Partida Rol por web

Sonreí de medio lado al escuchar el gruñido de Man ante mis palabras. La verdad era que no me había costado demasiado tener ese gesto con él ni decirle aquellas palabras. Para mí había sido el jodido héroe del momento. Pero no quería alimentar más su ya de por sí desmedido ego. Además, estaba olvidando que estaba allí para capturarle o matarle, no para lo que fuese que estuviese pasándome con él.

No oculté mi gesto de sorpresa ante las palabras de agradecimiento de Man hacia Vásquez. ¿Se estaba ablandando?

Las palabras de Man cuando me vió mirar la tarjeta me hicieron recapacitar un poco, solo lo justo, puesto que él no sabía que estaba así por aquel maldito zorra que me había soltado. Pero simplemente guardé silencio pensando en porqué no le había contestado una bordería de las mías. Un simple "métete en tus asuntos" o "a ti que te importa en lo que piense" hubiesen bastado para esa situación.  En el cobertizo lo hubiese hecho sin dudar... de hecho, a cualquier otro se lo hubiese soltado. ¿Por qué no a él ni ahora?

Miré a su único ojo cuando soltó aquello del oftalmólogo. No sabía si bromeaba o no con aquello. Sabía que sí le gustaba bromear o al menos eso hizo una vez... pero no sabía si esta era otra de esas ocasiones. Lo que si percibí en su voz y sus palabras era que volvía a estar más relajado que cuando comenzamos a caminar y eso me hacía sentirme cómoda de nuevo a su lado. Era curioso como funcionaba la vida. Jamás había confiado en un hombre, no les había dejado acercarse a mí en mi vida y ahora... Iba a ser jodido tener que esposarle o peor aún, pegarle un tiro si se resistía o si hacía una tontería.*

Pero deseché aquellos pensamientos de mi cabeza en cuanto me volvió a dar aquellos consejos sin pedírselos. Se había dado cuenta de que dudaba de algo, eso era que estaba tan pendiente de mí como yo de él. Pero no se podía imaginar que de lo que dudase en aquel momento era de mi misma con respecto a él. Tenía claro, siempre lo había tenido, que mi gente, mi pelotón, era siempre lo primero. Ellos cuidaban de mí como yo de ellos. No podías generarte enemigos entre los tuyos y a pesar de que siempre mantenía las distancias con los hombres y no les dejaba acercarse a mí, en combate aquello cambiaba. Por mi bien y el suyo.

Pero Man no formaba parte de mi pelotón, pero si le sentía como uno más y sabía perfectamente que mi protección hacia él estaba limitada y caducaba. Quizás lo que más me jodía era eso. Ver lo que se estaba forjando para nada. Pero no le respondí tampoco. Sus palabras calaban demasiado en mí y sus consejos... nos parecíamos tanto y éramos tan distintos a la vez.

- No me hago ilusiones con nada, Gruñiditos. - Le respondí al final, sintiendo el "aroma a hombre" cuando se abrió el abrigo. Estaba claro que necesitaba una ducha desde hacía días. Semanas tal vez. Era un olor que siempre había detestado puesto que lo sentía cada vez que un hijo de puta se subía sobre mí en aquel prostíbulo, pero esta vez era distinto. Desagradable al olfato, pero distinto... no sabía que era y no quise pensarlo.

Que accediese a llevar la tarjeta y sus palabras me hicieron responderle incluso a su consejo previo.

- Y siempre cuído de mi gente lo mejor que puedo y se... ¿Por qué piensas que te he dado la tarjeta sino? - Le dije mirándole fijamente a su ojo sano, dibujando una leve sonrisa en mi rostro respaldada por una mirada cómplice hacia él. - A ellas podré protegerlas de casi cualquier manera. - Estaba dispuesta a enfrentarme a la Presidenta por él, pero no a mis propias mujeres si aquella mujer las ponía en mi contra con una órden. - A ti no, Gruñiditos. - Había pesar en mi voz y no fui capaz de ocultarlo. - Si todo falla, esa será tu mejor baza y no te preocupes, porque yo misma me encargaré de que sepan que te la di yo llegado el momento. - Si sobrevivo.

Alcé mi mirada hacia Vásquez y la sonreí cuando dijo aquellas palabras sobre la conversación y seguí caminando en silencio. No podía quejarme de mi equipo y menos aún del inesperado nuevo integrante. Creí que daría más problemas pero la verdad era que seguía pensando que sin él, no hubiésemos salido de las minas y que le debía más de lo que jamás podría pagarle.

