobre cosas sobrenaturales como también para convencerse a si mismo de empujar todo eso a la parte de atrás de su cabeza.

- Coincido con Bennet. Hay que apretar al abogado, arremeter contra él fuerte. Creo que eso será todo lo que necesitemos para hacer un caso lo suficientemente fuerte como para que el alcalde confiese.

Aunque fuera creyente, una cosa era pensar que existía un dios superior al que rezar cuando te encontrarás perdido pero otra muy distinta era aceptar que había otro tipo de elementos malignos. Ella misma había sufrido sucesos extraños para la razón desde que llegó, empezando por las pesadillas constantes y terminando en un golpe sin entrada o salida. Coincidencia. Se negaba a creer otra cosa.

Tenemos también a Susan. Se escondió en el despacho de ese mal nacido, tenía ropa de niño en su escritorio.- Explicó brevemente mientras se estiraba la espalda, buscando una postura que no le molestara demasiado.- Ella y el abogado son nuestra mejor baza ahora mismo para interrogar. La primera está loca, habría que apretarle.- Advirtió al FBI, aunque por lo poco que había visto seguro que si la “apretaban” demasiado la chica acabaría corriéndose del gusto.

Saber que habían podido capturar al abogado era un alivio. Como comentaban sus compañeros dentro de aquella investigación, podía ser exactamente lo que necesitarían para terminar de atar a Fallon al caso y llevar a todos a la justicia. -De momento Rumsfeld y sus feligreses se han probado demasiado fanáticos y convencidos de estar haciendo lo correcto, espero que tengáis razón y Mansfield sea el eslabón débil. Aún así no podemos perder más tiempo. DeFuss, conmigo. Iremos por el alcalde, espero que no tenga una pistola detrás de la puerta.- Bromeó, segura que su compañero del FBI no le iba a ver la gracia tan pronto. -Bennet, Greenwrim, interrogatorios. Sacad hasta el más mínimo jugo que podáis al abogado. Si os parece que esa Susan también cederá, adelante. Pero Mansfield ha sido mencionado en este caso más de una vez, "ayudando" a las coartadas, atendiendo casos relacionados con los padres de los desaparecidos... Tiene mucho que perder.-

Pensó un momento, antes de continuar. -No creo que el juez este involucrado, no ha sido mencionado como feligrés. De todos modos, si Fallon cae contundentemente, quizas pueda proporcionarnos información sobre secretos que le haya podido guardar. Asi que, prioridades: Fallon y Mansfield. ¿Alguna duda?-

-No creo que a Susan Delacroix sea fácil apretarle las tuercas -indicó Scott, dirigiendo una mirada a los federales. La empleada de correos había demostrado no estar muy allá, por lo que el ranger intuía que poseía una lealtad fanática-. Esa mujer está loca de atar. No es razonable. Incluso orinó dentro de nuestro coche. Con Mansfield creo que será más sencillo. Si el abogado se dobla, tendremos a los demás -razonó.

Lewis les había indicado que se ocupasen de los interrogatorios. Mansfield, Delacroix, Slater, Rumsfeld... Tenían un buen puñado de nuevos sectarios que podían brindarles información, si bien Scott podía intuir que hablar con el sacerdote sería una pérdida de tiempo. Él no se doblaría tan fácilmente, si bien deseaba saber qué había originado sus acciones.

-Ninguna duda -indicó Bennet, asintiendo a las palabras de Lewis, satisfecho de saber que podría trasladar el grimorio sin generar sospecha alguna. Quizá fuese más fácil de lo que esperaba.