Partida Rol por web

El hombre de semblante serio y vestido de manera elegante. Baja del caballo, le da la mano a dos o tres de ustedes que estaban cerca y los saludos.

Buen día señores, señorita

Con paso serio y rampante,  mientras algunos se apartan camina hacia  la pared de madera donde la carta oficial estaba clavada.

Lo lee  rápidamente y haciendo un gesto de asco dice.

Maldita sea, no hay nada peor que la curia metiéndose en asuntos imaginarios  y a brujas que ellos ven...

Arranca la carta y se la lleva al bolsillo.

Sentado en el carruaje, me entero de conversaciones sueltas. Algo de un hereje, que pronto vendrá un cura y habrá un juicio... "¿pero a quien se juzga?" de eso no logro enterarme. La llegada del alcalde produce un respetuoso silencio. Al quitar el cartel, me bajo del carruaje y me dirijo hacia él.
-Señor Alcalde ¿a qué buen aldeano se juzga? ¿Por qué este repentino interés en San Palquiano? Hasta donde llega mi entender este es un pueblo la mar de tranquilo
Mientras espera una respuesta, mira de reojo a la tendera rubia

El hombre mira a Dorian y suspira.

Es una excelente pregunta señor, creo tener un indicio de lo que ocurre pero no estoy seguro... realmente lo que siento es que el virrey ha sido llenado de mentiras y rumores falsos sobre el pueblo, y he de decirle, que el clero son maravillosos en el tema de decir cosas.

Dice de manera tranquila  evidentemente no ocultando nada.

No sé si recordaran que para el mes de  Abril (hace un mes) en las celebración de Semana Santa vino un cura  de otro lugar hacer los oficios. Todos participamos de la celebración, se hicieron la procesiones y se terminó con tranquilidad. A la noche el prelado se escandalizó por escuchar unos borrachos en el pueblo, que como sabéis es pecado tomar en esas fechas.

Ciertamente en San Palaquino, un pueblo tan pequeño a veces la única diversión era tomar, hecho que evidentemente el Alcalde comprendía.

El sacerdote fue en búsqueda de los borrachos, a los cuales regaño y hasta excomulgó... jaja el  pobre nunca se enteraría que a la mañana siguiente, aquellos excomulgados no se acordarían de nada.

Según dice el sacerdote, cuando regreso a la capilla, ya en la noche, encontró la puerta abierta de sus aposentos, y según él en el interior de  su baul de viaje y sobre los ropajes habían escrito símbolos extraños.

El señor alcalde hace un gesto como si volteara los ojos.

Lo curioso, es que a la mañana siguiente cuando le pedí al prelado me mostrara el daño que le hicieron a sus pertenencias no observe ningún indicio de escritura extraña,  los símbolos según él habían desaparecido. Yo  no sabía que pensar, el sacerdote estaba espantado, dijo que este pueblo había brujas y masones, y no sé que más basura. Y estoy seguro que el sacerdote miente, y se inventó lo de dichos símbolos gracias a influencias enemigas.

Yo trate de tranquilizarle, pero.... corrió a donde sus superiores a decir que San Palaquino estaba maldito.

Yo personalmente siento que son inventos, la razón es que si se siembra una mentira, la iglesia podrá venir acá, hacer y deshacer, y este pueblo se convertirá literalmente en un infierno...

Tras hacerme una idea de lo que plantea la carta, me acerco hasta el puesto de Isabel. "Buenos días Rubita, ¿tendrás unas manzanas frescas para mí?". Aguardo a que me las entregue mientras busco las monedas con cuales pagarles y diviso entre el gentío a la hija de Montpellier. Tengo que volver al taller. Si la moza me descubre, puede que le vaya con cuentos a su padre de que estoy holgazaneando y no quiero perder su favor.

Tomo las manzanas a la vez que dejo un saludo para el abuelo de la muchacha cuando el alcalde llega hasta la plaza. Pensaba volver a mi morada, pero me interesa saber qué opina de todo esto así que permanezco en mi sitio un poco más. Pero en vez de darnos esperanzas, el magistrado sólo nos trae mayor desesperación. La Iglesia viene contra nosotros y si ella quiere hallar culpables, existan o no, los encontrará.

Desanimado regreso a mi taller. Ahora mismo mi trabajo es lo único que puede distraerme de la situación.