Y entonces los vimos. - Mierda. - Mascullé al tiempo que escuchaba llegar al tren y segundos después llegó la transmisión de Jericho por la emisora. - Creo que nos va a tocar correr... - Les dije al saber que los demás iban a salir de la cárcel. - Y si no tienen piernas, no pueden correr. - Murmuré mientras preparaba mi arma, colocándola en semi-automático y apuntaba con ella hacia el cabrón del líder, pero no a su cabeza ni a su cuerpo, sino a sus piernas. No podía arriesgarme a que saltase sobre los demás ni a que mi teoria de que una vez muertos, lo que fuese se cambiase de cuerpo fuese real.

- Teniente, avise al sargento de que estamos fuera, tenemos visión de la cárcel y que sobre ella está su líder. Les caerá encima si salen. Que esperen a que le derribemos. - El cabrón parecía disfrutar de su discurso. - Y no quiero comprobar si mi loca idea es cierta, así que disparad a las piernas. No quiero fuego letal. Que sufran. - Dije al final llena de rabia y rencor, pensando en todos aquellos que me hicieron sufrir durante años. - Sabia recomendación, Man. - Y según Irisa pasó la información, abrí fuego.**

Ahora algo más en calma tras perder a esos chiflados Irisa había tenido tiempo para ser consciente de lo cerca que había estado de salir herida. Un brazo menos, le haría verse más diferente, pero llego a la conclusión que eso no era consuelo, prefería conservar todas las partes de su cuerpo... Quizá el brazo izquierdo...

- ¿Teniente?

La llamada de atención de la Comandante la saco de su ensimismamiento. -Comandante estoy bien, solo me distraje un segundo.

-Por cierto quería... Has sido de ayuda... Gracias. Termino diciendo tras muchos titubeos a Gruñiditos. Tenia gracia el hombre que venían a detener se había convertido en uno más o eso parecía. Contaba con la confianza de la Comandante, que quedo demostrada cuando esta le entrego la tarjeta.

Tras la petición de la Comandante de mantener la boca cerrada sobre aquello, Irisa asintió y sin control alguno por parte ella su mano fue hacia su boca que cerro esta cual cremallera.

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La llegada a la cárcel trascurrió en calma, pero no todo dura. La tenían ya a la vista cuando de pronto, hombres y mujeres armados en actitud amenazante comenzaron a  llenar las calles.

Las palabras del Sargento por el comunicador y la posición de los hostiles en los tejados parecía indicar que preparaban una trampa al grupo del Sargento. Al parecer Vásquez y la Comandante compartían los mismos temores.

- Teniente, avise al sargento de que estamos fuera, tenemos visión de la cárcel y que sobre ella está su líder. Les caerá encima si salen. Que esperen a que le derribemos.

-Sargento negativo. No salga... Hostiles en los tejados... Es una trampa... Avisaremos cuando las amenazas sean neutralizadas. La voz de Irisa sonaba agitada y entrecortada pues siguiendo las ordenes de su superior abrió fuego a las extremidades inferiores de los enemigos que les salían al paso confiando en su puntería.

El grupo de Grace, Man o' War, Vasquez e Irina apenas tuvo tiempo para reaccionar, porque en el mismo instante en que sus ojos se posaron sobre los tejados y su desquiciado líder, Snake, Jericho, Desolación Williams, los dos viejales y la Dra. Whitlock, salían disparados de la cárcel hacia la calle principal.

Fue en ese instante, cuando ambos grupos estaban a la vista, que el walkie de Jericho chasqueó y oyeron el mensaje de Irina.

-Sargento negativo. No salga... Hostiles en los tejados... Es una trampa... Avisaremos cuando las amenazas sean neutralizadas

El grupo saliente miró hacia los tejados y vio que, en efecto, había hostiles, pero bastantes más que antes, y cuando se giró hacia la propia prisión, distinguieron a su líder gritando y llamando a todos contra ellos. Locos con armas punzantes y cortantes parecieron surgir de la nada, desde lo alto de todos los edificios y saltaron al suelo, al mismo tiempo que aparecían más provenientes de la zona más alejada de la colonia, a ras de suelo.

De repente, os disteis cuenta de que aquello era poco más o menos como una trampa, de la cual solo había una manera de salir. 

