Partida Rol por web

Sus compañeros ya habían dicho lo que ella pensaba por lo que Aura optó por no decir nada. Hasta Theo la había sorprendido con un acalorado y cargado de razón discurso. Pero una vez más, cuando la opinión que la sierva de Irori tenía sobre el semielfo parecía que iba a mejorar pasó algo. El repugnante monstruo que le acompañaba y que tanto rechazo causaba en la joven pareció le diji algo al capitán York causando que cualquier pensamiento positivo quedara completamente acallado.

El grupo se aleja entonces de la barricada. ¿Qué había podido pasar en aquel lugar para que los supervivientes de la catástrofe se comportasen de aquella manera? ¿Serían pacientes tendentes a la psicopatía y al fideputismo? ¿O es que la oscuridad y las criaturas que acechan entre las sombras les han vuelto paranoicos? Al menos ya no tendrían que cargar con un herido, pero… ¿había sido buena idea dejar al pobre Campre a merced de aquellos hombres despiadados? El asistente tendría que valérselas solo a partir de entonces.

Aura encabeza la marcha, seguida de cerca por Richard y por Holloc. Mequetrefe, Theo y su inquietante criatura cierran la comitiva, que enseguida deja atrás las luces y la “promesa” de refugio seguro  tras la barricada. El grupo se interna poco a poco en la oscuridad, con los nervios a flor de piel y la moral por los suelos.

El grupo vuelve sobre sus pasos hasta la puerta del patio. Siguen un poco más allá mientras sus ojos se acostumbran a la penumbra del pasillo. Un poco más adelante, a su izquierda, el grupo distingue una puerta entreabierta que Mequetrefe identifica al instante como la sala de las calderas, por donde el menudo hechicero consiguió ascender desde el sótano. El pasillo continua, y los que van a la cabeza distinguen dos puerta más cerradas a su derecha.   

No le apetecía convertirse en un blanco fácil, por lo que miró en el suelo alguno de los guijarros que indudablemente se encontrarían en una zona tan deteriorada, tampoco necesitaba uno especial.

Una vez en su mano recitó un sencillo truco y el guijarro empezó a brillar con fuerza. Richard no dejó pasar el tiempo y lo lanzó con fuerza por el pasillo buscando iluminar todo lo posible.

Luego buscaré posibles trampas en las puertas pero... asegurémonos que no hay nadie acechando antes -dice al grupo visiblemente mas animado ahora que ya no cargan con un lastre adicional. No es que su situación sea mucho mejor que antes pero por lo menos el arqueólogo se siente más cómodo con sus compañeros aunque no sepa aún decir porque exactamente.

Aquel hombre con el que no recordaba haber cruzado ni una sola palabra era un tipo de recursos. Había logrado iluminar lo que tenían por delante con un rápido truco de magia. Holloc en cambio tendría que haber sacado una antorcha, y con mucho más esfuerzo haberla encendido y luego lanzado en la misma dirección que aquel guijarro.

- Ventajas de los arcanos... - Se dijo a sí mismo.

Estaban condenados a seguir vagando sin una dirección clara por la que continuar. Ahora que no estaban con Campre y que lo que Mequetrefe había explorado estaba ya recorrido, sólo les quedaba seguir avanzando a ciegas y confiando en que el destino no les deparase una sorpresa tan desagradable como la de aquel vívido sueño. Lo que Holloc tenía por seguro es que su reacción sería diametralmente opuesta a la que tuvo entonces.

- Creo que lo suyo es mirar que hay tras esas dos puertas antes de seguir por aquel insondable y oscuro pasillo ahora iluminado... - Dijo el guerrero.

—Estoy con Holloc—dijo asintiendo—. Revisad esas puertas y si no encontráis nada raro yo me encargaré de abrirlas. 