Nikolai se acercó a los habitantes del pueblo que hablaban sobre la carta y que intentaban adivinar el propósito de la iglesia.

-En mi profesión se oyen muchas historias... aunque yo siempre he intentado alejarme de las historias de este tipo- el ruso prefería las historias de romances, caballeros y comedias, historias que acabaran bien. No aquellas- donde un grupo de hombres que dice actuar en nombre de la Iglesia se mete en los asuntos de aldeanos como nosotros. Algunas historias dicen que investigan y se van, pero las más pesimistas y lúgrubes dicen que juzgan y castigan en ocasiones a gente inocente con la excusa de que buscan paganos dejando un reguero de víctimas tras de sí. Yo espero que esas historias sean exageradas y cuentos para asustar a los niños.

De solo pensarlo, el cuentacuentos se asustaba. Los herejes y la Inquisición no eran temas que a él le gustara tener cerca... creía que lo mejor era alejarse de los dos.

Con toda la atención sobre el alcalde.
-Entiendo, señor Alcalde. Creo que la mentira del señor cura puede acabar siendo más que una graciosa anédota. Es pecado beber en fiestas, pero también lo es calumnia, mentir, al igual que profanar objetos sagrados. Señor alcalde, ruego atienda esta situación con especial atención. ¿Po qué no abre una investigación? Podría ser fructífera para aclaras los hechos, igual algún sanpalquiano puede arrojar luz al hecho acontecido aquel día con aquellas escrituras ininteligibles...
Dirige un par de miradas al resto de la población
"Pobres almas cándidas, no saben lo que se acerca" piensa para sus adentros.

No se preocupen señores. Dice respondiendo a lo dicho por Dorian y hablando hacia todos. Se atendera a su santidad lo mejor posible y tratare de protegerlos como población que son para quitar de lado esas falsos miedos que tiene la iglesia y que San Palmaquino sea un lugar de paz.

Pedro salió de la taberna algo mareado, no acostumbraba tomar alcohol.

-... que San Palmaquino sea un lugar de paz, estaba diciendo el alcalde.

Paz, claro, pensó Pedro. Trataré de protegerlos, dice el muy hipócrita. Cuando vengan los cuervos, cada uno por su lado, y el último es cola de perro.

Cruzó la plaza con ritmo cansino y se alejó del lugar. 

Estaba claro, el cartel que habían colocado en la plaza del pueblo, iba a dar más trabajo, porque hará eso el alto mando.

Seguía trabajando en el oficio de la familia, y parecía que se acercaban días en los que enterrar a los muertos iba a estar muy cotizado.

Frank "3 dedos" llamado así por perder dos de sus cinco dedos del pie derecho, por culpa de un cerdo hambriento y una noche de borrachera, caminaba renqueando hacia la plaza.

Se secaba las manos con el mantel que portaba, había terminado su ultimo trabajo y el bar estaba cerca, no tendría que andar demasiado. Al llegar y ver el cartel tuvo que preguntar que ponía, ni él, ni su esposa sabían de letras y menos aun su hija de apenas 10 años, él hubiera preferido un varón pero Dios no lo quiso así. Su vida era dura, pero la de su hija lo seria aun mas.

Poco tuvo que preguntar para obtener respuesta y la sed se le fue al escuchar con miedo la llegada de la mano ejecutora. Poco a poco el pueblo rompió en puro escándalo y en vez de risas de niños y cantos de pájaros, se escuchaban a los adultos preocupados. Por suerte el alcalde parecía sereno y puso las cosas claras. Pero a "3 dedos" eso no le convencía si su santidad tenia ganas de castigar lo haría con la vara mas dura.

Con su mujer en el prado y su hija con ella para aprender el oficio, ahora tomaría esa copa.
-Gonzalo dame algo para matar la sed y la angustia anda. Que esto es cuanto menos preocupante.

El alcalde... - vuelvo con la escoba a mi puesto y le saludo respondiéndole lo más educadamente de lo que soy capaz - Buenos dias Señor Alcalde...

Entonces, llega caminando con prisa el carpintero - hola Santi, como vamos... claro - tras la compra de manzanas guardo el dinero para mi anciano abuelo y le despido como todos los dias.

