Partida Rol por web

Una media hora más tarde de lo que Scott Bennet habría deseado, los Rangers pudieron por fin ponerse en marcha hacia la oficina del Sheriff del condado de Marion. Smith les había prometido que irían de nuevo por la mañana a ver si Richard Matteis se encontraba en su domicilio, pero había dejado en sus manos la iniciativa. De ese modo, los dos sargentos de la policía estatal de Texas debatieron durante el desayuno la hora más apropiada para aparecer por la comisaría y movilizar al ayudante Skinner. Aunque, en realidad, ni siquiera tenían por qué advertir al sheriff de sus movimientos y podían ir ellos directamente a casa de Matteis y arrestarlo.

Al final, ambos decididieron que sería mejor darle una última oportunidad a Smith, dado que estaban obligados a moverse por su territorio durante un tiempo indefinido. De ese modo, a las nueve y media de la mañana traspasaron las puertas de la oficina y lo primero que encontraron fue a otra mujer distinta sentada al otro lado del mostrador de recepción. Era una joven afroamericana, para sorpresa de ambos, que les recibió con gesto indiferente al principio pero que, al descubrir quiénes eran (las noticias realmente volaban en aquel pueblo), abrió los ojos y trató de sonreír con naturalidad.

—Buenos días —saludó, pero antes de que los dos Rangers tuvieran oportunidad de devolverles el saludo, alguien detrás de ellos se adelantó.

—Buenos días, soy Richard Matteis, creo que me andan buscando.

A Bennet le sorprendió que la mujer sentada detrás del mostrador de la recepción de la comisaría no fuera Peggy, sino una mujer joven afroamericana que no encajaba mucho con el ambiente de clásicos ayudantes sureños chapados a la antigua con el que se habían topado el día anterior.

-¿Marlene? -le preguntó, recordando que la señora Watson había indicado el nombre de una de las secretarias del sheriff Smith, a la que había definido como "un encanto de chica". ¿Cuántas secretarias necesitaba Smith?

Pero no dio tiempo a decir nada más ni a saber si aquella era la secretaria de la que le habían hablado, pues en ese instante escuchó una voz y pudo ver a un hombre que se presentaba como Richard Matteis, el profesor. Scott le observó con fijeza. Era joven, más de lo que hubiera esperado, aunque eso no le descartaba como un abusador de menores.

-Así es. Soy el agente Bennet, ella es la agente Greenwrim -dirigió una mirada a su compañera, a la que veía un tanto callada esa mañana. Durante un instante, de camino a la comisaría, había pensado si no habría sido demasiado duro con ella. Al fin y al cabo, era una chica joven y él nunca había sido un hombre con mucho tacto-. Tenemos una orden de arresto contra usted. Si es tan amable de acompañarnos... -Las palabras de Bennet se escucharon tan gélidas como cabría de esperar en el ranger.

Una parte de Max tenía prisa por llegar a Uncertain y hablar con los O'Hara. La otra, miraba por el retrovisor y veía a Addi completamente rota por el cansancio y le decía que no había prisa. El resultado iba a ser el mismo. Theresa O'Hara estaba muerta y sus restos habían sido identificados. Ya daba igual llegar una hora antes o después. Lo importante era llegar y que Adele estuviese lo más descansada posible.

Jordan había aprovechado que su superior dormía para poner uno de esos discos que tanto le gustaban a él y ella tanto odiaba, con un volumen bajo para no perturbar su sueño.

No es que disfrutase escuchar a Queen con el sonido tan bajo, pero al menos le hacía olvidarse de algunas cosas y centrarse en otras, como en Becca. Aún le daba vueltas a esa mujer y si realmente sería conveniente tener algo con ella a parte de una amistad fuera del trabajo. ¿Le gustaba? ¡Claro que sí! Pero no quería problemas y menos aún dentro del FBI y ya tenía bastante con la loca de Lisa.

Pero cuanto más se alejaban de Nueva Orleans y más se acercaban a Texas, Max se iba alejando de Becca y de Lisa y volvía a su mente Theresa O'Hara y el resto de niños desaparecidos. Sobre todo aquellos que habían caído en el olvido y cuyos casos ni registró el sheriff local del condado de Marion. Eso cabreó a Max. ¿Qué clase de hombre dejaba de lado la investigación de la desaparición de unos niños, más aún cuando él era quien debía encargase de ella?

