Partida Rol por web

El hombre se lleva las manos a la cabeza ante el asalto verbal del gnomo. Aquel ser de cabellos verdosos y de andares escurridos parecía hablar con un ritmo cantarín compuesto únicamente por semicorcheas. ¿Cómo podían caber tantas palabras en tan poco tiempo?

—¿Qué? —fue lo único que llegó a articular antes de que Aura le impusiese sus  manos, canalizando energía positiva hacia el herido.

No parece que los esfuerzos de la sierva de Irori  tengan un gran efecto en Campre, pues sus heridas continuan presentando un aspecto horripilante. Aquel hombre precisa de atención médica más dedicada. Pero por el momento tendría que bastar.

—Gracias Aura. Estamos en Briarstone, al sur de Thrus... —entonces vuelve la vista hacia Theo, adoptando una mueca de horror sobrevenido. Mueve los labios, como si tratase de preguntar qué demonios era aquella cosa, pero no es capaz de articular sonido alguno. La visión del Príncipe hace que el pobre prisionero se desvanezca y caiga inconsciente sobre la mesa de operaciones.

Tal vez sea mejor así. El pobre Campre parece haber pasado por demasiados horrores en las últimas horas.

La aparición del Nuevo Príncipe no deja indiferente a ninguno de los presentes. Se trata de un ser horrible, una masa amorfa de bocas y tentáculos, una aberración surgida de una terrible pesadilla. Pero por mucho que el shock inicial sorprenda a los prisioneros, no parece que sea la primera vez que contemplan algo semejante. Hay algo en la manera en que el ser oscila en los hombros del mestizo que resulta inquietantemente familiar. Tal vez demasiado.  

Entre los sacos Mequetrefe encuentra una hoja estilizada que parece tratarse de uno de los estoques de Holloc. Dentro también una bolsita con lo que parecen componentes para conjuros, varias bolsas de cinto con monedas dentro y efectos personales, suyos y de otra gente. En el segundo saca hasta encuentra su dada. La doctora parece que tuvo la decencia de almacenar todas las pertenencias de los prisioneros que consideró de valor en estas bolsas de tela.

Al acercarse al horno, Aura no puede evitar arrugar las fosas nasales. El hedor a carne quemada es mucho más intenso al rodear la esquina de lo que era en las celdas —quizás porque ya se hubiera acostumbrado. Junto a la pared de piedra hay una pila de ropas, piezas de armadura de cuero, placas metálicas y… armas. Aura identifica su armadura enseguida entre el montón de objetos, así como su ballesta, un arco corto y algunas dagas, entre ellas un estoque. Pero lo que más llama la atención entre la pila de objetos es sin duda una viola en perfecto estado, oculta bajo los restos de una maltrecha armadura acolchada. ¿Cómo demonios ha llegado semejante instrumento hasta allí? ¿Qué clase suerte ha sufrido su anterior propietario?

Fue mejor así.

-...

Fue quizá menos mejor para el pobre Theo, que se lanzó rápidamente para tratar de sujetarlo, lo que pudo haber dado una última imagen de ambos lanzándose a por él que no pudiera ayudar a dejar de caer en la inconsciencia. Trató de dejarlo sobre la cama con cuidado y, cuando encontraron las pertenencias, se puso a buscar algo. Algo que pudiera servir para...

"¡Ajá!"

Tendió una manta sobre su cuerpo: cuanto menos entrara en contacto con su cuerpo con todo lo que le habían hecho a ese pobre hombre (pese a lo extrañamente entero que se encontraba) mejor.

"¿Tiene nombre su amigo?"

-¿Nombre...? -preguntó, casi más para sí mismo. Luego sacudió la cabeza- No. No, es difícil de traducir, su identidad está más... asociada a su función. Es esta la que le da nombre, no el nombre el que define su esencia.