Escucho las conversaciones de los diferentes habitantes nuevos y conocidos del pueblo y me quedo sentada en una tabureta cerca de mi abuelo al que le acerco un vasico de su zumo de uva - vayas historias...

Me quedé ensimismado mirando a Shuaila y su hija. Nunca le habían interesado las mujeres, para tener una relación largo con ellas al menos, pero lo de los niños era otro telar. Tener un hijo, sangre de su sangre, y poder educarle, enseñarle, verle crecer, poder hacerle reir... Eso era algo que le fascinaba.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no se dió cuenta de que habían entrado dos clientes más y le habían pedido algo.
Por eso, mientras el viejo Pedro, (otro vecino que sólo conocía de vista) le pidió algo fuerte y se lo servía, no pudo despedirse de Shuaila y su niña ni tampoco decírles que estaban invitadas, por hermosas. La madre parecía algo más relajada que al entrar, pero seguía teniendo una pinta algo más tensa que de costumbre.

Tras darle un vaso bien lleno de aguardiente al anciano recogió las monedas y las metió en un cajón.

Se acerco entonces a por los vasos usados que habían dejado sobre la mesa, y mientras los metía en un barreño con agua, le preguntó al otro cliente.
-Disculpe señor, ¿qué desea?

Mientras le daba un agua a los vasos y los dejaba secando en una repisa escuchó como el forastero le preguntaba algo.

- ¿Cómo dice?- el hombre, bastante bien vestido, repitió la pregunta. - Disculpe, no sé qe me pasa hoy. Este pueblo se llama San Palmaquino, es una de los pueblos ubicados en las nuevas tierras del Rey de España por la Gracia de Dios.

Le echó un vistazo al mapa e intentó situarlo. Era un mapa algo desfasado, ya que no marcaba las poblaciones, solo los ríos y las montañas. El tabernero no era un analfabeto, pues sabía leer, escribir y hacer cuentas. Pero nunca había ido a la escuela, y lo que sabía sobre geografía y la naturaleza lo había aprendido del abuelo, o por su cuenta, escuchando las historias y noticias de los que paraban en su taberna. Incluso en una ocasión leyó un pequeño libro sobre animales que alguien había olvidado sobre una mesa (no sin mucho esfuerzo).

- No sabría decirle donde estamos exactamente, señor- se disculpó de nuevo. - Lo que puedo decirle es que San Palmaquino tiene un río, junto al mercado, como seguramente ya ha visto. Y es un río grande así que seguramente sea este. - Pasó su dedo sobre una línea azul algo más gruesas que las demás. - Y además - prosiguió - a veces llegan pequeñas embarcaciones hasta aquí, así que supongo que no estaremos demasiado arriba del curso. Pero son solo especulaciones, señor. - matizó mientras señalaba un área circular con el dedo.

Gonzalo dejó que pasara un poco de tiempo mientras el forastero consultaba el mapa de nuevo, aún no le había dicho que deseaba beber. El viejo Pedro se levantó y se fue sin despedirse, dejando una moneda sobre la barra. No era algo raro en el, algunos en el pueblo le llamaban el ermitaño. Recogió la moneda e hizo con el vaso lo mismo que con los otros. Mientras tanto, el señorbienvestido le pidió vino. Hm, no es raro que me pidan vino, no. Pero unido a sus vestimentas podría decir que se trata de algún noble. O algo parecido. Es raro que no sepa donde está

Cogió una botella verde del estante, y sobre una de las pocas copas, algo toscas, nada finas ni lujosas, vertió un liquido color sangre. Era vino que preparaban en ese continente, y aunque el jamás había probado el vino español, por alguna extraña razón (tal vez su mente lo había asimilado tras tanto escuchárselo a su padre, el gloria esté), sabía que no hacía sombra ni de lejos al vino del Viejo Continente.

Se lo acercó al tiempo que, a través de la puerta abierta, vio que volvía a haber cierto revuelvo en la plaza. Aunque no oía desde allí lo que estaba pasando, sí que vio al Alcalde arrancar el cartel que el extraño caballero negro había colgado. Se extrañó y frunció un poco el ceño. No era típico del Señor Rafael llevar la contraria al Virrey ni nada parecido.

