Los días pasan muy lentamente, el tiempo se hace eterno y el hecho de estar encerrado y encima en una nave viajando por la disformidad solo acrecienta la sensación de claustrofobia. Sebek aparece tres veces al día para llevaros a la cocina para comer; allí os sentáis apretados entre marineros e ingenieros que os ignoran hasta el punto de haceros el vacío.
Y luego está el ruido, el constante entrechocar de piezas mecánicas que podrían estar funcionando correctamente o a punto de desmontarse, siempre chirriando tras las placas de plastiacero, suficiente para volver loco a cualquiera.
Repito una descripción que le había puesto a Rabalias para que los demás os hagáis una idea del viaje.
Tras varios días de continuos movimientos y vibraciones, notáis una repentina sacudida y una sensación escalofriante de vértigo que solo puede significar una cosa: el Cielo de Bronce ha salido de la disformidad. Al cabo de unos minutos, el pálido sobrecargo se asoma por la escotilla con ademán ostentoso y os recomienda: Recojan su equipo y os preséntense en la bodega de proa 2/DZ015 para desembarcar en Iocanthos. Os espera sonriente para guiaros por la nave.
Dejo hasta mañana para que hagáis algún comentario o preparativo.
¿Dijo que desembarcaríamos en Puerto Amargura? ¿Allí se deja también la carga o la nave tiene otro destino en el planeta?
- El cielo de Bronce no puede atracar en Puerto Amargura así que el intercambio de mercancías se hace con lanzaderas, responde Sebek
Albrek se levanta cogiendo sus cosas y se acerca hacia el capitán.
- En cualquier caso me alegra poder salir y estirar un poco las piernas. ¿Quien nos guiará hasta la lanzaderaa Puerto Amargura?- pregunta
Este último y repentino cambio en el plan no le gustaba nada al sacerdote, de hecho se le notaba bastante tenso mientras aguardaba una respuesta.
Muchas gracias Sebek, ya puede continuar con u trabajo. En seguida iremos.
El asesino esperó a que el tripulante se fuera para hablar con los demás
En cuanto descendamos debemos reunirnos con Aristarchus. Él sabrá más detalles y nos informará de la situación en el planeta.
¿Quién llevaba la placa de daos con lo misión?
Yo también me encontraba incómodo después de tanto tiempo ahí encerrado cual bichejo en conserva de modo que, aunque no lo exterioricé lo más mínimo, me alegré de que por fin fuéramos a abandonar ese sitio. Me uní al resto de compañeros tras comprobar que llevaba todas mis pertenencias.
Durante el trayecto no había parado de observar al tal Rabalias. Era una sensación extraña, ya que parecía como si su cara le sonara de antes. Sin embargo no le dió la menor importancia, parecía como cualquier otra rata que hubiera detenido antes de entrar a formar parte de la Inquisición. Le tendría vigilado...
Supongo que Albrek, que es quién la cogió.
Sebek os conduce hasta la bodega de proa 2/DZ015, un compartimento largo y estrecho con un techo abovedado situado a gran altura en el que hay atracado un transporte ligero de modesto tamaño, un vehículo utilitario diseñado para transportar mercancías y personas desde la órbita hasta la superficie de un planeta. La escotilla de acceso ya está abierta, probablemente en espera de que subáis a bordo, mientras varios estibadores terminan de introducir cajas de suministros y demás cargamentos para la nave.
Entrega una placa de datos al oficial de cubierta y luego os dedica una reverencia aduladora: Honorables invitados, ahora deben marcharse, y desaparece por la entrada que habéis llegado.
Cuando el sobrecargo se va la oficial de cubierta se vuelve cabreada y dice: ¿Alguno de ustedes ha saltado antes?
Tú si estás acostumbrado. SI os pregunta eso es porque debido a la climatología, gravedad, defensas planetarias, ... se va a dejar a la lanzadera en caída libre durante parte del trayecto. Suele ser mareante para gente que no lo ha hecho nunca.
Caín le dedicó una preocupante mirada a Atellus.
Tal vez el soldado...
Ando con el resto del grupo hasta la bodega, indicada. Los viajes con cama y a gastos pagados siempre son de agradecer. Cuando el oficail pregunta sobre si alguien ha saltado de una lanzadera, me acuerdo de las incursiones que haciamos en esas naves cuando estaba en la G.I.
De repente reparo en la mirada de cain, No te preocupes, estas cosas siempre son coser y cantar, ya he saltado varias veces. Marea un poco pero nada del otro mundo. Creo que sobrevivire sonrio devolviendole la mirada a Cain.
Saludo a Sebek amablemente y predispuesto a abandonar este maldito viaje que mas parecía un cautiverio. Todo iba bien hasta escuchar lo de "saltar". -Esteeeem, disculpe... pero como es eso de saltar?-
La oficial os dirige una mirada condescendiente y dice: ¿Les gustaría tomar un sedante?, y saca un bote de pastillas azules, Con esto no lo pasarán tan mal.
Decidme quién acepta
No, gracias. Una vez tomé sedantes para un monorraíl minero, no me gustaron los efectos secundarios. Creo que me arriesgaré con el mareo espacial.
A ti no te hacen falta, de hecho puedes hacer cualquier cosa: dormir, hablar, rezar, cantar, ...
Ante el ofrecimeinto de unas pastillas para llevar mejor el viaje... No se precocupe, yo no necesito de eso, incluso creo que podria hasta dormir mientras descendemos, aunque me gustaria poder desayunar, pero el movimiento de la nave no me lo permitiria.
No se moleste señorita. Lo soportaré. Y sino, no me da vergüenza echar la papilla. Cada uno hace lo que sabe. Usted sabrá de esto, pero yo sé de matar herejes. Seguro que en mi situación sería usted la que echara la papilla enfrentándose a demonios.
Me encojo de hombros restándole importancia al asunto, y le sonrio dulcemente. Bueno, todo lo dulcemente que mi sarcasmo me permite, claro.
Rechazo con un gesto de mi mano y una negativa de mi cabeza. Por más que el mareo espacial no fuera plato de buen gusto para nadie, antes me arriesgaría a eso que a ingerir ningún tipo de pastilla ofrecida por una extraña. Estaba plenamente preparado para continuar.