Las ideas se agolpaban en su cabeza: fluidas, cómodas y familiares. Aunque remaldita que fuera su estampa si conseguía saber de dónde venían. Buscando en sus pertenencias encontró pocas cosas: un par de armas (¿una lanza? ¿cuándo había utilizado él una lanza?) a las que estaban atadas unas bolsas con algunos contenidos. Algunos de ellos los reconoció como conjuros mágicos, otros eran simplemente libros, legajos de hojas a los que se arrojó con desesperación como el náufrago que encuentra una balsa con el agua hasta las orejas.

Nada que pudiera servirle. ¿Aparentemente llevaba alguna clase de conteo de infraestructuras? Nada que pudiera asociarle con todo lo que estaba pasando, y todo en verdad aburrido desde un punto de vista objetivo...aunque a él le resultara interesante. En cualquier caso, empezó a ponerse lo que parecía un robusto gabán de pieles, que podría protegerle de manos agresivas pero sobre todo de andar semidesnudo en aquellas catacumbas frías y asquerosas.

-¿Alguno de vosotros ha encontrado alguna pista sobre todo esto en el equipo? ¿Sobre cómo hemos llegado hasta aquí, o qué ha pasado? O quién soy. No sé vosotros, pero yo no estoy seguro. Recuerdo mi nombre, y ahora que he leído esto recuerdo lo que estaba haciendo antes de que todo desapareciese... y nada más.

Observa la situación con cierto desdén impostado sin soltar la daga que ha conseguido. Siente que de alguna forma debería intervenir pero en realidad la situación escapa a su control y el resto parecen saber lo que hacen, incluido el semielfo que invoca ese ser horripilante pero "conocido".

Sus ojos recorren nerviosos la escena, la sanación y el desvanecimiento, pestañea, respira hondo, actúa con comedimiento.

Es sólo cuando el gnomo -Mequetrefe- empieza a sacar el arma de los sacos que Richard se mueve impulsado más por su propio afán de supervivencia que por cualquier otra cosa, aunque si que suelta un frío y escueto -Richard- presentándose a esos "compañeros" a los que parece conocer sin hacerlo.

Una vez llega a los sacos arruga la nariz por el olor que llega de los hornos y no necesita pensarlo dos veces antes de decir -yo no me acercaría a eso, no creo que haya nada de nuestro agrado.

Esa zorra seguro que nos iba a meter ahí.

Mequetrefe iba registrando en uno y otro saco, dándole a sus compañeros de celdas sus objetos cuando lo pedían, mientras, al parecer absorto en la búsqueda, tarareaba una alegre canción.

Una vez hubo encontrado sus pertenencias y haberse pertrechado con ellas volvió su atención hacia Campre Linweigh y lo miró con cara de pena.

!Pobre hombre! Estaba tan agotado que no ha podido evitar quedarse domido. No es que me extrañe, esa horrible doctora le ha hecho un estropicio en el cuerpo. Hablando de ella... Creo que no deberíamos permanecer aquí más tiempo, no señor. Estoy seguro de que volverá, tarde o temprano, y no me extrañaría que vieniera acompañada.

Permaneció en silencio, pensativo, durante unos segundos.

Este buen señor ha dicho que estamos en Briarstone. No conozco el lugar, ni me suena en absoluto... -siguió hablando, esta vez su mirada se posó en Theo DaCabe- Y estoy en la misma situación que usted, señor DaCabe, no recuerdo cómo he llegado hasta aquí ni que ha pasado.

Continuó hablando mientras se paseaba por la habitación, el pequeño ser parecía tener graves problemas para estarse quieto.

En todo caso no podemos permanecer aquí. No se como hemos llegado aquí, ni cual es el motivo de nuestro aprisionamiento, pero... -añadió mientras miraba a Linweigh con una mezcla de terror y condenscendencia- pero parece evidente que estamos en alguna cámara de tortura. Si es macabra psicópata consigue apesarnos de nuevo... no quiero pensar lo que haría con nosotros, no señor.