-¡Disculpe señor!- dijo de repente, recordando algo - No me he presentado, lo lamento, hoy estoy un poco en Babia, como dicen por la Madre Tierra. - sonrió para su nuevo cliente. -Mi nombre es Gonzalo, y soy el dueño de esta taberna, desde hace un año aproximadamente. ¿Qué es lo que le trae por estas inhóspitas tierras, si no es mucha indiscreción preguntar? volvió a sonreír e intentó usar el tono amable y cercano que usaba siempre con los clientes. Este es un pueblo pequeñito y no solemos recibir visitas. Es todo un honor recibir a forasteros. A mi en especial me gusta mucho. Y le diré que la primera consumición de un nuevo visitante, ¡Es gratis! le guiñó un ojo, intentaba ser amable después de haber estado en la inopia y no saber decirle donde estaban exactamente. Además, no había podido invitar ala chiquilla, así que tampoco perdía dinero.

Miró de reojo a la puerta, intentando ver que era lo que pasaba fuera...

El tabernero parecía demasiado ocupado, era normal últimamente había mas forasteros que de costumbre y estaba lo del cartel y él alcalde no parecía arreglar mucho la situación, y que podía hacer el, era solo un hombre después de todo.
-Gonzalo, ya sabes lo que quiero, sirbeme hombre, necesito algo para paliar esta molestia.-Apoyado en la barra observaba a Gonzalo y como buen parroquiano quiso saber su opinión.
-Y que piensas de lo que se nos viene encima. Creo que eso va a traer mas de un quebradero. ya lo veras.

Luego de que el tabernero me diga más o menos donde me encuentro me pongo a ver el mapa. El lugar estaba lo suficientemente alejado como para no despertar muchas sospechas sobre mi exilio. Sonreí para mi y le pedí al tabernero un vaso de vino, el cual me trajo rápidamente.

Lamentablemente, el licor que el cantinero me trajo no era como el que estaba acostumbrado a tomar en mi patria. Tampoco es que fuese agua de mar, pero de todos modos no terminaba de satisfacerme. Mientras terminaba mi vaso el hombre volvió a acercarse a mi, lo que en un principio tomé por un intento de cobrarme por miedo a que me vaya sin pagar, después de todo un forastero podía ser víctima de la desconfianza de un lugareño rápidamente. Sin embargo el tipo se portó bastante bien conmigo y no venía más que a presentarse. Luego preguntó por mis asuntos aquí, cosa que prefería no revelar, pero después de eso me dijo que la bebida era a cuenta de la casa por ser la primera, así que no pude más que sonreir e intentar inventar una historia más o menos creible.

-Pues bien, Gonzalo, primero te agradeceré por la cortesía, junto con el vaso de vino y luego presento yo también: mi nombre es Franciso Berenguer de Leon.- Empecé a responderle al tabernero. -Y ahora que ambos sabemos nuestros nombres como los caballeros que somos, te contaré un poco sobre mi situación. En España ya no hay lugar para los nuevos burgueses. Hay que hacerce lugar ya sea con grandes cantidades de tierra, en el negocio de los bancos o comprando un título nobiliario. Cosas que requieren una inversión bastante grande. Sin embargo, escuché que aquí en el virreinato uno puede comprar extensiones de tierras vírgenes que sobran en estos lugares pagando al regente una suma menor a lo que valdrían haya en la metropolis. De esa forma espero poder ganarme un lugar como terrateniente en este nuevo mundo.-

Después de eso hablé un poco más con el cantinero hasta que este se disculpó para atender a un cliente que estaba llegando. El hombre, que tenía pinta de campesino, era sin duda un cliente habitual, ya que saludó a Gonzalo con amistad. Supuse que eso era normal, ya que en un pueblito tan chico los lugareños se conocen todos aunque sea de vista. Una vez que ocupó su lugar en la barra, el hombre hizo un comentario que me llamó la atención sobre algo que se venía. Recordé las personas reunidas en el centro del pueblo cuando llegué y decidí preguntar sobre qué se refería.

-Disculpe, buen hombre.- Llamé al recién llegado. -Soy algo nuevo en el pueblo, pero no pude evitar ver que están bastante activos. Al principio no le di importancia, pero ahora usted hace un comentario como ese me pica la curiosidad. ¿Hay algo pasando por el pueblo que sea inusual?