Llevaba ya cerca de tres horas al volante y necesitaba parar y estirar las piernas. Además, ahora si tenía hambre y necesidades básicas como ir al baño. Así que se detuvo en una estación de servicio, buscando donde dejar el coche a la sombra para que Adele no lo pasase mal. Su intención era no tardar demasiado... comprar un café, un sandwich, agua fresca e ir al aseo.

Comería junto al coche por si Addi despertaba y necesitaba ir al aseo también y luego volvería a la carretera, del tirón hasta la oficina del sheriff. Supuso que su superiora había concretado más o menos una hora de llegada y dejado dicho que avisase a los Rangers para no tener que esperarles, puesto que él al menos no tenía el número de ninguno de los dos agentes y eso que no le hubiese importado tener el de Moira a pesar de ser pelirroja.

En ese momento se le pasó por la cabeza la absurda idea de tener una relación con aquella mujer. Ahí no veía problemas... eran dos departamentos del gobierno completamente distintos, les separaban millas de distancia... y si estaba tan loca como Lisa la distancia sería suficiente como para que no le molestase. Pero claro, pelirroja y demasiado joven... aunque su belleza e inteligencia cubriesen esa parte, tenía dos puntos muy malos en su contra. Becca solo tenía uno y, bueno... era realmente quien le hacía caso y quería cenar con él a solas.

- Una idea absurda. - Se dijo a sí mismo mientras paraba el motor del coche y se giraba para ver como estaba Adele, antes de bajarse y dejarla encerrada en él durante unos minutos.

Había sido una noche horrible en todos los sentidos, ya no solo no pudiendo descansar sino notando que su cuerpo parecía haber sido pisoteado por una manada de elefantes.

Intentó despejar su mente y descansar su cuerpo a base de delegar gran parte de la mañana todas las palabras a su casi mudo compañero, dedicándole únicamente algún movimiento de cabeza si tenía que asentir o negar algo. 

Por suerte para ella la mañana iba a aligerar su carga con la entrega del propio acusado.

Moira no dijo nada, únicamente se dedicó a observar a Matteis y apartarse cuando pasara por su lado para llevarle a un lugar más privado, siguiéndolos después de cerca. 

La falta de movimiento del coche fue lo que sacó de su sueño a Adele, quien tardó unos segundos en darse cuenta en donde estaba y revisar la hora. Sólo llevaban unas tres horas de camino, pero aquella parada le recordó que había abusado del café y la botella de agua, por lo qué salió medio aletargada del coche para encontrarse a Max disfrutando de un bocadillo. -Hay bandas más interesantes que Queen, Max.- Le murmuró negando con la cabeza cuando pasó a su lado con una media sonrisa, de camino al baño.

De regreso, refrescada el cuello y el rostro con el lavamanos, la agente Lewis aún pensaba en haber estado soñando alguna cosa, pero sobre qué exactamente no podía estar totalmente segura. Sólo lo que parecía haber escuchado un llanto, que seguro había sido la vocecita chillona de Freddy Mercury haciendo de fondo. Estaba tentada a pedirse otro café al salir, pero aún quedaba viaje, y la afroamericana no pensaba desaprovechar esas horas para recuperar el sueño perdido. -No te burles si babeo, ¿eh?- Le dijo a su compañero, mientras volvía al puesto de copiloto e intentaba encontrar una posición cómoda en la cual seguir durmiendo.

Los veinte minutos de trayecto entre Jefferson y Marshall fueron incómodamente silenciosos para los tres ocupantes del vehículo. A petición de Moira, que parecía entre resacosa y falta de sueño, Scott iba al volante conduciendo con los ojos fijos en la carretera; aunque a veces controlaba por el retrovisor a Matteis, que había apoyado un codo en la puerta y miraba la ventanilla con el ceño permanentemente frucido. La agente Greenwrim, cansada de luchar contra el defectuoso aire acondicionado también observó al profesor unos instantes y el tipo le pareció una olla a presión a punto de explotar.

El sheriff Smith no había objetado nada cuando los Rangers anunciaron que se llevaban el detenido a Marshall; se limitó a mostrar su sonrisa socarrona y a desearles suerte con la mayor de las ironías. Marlene Jackson, la secretaria, sorprendida al principio porque el sargento Bennet conociera su nombre, puso toda la diligencia posible en arreglar el escaso papeleo: afortunadamente, a Richard Matteis no le había dado tiempo a entregarse al sheriff del condado de Marion.

