Partida Rol por web

Había permanecido en silencio todo éste tiempo, la mujer no merecía su respuesta y en general hacía mejor manteniendo su aliento y sentidos alerta, con una flecha preparada para salir disparada ante el menor movimiento.

Ya al acercarse a la barricada es cuando al fin parecen encontrar rastros de vida en este sitio de niebla y locura, pero eso no hace que baje la guardia, al revés. Si hay un intercambio de flechas y virotes está seguro de que tendrá algo que decir, mientras tanto deja que sus compañeros hablen, después de todo no podría lograr que el gnomo se callase aunque lo quisiera.

Sólo cuando este termina su discurdo añade con acidez -si yo fuese ellos te clavaría un virote para no tener que escucharte. Deberías aprender a resumir.

Los ballesteros no dejan de intercambiar miradas de incredulidad a medida que el gnomo continuaba con su extensa perorata. Uno de ellos trató de interrumpirle, pero con sus giros y digresiones no había quien parase al bueno de Mequetrefe.

Se escucha entonces cierto revuelo detrás del parapeto y una nueva figura emerge de entre los tablones de la barricada. Se trata de un hombre robusto de expresión severa, perfilada por un poblado mostacho. El recién llegado frunce el ceño nada más verles y apunta al hechicero con una pistola de mecha. Los ballesteros se recomponen enseguida del ataque verbal del gnomo y siguen el ejemplo del Mostachos, apuntando con sus ballestas hacia el grupo.  

—¡Silencio! —ruge airado—. Bastante tenemos con la que nos está cayendo como para que encima nos provoquéis más jaquecas. —Farfulla algo ininteligible y mira a continuación a la mujer del farolillo—. ¿Se puede saber qué está pasando aquí?

—Dicen ser víctimas de los cambia-formas, señor —responde en tono marcial—. Y traen un herido.

El Mostachos se fija entonces en el viejo Campre y una expresión de genuina sorpresa se dibuja en su rostro. Niega con la cabeza y frunce de nuevo el ceño, confundido.

—¡Santa Pharasma! ¿Eres tú, Campre?

El herido levanta la mirada hacia la barricada y por un momento se le ilumina el semblante.

—¡Alabados sean los dioses! —Campre se remueve excitado en los hombros de Aura—. ¿Eres tú, Vaustin? Estás vivo… —Hace una pausa entonces y toma aire—. Esas cosas… han acabado con docenas de pacientes y de ordenanzas. Si no fuera por estos hombres y esta santa mujer… yo estaría… no estaría… —baja la mirada y se seca las lágrimas incipientes—. ¿Es seguro, Vaustin? ¿Estaremos a salvo al otro lado de la barricada?

La mujer del farolillo tuerce el gesto ante las palabras de Campre y mira preocupada al Mostachos.

—Señor… podría ser una trampa —susurra.

—Maldita sea, ¡te crees que no lo sé! —Vaustin se vuelve hacia su compañera y baja la pistola—. Ve a buscar a la clériga, este hombre necesita ayuda.

—Pero señor…

—¡Que vayas, he dicho!

La mujer se queda durante unos instantes sosteniendo la furibunda mirada del Mostachos. Finalmente agacha la cabeza y desaparece debajo de la barricada, dejando al tal Vaustin y a los dos ballesteros frente al grupo. El Mostachos vuelve a sujetar la pistola, apuntando esta vez hacia Richard.

—Bien, esto es lo que va a pasar ahora: vais a dejar a Campre apoyado junto a la pared, al lado de la barricada; vais a retroceder después diez pasos y vais a bajar las armas —os dice muy serio, paseando la mirada de uno a otro—. Y nada de trucos. Como a alguno de vosotros se os ocurra hacer algún movimiento sospechoso, abriremos fuego. Quedáis avisados. 

Se vuelve entonces hacia uno de los ballesteros.

—En cuanto se alejen, quiero que salgas y recojas al herido —le escucháis susurrar al ballestero de su diestra. Éste asiente, dispuesto a cumplir con su cometido.

Theo reaccionó a la situación con el aplomo y madurez de un héroe hecho a la fuerza en sus circunstancias cuando se le apunta con diversas ballestas desde todos los ángulos posibles a su vista.

-¡POR FAVOR, NO DISPARE! -dijo, levantando las manos- ¡SOMOS HUMANOS!

"...¿pistolas? Manufactura alkenstaní probablemente"

...