No, no podemos quedarnos aquí, tenemos que escapar de este lugar como sea... y por supuesto tenemos que llevarnoslo a él -dijo mientras señalaba a Linweigh- En su estado no podría escapar por sí mismo, y si lo dejamos aquí seremos tan culpables como esa psicomujer o lo que quiera que sea esa repugnante criatura.

En cuanto Holloc contempló como su camisonte de mallas se encontraba entre los objetos almacenados de cualquier forma en el suelo, se apresuró a ir en su búsqueda y a armarse con éste. Se sentía desnudo sin su armadura y con los brazos amputados sin sus estoques. Ahora que los había recuperado, estaba algo más tranquilo. No obstante, no podía hacer desaparecer el sentimiento de pavor que le embargaba desde que despertara sin recuerdos días o semanas atrás.

Su primera prioridad ya estaba saciada. Volver a sentirse un guerrero armado con sus fieles estoques y acorazado con su armadura. Aun así seguía sin sentirse para nada seguro, aunque al menos tenía alguna opción, por remota que fuera. La prioridad era salir de allí y buscar refugio seguro. Sobrevivir al fin y al cabo.

Fue sólo entonces cuando rememoró todo lo que habían estado diciendo sus compañeros. Porque podían llamarse compañeros o eso creía. Estaban compartiendo confinamiento en un lugar extraño y eso les convertía en compañeros. Al fin y al cabo creía recordar que los conocía de algo.

- No podemos dejar aquí al anciano. – Dijo al fin Holloc. – No sería ético. Además… - Reflexionó. – Sabe más que nosotros de en dónde nos encontramos. – Miró entonces a Mequetrefe. - ¿Nos adelantamos tú y yo mientras el resto carga con Campre? ¡Tenemos que movernos ya! ¡Moverse es la clave de la supervivencia!

Se entromete en la conversación cargando con ironía sus palabras -también es fácil morir por una trampa o una emboscada. Moverse si, pero con cautela.

Sus palabras no podían ocultar el alivio al disponer de su arco, sus flechas y el látigo. Poder incrustar un palmo de madera en el ojo de un enemigo era reconfortante.

Pero él... - dice indicando con su orgulloso mentón al hombre desmayado -si nos lo llevamos nos va a retrasar. Si es que no lo mata el moverle en ese estado.

No parecía sentir la misma afinidad con este hombre, así que suficiente para no querer jugarse el cuello por él, ya le estaba costando relacionarse con estos "conocidos" y su aire de sufrimiento lo dejaba bastante claro.

Muy confiados estaban sus compañeros. Eso obligó a Aura a hacerse la desagradable pregunta de si estaba siendo sensata o paranoica. El problema es que los sueños compartidos, las monstruosidades, las mesas de operaciones y la pérdida de recuerdos invitaban a ser paranoica.

Ya lo averiguaremos—se respondió a sí misma.

La sierva de Irori dio un vistazo más al Príncipe. Le desagradaba, pero lo peor era que sentía que lo había visto en más ocasiones y era algo normal en su vida. Pero más allá de esa sensación no había ni recuerdos ni emociones asociadas. Eso la inquietaba todavía más y hacia c recer su rechazo hacia Theo.

La joven, como sus otros compañeros, se encargó de recuperar su pertenencias. Aunque ella ya sabia pelear sin armas se sentía ahora mucho más cómoda y segura. Sobretodo por la parte de la protección.

—Si nadie sabe moverse en silencio será mejor que nos movamos en bloque—dijo con un leve tono autoritario—. La superioridad numérica es nuestra mejor baza.

Aura señaló entonces a Campre.

—Podemos transportarlo sin peligro alguno. Sus heridas son importantes pero no críticas. Podría seguir sanándolo, pero creo que será mejor reservar algunas curaciones por el momento. Que alguien me ayude a llevarlo por favor.

Mequetrefe miró a Holloc y respondió a su pregunta con una amplia sonrisa.

