Partida Rol por web

Cayó al suelo y pensaba que moría. Pero tan solo había sido una herida no letal, grave quizás, pero no moriría. No al menos de forma inmediata. Necesitaría tratamiento médico para cerrar el orificio de la bala, sacarla en caso de que hubiera quedado incrustada y evitar que se infectara.

- ¡Mierda! - Gimió desde el suelo la religiosa. - Maldita sea... Qué mala suerte... - Pensó.

Trató de ponerse en pie. Estaba muy dolorida y sangraba. Pensaba que en cualquier momento podía perder la consciencia, pero eso no era una opción. No si lo que quería era vivir un día más...

Le costó un mundo ponerse en pie. Pero lo logró. Correr iba a ser complicado, pero avanzar de forma penosa si que podría conseguirlo, aunque de ser posible un poco de ayuda, no la rechazaría...

No miré atrás. Solo corrí lo mas rápido que pude tras el piloto del avión prometido.

Los disparos de los japoneses tomaban el relevo de las bombas y poco después, los disparos de los aviones que pasaban a vuelo rasante, terminaban con la vida de los que corrían a campo descubierto. La Monja era de aquellas pocas personas que tenían a Dios de su lado, con una armadura de hierro o con un suerte de mil demonios, porque por los pelos la acribillan.

Yo tenía mas suerte.

Quizá porque era algo mas pequeña que los soldados o por que me escondía mejor entre los trozos de paredes que arrancaban las bombas. Los disparos hacían saltar lejos de mi los cascotes, pero no por ello cuando una ráfaga pasaba cerca, dejaba de asustarme menos.

La monja fue herida y trastabilló cayendo al suelo. Desde donde estaba, chasqueé la lengua. ¿En serio pensaba ir a por ella? Pues eso hice. No podía dejarla allí. Esperaba al menos que el médico se apiadase del Japones herido y lo ayudara a levantarse.

- Vamos hermana! Dios no me perdonaría si no ayudo a una de los suyos...-

La situación para Zenji Abe distaba mucho de ser favorable. Él, un líder nato de las fuerzas aéreas de su país, conocedor de gran parte de la estrategia que se iba a llevar a cabo para la conquista de Singapur, había terminado herido de gravedad al inicio del conflicto, abatido de su avión, capturado por el enemigo, tratado vagamente de sus heridas en un hospital e intuía que  había faltado ser interrogado y posteriormente muerto. Algunos pequeños cambios se habían producido, y con la destrucción del hospital, al menos había tenido chance de tratar de escapar, pero su gente no era capaz de distinguir le entre aquel absoluto caos y destrucción, y en el corto lapso de tiempo desde que hubiesen de las explosiones, casi había sido fusilado por sus propios compatriotas y ametrallado por los zeros. Estaba jodido y se sentía un tanto impotente, pese a la alegría inicial al ver cumplido el objetivo de tomar Singapur.

La última ráfaga no pudo ser esquivar a tiempo, y tanto él como la monja fueron alcanzados. En otras circunstancias hubiese visto venir el ataque y reaccionado a tiempo, pero con la grave herida en el vientre, a penas tuvo tiempo para desplazarse y dejarse caer por el terraplén, cortándose con una alambrada y abriéndose aún más la herida inicial, que de doler horrores había pasado ya al siguiente nivel. Casi se sentía morir y no esperaba otra cosa salvo que algún enemigo en retirada se parase a su lado y le diese el tiro de gracia para hacerle callar, o que con suerte algún aliado nipón lo encontrase y socorriese, lo que veía altamente improbable.

Haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, trató de levantarse y avanzar. La vista volvía a nublársele y parecía más un zombie moribundo que un ser vivo, pero no quedaba de otra. A su lado pareció ver lo que parecía una hermosa joven occidental rubia. ¿La había visto ya anteriormente?

**Tengo que llegar a un avión... Tengo que llegar a un avión...- fueron sus susurros apagados mientras daba un paso, y otro más, y otro.

Una vez en pié de nuevo, ví como la monja y el cochino amarillo estaban en el suelo, la primera, no tenía claro si estaba herida, con todo el hábito negro ¿cómo coño iba a ver por dónde sangraba? de todas formas tampoco había tiempo de pararse a mirarlo, pero la mujer rubia si se encargó de recogerla del suelo aunque casi pierde el equilibrio en el proceso.

Miré al otro lado y vi al apestoso japo, su vendaje del abdomen se había teñido de rojo por el ajetreo y estuve tentado de dejarle allí para muriese desangrado, pero teniendo allí a los japos, le curarían y volvería a un caza para matar a más gente y no podía arriesgarme, así que eché una rápida carrera hasta él, le cogí del brazo y de un fuerte tirón lo pasé sobre mi cuello para llevármelo corriendo.