"¿Por qué se exactamente sobre documentación de los Yermos del maná?"

Incluso en aquella situación, aun así, encontró consuelo en la idea de saber todas aquellas cosas. Era... raro, pero era mundano. Era explicable. Y que supiera de cosas irrelevantes para muchas otras personas encajaba en lo que había visto al otro lado del espejo. Encajaba mucho más queDUELEla criatura que en aquellos momentos estaba arremolinándosele trepando por los pies, cayendo por sus hombros, estudiando a aquellos hombres.

-Lo haremos, lo haremos -admitió, más que dispuesto a hacerlo- Sólo, tengan cuidado. L-lo han herido mal. Muy mal.
 

De nuevo hostilidad. Holloc resopló bastante hastiado por sólo encontrar barreras, puertas cerradas y otras trabas allí donde se dirigían. Hasta ese momento tan sólo habían recibido rechazo por todos con los que se habían cruzado. De hecho, sólo recordaba estar perdido y haber sido atacado por in engendro, encerrado por una extraña galena cambia formas y ahora estaba siendo amenazado por aquel hombre.

Holloc miró a Campre con la esperanza de que interviniera en su favor. Al fin y al cabo si seguía vivo era gracias a ellos. Si había llegado hasta allí también era gracias a ellos. Ya le había dicho a aquel capitán que él y el resto eran amigos, pero éste no parecía verlo del mismo modo. El guerrero esperaba que Campre se pronunciara en cualquier momento, aunque de momento no lo había hecho.

Por si acaso Holloc hizo caso de las indicaciones del tal Vaustin. Se alejó unos pasos de forma lenta y calmada. Lo hizo sin dejar de mirar en todo momento a los soldados y de mantener las manos a media altura y a la vista para que no hubiera equivocaciones. Lo menos que quería en ese momento era ser atravesado por un virote.

- No os queremos ningún mal… - Dijo en un tono bajo y que posiblemente pasaría desapercibido. – Campre… - Llamó la atención del anciano intentando que reaccionara en su favor.

Aura entendió la hostilidad inicial, pero no que la mantuviesen tras reconocer a Campre. Sin embargo la mujer esta vez mantuvo la calma. Estaba lidiando con personas, como ella y sus compañeros. Era lo más normal que se había encontrado desde que se despertó. Con todo lo que habían pasado esto se antojaba sencillo. Y entonces cayó en la cuenta de algo.

Cambia-formas...

La sierva de Irori sintió una vez más el cosquilleo en el estómago. Si había más como esa enfermera demente, ¿quién le aseguraba de que no hubiera alguno infiltrado entre sus compañeros? ¿O entre esos hombres de la barricada? ¿En quién podía confiar?

Apretando el mentón, Aura llevó al anciano hasta la barricada y luego se alejó limitándose a mirar al capitán York de forma altiva.

Al igual que Holloc se sentía bastante hastiado por la situación, claro que el miedo que reptaba en su interior atenazando sus entrañas seguía teniendo una amplia ventaja, la suficiente como para que además de bajar el arma decidiese alejarse y apartarse todo lo posible, si al final alguno de sus compañeros hacía algo que irritase a los ballesteros quería disponer de cierta ventaja a la hora de salir corriendo.

En realidad comprendía la actitud de esos hombres, simplemente su comprensión era mucho menos importante que salvar su propio pellejo.

Mequetrefe es muy posible que consideren "movimientos extraños" tus palabras, agua en boca.

En cuanto el grupo se hubo retirado una distancia prudencial, el ballestero desapareció tras la barricada. Poco después el mismo ballestero reaparece por la puerta del “armario de la limpieza” y se aproxima hacia Campre mientras el Mostachos y el ballestero restante permanecen en tensión, apuntando en dirección al grupo. El hombre ayuda a Campre a incorporarse y vuelve al interior del armario, cerrando rápidamente la puerta.

Poco después, el Mostachos le hace un gesto al ballestero, quien baja el arma.

—Os garantizo que Campre recibirá ayuda y cuidados médicos —dice mirando hacia el pasillo con desconfianza—. Pero primero tenemos que asegurarnos de que realmente sea Campre.

El capitán se vuelve entonces hacia el otro lado de la barricada y parece hablar con alguien. Sea lo que fuese, no le lleva mucho tiempo, pues enseguida se vuelve de nuevo hacia el grupo.

—Gracias por traerlo. Como agradecimiento no os dispararemos por la espalda. Ahora marchaos.      