¡Mequetrefe y Holloc juntos para siempre! Looooos mejores amigos ellos son, ellos son, looooos mejores amigos ellos sooon -empezó a tararear una canción que era evidente que se estaba inventando sobre la marcha, aunque se detuvo para escuchar las palabras de Richard y de Aura. Siguió hablando, esta vez mirando a Richard con un claro gesto de reprobación- No importa que nos retrase, no podemos dejarlo aquí, en manos de esa psicópata que volverá en cualquier momento. ¡Mira lo que le ha hecho! Si lo dejamos aquí no seremos mejores que ella, no señor.

Se volvió nuevamente hacia Holloc.

Me parece buena idea, querido amigo. Yo puedo pasar desapercibido cuando me lo propongo, sí señor. En todo caso no nos adelantaremos mucho, lo suficiente para intentar buscar un camino seguro o para detectar una posible emboscada. Los demás podrían seguirnos a una distancia prudencial, iremos haciendoos señas para indicaros si el camino es seguro, sí señor.

- Eso pensaba... - Le respondió el guerrero a Mequetrefe. - Si él no quiere ayudar al anciano... - Señaló con la mirada a Richard, pues no sabía como se llamaba. - ...y él... - Miró a Theo y a su extraño compañero. - ...está ocupado, creo que me toca a mí ayudar a la dama. ¿Te las apañarás sólo? - Le preguntó al gnomo agachándose junto a este para colocarse a su altura. - Eres silencioso, lo sé. Yo ayudaré a la joven. ¿De acuerdo?

El gnomo miró a Holloc sonriendo de oreja a oreja.

Por supuesto que me las apañaré sólo mi querido amigo Holloc, Mequetrefe es un gnomo de muchos recursos, sí señor. Iré despejando el camino y tú y la señorita Balkanion podrán cargar con el pobre hombre. Eso sí, antes tendré que tomar las precauciones pertinentes, por supuesto.

Inmediatamente comenzó a entonar unas palabras arcanas y volvió a dirigse a sus compañeros de cautiverio.

Me adelantaré un poco para asegurarme de que no nos espera ningún peligro delante. No os preocupéis si cargar a este pobre hombre os retrasa, mis hermosas y preciosas piernas tampoco me dan para ir demasiado rápido JA JA JA.

Acto seguido empezó a acercarse sigilosamente hacía la puerta por el pasillo por el que había salido la doctora. Iba despacio, intentando no hacer ruido y aprovechar cualquier sombra que viese, pegándose a las paredes. Al llegar a la puerta se asomó y echó un rápido vistazo a ambos lados.

Theo no parecía convencido de la idea de llevarse al hombre por su seguridad, aunque lo más probable es que fuese porque no se fiase de que fuera bueno con tan tremendas heridas... y tampoco parecía convencido con la idea de salir, aunque esa parecía simple y llana (y comprensible) cobardía.

"Podemos transportarlo sin peligro alguno. Sus heridas son importantes pero no críticas. Podría seguir sanándolo, pero creo que será mejor reservar algunas curaciones por el momento. Que alguien me ayude a llevarlo por favor"

-Yo te ayudo. Holloc, tu p-parece que te puedes defender mejor que yo.

Dijo el hombre, a todas luces tratando de complacer, combinado con el deseo que tenía de no hacerle mal a aquel podre hombre que había sufrido tanto. Teniendo en cuenta el contexto, y lo que estaba pasando, era difícil saber si esa muestra tendría éxito.

-No deberías dejar a Mequetrefe solo. Pero ahí enfrente con vosotros sólo os retrasaría. Puedo ayudar... si hay algún problema... pero puedo encargarme del hombre también.

El mestizo tenía un punto: su complexión era claramente la de un escribano o cualquier otro pointdexter del mismo estilo, y Holloc podría encargarse mucho mejor de proteger/intimidar. Y en el caso de que hubiera problemas, la cosa podría lanzarse por el enemigo si su maestro estaba sujetando el cuerpo. Quizás. Probablemente.