-Vamos jodido amarillo, te llevo porque aprecio la vida de los inocentes y no la tuya...-mascullé mientras iba a toda pastilla tras el piloto y los demás, desde luego si durante el trayecto moría el japo, tampoco íbamos a llorar ninguno su pérdida...

Nada en su vida lo había preparado para lo que estaba viviendo en aquel momento. Y seguramente, lo que vendría después sería peor. Si salían con vida del bombardeo, los terminarian por fusilar en alguna calleja sucia. No ni de lejos lo que quería que pasara, pero corriendo como pollos sin cabeza era seguro lo pasaría. 

Tras un nuevo ataque sobre sus cabezas, ahora la cosa se ponía peor. La vieja monja que los acompañaba a duras penas a la carrera había caído. Pero la joven de pelo rubio estaba ya encargándose de ella. Con un vistazo atrás, procuro asegurarse que no quedaba nadie en retaguardia. Y para su sorpresa allí estaba el japonés. Y no estaba muy sano que dijerámos. 

Se acerco a el a la carrera, maldiciendo su suerte. Seguramente debía ser de la docena de personas que hablaban su idioma, y era probable que no quedaran muchos con vida para hacer el trabajo de interprete. 

Usando su mejor japonés hablo con el soldado enemigo para y se ofreció a ayudarlo a andar. Puede que fuera la unica pieza que se pudiera jugar para parar a los asiaticos en el frente oriental. 

**Dejemé ayudarle. Necesita ayuda. No puedo ofrecerle seguridad, pero si que pueda moverse mas diligentemente.**

Si este grupo de insensatos seguía ralentizándome, no iba a salir de aquí con vida, y por supuesto no iba a dignarme a arriesgar mi integridad por un puñado de desconocidos. Cuando el enemigo pasó de largo, grité con todas mis fuerzas:

-¡VAMOS IDIOTAS! ¡No pienso quedarme atrás por ninguno de vosotros! ¡Daos prisa, daos prisa!

Entre tanto ruido bélico, era ciertamente improbable que pudieran escucharme, pero Dios sabe que me dejé uno de mis insanos pulmones en ese alarido de advertencia.

Con la ayuda de aquel extraño y delgaducho soldado y O'Brian, el herido amarillo logró ponerse en pie y recuperar la senda que seguía el resto. No sucedió lo mismo con la hermana Claire, de quien no logró tirar Diana. Ambas volvieron a quedarse cortadas, a punto de perder incluso a los demás, porque mientras todos se alejaban, ellas intentaban ponerse en pie entre los escombros y la gente.

El pequeño grupo liderado por Vance y seguido de cerca por O'Brian y Sextus llevando a Abe, llegó por fin a los límites de la ciudad, que coincidía con el pequeño aeródromo del que habían hablado. Los cuatro se agacharon al llegar al lugar, dado que había soldados japoneses por todas partes.

Al mirar, a lo lejos vieron el avión.

Bueno, realmente el aspecto del avión era lamentable. Sin duda alguna, había tenido días mejores.... quizás, cuando salió de la cadena de montaje, porque en esos momentos estaba sucio y había partes del fuselaje que parecían a punto de caerse al suelo.

Pero era un avión al fin y al cabo.

Ahora solo restaba... llegar hasta él.

Al ver aquella chatarra situada en la pista de despegue, la monja vio el cielo abierto. Miró a la rubia con la que había tenido una palabras instantes atrás, antes de que se viniera abajo el edificio del hospital y sin abrir la boca le dijo muchas cosas. Debían salir de allí y debían hacerlo ahora. Un solo momento de debilidad, una sola pérdida de tiempo sería mortal de necesidad y aún haciéndolo todo bien, podían acabar igualmente cadáveres.

La hermana comenzó a correr como alma que lleva el diablo. Sus pasos que debieran ser los de una mujer más cercana a la ancianidad y herida de bala, en cambio parecieron los de una atleta olímpica en busca del oro. Pese al dolor que le quemaba en el costado, seguía avanzando decidida zancada a zancada. La hermana Claire dejó con la boca abierta a todos cuando empezó a adelantar a unos y a otros. Empezaba a ver más cerca su salvación, cuando finalmente, tras esquivar escombros, muertos y balas que impactaban contra el asfalto, llegó a su destino junto al avión.

Aquella máquina, no presentaba el mejor de los aspectos, pero ya era mucho más de lo que podían soñar a priori. Sólo podían pedir a Dios que se pusiera en marcha y que tuviera el suficiente carburante para que les sacara de allí. Sobrevivir a aquella matanza sería toda una hazaña realmente. Una hazaña que a punto estaban de cumplir.