Mientras  hablan y  de forma de no llamar la atención el alcalde se sienta en una de las mesas privadas, no habla con ninguno de ustedes, parece  centrado en sus pensamientos.

Me demore una eternidad en llegar a la casa que me había visto nacer, la plaza central estaba inusitadamente poblada aquella mañana. La llegada del jinetes negro parecía tener que ver con aquello, por lo que se rodeaba se acusaba la presencia de umbral hereje en el poblado. Había visto de cerca el trabajo de la santa inquisición, su implacable búsqueda de los adoradores de demonios en muchos casos llegaba a ser tan sangrienta como las peores batallas. Me pie del caballo y sin llevarlo a la caballeriza, le deje atado al palenque como si fuera una simple visita. Quería darle una sorpresa a mi madera puse en las últimas cartas solo le había contado que había pedido el traspaso al virreinato, pero no la decía de mi embarque ni que pasaría unos días en San Palmaquiano antes de presentarme a mis deberes. La casa oreja fuera no se veía bien, sabía de puño de mi madre que la economía no estaba muy bien pues los campos no rendía como antes, pero se me vino el alma al piso tras ver la fachada descuida del caserón que mi padre había recibido del asimismo virrey en su momento. Apenas había traspuesto el umbral, que alguien golpeó la puerta. Estupefacto me que allí mirando a aquella mujer que me espetaba su pregunta como si disparar una salva contra un enemigo herido.

- Creo que usted me confunde con otra persona Madam. Acabo de llegar al pueblo luego de una muy larga ausencia.

Su acento era el de una mujer de las nobles familias madrileñas, era posible que no hubiéramos cruzado alguna vez en la vida, mas no aparentaba más que una veintena o quizás menos. Su atractivo no era pasado por la turbación de su mirada que se clavada en mi como si fuera una aparición o fantasma.

- Es un hombre muy guapo - pienso mientras escruto los movimientos del alcalde - en fin... -

Me mantengo en silencio observando los acontecimientos circundantes. Escucho con atencion las palabras de nuestro dignatario sobre lo que esta a punto de ocurrir en este pequeño lugar en las proximas jornadas.

La agitacion ha levantado mas revuelo y temores de lo que ninguno se atreveria a afirmar en publico. Todo el pueblo esta alborotado aunque el silencio sea la unica nota reinante. Miro a mi alrededor con una media sonrisa a caballo entre la tristeza y el cinismo.

- En fin - lanzo un pequeño suspiro al aire.

Giro sobre mis talones y recojo el cubo. Me dirijo al pozo y lo lleno de agua fresca y limpia. Saco de debajo de mi sayo otro trozo de paño que introduzco y humedezco rapidamente en el cubo y me encamino hacia la proxima casa que he de limpiar hoy.

El granjero escucha las palabras del alcalde con creciente procupación, suena a un discurso vacío. Y no le queda nada claro que va a poder hacer el alcalde frente al obispo y esos inquisidores.

"tal vez debería coger a Elena los chicos y ir a visitar unos días a mi hermana" pero con la cosecha de patatas a punto de recoger y las calabazas como están eso es imposible claro

-en fin, tocará bajar la cabeza y aguantar el chaparrón- tras murmurar esto para si se dirige al puesto del pescado de Agapita al menos si podrá hacer todos sus encargos de la mañana

-Agapita, envuélveme esos dos que me los llevo-

3 Dedos, miro por encima de su hombro y vio un forastero bien vestido siendo educado y curioso a partes iguales. Carraspeo y volvió a mirar a la barra.
-¿No se ha enterado? Parece que la inquisición viene a este pueblo, alguien a debido molestar al gordo equivocado y vienen a ver lo que se cuece en el pueblo. Hágame caso, márchese mientras pueda, esto solo va a traer problemas. Estoy seguro de ello.-Contesto secamente, no le gustaban los extranjeros, puede que los problemas vinieron por culpa de alguno de ellos. Pero no por eso dejaría de contestar a una persona que ha sido educada con él.

Aun esperaba ese trago.

Las palabras del alcalde aun resonaban en su cabeza, pero la causa de venir al pueblo no era esa

-Vendo madera! Madera seca! Compren madera... siempre es útil para cocinar...tener agua caliente o para calentar el hogar... MADERA!!! VENDO MADERA!

"Cuanto tardará en llegar el obispo?"