Luchando. 

El grupo formado por Plissken, Jericho, Desolación Williams, la Presidenta, la doctora Whitlock y los dos prisioneros, tenía pro delante toda la calle principal y detrás de ellos, enemigos que se acercaban corriendo hacia su posición desde la cárcel.

El otro grupo, con Man, Grace, Irina y Vasquez, estaba siendo atacado desde los tejados y estaba a la misma distancia del andén y el tren que de Plissken y el resto.

- ¡Vamos señora Presidenta! - Exclamó Snake. - ¡Es hora de correr!

Serpiente era consciente de que no lo tenían fácil. La distancia a recorrer era grande y muchos los enemigo. No obstante, cualquier duda sería su perdición. Debían avanzar con determinación y sin mirar arrasatrás. Eso era lo único que sabía Plissken.

Mientras avanzaba comenzó a disparar hacia los tejados. Necesitaban fuego de cobertura para tratar de esquivar a aquellos salvajes. Aún así, nl veía claro que todos pudieran llegar hasta el tren.

Man ni siquiera pestañeó cuando vio aparecer a toda aquella muchedumbre, porque ya se esperaba algo así. Sin embargo, se dio cuenta de que tenían un buen problema. Si disparaban, todos ellos podían caer; si no hacían nada, lo mismo. Miró hacia el andén y calculó la distancia a la cual se encontraban, viendo que no estaban demasiado lejos, y después, al resto de los que iban con él. Ninguna de ellas sería capaz de huir y abandonar a sus compañeros; conocía el tipo. Más aún, después de haber hablado y conectado con aquella zorra que comandaba el grupo.

No, no. Huir no era una opción.

-Está bien. Ha llegado el momento -dijo en voz alta, preparando el arma e iniciando la carrera para encontrarse con el otro grupo, mientras disparaba sin parar apuntando hacia los tejados y entre los edificios.

Hacía mucho tiempo que no luchaba por otros, pero joder, qué bien sentía masacrar a ese montón de locos.

De nuevo había llegado la hora de ganarse el jornal y de sacar a todos de allí, o por lo menos al equipo, la Presidenta y gruñiditos. El resto a Irisa le daban un poco igual. Disparando cual vaquero en el salvaje oeste la Teniente retrocedió para acercarse al grupo de la presidenta y prestarles cobertura, para posteriormente avanzar juntos.

-¡Vamos bastardos! ¡queréis plomo!¡pim, pam... Pum. Tomar de mi pistola. Exclamaba dando salida a toda la tensión vivida momentos antes.

La Presidenta, uno de los viejos y la doctora que tanto había insistido en que no saldrían con vida de allí, se quedaron atrás, mientras el resto avanzaba sin descanso.

Adrienne estuvo a punto hasta de caer al suelo entre tanta confusión y prisa, pero finalmente logró mantenerse en pie y continuar moviéndose.

Al mismo tiempo, Grace mantuvo la posición, esperando a que los demás llegaran, mientras Irina y Man, en todo un ejemplo de paso-de-todo, se lanzaba a la desesperada para ayudar al otro grupo.

- ¡Gruñiditos! ¡Vásquez! - Esperaba que Man no regresase de golpe con su soberbia y me hiciese caso. - ¡A la estación! ¡Necesitamos fuego de cobertura desde allí! - Y el arma que llevaba Man sería imparable desde aquella posición. - ¡La teniente y yo los iremos frenando!

Con suerte las armas seguirían en el andén y Vásquez sabía montarlas. Podríamos tener dos smartgun a nuestra disposición cubriéndonos la retirada.

Miré a Man tras dar la orden y vi la duda en su rostro... hasta que abrió fuego. - ¡Moveros! - Ordené nuevamente, manteniendo la posición.

La Presidenta, uno de los viejos y la doctora que tanto había insistido en que no saldrían con vida de allí, se quedaron atrás, mientras el resto avanzaba sin descanso.

Adrienne estuvo a punto hasta de caer al suelo entre tanta confusión y prisa, pero finalmente logró mantenerse en pie y continuar moviéndose.

Al mismo tiempo, Grace mantuvo la posición, esperando a que los demás llegaran, mientras Irisa y Man, en todo un ejemplo de paso-de-todo, se lanzaba a la desesperada para ayudar al otro grupo.