Los ojos de Mequetrefe se abrieron de par en par.

¿Cómo? Esa mujer ha dicho cambiaformas en plural. Es decir, que hay varias de esas criaturas por aquí... ¿Y nos vais a dejar a su merced?

Se quedó pensativo, durante unos segundos, al parecer estaba asimilando la situación.

Como ya he dicho antes, somos aliados. Podríamos seros de ayuda. Si nos dejáis aquí fuera es seguro que todos moriremos bajo terribles sufrimientos... pero si nos dejaráis entrar podríamos ayudaros y tener más posibilidades contra esas criaturas.

Además... si nos dejáis aquí fuera a nuestra suerte... no seréis mejores que esos cambiaformas, no señor.

Holloc avanzó con las manos en alto y realizando movimientos muy lentos hacia Mequetrefe. Confiaba en que su palabrería confundiera a los hostiles ballesteros que le estaban apuntando, al menos el tiempo suficiente como para llegar hasta él y sacarlo de la trayectoria de los virotes. Para cuando estuvo a la altura de aquel pequeño parlanchín, colocó sus manos sobre  sus hombros.

- Vámonos Mequerefe. – Le susurró. – No creo que esta gente quiera escucharte o negociar nada ahora. Con un poco de suerte Campre les dirá lo que hemos hecho por él y si luego tienen a bien aceptarnos entre ellos, lo harán. – Estiró del gnomo hacia atrás iniciando una maniobra para alejarse de la barricada, con la esperanza de que su pequeño amigo le siguiera. – Al fin y al cabo, no es buena idea ir donde no somos bienvenidos. Buscaremos nuestro propio refugio y nuestra propia salida.

Lo cierto era que Holloc tampoco se fiaba del capitán Vaustin y su escolta. Si había cambia-formas sueltos… ¿Quién les decía que aquel mostachudo no fuera uno de ellos? En tal caso Campre sería el tipo con peor mala suerte que conocía. Fuera como fuera, pronto tendrían noticias de uno y otro. Pero era el momento de salir de allí y evitar una contienda.

Aura giró sobre sus talones. No pensaba suplicarles nada. Ni siquiera le gustaba la idea de parapetarse, para ella el objetivo pasaba por salir de allí, no por refugiarse esperando que algo o alguien arreglase el problema.

Que se pudran.

—Vámonos—dijo con su habitual tono autoritario.

El Mostachos alza una ceja, visiblemente sorprendido ante las declaraciones de Mequetrefe.

—¿Y no sería eso lo que diría un cambia formas? Por lo que a mí respecta podríais ser perfectamente espías poliformados. ¿Es esa la palabra que empleáis? —niega con la cabeza—. ¡Al cuero, a quién le importa la puta palabreja! No seríais ni los primeros ni los últimos que intentan colarse en nuestro campamento para apuñalarnos por la espalda mientras dormimos. Lo lleváis claro si pensáis que vamos a volver a caer en el mismo truco. —El capitán hace una pausa y clava su mirada en el gnomo. Entonces, añade con tono burlón—: No señor.  

Un tenso silencio sigue a las palabras del Mostachos mientras estudia detenidamente al grupo. La expresión de su rostro sigue impertérrita cuando Holloc y Aura intervienen. De repente el capitán baja la pistola y levanta el puño. El ballestero restante le mira sorprendido y baja entonces su arma.

—Pero no soy ningún tirano. Que hayáis traído a Campre con nosotros es una muestra de buena voluntad, lo admito. Pero no es suficiente. Si probáis que no sois cambia-formas os dejaremos pasar. Tenéis mi palabra.

Mequetrefe empezó a seguir a Holloc cabizbajo, arrastrando los pies. Su pelo verde pareció oscurecerse, algunos de sus mechones parecían más azules que verdes. Caminaba con pesadumbre, resignado, tras los pasos de su amigo.

Vaya con el Bigotitos. Que maleducado y que antipático. No me lo esperaba de él, pues a decir verdad tiene un mostacho excelente, bien cuidado, de esos que lleva la gente de bien. Sin embargo es un desalmado, dejarnos aquí a nuestra suerte, a ser devorados y destrozados... o destrozados y devorados... ¿quién sabe que harán primero esas extrañas cosas? En todo caso seguro que no nos gustará a ninguno... No me ha caído nada bien Bigotitos...