- ¡Vamos! - Gritó encarando la puerta del avión. - ¡No se retrasen! - Les ordenó.

Sextus tiraba como podía del hombre oriental, pero no estaba echo para los alardes físicos.

Procuraba moverse lo más rápido que podía, pero inevitablemente le dolía todo el cuerpo con el peso extra. Así que intentaba cambiar la posición, con el desastroso efecto de que el japonés se le escurría cada pocos pasos.

Lo siento amigo, pero no estoy preparado para cargar con heridos. Le dijo al aliado.

Luego mirando el aparato volador, porque no pensaba llamarlo avión, se sorprendió diciendo en japonés.

**vamos a subir en ese aparato y marchar a una zona segura, estese tranquilo**

Hablaba japonés de una manera un tanto fluida, pero lo cierto es que estaba intentando convencerse más a sí mismo que al hombre herido.

Zenji era consciente de que si no le trataban la herida del vientre de inmediato, probablemente acabaría muerto en cuestión de minutos. No entendía que estaban haciendo el tipo del escalpelo y el otro blanquito que parecía saber comunicarse vagamente en japonés, pero si deseaba no acabar muerto por una explosión o una nueva ráfaga de ametralladora, debía tratar de colaborar aunque fuesen enemigos. Intuía que el del hospital sería médico y que ya tenía conocimiento de la gravedad de su herida, ¿Por qué seguía ayudándole a sobrevivir si había muchos más de sus camaradas caídos por todos los alrededores? Querían interrogarle y sonsacarle información, no había otra, pero la forma de expresarse del intérprete le parecía bastante sincera. Si eran civiles o u un simple médico de campaña, quizá mereciese no sobrevivir.

Abe dudaba cual debía ser su forma de proceder, y al escuchar que querían llegar hasta uno de los aviones del aeródromo, sintió que no era mala idea colaborar. Tuvo en mente una idea, sin tener en cuenta que entre ellos había un piloto, se ofreció a pilotar el avión y sacarlos de allí si le trataban de inmediato las heridas. 

**Yo estar herido, necesitar que médico revisar mi herida ya. Yo ser excelente piloto, líder de zeros lo que tú ver ahï arriba, si vosotros ayudarme y curar mis heridas, yo ayudar a vuestro grupo a salir de aquí,a sobrevivir, después dejar en zona segura y llevarme avión. Nada de interrogar. 

Un grupo de japoneses empezó a acercarse en esos instantes a su posición y se escondieron en una zanja., Era más que seguro que los verían y acribillarían antes de llegar al avión, pero el nipón miraba a Sextus con ojos determinados. Él podía levantar la voz y simular ser un explorador, dar instrucciones para que los soldados se dirigiesen en otra dirección. ¿Aceptaría el trato? De negarse simplemente gritaría en alta voz para que les encontrasen. Todos ellos acabarían muertos, él probablemente también, no habían muchos médicos japoneses en las avanzadillas sin cuartel. Incluso puede que le tomasen por espía y lo matasen junto al resto. ¿Qué iba a decidir? Era ahora o nunca. Abe se dispuso a gritar en alta voz...

Llevar a aquel condenado amarillo a cuestas estaba siendo una tortura, no por tener que casi cogerlo en volandas, pues estaba acostumbrado a cargar cuerpos, tanto vivos como muertos, sino por el hecho de estar obligado a mantenerlo con vida, en ese momento se acercó uno de los hombres a intentar echarme una mano con el japo, pero parecía ser un flojeras pues penas aguanto unos pasos hasta que dejó toda la carga para mí de nuevo-Gracias amigo, no te preocupes- grité haciéndome oír entre las explosiones, entonces escuché como ambos intercambiaban palabras en japonés-¡dígale al maldito amarillo que o nos acompaña al avión para que yo le cure allí en condiciones o le abro en canal para que muera aquí mismo no pienso pararme aquí en medio para revisar su herida!- continué caminando a toda prisa hasta que dimos con el avión.

-Joder ¡Que pedazo de chatarra! ¿Pero eso va a volar? pregunté al piloto que iba unos pasos más adelante. El aparato que supuestamente nos iba a salvar era un bimotor que sin duda había conocido días mejores, estaba hecho polvo, pero era eso o morir a mano de los japos o aún peor, ser torturado...

Sorprendentemente la monja había llegado con la rubia casi a la vez que yo a la puerta del bimotor-¡Hermana suba, rápido!- exclamé con el japo a cuestas, que alguien me ayude a subirlo, entonces miré a la rubia-Eh, monada, ayúdame que este tío es un peso muerto..-