Partida Rol por web

Tras pasadas unas cuantas horas, Nataliya comienza a desesperarse, nadie le decía nada... nadie le hablaba y lo más extraño... nadie le maltrataba.

En un momento dado se oye que la tv no hace más ruidos... Al parecer alguno de los hombres se estaría moviendo por la choza, y ella aún encerrada y sin comer.

La extranjera nota que se está haciendo muy tarde en la noche ya que el hambre le producía un dolor casi intolerable en su panza y el sueño la empezaba a atacar.

Ya te tranquilizaste?Pregunta uno de los dos individuos luego de entrar por la puerta que minutos antes estaba trancada del lado de afuera.

Te traje esto para comer, es pechuga de pollo, pero está muy seca... toma algo de jugo que sino se te va a atrancar.

Al ratito aparece por detrás de su hombro el segundo hombre, el que ella conocía de estar sentado en la calle, el mismo que le habría convidado de su agua.

No deberías haberme pinchado así niñita, no contra nosotros...

Nataliya miró a los dos hombres con desconfianza. Si bien la asustaban, su aspecto y actitud no se parecían a las de los rusos que la habían esclavizado. Seguramente estaban tratando de engañarla para que lo les causara problemas, esa era la única explicación. Pues no se las iba a hacer fácil. Ya estaba muerta, no tenía nada que perder. Con un violento manotazo le quitó la comida y la bebida al sujeto que se las ofrecía, estrellándola contra una pared.

—¡No me engañar! —gritó furiosa—. ¡Querer dormirme con cosas en la comida para poder llevarme fácil! ¡No voy a dejar! ¡Tener que matarme acá!

Lanzó un escupitajo a la cara del hombre.

—¡¡¡PAASHOL V'CHORTE!!!* —gritó a todo pulmón.

- Debí suponer que esto pasaría... ¿Cómo es que no lo hemos imaginado?

Ambos estaban extrañamente serenos. Ninguno pareció violentarse con la actitud de Nataliya.

- No estamos aquí para hacerte daño. Si eso quisiéramos ya lo hubiésemos hecho... no es que una rusita de brazos flacos nos vaya a intimidar. Dice el hombre que ahora, sin comida en las manos y un buen escupitajo en la cara, vestía una camisa negra con corbata blanca.

- Cuidado con lo que le dices. El segundo hombre, que vestía otra camisa pero al reverso que el primero, aconseja guardando un secreto en sus palabras.

Los manotazos y movimientos de Nataliya no fueron suficientes para que la rapidéz del hombre de negro la atraparan.
No se estuvo mucho tiempo forcejeando hasta que sintió un pinchazo en su cuello. Evidentemente la habían sedado de la forma más típica. Un somnífero en el cuello y se tranquilizaría unas buenas horas... quizá algunos dias.

Los dos hombres hablaban entre ellos... ninguno de los dos la atacaba. Nadie le devolvía el golpe, sin embargo nataliya se resistía a morir de hambre e incertidumbre en esas cuatro paredes.

Luego de pegarle un manotazo a la porción de pollo que le habrían ofrecido, el hombre que estaba más cerca de ella la atrapa por los brazos y le injerta una aguja con un líquido azul claro y limpio en el cuello.

Ahora ella caía lentamente, mientras los ecos de sus voces se escuchaban en tonos mucho más graves.

- Essssoooo... noooo eraaaaa.... Nee...ceeeees....aaaaa...riooooooo Oye decir a uno de los dos, pero a un ritmo mucho más lento del que hablaban.

Nataliya parpadeaba pesadamente, lentamente.

Personas... la comida pegada a la pared y desparramada por el piso... el piso mismo... sus propias manos totalmente sin respuesta tendidas en el piso... mucho calor... mucha agua... fue lo último que vio hasta quedarse profúndamente dormida.

Nataliya pataleó, trató de morder y forcejear, pero todo fue en vano. Aunque el hambre y las privaciones sufridas en los últimos meses, no hubiesen hecho mella en su estado físico, la frágil jovencita no era rival para el hombre que la sujetaba con la fuerza de una serpiente constrictora. El doloroso pinchazo de la aguja, penetrando su piel, cortó en su garganta el grito de terror que estaba a punto de proferir. El mundo se volvió borroso y sus piernas fueron incapaces de continuar sosteniéndola. Sintió el impacto del suelo en su espalda y vio los rostros de sus captores, inclinándose sobre ella. Detrás de ellos se asomaba una tercera persona. Un joven delgado de cabello castaño, una cara familiar.

Nataliya alcanzó a susurrar un nombre, antes de sumirse en la inconciencia.

—¿Aleksei?