Partida Rol por web

Mequetrefe dio un salto de alegría ante las palabras de Holloc.

- ¡Claro que sí mi gran amigo Holloc! -dijo en voz más alta de la que pretendía, continuó en voz más queda- ¿Son cadáveres de cambiaformas? Por supuesto que sería una magnífica idea ¿Embuste? El Bigotitos sólo nos pidió que le llevásemos el cadáver de un cambiaformas, no que lo matasemos nosotros mismos...

Se quedó pensando un rato, apoyando su dedo índice en su barbilla.

- Deberíamos llevarle los cadáveres lo antes posible, sí señor.

Para Theo ni siquiera había consuelo en la religión, o en la maravilla del descubrimiento como en alguno de sus compañeros: todo lo que tenía era pánico y una cierta capacidad para mantenerse en sus pies pese a él, mientras trataba de leer lo que estaba escrito en aquellos legajos y trataba de no pensar demasiado en lo que las tiras implicaban.

-...¿están haciendo experimentos -preguntó, quitándose las gafas por unos segundos para enfocarse tras leer aquello- con gente?

Encajaba con lo que habían visto con aquel pobre hombre, Campre.

"..."

¿Eran sólo personas? Después de todo los había que se habían transformado en otras cosas. Quizá los, los cambiantes, o un tercero en discordia, estaban tratando de ver si había otra cosa que ellos escondidos entre los humanos? No, esa linea de pensamiento es irracional, se dijo mientras trataba de refrenar su pecho jadeante, ¿qué te ha llevado a deducir algo así sin más prueba que una... una sospecha maníaca?

-No confío en que ese hombre mantenga su palabra -dijo, torciendo el gesto- Pero quizá pueda servirnos para que confíen en nosotros en el futuro. No creo que nos dejen entrar... pero pueden colaborar en algo que podamos necesitar. Estas notas... demonios. Estas notas.
 

Aura leyó las notas con consternación antes de tomarlas y enseñárselas a sus compañeros.

—Tiene sentido—respondió a la pregunta de Theo sobre los experimentos—. Es lo que vimos con Campre. Y los siguientes éramos nosotros.

Como si todo no fuera suficientemente terrible, el destino que tenían reservado era el de morir en una mesa de operaciones.

—Por mi parte no tenemos nada que tratar con ese capitán—añadió con dureza—. ¿Quién nos dice que no haya cambiantes entre sus hombres o que el mismo lo sea?

¿Quién me dice que no lo seáis alguno de vosotros?—añadió para ella intentando mantener a raya la paranoia.

—¿Y de qué nos servirá estar encerrados en un lugar?—añadió— No olvidéis que esto es un sanatorio. ¿De verdad creéis que alguien tendrá en sus prioridad organizar una misión de rescate de unos enfermos mentales? Ese capitán y sus hombres ya estaban para ese tipo de cometidos.

Con su habitual tono levemente imperativo sentencio.

—Lo que tenemos que hacer es salir de aquí.

Un examen más minucioso de los extraños cuerpos les revela a Holloc, Richard y Mequetrefe —quienes se encuentran ahora mismo más próximos a ellos— la causa de su muerte. El primero de ellos presenta tres perforaciones en el pecho de feo aspecto, como si hubiese sido asaetado a corta o media distancia. No hay, sin embargo, rastros de los proyectiles ni en el cuerpo ni en las proximidades de la mesa. El segundo cadáver tiene una herida amplia y alargada en el abdomen, probablemente fruto de un corte o con una espada o algún otro arma de filo. La herida ha sido cosida magistralmente, tratando de preservar la estructura del cuerpo. A pesar del tratamiento recibido, el ser no debió de sobrevivir mucho tiempo después de haber sufrido semejante ataque.

¿Servirían los cuerpos para satisfacer las demandas del Mostachos? ¿O como proponía Aura, deberían de seguir buscando una salida por la puerta, aún cerrada, que se encuentra en el extremo norte de la habitación?

Theo, por su parte, se acerca hacia Aura e inspecciona el manuscrito que se encuentra en el escritorio, con su inquietante criatura vigilando a sus compañeros desde sus hombros. A pesar de la oscuridad, el mestizo comienza a pasar las páginas y a ojearlas rápidamente. El cuaderno de notas no es muy extenso. Las primeras páginas parecen una especie de prólogo introductorio, repleto de frases acerca de la evolución del hombre a una nueva especie superior, el homo poliformae, y la presunta superioridad biológica del mismo con respecto al resto de razas. El autor se ha decidido a llevar a cabo toda clase de experimentos para “iluminar a la comunidad científica de este hecho a todas luces evidente”, pasando a continuación a detallar todo y cada uno de los ensayos.

Al erudito no le da mucho tiempo a seguir profundizando en el manuscrito mientras el resto de sus compañeros discuten la situación, pero por las breves notas que acompañan a cada uno de los ensayos, parece que el autor se ha dedicado a comparar el ritmo de descomposición de los cuerpos humanos en comparación con los cadáveres de esa nueva especie superior.