- ¡Vamos Presidenta, no se quede atrás! - Le ordenó Snake. - ¡Cójase a mi! ¡Yo le llevaré al transporte!

Esperaba que la Presidenta reaccionara. Si no lo hacía, tendría que tirar de ella, cargarla en brazos o a la espalda o quien sabe que... Lo que Serpiente tenía claro era que iba a sacarla de ahí, quisiera o no, se dejara o no. Tenía ganas de pasar los años que le quedasen tranquilo en una caseta junto a la playa. Aunque lo cierto era que podían quedarle muchos, pues empezaba a creer que realmente era inmortal. ¿Cómo sino, había salido de tantos problemas con vida? Vivir hasta el fin de los días, se le hacía pesado por otra parte, esperaba equivocarse.

-¡Sí, Comanante!

Su instinto le decía uqe tenía que hacer otra cosa: quedarse en su posición y hacer fuego de cobertura hasta que llegase el otro grupo, y ya juntos, poco a poco y luchando sin parar, ir retrocediendo... pero eso era cosa del instinto, no análisis frío de una situación táctica, que es lo que supo leer la Comandante: Con las armas pesadas en mano, sería mejor.

Empezó a retroceder hacia el andén, momento en el cual, el rifle se le encasquilló; soltó una exclamación, mientras evitaba perder tiempo con él y echaba mano a la pistola, que para esas cosas la llevaba encima...

-¡Encasquillada!

... avisó, mientras lanzaba toda suerte de juramentos ...

-¡Jos de puta! ¡Iros a chingar al coño de la puta que os parió! ¡Follacabras reveníos!!!

Si había algo con lo cual disfrutaba Man era con la guerra. Para él, era el único momento en el cual cada uno se vía tal y como era, retratado por su propio espíritu y lo que de verdad albergaba su corazón. Un guerrero podía conocer el miedo y el horror, pero si los superaba, demostraba no tanto su valía como tal, sino como verdadero ser humano.

Cuando se enfrentaban a la posibilidad de la muerte, el dolor y las amputaciones, se descubría de qué estaba hecho cada uno.

Man había estado en demasiados combates como para no conocer todos los ángulos de una batalla, por lo que había visto a hombres y mujeres convertidos en niños y niñas, y a niños y niñas actuando como hombres; cabezas cercenadas, brazos separados de sus cuerpos aún disparando sus armas, gritos que harían huir despavorido al más valiente de los soldados, y campos de batalla cubiertos de sangre como si un océano hubiese cubierto la tierra.

Y a pesar de todo, Man se sentía libre, porque allí no existían las mentiras, sino solo que cada uno era en realidad. La verdad más pura e incontestable de todas.

Dejarse llevar por ese anhelo de libertad, era lo que le había impulsado, sobre todas las cosas, a empezar a disparar en todas direcciones, olvidándose del peligro y los riesgos. Después de todo, la libertad era la única causa por la cual merecía la pena morir, ya fuese la de uno mismo o la de otros. Mientras giraba el cuerpo en todas direcciones, descargando su arma hacia los tejados, y después a las calles por donde venían montones de enemigos, mientras se aproximaba hasta el grupo de la Presidenta, Man era consciente de que aquella podía ser la última ocasión en la cual comprendiese las razones por las cuales la vida tenía sentido, y quería saborearlo al máximo.

Y así, en plena batalla, la boca de Man se estiró y curvó, dejando entrever una sonrisa que, en momentos de paz, no lograba encontrar su lugar.

-¡Venga, ratas asquerosas! ¡Man o' War está esperandoos! ¡Venid con papá!

Al girarse, miró a Grace, que se comportaba de manera más controlada, y en medio de aquel momento desquiciado, le sonrió e invitó a entrar en la lucha.

-¡Adelante, zorra. Demuéstrame de lo que estás hecha!

La vida militar me dió algo que jamás tuve: orden y disciplina. Mi vida, mis acciones cotidianas iban siempre cogidas de la mano con aquello que el ejército me proporcionaba, mientras que mi mente se depuraba y trataba de dejar atrás los horrores vividos en aquel infierno. Pero fui lista y me llevé algo bueno de aquella pesadilla: la resistencia al dolor físico y mental. Y es que en mi cuerpo tenía un 10% de tejido limpio de cicatrices. Respetaron cara, manos, pechos, nalgas y genitales... el resto no era más que visibles restos de latigazos, cortes y quemaduras.

