Partida Rol por web

Oh semillas de los árboles y frutos,
que caen sordas en la hierba,
¿Conocéis los secretos de la muerte humana?
Ustedes que potencial tienen de nacer,
y en oportunidades, no lo hacen.
Ustedes que cuando lo deciden,  sacan raíces
y crecen atravesando el suelo.
Sin embargo el hombre muerto, no hecha raíces,
se pudre, mientras la piel es devorada
en un nauseabundo baile de moscas y larvas.
La tierra es lo único que cubre ese espectáculo,
y es por eso que el muerto al hoyo,
aunque en tierra no renace.
Mientras que tu semilla sí,
si que puedes formar un árbol,
una flor, una hierba..
De la muerte humana no queda nada,
sólo un recuerdo, sólo un instante.

San Palmaquino siempre fue tranquilo hasta que ahora la muerte ha marcado las garras de quien la reza, es tranquilo el paraje, es tranquilo sin lugar a dudas, pero ahora el asunto  no es puro, sangre se ha derramado en la noche, y tres de ustedes están muertos, ¿pero quién ha sido?

Ciertamente la conclusión es sorda, pero debido a las muestras de violencia la única conclusión es la muerte.

Caminando por el pueblo, un gran grito ensordece, pues se encuentra a Juan el Barbas, muerto, tiene en su cuerpo heridas de ser quemado con hierro hirviente, como si fuera una vaca marcada por su dueño.  Amarrado de pies y manos, y rociado con agua se encuentra.

Aún pueden oler la piel quemada a su alrededor, al parecer le han torturado, y luego dado muerte, nada pudo hacer el anciano.

Más sorpresa aún es encontrar el segundo muerto, Don Iñigo González del Castillo, quien se encontraba en cama, le han cortado la garganta y de manera sanguinaria han sacado la lengua por la herida.

Es horrenda la escena, es terrible como ella sola.

Pero el asunto no termina aquí

En su granja y sobre el heno han encontrado al campesino  Olwyn Oosterbak muerto, al parecer ha recibido un golpe limpio en su cuello, al parecer nunca se dio cuenta de quien le mató

El pueblo está conmocionado,  ha sigo como si la realidad los golpeara.

Siendo así es claro qué,

sepultura tendran que tener.

No saben si eran buenos o malos,

o si inocentes eran,

pero si tienen claridad,

que esta tierra teñida de sangre esta.

Salía de  mi casa para ir a limpiar la casa de la dueña... y hacia una mañana buena pero con un poco de tranquilidad... yo diría demasiado silencio por la mañana porque a estas horas estarían la gente del marcado montando su para etas... no taba que algo malo estaba a punto de ocurrir. Escucho por el fondo unos gritos alarmantes y me dirijo lo rápido que puedo para haber lo que estaba ocurriendo...

Me quedo blanca al ver que había tres fallecidos y la muertes de cada persona no era muy agradable de ver... inmediatamente me aparte de las víctimas. Solo me salió por mi linda boquita... DIOS MIO QUE SALVAJADA. Que asesino a podido hacer esta catástrofe... esta vez se ha llevado a tres personas, que culpa tendrías estos tres para morir.

Me aparto de los fallecidos para esperara a que vinieran el policía y el forense del pueblo para haber si sabían de que habían muerto esta tres personas. Mire la hora y sabia que me iba a retrasar pero la dueña era muy buena conmigo ya que me conocía mucho tiempo.

Mis temores eran finalmente confirmados, los rumores de las muertes durante la noche se esparcieron como el rocio de la mañana, cayendo sobre el hasta la vispera tranquilo poblado. La desconfianza y el miedo podian leerse en los ojos de quienes deambulaban al alba por las calles, agrupandose en corros y hablando por lo bajo, señalando con el dedo a los que pasaban.
Me dirijo hacia la plaza, uniformado con el trajin del ejercito español y montado a mi caballo, el sable descansando a un lado de mi cintura y  esperando que poco a poco se fueran congregando los pobladores en aquel sitio tras enterarse de lo acontecido.