Alguien tenía que hacerlo o tal y como les estaba pasando con todo, pasarían media hora discutiendo quien era el más apropiado para tomar ese riesgo. Sin embargo a Aura le inquietó ese pensamiento casi suicida. ¿Y si realmente tenía algún problema mental y por eso estaba en ese sanatorio?

Richard toma un pequeño guijarro desprendido del techo y con un grácil gesto hace que empiece a desprender luz. Eso ayuda con los problemas de visibilidad que experimenta el grupo, revelando un pasillo que sigue recto hacia adelante. El arqueólogo lanza entonces el canto hacia adelante. La piedra avanza sin obstáculos por un pasillo vacío que se extiende unos treinta pies hacia el norte, en la dirección opuesta a la barricada.

No parece que haya nadie acechando en mitad del corredor. El guijarro termina cayendo al suelo, en una zona donde hay bastantes escombros y una sección del pasillo derrumbada, probablemente fruto de alguno de los desprendimientos que parecen haber asolado aquella instalación. Tampoco se advierten signos de actividad por la zona de los escombros, aunque parece transitable.

Dada la ausencia de criaturas acechantes, la sierva de Irori abre una de las puertas. Se trata de una pequeña sala de almacenaje. O eso debía de haber sido en sus buenos tiempos, pues ahora se encuentra llena de deshechos, papeles por el suelo y armarios metálicos volcados. De un primer vistazo, no parece que haya nada de valor.

Holloc abre entonces la segunda puerta (apenas unos pies más al norte). El guerrero se encuentra con una estampa muy parecida: una pequeña habitación con varias taquillas abiertas y volcadas, con un montón de porquería, trozos de tela y papeles por el suelo. La pared  de la derecha está agrietada y algunos ladrillos se han caído al suelo.   

- No parece que haya nada de interés... - Dijo Holloc. - De hecho, si alguna vez lo hubo, parece como si alguien ya se hubiera tomado la molestia de registrar estas dos salas. - Apretó el puño y negó con la cabeza. - Tampoco es que estemos buscando nada en concreto. Lo único que queremos es salir. ¿No?

Nada más decir aquello dudó de su propia afirmación. Ciertamente lo único que pretendían era salir de allí. Aunque ahora que se lo planteaba, le picaba la curiosidad por descubrir que diantre hacían allí. Cómo habían acabado en aquel extraño hospedaje podía decirles mucho de quienes eran. Podía ser que entre esos archivos hubiera alguna clave acerca de su propia identidad.

- De todas formas... - Se agachó junto a las taquillas y agarró el primer papel que se le puso por delante. - Dejad que mire un poco por aquí... - Dijo sin dar más explicaciones.

Tienes razón - dice Richard a Holloc casi a regañadientes antes de añadir -pero la salida no se va a encontrar tan cerca si todos esos hideputas estaban encerrados. Así que comprender donde estamos y porque puede ayudarnos mucho más, al igual que avanzar con prudencia asumiendo que pueden encontrarse trampas y enemigos ocultos detrás de cada esquina.

Era un arqueólogo, lo que quería decir que en su saquear y saquear seguro que había tenido que lidiar con trampas y sorpresas desagradables a menudo. Claro que le gustaría recordar algo más para saber como había acabado con estos extraños compañeros y porque. Especialmente el hombrecillo con su raro compañero, entendía lo que era pero no porque tenía que ser tan siniestro.

Mejor no hacerse preguntas inútiles que podían hacer que se replantease la compañía que los hados le habían otorgado. Así que Richard empezó a investigar ambas estancias escrutando con pericia por si a su compañero se le escapaba algo. Por si acaso recitó un breve conjuro antes de empezar, si existía algo mágico era mejor descubrirlo a una distancia prudencial.

Por el momento no habían encontrado nada que pareciera de valor, donde "de valor" quiere decir una zona segura que pudiera estar libre de monstruos. Podrían tratar de caminar por donde los desprendimientos, pero no iba a ser él el que tomase la iniciativa en aquellas circunstancias: se limitaría a ayudar al resto.

"..."