Por eso me gustaba tener siempre un plan, una estrategia. Porque desde que empecé a descubrir aquello, las heridas empezaron a ser menos profundas, menos dolorosas. Salvo el día que acabamos de maniobras en La Tierra y accidentalmente acabé cayendo por una grieta a una cueva. El impacto contra el suelo fue tan fuerte, que cuando desperté no podía mover nada más que el cuello y la cabeza.

Creí que moriría allí... por fortuna, horas después, quizás días, comencé a sentir movilidad en mi cuerpo y dolor en un hombro y una pierna. El impacto inflamó tanto mi columna que quedé paralítica de manera eventual y, señor... deseé en aquel momento estar en el infierno del prostíbulo del cual me habían rescatado. Allí al menos me drogaban para aguantar el dolor. Pero en la cueva, solo mi hombro dislocado y mi pierna rota me decían que seguía con vida...

Y fue tener la cabeza fría lo que me salvó aquella vez y las sucesivas, lo que creí que nos salvaría de nuevo en aquella batalla que no daría por ganada hasta que estuviésemos todos a salvo en el tren.

Las balas salían de mi arma sin descanso.

A Vásquez se le encasquilló el arma en el peor de los momentos, al menos tenía la orden de ir a por la otra smartgun. Al fondo veía problemas para moverse, mientras daba cobertura desde mi posicion a la teniente y a Man, que no me había hecho ni caso y se habían adelantado para encontrarse con los demás.

No estaba segura de si aquel hombre sabía que clase de arma tenía en sus manos, pero debía reconocer que sabía disparar. Le observé unos segundos, pensando en como se sentiría en aquel momento, puesto que peleaba por su vida, pero entre aquellos a los que estaba haciendo caer, habían rostros conocidos para él y si me había quedado claro algo en aquel hombre, era que para él sus hombres, sus amigos, sus camaradas, eran lo más importante. Y ahora les hacía frente peleando codo con codo con nosotros, sus enemigos.

Y mi plan, la táctica y la estrategia de nuevo al garete por la pasión de aquel hombre. Yo era racional y él, le gustase o no, todo emociones, solo que no se había dado cuenta aún. Y fue cuando se giró hacia mí cuando lo vi. La vida había vuelto a su mirada y la sonrisa a su rostro y eso me hizo sentir algo especial al verlo. Fue como si el corazón me diese un vuelco.

- ¡Grace! - Le grité. - ¡Ese es mi nombre! - Nada de comandante o Steelside ni tan siquiera "Eat Snakes".

Seguía con mi idea de tener las armas de apoyo en su sitio, atrás dánonos cobertura mientras que los demás se retiraban. Pero la invitación de Man o'War era clara y yo... sí, deseaba estar a su lado y no solo demostrarle de lo que estaba hecha, sino asegurarme de que salía de esta. Me importaban todos, a fin de cuentas eran mi equipo y me gustaba volver a casa con todos vivos. Maltrechos algunos pero vivos.

Pero Man o'War se había convertido en alguien especial y si le perdía...

Nada más salir de la cárcel y enviar el mensaje por el walky, empezamos a correr a toda velocidad por la calle hacia el andén del tren. Los tejados estaban llenos de adversarios dispuestos a arrancarnos la cabeza. Entre nosotros y el tren salvador estaba el resto del grupo. Justo en ese momento, Irina habló por el walky.

-A buenas horas lo dice.

Miré hacia atrás y vi al líder, junto a un buen rebaño de short heads, arengando a los suyos para venir a por nosotros. Ya no podíamos volver a la cárcel, sólo avanzar hacia el andén. Por delante iban Snake y Desolation, seguido de los demás y yo cerraba la comitiva.

-"¡Avanzad, rápido! No miréis atrás."

Sin parar de correr, saqué un par de granadas y las tiré hacia atrás. Los primeros perseguidores se encontrarían un lindo regalito explosivo. En un momento adelanté a casi todos, debido a mi gran forma física. Si alguno se quedaba atrás, sería su perdición. Lo único importante era llevar a la Presidenta al tren y salir de aquí con ella viva. Vi que un tipo e Irina se acercaban a nosotros, disparando y matando a varios locos. Al mirar a mi grupo, vi que Snake estaba dejando atrás a la Presidenta y frené un poco el ritmo.