- ¡Perfecto! - Dijo, aunque pensó lo contrario. Ya se había hecho a la idea de quedarse en una cómoda retaguardia. - Esa era la idea desde el principio... - Masculló. Holloc desenfundó de nuevo sus estoques y caminó raudo junto al gnomo. Le miró de forma severa y asintió con la cabeza.

Estaba preparado para comenzar a investigar aquellos laberínticos pasillos, pues aún sin saberlo estaba convencido de que un impresionante entramado de pasadizos, pasillos y estancias a cual más agobiante les estaba esperando.

- Adelante. - Ordenó. Volvió a mirar a Mequetrefe. - Y seamos silenciosos... - Le recordó a su compañero aunque sabía que eso iba a resultar casi imposible.

Se encoge de hombros ante las palabras de Mequetrefe sin mudar su expresión de desdén -yo ahora mismo no quiero ser mejor que nadie, sólo sobrevivir. Yo se usar el arco - ¿verdad? Si, estoy seguro que si- así que os seguiré a unos pasos de distancia.

Lo que si tenía claro era que no tenía pensado cargar con ese hombre, la complexión de Richard era la de alguien fuerte, quizá no tanto como Holloc pero si lo suficiente para dar que pensar a la mayoría de hombres ahí fuera. No obstante si había que salir corriendo no quería que luego le echasen en cara que había dejado caer al hombre ese, además lo de tener que correr era muy probable y de lo que mas ganas tenía.

Arco fuera, flecha a mano, cuerda no muy tensa, no sabría cuánto tiempo tendría que estar así pero no iba a permitir que le encontrasen desarmado como en ese sueño.

Casi como si lo recordase en ese momento añadió con una sonrisa y voz arrogantes -me queda un hechizo que recubre en grasa el suelo, tened cuidado de no resbalar si lo uso, es mejor si nadie se queda atrás.

Tras recoger sus pertrechos y enseres personales, el grupo finalmente se decide a emprender la marcha antes de que la doctora se decida volver… Mequetrefe y Holloc encabezan la marcha, seguidos por Aura y Theo, quienes cargan como pueden con el pobre Campre.  El hombre ha perdido mucha sangre y probablemente le quedarán secuelas de por vida. La manta con la que Theo le cubre no tarda en adherirse a sus heridas, manchándose de icor rojizo nada halagüeño. Con un poco de suerte puede que el prisionero aguante hasta que reciba atención médica especializada. Richard cierra la comitiva, terminando de inspeccionar la estancia.  

Mequetrefe abre la puerta por la que se fue la sádica doctora y abandona la estancia, seguido de cerca por su inseparable amigo Holloc. Un hedor penetrante y nauseabundo irrumpe de súbito en la sala. Las celdas dan a una habitación más amplia… repleta de incontables cadáveres apilados sin orden ni concierto en una macabra pirámide de sangre, vísceras y putrefacción. Varios de ellos van ataviados con la misma ropa blanca que llevaba la doctora debajo de su bata, si bien la mayoría de los cuerpos están desnudos y presentan heridas muy similares a las de Campre. Un enjambre de moscas ha anidado en medio de todo aquel desastre, revoloteando sin orden ni concierto entre las oquedades de los cuerpos. Las larvas se asoman entre las bocas entreabiertas, las comisuras de los párpados o entre las heridas abiertas, delatando que aquella pobre gente había conocido su triste final hacía al menos unos cuantos días. 

Sobre la pila de cadáveres, a unos ocho pies del suelo, se distingue una oquedad en la pared con restos de sangre, una especie de túnel o rampa por donde los cadáveres han debido de ser arrojados. A la derecha de la entrada, unas maltrechas escaleras se doblan en un recodo hacia lo que parece un segundo piso, aunque desde la posición del grupo se perciben con claridad gravilla, escombros y argamasa allí donde las escaleras continúan su ascenso. A la izquierda de la entrada de distingue una galería similar a la de la sala de las celdas, hundida y bloqueada por  más escombros. Parece que han debido de derrumbar el pasillo que conectaba los sótanos con las celdas.