Mientras tanto, a Richard ya no le queda ni un asomo de duda: la mujer que se encuentra tendida en el suelo junto a la pila de cadáveres está respirando. ¿Estará escuchando también la discusión del grupo? ¿O se encontrará inconsciente? Sea como fuere, nadie más reparara en ella. 

Duda un instante y mira al resto del grupo, parece que no se han percatado aún. Vuelve a mirar el cuerpo y después lleva la mano a su carcaj pensando en acabar con ella sin pensárselo mas.

No obstante con la flecha a medio sacar duda -si, podía ser una metamorfista, la que ha escapado pero... si escapó es porque no podía enfrentarse a todos nosotros, ¿verdad? ¿Y que pasaría si la matamos sin preguntar? ¿Seríamos mejor que esos cobardes?

Una cosa era disparar a sangre fría a un ser igual al que había intentado matarle y posiblemente de forma terriblemente dolorosa y otro hacerlo con una humana. Pero siempre cabía la posibilidad de que en verdad fuese ella polimorfada y correr riesgos no sólo no era su estilo, sino que dadas las circunstancias era lo peor que podía hacer.

Así que en vez de actuar se alejó unos pasos del cuerpo mientras recitaba un hechizo mirando directamente a Aura y apuntando un dedo en su dirección.

El sonido llega como un susurro directamente al oído -la mujer de la túnica parece respirar, pero podría ser la polimorfista. No quiero clavarle una flecha sin asegurarme, ¿en tu orden os ofrecen algún hechizo o capacidad para descubrirlo? Puedes contestar con éste conjuro, sólo susurra mirándome.

- Estoy de acuerdo contigo, Aura. - Holloc se encogió de hombros. - Lo que realmente queremos es salir de aquí. - Salir de aquí y recuperar nuestros recuerdos. - Pensó. - Si luego no hay salida podemos volver a buscar los cuerpos y llevárselos a Vahuan... - Sugirió.

En ese momento se encaminó hacia la puerta cerrada del extremo norte de la habitación pegándose a la misma y tratando de escuchar algo del otro lado.

Holloc se aproxima a la puerta y trata de agudizar sus oídos, ajeno a los ademanes de Richard. No parece que el guerrero perciba ningún ruido al otro lado de la puerta...

- No parece que haya nadie detrás de la puerta... - Dijo en alto. - Voy a abrir...

Ajeno a la respiración del cadáver de la anciana, Holloc siguió a lo suyo al ver que el resto no cogía la iniciativa. Parecía claro que habían acordado seguir adelante y no regresar como perros fieles hasta donde se encontrase el capitán portando consigo las presas conseguidas en las mesas de aquella morgue. Por todo ello y con todo el sigilo y prudencia que pudo aplicar, Holloc empezó abrir lentamente la puerta, resguardado contra el borde opuesto de la pared.

...

"Oh dioses es uno de los nuestros, es uno de los nuestros y estaba haciendo esto..."

Debería haber dejado los documentos allí, pero en lugar de eso los guardo, sin saber muy bien por qué salvo por alguna necesidad espuria de llevare todo aquelloque pudiera ser ni remotamente útil o relevante. No discutió con Aura: le aterrorizaba la idea de seguir avanzando por allí, pero él también creía que al ritmo en el que estaba siendo afectado el local para cuando llegase una expedición de rescate sería demasiado tarde.

-¿...Richard?

Preguntó a su compañero, dado que no había visto lo que él había visto, pero sí podía ver lo que estaba haciendo ahora.

Aura vio a la mujer que decía Richard y su respiración se entrecortó unos segundos. El arqueólogo tenía razón. ¿Y si te trataba de un cambiaformas? Preocupada la mujer negó con la cabeza a la pregunta que le habían lanzado mágicamente y entonces chasqueó con los dedos llamando la atención de sus compañeros para posteriormente señalar a la mujer de la túnica.

Entonces comenzó a sacar el mangual de su cinto y se acercó a ella mientras esperaba que sus compañeros tomaran posiciones. Iba a ser difícil averiguar la verdad.

Mequetrefe seguía fielmente, como siempre, a su gran amigo Holloc, cuando de pronto, todos empezaron a actuar de forma extraña.

Vaya, el muchacho ese que casi nunca habla acaba de lanzar un conjuro... que raro... y ahora la muchacha esa que no para de dar órdenes saca su arma...

Su mirada se posó entonces en el cadáver que le señala Aura y se quedó mirando consternado lo que a todas luces no parecía más que un cadáver.

Al percatarse de como Aura agarraba su arma y el resto fijaba la mirada en la pila de cadáveres, Holloc cerró de nuevo la puerta sin llegar a ver lo que se encontraba tras ésta. Algo estaba sucediendo y el no estaba siendo consciente de ello. No obstante valía la pena estar preparado. Desenfundó de nuevo sus estoques y se puso en guardia para lo que pudiera ser, fijado su mirada en los muertos apelotonados si orden en el suelo.

- ¿Qué pasa...? - Susurró de forma casi inaudible consumido por el temor.