Una vez en Marshall, fue el alguacil Quentin Reeves el encargado de recibir a los agentes. La señora Basset se había pedido el día libre y el jefe Taylor había anunciado que iba a llegar un poco más tarde a la oficina. Scott resopló ruidosamente, porque eran ya las diez y media de la mañana y el alguacil, al ver la cara de los tres visitantes, corrió a llamar por teléfono a su superior.

Jason Taylor se dio prisa, a pesar de que no vivía precisamente cerca de su oficina, y en quince minutos apareció por allí. Matteis esperaba en la sala de interrogatorios. No había abierto la boca, pero la expresión de su cara decía que cuando lo hiciera no iba a ser precisamente para alabar el café que le habían dado.

—Buenos días. Siento el retraso —se disculpó el sheriff con su sonrisa bobalicona—. ¿Qué tal ha ido todo? ¿Les ha puesto algún problema ese energúmeno de Smith? —mientras esperaba las respuestas sacó una libreta de notas y una grabadora del cajón de su despacho y salió en dirección a la sala de interrogatorios pero, de repente, se paró en seco—. ¿Quieren hacer ustedes el interrogatorio?

- Puede, pero mientras duermes es la mejor que puede sonar... sobre todo si tengo que estar conmigo mismo durante seis horas. - Respondió Max a Adele cuando esta pasó a su lado con media sonrisa en su rostro. - Así, como no te gusta, no te despertarás para cantar. - Bromeó para darle de nuevo un bocado al sandwich. No le llenaría pero engañaría al estómago hasta la hora de la cena.

Para cuando Adele regresó, a Max ya solo le quedaba la botella de agua y se subió con ella en el coche. - Irías más cómoda atrás. - Le dijo el hombre a su compañera. - No oirías la radio a penas y no podré sacarte fotos con el móvil si babeas. - Dijo divertido Jordan. Se notaba que Becca le había cambiado el humor y que Lisa no había dado señales de vida.

Seguramente estaría planeando como allanar su casa y robar la cinta del contestador. Sam estaba al tanto y sabía que la casa y la cinta estaban protegidas. Sobre todo la cinta. Una vez Adele se acomodó, Max salió sin prisa del area de descanso y antes de incorporarse de nuevo a la I-49 detuvo el coche. - ¿Le dijiste al sheriff a que hora llegaríamos y que estuviesen los ranges allí, verdad? No tengo intención de estar esperando a que lleguen media hora. - Le indicó a Addi antes de que se durmiera. - Un café como mucho para que te despejes y a casa de los O'Hara, con ellos o sin ellos.

Bennet aún recordaba las palabras de la señora Watson cuando tuvo delante al sheriff Taylor. No se fiaba ni lo más mínimo del viejo sheriff, pese a que mostrase una actitud más amigable que la de Smith. Se encontraba solo en aquel caso, con una compañera cada vez menos comunicativa y que se había levantado con muy mala cara. No parecía que Moira hubiera dormido mucho esa noche.

-Buenos días -saludó a Taylor, más por cortesía que otra cosa-. La verdad es que Smith y sus chicos dieron algún problema inicial, pero nada serio -añadió, escuetamente, sin entrar en demasiados detalles. Tenían a Matteis donde querían y eso era lo importante-. Nosotros haremos el interrogatorio, sheriff Taylor -Miró a su compañera, intentando notar cómo se hallaba en esos instantes-. ¿Preparada, Moira? -le preguntó, llamándola por su nombre de pila.

—Un momento —interrumpió el sheriff—. Antes de entrar ahí deberían conocer los antecedentes de este tipo —sacó un dossier y comenzó a leer, resumiendo los puntos más importantes: —Richard Matteis, 35 años, con diez de experiencia en la enseñanza pública, tanto en primaria (elemental school) como en secundaria (junior high). Nacido en Houston, TX, se afincó en Jefferson, el condado vecino, hace tres cursos, después de salir malparado en su antigua escuela debido a un enfrentamiento violento con el padre de un alumno hispano, provocándole lesiones. Matteis alegó miedo insuperable para justificar la agresión, supuestamente como respuesta a las continuas amenazas que le profería dicho padre por no aprobar a su hijo. Fue acusado de un delito de lesiones leves con el agravante de agresión racista, pero su falta de antecedentes y el mal historial del padre le evitaron el juicio, aunque no la expulsión del centro.