El gnomo y el guerrero quedan sobrecogidos ante semejante estampa, ¿qué demonios ha estado sucediendo en aquel lugar?

El mestizo no era precisamente lo que uno llamaría un hombre atlético, y cargar con el hombre se le hacía una tarea fatigosa y pesada. Daba suerte que estaba ayudado por alguien más. Pero ¿cual era la alternativa? ¿Dejarlo atrás para que la doctora volviese? ¿Se atrevería a hacer algo así con nadie jamás?

"...no"

No. Estaban todos en eso, fuera lo que fuese "eso". Cualquiera de ellos hubiera arriesgado el pellejo por cualquiera de ellos. Estaba seguro. No recordaba bien el sueño, salvo a la BESTIA. Pero. A la hora de la verdad, tenía que haber mantenido el lazo con los demás. Tenía que haberlos defendido: estaba seguro. Todos tenían miedo, algunos le tenían ascosidad, y la manera en que Aura le miraba le hacía sentirse herido y temeroso a partes iguales, pero él no era así. Estaba seguro.

-¿Está todo bien...? Necesitamos salir de aquí y poner a este hombre a salvo y -un paso más lo que le permitió tener a la vista la situación- OH DIOS EN EL CIELO!!!!

Muertos.

Todos muertos.

Toda aquella gente, horriblemente mutilada mientras quedara vida en sus huesos por algunos de los que habían sido sus doctores o amigos. Doctores, pacientes, quién sabe si simple personal del local, todos muertos y acumulados allí como si fueran simples gavillas que estorbasen.

-No. ¡No! ¿Qué está pasando aquí? -preguntó, con horror en la voz- ¿¡!Qué está pasando aquí!!?

Mequetrefe se queda paralizado durante unos segundos tras entrar en la habitación. Su cara es de auténtico pánico. Tras un tiempo vuelve a mirar, parece haberse serenado aunque aún se le ve algo aturdido.

¿Qué es esto? -dijo en un quedo susurro- ¿Qué están haciendo aquí? ¿Por qué este montón de cadáveres? No entiendo nada.

Acto seguido se acerca hacia el montón de cadáveres despacio, atemorizado.

Aquella desagradable escena le revolvió el estómago. No solo era la vista la que sufrió el trauma, sino también y principalmente el olfato. Aquel hedor a putrefacción y descomposición provocaron que le sobreviniera una arcada seguida de un par más de ellas. Aquella demencial escena era algo superior a sus fuerzas, pero aun así se recompuso para seguir adelante.

Lo que era evidente era que Mequetrefe tenía más estómago que él. Eso creyó al menos cuando vio cómo se aproximaba a las víctimas de aquella matanza con la clara intención de rebuscar entre ellos. ¿Qué pretendía encontrar? No lo sabía, pero desde luego no sería él quien se atreviera a inspeccionar aquella escena dantesca.

Le llamaba mucho más la atención aquellas escaleras que daban acceso al piso superior. Era evidente, al menos para él, que se encontraban en el subsuelo. Por ello tenía claro que debían subir. Subir para escapar aunque lo que les esperaba en la superficie podía ser igual o más terrible que lo que habían descubierto hasta el momento. No les quedaba más remedio que subir para intentar escapar.

- ¿Y si subo por el túnel? – Pensó al ver la rampa ensangrentada por donde los cadáveres eran desechados. – No… - Se dijo a sí mismo.

En ese momento comenzó a caminar de la forma más sigilosa que le era posible. Su intención no era otra que la de acercarse a la escalera y otear hacia arriba. Quería hacerse una idea aproximada de lo que podían llegar a encontrarse en el piso superior.