Que se encontraban hojeando aquellas páginas en el suelo, como si fuera a ayudarles.

-...supongo que merece la pena comprobar si hay algo que nos pueda servir de cara a un futuro -concedió- Veamossss...

El grupo se detiene durante unos minutos registrando las dos habitaciones en busca de cualquier objeto de valor o de alguna pista que pueda revelarles algo más sobre su paradero. Theo comienza buscando en la habitación del sur, mientras que Holloc y Richard hacían lo propio con la otra sala. Mequetrefe y Aura permanecen a la espera, vigilando el silencioso pasillo.

Theo localiza de un rápido vistazo entre los escombros algunos objetos que todavía no han sido saqueados: un martillo, dos mantas y un farolillo que parece en perfectas condiciones. Los papeles que hay desperdigados por el suelo no parecen tener escrito nada de utilidad: hojas de contabilidad, listados de suministros y hojas de tareas de personal.

En la otra sala Holloc y Richard tienen algo más de suerte. Entre las taquillas volcadas, hay dos que todavía no han sido saqueadas. Holloc encuentra en una de ellas una cadena de 10 pies de largo y unos grilletes, probablemente utilizados para reducir a los pacientes más… belicosos. Richard, por su parte, localiza una pequeña bolsita dentro de una de las batas de la taquilla con dos piezas de oro y un colgante de plata.

Entonces algo llama la atención del guerrero y del arqueólogo: las grietas de la pared comienzan a ensancharse a una velocidad alarmante. El yeso y restos de escombros salen despedidos a toda velocidad del muro, revelando en su interior a dos monstruosas criaturas. El ruido alerta al resto del grupo.

Las criaturas emergen del agujero y se abalanzan por sorpresa sobre Holloc y sobre Theo antes de que puedan reaccionar. La primera se lanza sobre el guerrero, lanzándole un aguijonazo que impacta sobre su armadura, sin causarle daño. La segunda se dirige hacia el arqueólogo a una velocidad endiablada, clavándole sus fauces en la pierna izquierda, desgarrándole la pernera del pantalón e hincando sus colmillos con fuerza. 

Holloc guardó entre sus pertenencias la cadena y los grilletes. Su mochila estaba a punto de reventar y prácticamente no le cabían aquellos nuevos elementos en su interior, no obstante quiso llevarlos consigo. ¿Quién le decía a Holloc que en las circunstancias en las que se encontraban, no iba a verse obligado a utilizar aquellos elementos en un futuro no muy lejano?

Observó un momento a su compañero Richard. Él también parecía haber encontrado algo de valor, aunque un poco de oro y un colgante, de poca utilidad iban a ser en esos momentos. El guerrero prefería la cadena y los grilletes. Buen uso les daría si daba de nuevo con aquella extraña galena psicópata que trató de mutilar a Campre.

Mientras se encontraba enfrascado en sus pensamientos, observó como aquellas grietas de la pared aumentaban en tamaño. Lo que salió del otro lado le heló la sangre. Se trataba de dos seres similares a unos gusanos cruzados con una cucaracha de enormes proporciones. Holloc llevó instintivamente las manos a las empuñaduras de sus estoques y para cuando aquellos seres monstruosos irrumpieron en la sala, ya los empuñaba en alto dispuesto a utilizarlos.

¿Insectos gigantes Irori?—pensó a modo de súplica.

Aura se sintió desfallecer al ver las monstruosas criaturas que ante ellos acababan de mostrarse. La joven quiso llevar su mano hacia el mangual para desenfundarlo pero ésta no respondió a sus órdenes. Pero no fue sólo su mano, ninguna parte de su cuerpo respondía a sus órdenes. La sierva de Irori había acabado atrapada en sí misma. Y la ansiedad volvió a aparecer.

La bolsa ya estaba guardada, habría tiempo para repartirlo y tampoco es que fuese a ser muy útil cuando...