El caos se había adueñado de la situación. Los dos grupos parecieron converger en el centro de la calle, pero los civiles desarmados, entre los que estaban la Presidenta, parecieron estar sufriendo más de la cuenta. Al ver que ésta se retrasaba, Snake se lanzó en su busca. 

Jericho lanzó un par de granadas para cubrir la retirada, aunque su puntería no fue lo suficientemente buena como para impedir que siguieran llegando más locos. Sin embargo, se deshizo de todos cuantos fueron apareciendo a su paso.

Al mismo tiempo, en el otro lado, Vasquez retrocedía hacia el andén para ir en busca de las armas y proteger la retirada. Se le había encasquillado el rifle, por lo que ahora solo disponía de una pistola.

Mientras tanto, Grace se había unido a la lucha. Si alguna vez había dudado en cómo saldría de aquella situación, ya lo tenía claro. A tiro limpio.

No rechacé su invitación, de hecho, sabía perfectamente como funcionaban su arma y la mía. La smartgun era grande, pesada, con una gran cadencia de fuego y alcance, mortal en distancias cortas, pero lenta en manejo. La mía era ligera y rápida, con alcance más corto pero me permitía moverme con soltura. Así que no tardé alcanzarle.

- ¡Estoy a tus nueve, Gruñiditos! - Le exclamé. Ese era mi sitio, donde podría cubrirle y ocupar su lado más débil. - ¡Seré tu ojo izquierdo, hermano! - Porque eso éramos ahora, hermanos de armas.

Me importaba una mierda que fuese un criminal y que yo tuviese que detenerlo. Aquello había surgido así. Además, no solo confiaba en él, sino que me daba una sensación de seguridad plena estar a su lado y estando tan cerca... podría evitar que le ocurriese algo malo ¿no?

- ¡Déjala respirar un poco! - Le grite. - ¡Dispara a ráfagas, Gruñiditos! ¡Es como los hombres! ¡Si la sobrecalientas se parará y habrá que esperar un rato para volver al juego!¡Ya me entiendes!

Le miré de reojo dándome cuenta de que si le perdiese, me hundiría por completo. No esperaba que eso me ocurriese nunca y menos con alguien como él. De hecho si llegué a pensar que quien lo tendría fácil sería Snake simplemente por el hecho de haber sido mi héroe y mi amor de adolescente. Pero hay cosas que no se pueden preveer y...

- Olvídalo, Grace. Eso va en dos sentidos y esto solo va en uno.

Aún así,  permanecí a su lado, disparando a todos aquellos que aún se movían y lanzaban contra nosotros, cubriendo su lado ciego y tratando de que nadie alcanzase al grupo que teníamos de frente.

Y entonces fue cuando vi a Snake correr a por la Presidenta. - Maldita puta. - Mascullé al darme cuenta de que era ella quien frenaba el avance del resto.

Snake se percató de que la Presidenta no podría hacerlo sola. Pese a que parecía una mujer curtida, lo podía ser en los despachos, porque lo que era en un campo de combate, no lo era para nada. El buscavidas retrocedió hasta donde se encontraba aquella mujer. Los disparos de Serpiente no parecían estar teniendo demasiado éxito. Por mucho que disparaba, los salvajes seguían avanzando. Algunos caían y eran reemplazados por otro de aquellos cabrones hijos de puta, otros simplemente parecían ignorar el dolor y la mayor parte de las balas se perdían lejos de su objetivo.

Serpiente tuvo que rodar por el suelo para esquivar a aquellos asesinos armados con todo tipo de objetos punzantes y cortantes. A punto estuvieron de cortarle el cuello o de clavarle algún puñal, pero finalmente Plissken logró esquivar la muerte y alcanzar a la Presidenta. Entonces la tomó con fuerza del brazo y siguió disparando para abrir una brecha y poder avanzar junto con ella hacia el transporte.

Por suerte, las piernas de Adrienne Forsyth se movieron y lo hicieron rápido gracias a la guía de Snake. Ambos comenzaron a avanzar, esquivando a unos y a otros, evitando que aquellos dementes les acuchillaran. Sanke tuvo que detener las embestidas de los salvajes a base de patadas y puñetazos y algún que otro golpetazo de culata con su arma. Aquello era un verdadero infierno, pero de momento seguían vivos. De momento...

- ¡Espabile señora Presidenta! - Le recriminó. - ¡Mueva ese culo, joder!