Partida Rol por web

Octus pone cara de sorpresa y ladea la cabeza mirando a la oficial.

Supongo que se refiere a si nos habían arrojado antes en una cápsula enana que se pone incandescente a través de una atmósfera que podría desintegrarnos, para finalmente caer en la tierra como un pedazo de mierda estratosférica con un batacazo de mil demonios.

Sonríe.

No, nunca he saltado y no me importaría que siguiése así.

El arbites nacido y criado en una colonia nunca había viajado en una nave. así que mucho menos realizado un salto orbital. La idea le ponía nervioso y no le gustaba un pelo.

Cuando lo va a explicar, Octus hace un relato bastante correcto: Si, más o menos es eso pero no van a bajar en una cápsula sino en un transporte. Cuando hay corrientes y mal tiempo se deja caer la nave unos cientos de metros para luego encender los motores ¿El resto han saltado?, esta vez mira a Arcturus imaginando que él si.

Algunos saltos protocolarios dentro de mi curriculúm...-Comentó de pasa ahora que comprendía el concepto mas sofisticado de ser lanzado cual mierda espacial a un pedazo de tierra abandonada de la mano del emperador.

La oficial os dirige una mirada condescendiente y dice: ¿Les gustaría tomar un sedante?, y saca un bote de pastillas azules, Con esto no lo pasarán tan mal.

¿Dogas gratis? ¿En serio? Pregunto encarando una ceja. Deme una a ver que tal. Siempre estoy abierto a nuevas experiencias. Digo mientras la tomo y me la guardo en un bolsillo SIN TOMARMELA y pensando en posibles usos futuros de dicha pirula.

Octus coge la pastilla, pero como no sabe lo que les espera abajo, prefiere no tomarla y siguiendo el ejemplo de Tarkov, se la guarda.

Este Tarkov es más listo que el hambre....

Observo las pastis, y hago una negativa con la mano.

-No serán necesarias para mi, no es el primero que hago...

A mi no me da miedo, quiere abreviar? tengo ganas de que esto termine de una vez.

Dice Victus con cara serio y los brazos cruzados, pero a la vez se le puede respirar su tranquilidad y armonia

Estamos todos listos, señorita.-Afirma con un asentimiento de cabeza Yuri.

Zachariah sigue el ejemplo de sus compañeros, pero él sí toma el sedante...

- Ustedes mismos, dice la oficial encogiendo los hombros cuando algunos no os las tomáis inmediatamente.

Os lleva hasta la compuerta de la lanzadera y cuando habéis entrado la cierra.

El interior del transporte ligero es estrecho e incómodo, con duros asientos metálicos y correas acolchadas pesadas que evitan que los pasajeros salgan despedidos durante el agitado descenso. Cuando todos os habéis sentado, una voz fría  y mecánica inicia la cuenta atrás para el descenso a través de un vocotransmisor: diez, nueve, ocho, siete, chssss de pronto salta algo de estática, uno...la compuertas de la bodega de carga se cierran con un silbido estruendoso y finalmente el transporte cae al vacío de espacio con una fuerte sacudida que comienza a revolveros las tripas. La gravedad cae a cero dentro del transporte y todos los objetos sueltos flotan a la deriva. Al cabo de unos instantes un rugido ensordecedor procedente de los motores del transporte indica la reentrada en la atmósfera.

El estruendo del exterior de la nave y las vibraciones del interior imposibilitan todo intento de comunicación. La lanzadera se zarandea horriblemente durante al menos treinta minutos.

Octus apreta los dientes y se agarra fuertemente al arnés, pasando un rato de lo más desagradable y rezando al Emperador todos y cada uno de los salmos que recuerda.

El adormilado Zachariah apenas se entera del viaje.

Me sentía cómodo en aquella caída, y observaba a los demás sus gestos.

A Victus le subia y bajaba la comida por el aparato digistivo, pero supo mantenerla dentro de su cuerpo lo que duró el trayecto

No fue una experiencia nada agradable. Tanto salto y tantas vueltas me revolvieron el estomago y no pude evitar que la presión hiciera que echara la pela entre mis botas. Buagggg, pero que guarrada... Pensé mientras recibia toda la fuerza del viaje.

Después de lo que parece un lapso interminable de tiempo, las vibraciones se reducen y disminuye el estruendo de los motores, permitiendo de nuevo la conversación dentro del transporte. La intensa luz del día se cuela por la ventana de visualización.

El transporte ligero se posa en una de las plataformas de aterrizaje de lo que suponéis es Puerto Amargura. Mientras los motores se van a pagando poco a poco, la voz metálica vuelve a sonar por el vocotransmisor: Fin del viaje, prepárense para desembarcar.

Os levantáis y cogéis vuestras cosas; Yuri y Tarkov se limpian como pueden pero no son capaces de evitar un cierto olor agrio en su ropa y las manchas amarillas.

La escotilla se abre, dejando entrar una luz cegadora y revelando el humeante campo de aterrizaje. La pista se presenta calcinada y ennegrecida por innumerables motores de transportes y lanzaderas. Toda la plataforma está cercada por una alambrada de gran altura y por encima de ella se yerguen los ominosos muros metálicos del asentamiento de Puerto Amargura.

El aire apesta a sustancias químicas, propelentes y productos de limpieza pero por debajo de los olores que cabría esperar en un sitio como éste captáis un tenue y agradable olor a hierro.