Habia que poner fin a todo aquello o las muertes se propagarian peor que una epidemia de peste negra...

Con los primeros cantos del gallo Martín Alfonso de Córdoba se levanto y comenzó a hacer su quehaceres matutinos en su humilde morada cuando unos gritos recorrieron todo el poblado, alarmado se ciño su espada al cinto y salio a la calle a ver lo ocurrido y caminando un poco llegó al lugar de donde procedía el grito.

- ¡Santo dios! - Exclama Martín al contemplar al bueno de Juan el Barbas muerto en el suelo y con brutales signos de tortura - ¡Como pueden estar ocurriendo tales cosas en este pacifico pueblo!. 

Martín se echó las manos a la cabeza y no había salido de su estupefacción casi cuando llegó su compañero de guardias corriendo a buscarle pues se habían encontrado mas cuerpos y se necesitaba su ayuda en otro lugar.

Mientras caminaba hacia su destino meditaba sobre las responsabilidades que sobre ellos recaerían al ser guardias de la ciudad, aunque no se encontrara de servicio cuando se cometieron los asesinatos, su ocupación le debía a la seguridad de los habitantes, alguien les exigiría respuestas tarde o temprano.

Lo primero que pensó Pedro cuando llegó al pueblo y se enteró de las muertes se remontó al pasado. Tan tranquilo había sido San Palmaquino por tantos años, parecía el lugar ideal. Ahora era claramente un campo de batalla.

Se acercó a Francisco Moreno, ese militar que había llegado hacía poco. Parecía un hombre sensato.

- Señor Moreno, lamento molestarle, pero, hay algún sospechoso de quien provocó esta masacre? Ahora que ha muerto el Alcalde, quien investigará las muertes? Se ha convertido San Palmaquino en un pueblo sin ley?

Cuando los gritos recorrieron la ciudad Gonzalo aún estaba durmiendo. Otro grito le despertó del todo. La noche anterior la gente había estado hasta tarde en su taberna. Él no tenía mucho sueño así que tampoco le importó ni importunó a la gente para que se fuese.
Cuando el ultimo cliente salió de la taberna, y el se disponía a cerrar el local, aunque aún no era el alba, los gallos mas madrugadores empezaban a desperezarse.
Decidió vestirse con rapidez e ir a ver que ocurría. Estaba tenso y no había descansado demasiado, aunque había terminado durmiéndose cuando finalmente el cansancio venció al miedo.
Cuando se acercaba a donde se aglomeraban ya los vecinos vio como se alejaba del lugar Alfonso de Córdoba, no pudo evitar mirarle con algo de resentimiento. Él había sido uno de los que el día anterior le había señalado como asesino. Al pensar en esto no pudo evitar en que él mismo había señalado a Leovigildo, que con las muertes que habían acaecido esa madrugada pudiera caber la posibilidad de que fuese inocente.
Entonces a su mente llegó el pensamiento Sí de Córdoba es un guardia... ¿por qué se va?

Justo entonces llegó a donde había un cadáver, el Juan el Barbas. La cosa le horrorizó y no quiso ver más. Estaba agotado, horrorizado. No sabía con quién hablar. Pero aquello tenía que acabar, de alguna forma. Deseó que el ejercito llegase cuanto antes.
Esa mañana decidió no abrir la taberna, fue, como hacía cuando era un niño, a sentarse a la orilla del río para descansar.
Empezó a pensar en la noche anterior. Tal vez el asesino O asesinos pensó, (aunque desechó la opción al instante no podía haber tantas personas horribles en el pueblo) había estado sentado con los demás pueblerinos, entonces empezó a repasar mentalmente quienes habían sido los primeros en irse...

Se limpio la cara de buena mañana, hoy su lecho estaba vació y la casa silenciosa, echaba de menos a su familia, pero era mejor mantenerla fuera hasta que acabara la locura de los poderosos. Estuvo en la carpintería trabajando como cada mañana hasta que alguien aviso de las muertes. Frank se unió con el resto, lavando sus manos en su delantal y escucho para luego hablar.