Ya que Aura no podía reconocer a la mujer dudaba que el resto pudiera.

¡Así nos parta un rayo! Debería clavar una flecha en esa mujer y seguir adelante -pensó el hombre mientras apartaba el arco y decía -ésta mujer aún respira.

Y no dijo nada más por si en verdad era la polimorfista aunque se acercó a ella para ver el que estado de salud se encontraba y quizá despertarla. No era ningún sanador pero solía fijarse en los detalles.

Los extraños gestos del arqueólogo pronto llamaron la atención del grupo, hasta entonces cada uno inmerso en sus propias cavilaciones sobre los cadáveres, el manuscrito, o la búsqueda de una salida. Cuando es evidente que algo sucede, Richard no pierde el tiempo y se aproxima hacia la mujer inconsciente, apuntándola con el arco.

El resto del grupo vuelve entonces su atención hacia ella, preparándose para una posible confrontación. La identifican al instante: se trata de una mujer anciana de tez blanquecina y constitución enjuta que yace junto a otros cuatro cuerpos en un rincón de la sala. Una larga túnica negra cubre su cuerpo, dificultando un examen cuidadoso sobre su estado de salud.

Richard la agita cuidadosamente con la punta de su bota… como si temiera que la anciana se le lanzase al cuello si se aproximase demasiado.

Y entonces la mujer abre los ojos. Clava su mirada en el arqueólogo y su expresión se contrae en un rictus macabro. La anciana le sonríe durante un instante, antes de cubrirse torpemente la cabeza con las manos.

Una voz gangosa y estropeada, presa del pánico, grita horrorizada.  

—¡No por favor! ¡No me hagas daño!

La mujer se hace un ovillo, tratando de protegerse de aquel hombre de aspecto amenazante que le  apunta con su arco.

La visión de esos ojos, de un azul intenso y penetrante, despierta algo en Richard. La cabeza comienza darle vueltas, una presión insoportable comienza a concentrase en sus oídos, y un martilleo incesante le recorre las sienes.

Algo comienza a encajar en la mente del arqueólogo. Como un fogonazo, un nombre acude enseguida a su maltrecha memoria: Latchke. Constanza Latchke.

Un enfermero abre la puerta de la celda y mira circunspecto al visitante. El recién llegado no pierde el tiempo y se interna en la pequeña y espartana habitación. Una mujer anciana, ataviada con el atuendo típico de las seguidoras de Pharasma y ajena a la presencia del visitante, continúa inmersa en su tarea frente al escritorio. Está tejiendo algo, dando meticulosamente una punzada tras otra.

El visitante repara entonces en el ambiente húmedo y frío que impera en la sala. Parece que la institución vuelve a tener problemas con el sistema de calefacción. Pero ese no es el motivo que le ha traído hasta allí.

Conoce bien a su anfitriona, y espera paciente a que la anciana rompa el silencio. Observa atento su nueva composición: se trata de un paño, o de alguna clase de tela no muy grande. La composición está ya bastante avanzada, mostrando una concentración elíptica confeccionada con hilos de vivos colores en el centro, de la que emergen extrañas formas que parecen inspirarse vagamente en motivos marinos.

La mujer deja el trozo de tela sobre la mesa y se vuelve hacia el visitante.

—Así que has vuelto. — Clava su mirada surcada de arrugas, de ojos azules e intensos, en la de su visitante. No espera respuesta, no es necesario—. Eso significa que el conde no ha conseguido encontrarla.

—Por eso estoy aquí, Constanza —responde parco el visitante.

—¿Estuviste tú allí?

El visitante  asiente y tuerce el gesto.

—Así que lo viste —esos ojos siguen estudiándole fijamente, como su pudiesen ver más allá de sus gestos y de palabras—. Dime, Richard, ¿qué te pareció?

El visitante traga saliva. Un escalofrío recorre su cuerpo, como si pensar en todo aquello reviviese de nuevo la horrible experiencia en su ser. Sangre, vísceras, cuerpos mutilados.  ¿Les habría enviado aquella anciana a una trampa? No podía estar seguro. Como siempre pasaba con Constanza Latchke.  

—Era hermoso…

Y entonces la anciana contrae el gesto en una cálida sonrisa.

¿Qué significa todo aquello? ¿Conoce acaso Richard a la mujer?

Siente el nudo en el estómago, la bilis que pugna por surgir y la desazón que le causa la sensación de recordar algo así. Fragmentado, como su memoria.

¿Que puede significar éste recuerdo? ¿Quien es Constanza? ¿Que tiene que ver Pharasma con todo esto?

Pharasma, Señora de las tumbas, Señora de los misterios, Madre de las almas, Dama Gris. ¿Qué está pasando aquí?- Todo parecía un puzzle, uno en el que estaba seguro de que faltaban piezas, quizá incluso que existían piezas "extra" que complicaban todo.

Rayos y centellas, los acertijos no han sido lo mío nunca- su mente daba vueltas a las memorias, la implicación de todo mientras buscaba recomponerse...