»Recientemente tuve la oportunidad de entrevistar a Rose Bamford, de 17 años, antigua alumna de Richard Matteis, ya que había oído la historia de cierto incidente que tuvo lugar en la escuela secundaria de Jefferson hace dos años, cuando la menor contaba con 15 años. Según ella, Richard Matteis la acosó y le metió mano en repetidas ocasiones, durante las clases de apoyo que recibía en la biblioteca.

El sheriff le tendió el dossier a Moira Greenwrim y les cedió el paso a los Ranger.

Scott Bennet no pasó por alto que alguno de los datos que le proporcionaba el sheriff Taylor no terminaba de cuadrar con la solicitud de invervención estatal que habían recibido antes de comenzar la investigación.

-Espere, sheriff -le dijo a Taylor, antes de disponerse a entrar en la sala de interrogatorio. Le dirigió una rápida mirada a Moira, por si ella también había reparado en que los datos de Taylor no coincidían con los que ellos poseían-. Acaba de decir un par de detalles que no encajan con la información de la que disponíamos. Moira, ¿lleva consigo la solicitud de intervención estatal que nos proporcionaron? -preguntó a la joven ranger.

Aquello no era necesario, por supuesto. Scott tenía una gran memoria para el tema de las fechas y números, aunque prefería indicárselo al sheriff Taylor con la documentación en la mano.

-Rose Bamford tiene actualmente quince años, según nuestros datos, y la agresión se produjo cuando Bamford estaba en el último año de primaria, lo que la situaría en torno a los diez u once años. Doce si repetía curso -matizó Bennet, en tono serio, pues sabía que si entraban en esa sala con datos erróneos, Matteis los envolvería dialécticamente con facilidad. Ignoraba si los datos erróneos eran los que se les habían proporcionado en un principio o el carácter descuidado de Taylor le había jugado al sheriff una mala pasada.

Había otro detalle más. Matteis llevaba tres años en Jefferson. Si Bamford tenía diecisiete años y el acoso se había producido cuando tenía quince, era factible que esto hubiera sucedido. Si Bamford tenía quince años y el episodio había tenido lugar en el último año de primaria, como indicaba el informe que habían recibido, establecía el suceso hacía cuatro años, tres en caso de que Bamford fuera repetidora.

-¿Está seguro de la edad y los años desde que sucedió? -le preguntó a Taylor, adoptando un tono más suave-. Si no es así, le pido que se mantenga en silencio mientras le sonsacamos la fecha y la edad a Matteis, sheriff. Matteis es inteligente y podría usar esto en su contra.

—Ehhh... Tiene razón —reconoció el sheriff regalando una de sus sonrisas más bobas—. Pero Rose Bamford me aseguró que las agresiones de Matteis fueron hace dos años, cuando ella tenía quince...

La sonrisa mudó a su gesto de dolor tan característico. Se pasó la mano por la calva y se quedó un momento pensando.

—Oh, Dios santo. Matteis es profesor de primaria... ¿Cómo he podido ser tan estúpido? 

Tomó la sugerencia de Max y se pasó al asiento trasero, luego de tantos años en situaciones parecidas había aprendido a dormir de cualquier modo, como había comprobado al casi quedarse dormida en la sala de espera del jefe esa mañana. Pero poder evitarse un dolor de espalda al despertar por haber dormido sentada le parecía muy buena idea.

Estaba empezando a acomodarse cuando escuchó la pregunta de su compañero. -Si, le dije que entre cinco a seis horas estaríamos allí, y que se pusiera en contacto con los Rangers para que estuvieran allí a esa hora.- Respondió cerrando los ojos y pasándose el brazo por encima del rostro. Sólo bastó que el coche reiniciara su ronroneo habitual, más el aire encendido, y Adele se hundió una vez más en el sopor. Ya cada vez les quedaba menos para llegar y poder dar la noticia a aquella familia rota.

Escuchó con atención los antecedentes cuando se percató de que había datos que no terminaban de encajar. Rápidamente, mientras terminaba de hablar y prestándole todavía atención, sacó de su bolso el informe que les enviaron para releerlo una vez más a pesar de que prácticamente se lo sabía de memoria, queriendo contrastar los datos. No encajaba.

Sin embargo la cabeza de Moira todavía estaba distraída y funcionaba a mucha menos velocidad que la de Scott, tardando en reaccionar. Escuchó uno de los errores más pronunciados, la edad de la chica.