En ese momento empezó a hablar el Capitán York y Mequetrefe se volvió para mirarlo, con la mirada triste, casi perdida. Sin embargo, cuando el Capitán repitió sus palabras con sorna, su cara enrojeció de ira y rabia, y a punto estuvo de empezar a hablar. Por suerte, el repentino cambio de actitud del Capitán, provocó un cambio de humor igual de repentino en Mequetrefe.

- Por supuesto Señor Bigo... esto... Señor Vaustin... ¿Vaustin se llamaba usted buen señor? Claro que no somos cambiaformas, haremos lo que sea necesario para demostrarlo. ¿Qué necesitan? ¿Un poco de mi sangre? -continuó hablando mientras se remangaba- pues cogedla sin problema alguno... bueno la verdad es que no me gusta la sangre así que puede que me desmaye... pero no pasa nada, Mequetrefe hará lo que sea haga falta para demostrar que es un gnomo de pura cepa, sí señor.

- Nada tenemos que demostrarle al capitán, Mequetrefe... - Le dijo Holloc al gnomo en un tono lo suficientemente alto como para que Vaustin escuchara lo que acababa de decir. - Si no le vale la prueba de nuestra buena voluntad al traer hasta aquí a Campre con vida y la propia palabra de éste, no tenemos por que rebajarnos más... - Añadió. - ¿Por qué no nos demuestra él que no es un cambia formas? - Negó con la cabeza mientras mantenía la mirada fija en el capitán. En los ojos de Holloc no se intuía odio ni rencor, tan solo se podía leer decepción. - Buscaremos una salida. Al fin y al cabo, Vaustin y los suyos parecen atrapados como ratas tras la barricada... - Dejó caer.

El Mostachos mira severo al grupo y refunfuña algo para sus adentros. Eleva entonces la voz.

—Buena suerte con ello. La sección norte del pasillo está hundida y salvo que llevéis unas palas o un equipo de excavación, dudo mucho que consigáis llegar más allá. Pero soy un hombre razonable. Si me traéis el cadáver de varios cambia-formas, yo mismo os escoltaré hasta la entrada principal del sanatorio.

Después de como nos habéis tratado prefiero arriesgarme a encontrar la salida y dejar que os pudráis ahí dentro- dice el arqueólogo con veneno en la voz. 

Aunque dicen que la gente recibe lo que da, si es así supongo que muchos no saldremos de aquí - su sonrisa no es precisamente agradable, más bien lo contrario ya que va cargada de sarcasmo y rabia.

Con un gesto desdeñoso se da la vuelta y musita a sus compañeros -voy a ver si podemos tomar algún otro camino- antes de empezar a alejarse.

¡LES ESTABAN DEJANDO AHÍ FUERA A MERCED DE LOS MONSTRUOS!

"...haría yo lo mismo...?"

Miró a sus compañeros.

No. Él no sería la clase de persona que huiría y los dejaría a todos tirados... o que se escondería detrás de una fortaleza improvisada sin dejar pasar a ninguno de ellos cuando sabía que las garras de las criaturas se paseaban por todo el edificio.

-¿Nos dejas aquí tirado para que nos devoren vivos? ¿Para que las garras de esas cosas no se acerquen a estas puertas? ¡Muy generoso, sí señor! ¡Y nos dejarás pasar si nos arriesgamos suicidamente a eliminar todos tus problemas!

Le señaló con un dedo índice acusador.

-Estás lanzando gente a la muerte... ¡eso es lo que has elegido! Fuimos idiotas por pensar que tendríais algo de palabra... cuidad de Campre, al menos.

El hombrecillo chupatitantas se encontraba aún bullendo de rabia cuando se dio la vuelta con el resto de sus compañeros. No era expecialmente impresionante, excepto por la cosa, que había sido capaz de mantener la mirada sobre todos los que se encontraban dentro de aquel refugio improvisado a la vez... sin cambiar el ángulo de su cabeza. Ni siquiera cuando Theo se dio la vuelta. Era mejor no pensar en el cómo.

-¿Así que esto es lo que nos espera? -se lamentó, aún gruñendo- ¿Los guardias que sobrevivan van a tratar de abatirnos si les damos una mínima excusa?
 

U҉̀y̶u ҉͘m̸͟u҉̵su̶y̵u̴͏ ́҉f͟u͟͠s̵̶͢u̴̵y̷̛u ͜͡m͢͝uḩ҉̛uḩ͟hu͡h̢͜͡

Se ¿carcajeó? el compañero mientras seguía manteniendo la mirada en Vaustin y su compañía.