-Yo mas bien diría que hay mas de un asesino entre nosotros.-Contesto a la bella Shuaila -Que yo sepa los únicos capaces de torturar son los inquisidores, del resto ya no se nada, tal vez el miedo provoque que alguien se tome la justicia por su mano o incluso que esos que se suponen herejes según la iglesia estén matando en pos de librarse de morir en la votación popular.-Chasqueo la lengua y miro a otro lado, estaba molesto con el pueblo y sobretodo con le poder que mandaba el pueblo.

Alejandro despertó en la mañana con bastante pesadez. Había tomado mas de la cuenta para tratar de dormir tranquilo, lejos de esas imagenes horrorosas que no le dejaron tranquilo, eran malas para su arte, eran malas para el pueblo, eran malas ante todas las maravillosas creaciones de Dios.

Cuando iba llegando prefirió no acercarse lo suficiente para no tener que ver nada. Solo pregunto por los nombres de quienes habían fallecido y el resto fue solo escuchar y escuchar sobre que se especulaba -Asesinos, habla de que hay varias personas interesadas en hacer de esto una carnicería?- pregunto en tono medio molesto, como exigiendo una respuesta a Frank, quien había hecho el comentario.

Desde arriba de mi caballo veo acercarse a un anciano, quien me pregunta sobre lo acontecido.
- De ninguna manera este pueblo se convertira en uno sin ley. En nombre del rey Felipe, hare que se respeten las leyes y si es necesario conducire yo mismo una investigacion para llegar al fondo de lo que esta sucediendo.
Hablaba en voz alta para que los paseantes pudieran escuchar y asi intentar llevar algo de tranquilidad.
- Propongo que de inmediato y sin esperar la llegada del ejercito, conformemos una milicia civil para garantizar la seguridad de cada uno de los habitantes de este pueblo. Esta misma noche iremos tras las pistas de quienes hayan cometido tan aberrantes crimenes a respetados miembros de nuestra comunidad.

Como si de una epidemia de peste se tratase, los muertos, nuestros muertos, comienzan a propagarse por el pueblo dia tras dia. El aire de pesar lo invade todo y a todos. El miedo, el celo y la sospecha inundan nuestros ojos.

Poco a poco, la casa va quedando mas limpia. Inclinada en el ultimo escalon de las escaleras que acceden al piso superior, froto con afan la mancha de humedad que la continua gotera del techo ha generado aqui abajo.

- Esto tardara tiempo en quitarse - pienso - pero hay que seguir limpiando. -

No hacían más que hablar sobre los asesinatos, a mi ya me asustaba salir a la calle, pero hoy me decidí desde que apareció muerto Leovigildo, mi puesto estaba vacío, ya no tenía ganas de vender, mi abuelo se quedó en el puesto y yo me fui a la taberna a coger agua para la jornada como hacía todos los dias, entre en la taberna y saludé al tabernero con tristeza - hola... agua me das, que terrible es lo que está pasando... no tenía ganas de salir a la calle, hoy ma animao... pa lo que voy a vender? en fin... mi abuelo no se entera... mejor pa él...

Me levanté tarde ese día. No recordaba mis sueños pero sabía que me había despertado varias veces por la noche. Intenté no pensar en lo que me esperaba hoy y salí afuera.

Lo que ví me hizo desear seguir en la cama con las pesadillas. Al menos ahí las personas que morían eran ficticias. Tres más habían muerto durante la noche. Ya no había salvación para este pueblo.

Mientras caminaba sin rumbo fijo por el poblado escuché a alguien hablar sobre una milicia ciudadana. -Y ¿cómo eso ayudará a la situación?- Pregunté, tal vez en voz muy alta. -Ya estamos haciendo que se vote por día para ver quién va a la horca sin juicio ni pruebas. ¿También hay que ponerse a arrestar a cualquiera que sea sospechoso? Eso no sería diferente a lo que los masones y los masones están haciendo.-

Samuel se levantó como cada mañana y salió de casa. No sabía a dónde ir, ya que sin niños, la escuela estaba cerrada, y decidió caminar sin rumbo fijo por el pueblo. Se arrepintió al poco de hacerlo, pues encontró a su paso los cadáveres todavía insepultos.