Cuando se entrevistó con la chica, ¿grabó la conversación? – Al menos en su departamento tenían como costumbre grabar cada interrogatorio con tal de tener una prueba de las palabras del acusado o víctima. Si era así necesitaba verla, porque uno de los dos estaba mintiendo.

—Sí, claro. Fue hace un par de meses a lo sumo; creo que menos —se esforzaba por recordar—. Puedo facilitársela antes de entrar a ver a Matteis, claro. Cuanta más información manejen, mejor.

El sheriff trajo una cinta VHS y la puso en el vídeo que había en su despacho. Encendió la tele y rebobinó hasta el principio de la entrevista, donde se señalaba la fecha y la hora de la grabación: 30 de abril de 2004, 16:50 horas. La cámara enfocaba a una adolescente que se identificó a petición del sheriff Taylor como Rose Bamford, nacida en Smithland, condado de Marion, de quince años y actualmente alumna de la escuela de secundaria de Jefferson...

Jason Taylor acusó la evidencia de su error y ocultó su rostro parcialmente con una mano mientras miraba el vídeo.

Rose respondía algunas preguntas rutinarias del sheriff con expresión aburrida. Sin embargo, cuando el jefe Taylor entró en materia, la chica adoptó una actitud completamente distinta, atenta y colaboradora. Se enderezó en la silla y le dedicó una sonrisa y una mirada angelical.

—Rose, sé que es muy duro para ti tener que contar esto de nuevo delante de un extraño —se mostró comprensivo el policía—. Pero es muy importante que me expliques con detalle lo que sucedió con el profesor Richard Matteis.

—Al principio era muy bueno conmigo... —comenzó Rose con cara compungida—. Me ayudaba después de clase, en la biblioteca, con los deberes de lengua, porque no sabía leer bien las letras... Yo ya había perdido un año, ¿sabe? Me sentía mal por tener que seguir el colegio con los pequeños —su gesto se endureció—. Pero un día, Rich..., el señor Matteis se sentó junto a mí y me puso la mano... Primero me tocó el hombro mientras me explicaba. A mí no me gustó, pero le dejé porque siempre era bueno conmigo y olía bien —se mordió el labio inferior, como si hubiera dicho algo indebido—. Pero luego bajó la mano a la cintura... Ese día ya no hizo más pero la semana siguiente su mano se metió bajo mi falda y yo me quería morir de vergüenza —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas—. Me dijo que no era nada malo, que me ayudaría a relajarme y a concentrarme —sus labios eran casi invisibles, apretados en una fina línea—. Pero a mí no me gustaba aquello y se lo dije. Entonces me dijo que si no colaboraba no podría aprobar y que sería todo por mi culpa —las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas y su voz se volvió insegura y entrecortada—. Yo... yo... Un día me dijo que le acompañara al baño y cuando llegamos se bajó los pantalones y... —cerró los ojos con fuerza y comenzó a mover la cabeza de un lado a otro—. Salí corriendo de allí muerta de miedo.

Rose estalló en un llanto nervioso y el sheriff Smith, sin saber cómo consolarla, decidió terminar allí la entrevista.

—¿Todavía creen que Matteis es un tipo normal? —preguntó el sheriff a los Rangers.

- Cinco o seis horas... bien concretado. - Pensó Max antes de arrancar de nuevo, no sin antes comprobar su móvil por si Becca le había enviado el mensaje de que había llegado a casa bien*. Adele ya había "quedado" con ellos, así que él solo se debía limitar a conducir. En cuanto sintió como Addi se había dormido en el asiento trasero, volvió a poner a Queen a un sonido que no despertase a su compañera.

Lousiana ya había quedado atrás, junto con Becca y Lisa y ahora era el territorio tejano el que se abría ante sus ojos. Freddy Mercury seguía entonando sus canciones mientras que el agente del FBI volvía a meterse en el caso de Theresa O'Hara. No sabía como se tomaría su familia la noticia y aquien  más temía era al padre, violento por naturaleza.

Pero lo que le iba quedando claro al agente era que buscaba a chicos y chicas, sin importar raza, donde los padres tuviesen suficientes problemas con la ley como para no denunciar nada. Quizás merecía más la pena indagar en el pasado de esos padres y ver si tenían un punto en común: una religión, una penitenciaría, un abogado... A Max le sentó mal no pensar en aquello en la oficina, pues ahora sería más complicado sacar esos datos.