¡Maldición!- gritó Richard al sentir el pinchazo en su pierna. Al ver a los abominables insectos en otros momentos hubiese podido verse afectado por la monstruosa visión pero el miedo y la ira pugnaban por tomar el control en su cabeza, la retirada o acabar con ellos. Esa fue la duda que hizo que perdiese el tiempo decidiendo si sacaba el arco o el látigo.

Mequetrefe se sobresalta al escuchar los ruidos procedentes de la pequeña sala. Acude presto a ver lo que ha pasado cuando se encuentra de bruces con esas dos horribles criaturas insectoides, con sus cuerpos alargados y repletos de  nauseabundas patas. Abre la boca, como para decir algo, pero la visión le deja  sin palabras y traspuesto en su sitio.

El ciempiés frente a Holloc retrocede ligeramente, moviendo sus horripilantes apéndices a un ritmo endiablado y se lanza esta vez hacia las piernas del guerrero. Su probóscide vuelve a impactar de lleno en su peto de cuero, sin conseguir penetrar la armadura del guerrero.

La otra criatura vuelve a emprenderla contra el arqueólogo, tratando de morderle con saña. Richard consigue zafarse de la embestida del ciempiés, pero nota al isntante que algo no está bien. Sus movimientos son algo más lentos, algo más torpes. Y para colmo de males la herida de su pierna le escuece mil demonios.

Holloc sin más dilación y aunque se había dicho a sí mismo e incluso creía haberlo verbalizado con el grupo, que en la siguiente ocasión en la que se encontrase con una situación de combate, iba a rehuirlo, no lo hizo. Quizás su instinto guerrero le impedía salir huyendo, o quizás simplemente vio la huida como algo imposible ante seres con tantas patas como aquellos dos gusacucarachas, pero fuera como fuera allí permaneció y descargó dos ataques contra el ser que tenía justo delante de él.

- ¡Cuidado! - Gritó Holloc al lanzar su primer estocazo. - ¡Muere! - Gritó con el segundo.

Sin esperar órdenes, la cosa se deslizó de entre los hombros de Theo, arrastrándose por el suelo hasta deslizarse cerca del guerrero que se encontraba luchando contra aquella especie de ciempiés monstruoso. El guerrero se encontró flanqueando gracias al compañero que el flacucho de las gafas había llamado de los-dioses-sabían-dónde, compañero que se limitó a estirar el cuello para tratar de dar un mordisco como un restallido que la criatura esquivó en medio de su agitar entre diferentes ataques.

Después de aquello no volvió a hacer otro intento, sólo es quedó allí, mirando al ciempiés con un cierto destello de ¿curiosidad?

Viendo la piel quitinosa que cubría a esos monstruos cabía poca opción para el látigo que llevaba sujeto al cinturón y sentía poco aprecio a esas fauces como para permanecer junto a ellas, por lo que en vez de eso decidió que lo mejor era coger distancia y apoyar a Holloc y a ese extraño monstruo con su arco.

La herida le escocía y sentía como sus músculos se movían con espasmos, pero se trataba de alguien ágil y aún logró controlarse mientras se alejaba con una voltereta hacia atrás y después corría hasta la puerta y se aplastaba contra la pared, si el bicho le seguía se toparía antes con Aura y él tendría tiempo de sacar su arco.

Holloc lanza una serie de estocadas a la monstruosa  criatura, ensartándole el primer estoque entre las juntas de sus placas quitinosas y el segundo directamente entre sus fauces. La criatura insectoide se remueve, aturdida por el dolor, para finalmente caer inerte a los pies del guerrero.   

Richard, por su parte, emprende la retirada, guardando la retirada de la criatura que parece haberla tomado contra él. El gigantesco insectoide agita sus apéndices delanteros y avanza serpenteante hacia la puerta. Se vuelve entonces hacia el guerrero y le lanza una dentellada por el costado, con tan mala suerte que logra impactarle en el hombro.

La herida es superficial y parece no haber tenido mayores consecuencias.