- ¡Eduardo! Démos pronto sepultura a nuestros vecinos, y roguemos porque el asesino que ha acabado con Olwyn, que parece que actúa por su cuenta y riesgo y no es inquisidor ni masón, haya tenido buen ojo. Porque matar a alguien así, sin un juicio público, no sólo es arriesgado, sino que si yerra toda la culpa de acabar con un inocente recaerá sobre su conciencia. No quisiera yo eso para mí...bastante es cargar con una muerte por votación popular diaria.

Me levanto temprano, mal dormido, pero quedarme un instante más en mi cama, acosado por los fantasmas de los asesinados recientemente es peor que ponerme a trabajar sin haber podido descansar.

Salgo a la calle en busca de la Rubita, para comprar unos huevos frescos y algo de fruta para el desayuno, pero en su puesto habitual sólo se encuentra su abuelo, lo cual me llama la atención. Le compro las cosas a él e intento averiguar qué ha ocurrido con su nieta, pero lo único que puede decirme, es que ha ido a la taberna. Estoy a punto de seguir sus pasos cuando la voz de don Toledano llega a mis oídos y me hace caer en la cuenta de que durante la noche han vuelto a repetirse los asesinatos. Por lo visto, la tarde anterior, hemos ejecutado a un inocente.

Dejo las cosas en el puesto de Tormes y voy hacia donde se encuentra el hombre. -No puedo decir que sean buenos días, señor Toledano, porque no puede ser un buen día aquel donde otros tres de nuestros vecinos han sido brutalmente asesinados, pero al menos estamos vivos. Déjeme ayudarlo, después de lo que cargué ayer, mi estómago parece estar acostumbrándose al horror de la muerte violenta.

El joven Pedro levanto más tarde que otros días, pues al dormir en una habitación de la taberna y no fuera en la calle, no escuchó los gritos hasta más tarde. Ya vestido baja las escaleras del edificio, atraviesa la taberna y sale afuera, donde escucha algo acerca de tres muertos.

-¿¡Qué demonios!? ¿¡Ha habido tres muertos más!? - exclama el joven pirata de una oreja, entre asombrado, y temeroso.

No había podido dormir bien esa noche. Tras irse de la taberna, fue hacía sus campos a pasear entre los viñedos, algo que siempre le había reconfortado. 

Cuando salió el sol, fue hacía el pueblo a comprar víveres para el desayuno y el almuerzo, más se encontró con la horripilante escena de tres nuevos muertos. Agacho la cabeza, mientras pensaba: Dios se apiade de todos nosotros, si es que aún no se ha olvidado de nuestro pueblo.  

Se paseó por las calles, negando con la cabeza, intentando comprender que es lo que sucedía.

Mientras lo hacía, alcanzó a escuchar el llamado hacía el profesor hacia Eduardo, quién a su parecer, murmuró palabras extremadamente sospechosas. Lo apunto con el dedo, y con una expresión enfadada le grita:

- ¡¿Y como sabes tu que el asesino del viejo Olwyn no es ni inquisidor ni masón?! ¡¿Trabajas con esos asesinos acaso?! -

Habría preferido mantener la calma, pero la frustración y la desesperación de lo que había ocurrido en este ultimo par de días, mas el miedo, lo llevaron a reaccionar de aquella forma tan violenta, sin siquiera preguntar primero.

Si que el día anterior murieran dos personas ya fue trágico, que hoy murieran tres ya era una catástrofe.

-Como dice Frank, el cadáver torturado parece obra de la inquisición y puede que un honrado ciudadano se tome la justicia por su mano. Solo toca esperar que acierte, y esta noche haya muerto al menos un inquisidor o un masón. O uno de cada si se matan entre sí.

Lo malo es que los ciudadnos no sabían si los caídos eran de fiar o no lo eran.

La situación es muy dificil, pienso mientras camino por la plaza, 3 muertes mas nos han despertado.

Y lo peor de todo es que uno no sabe quien es quien.

Mientras miro a TODOS los que vea por el camino intentando detectar algo raro.