Las millas se sucedían mientras que Jordan seguía ordenando cosas en su cabeza. Tenía un puzzle gigante ante sus ojos y sabía que tenía algunas piezas colocadas en su sitio, pero otras le faltaban y le iba a costar encontrarlas.

¿Le importa que lo grabe? – Sacó su teléfono y puso el modo “grabación”, dejándolo sobre la mesa si no veía inconveniente si aceptaba, queriendo tenerla a mano en caso de necesitarlo más tarde para repasar su contenido.

Estando todavía de pie frente la pequeña pantalla de televisión, apoyó las manos en el respaldo de la silla para fijarse en cada detalle, desde la posición de la chica al hablar, sus gestos, su voz, hasta el contador de hora que ascendía lentamente a medida que el tiempo pasaba. De aquella visualización le resultaron extrañas demasiadas cosas que apuntó mentalmente para consultarlas con Matteis, queriendo contrastar la información con su versión.

Cuando terminó, se retiró de la silla para erguir la espalda y colocarse recta, girándose después hacia el sheriff.

¿Tiene información sobre los padres de Rose Bamford? Posible historial, profesión…- Necesitaba saber más sobre ellos para sacar en claro alguna de sus conclusiones, aunque perfectamente podía esperar a entrevistar primero al acusado.- Una última pregunta, ¿fue sola a declarar? - Señaló a la televisión, refiriéndose a Rose.

Scott comenzaba a notar que el comportamiento del sheriff Taylor era cuando menos extraño. Daba la impresión de que los datos no eran lo suyo y empezaba a pensar que no pretendía engañarles, sino que la capacidad del sheriff no daba para más. Y además estaba ese gesto de dolor que resultaba ya tan característico en Taylor... ¿Qué le sucedía? ¿Estaba aquejado por algún tipo de enfermedad que hacía que sus recuerdos ya no fueran lo que eran?

-No se preocupe, sheriff Taylor -dijo el agente Bennet, mostrando una falsa empatía hacia Taylor, cuando este expresó su sorpresa al percatarse del error entre educación primaria y secundaria-. Le podría haber pasado a cualquiera.

Scott permaneció atento al vídeo, escuchando el interrogatorio del sheriff Taylor a Rose Bamford. Al observar a la joven, lo primero que se le pasó al agente Bennet por la cabeza es que era una Mini-Moira. Dirigió una rápida mirada a su compañera mientras cavilaba, para sus adentros, que si se veía en necesidad de interrogar de nuevo a la muchacha, Greenwrim podría ser más capaz de él de sacarle información a la adolescente.

Bennet escuchó las palabras de Rose Bamford. Lo que contaba sobre Matteis le resultaba asqueroso. La idea de que el profesor dijera que meterle mano la ayudaría a relajarle era algo que le parecía repulsivo, aunque Scott Bennet era tan frío e impávido que su expresión no cambió en ningún momento mientras observaba el vídeo, fijándose en los gestos de Rose, en sus palabras y en cualquier detalle que evidenciara que esa chica estaba siendo sincera y no había algo aún más turbio detrás de lo que estaba escuchando.

-Nuestro trabajo no es creer, sheriff Taylor, sino demostrar la culpabilidad o inocencia de Matteis -explicó Scott, al notar que el sheriff parecía tomarse el asunto de Bamford y Matteis como demasiado personal-. Como padre, créame que me cuesta oír ese testimonio tanto como a usted.

—¡Lo sé, demonios, lo sé! —exclamó el jefe Taylor respondiendo primero a Scott—. Pero como padre apelo a sus sentimientos para que comprenda por qué insistí tanto en tener a ese tipejo sentado donde está ahora. Y si no hubiera sido por el malnacido de Zack Smith, hace meses que ya habríamos resuelto este problema —la manera en que pronunció "resuelto" invitaba a pensar en cualquier cosa menos en un juicio justo—. Bueno, vamos a ver —prosiguió buscando en una de sus libretas—. Aquí está. Aquí tengo los datos familiares de Rose: la chica vino a declarar con su madre que se quedó fuera de la sala a petición mía, se llama también Rose, tiene treinta y siete años y vive en Uncertain, sin oficio conocido, divorciada cuando su hija era todavía un bebé, tuvo varias parejas, la última de ellas Frank Macklin, empleado de Eliah W. McKnight III, el hombre más poderoso del condado de Marion y de casi todo el Este de Texas.