Partida Rol por web

La escolta de honor organizada por el comisario Nihilius os deja un buen sabor de boca. Al parecer os ha reconocido el mérito de entrar y acabar con el origen de la mutación. No es una recompensa a vuestras penurias pero si cierta satisfacción.

Cuando entráis en la lanzadera, un suboficial de la armada os recibe y os indica vuestros asientos, tras lo cuál desaparece por una compuerta que da a un pasillo hacia la cabina. La lanzadera puede albergar a unos doce pasajeros pero os fijáis que la forma de los asientos permitiría que algo más grande pudiera abarcar dos.

En uno de los asientos un individuo con una túnica gris os mira mientras entráis y os acomodáis.

- Bienvenidos acólitos, dice con voz grave. El maestro envía saludos y su complacencia por lo resultados de la misión, en esta saca un sello de la Inquisición con un símbolo que habéis visto ya varias veces: el del inquisidor que nunca habéis conocido personalmente.

Albrek no puede evitar caminar erguido y orgulloso por el trabajo que han realizado en las minas. Al entrar en la lanzadera el sacerdote mira fijamente al hombre de gris y le saluda con una leve inclinación de la cabeza.

- Es un honor para nosotros el ser elegidos para purgar a los mutantes y ayudar al imperio - contesta de manera fervorosa.

- El camino de la Inquisición es duro y difícil de sobrellevar, que el emperador nos proteja.

En este momento lo motores alcanzan la potencia suficiente para el despegue y notáis la presión que os hunde en vuestros sillones. Tras unos segundos de subida vertical la lanzadera se impulsa hacia el horizonte inclinándose hacia el espacio.

- Mi nombre es Gramen y el inquisidor me ha pedido que os conduzca hacia el carguero El Cielo de Bronce para vuestra siguiente misión. en esta placa de datos tenéis lo detalles - os pasa la placa apagada.

- Mas duro será para aquellos que osen desafiarnos, pues recibirán su justo castigo- responde mientras coge la placa de datos que les tiende Gramen.

- La misión que nos va a ser encomendada esen el carguero?- pregunta mientras enciende la placa para revisar el informe de misión.

- No, es solo un transporte que os llevará al planeta Iocanthos.

El reto que todos mis días al servicio de la Inquisición había estado esperando al fin ponía punto y final, al menos eso es lo que en un principio podría parecer. Nada más lejos me repetía, el reto acaba de comenzar. No era un tipo que se dejara agasajar con palabras de agradecimiento ni lisonjerías, el simple placer del trabajo bien hecho era recompensa más que suficiente para mí, de modo que permanecí impasible ante los comentarios aduladores a su persona.

Tomó asiento en la lanzadera y miró a sus compañeros acólitos con los que había sobrevivido a aquella infestada mina y comenzó a verlos como merecedores de su cargo, no como presintió al principio cuando los encontrara ahí abajo engullidos en la oscuridad. Sabe el Emperador que de no haber estado advertido por el Inquisidor de que después de él vendrían otros acólitos, no habría dudado en apretar el gatillo ante la más mínima duda de corrupción en sus almas.

De todas formas todo aquello era agua pasada y el hecho de que aquel individuo ataviado con una túnica del color de la ceniza estuviera allí con ellos lo afianzaba aún más. Escuchó sus palabras en silencio y después prestó atención a la placa de datos que Albrek había ya recogido.

Caín no soportaba las naves. Eran lugares estrechos y exageradamente artificiales expuestos muy a menudo a los peligros del vacío. Se movían, emitían gases, y a menudo olían pero que las cloacas de los mundos colmena -o que la colmena Sibellus- recordó. Y cada vez que recordaba la colmena Sibellus recordaba al psíquico y aquella visión demoníaca, se movió nervioso en su asiento.

Mezcla de sentimientos, el alivio de abandonar aquel asqueroso planeta minero, Sepheris Secundus, lleno de escoria sierva y arrogantes nobles, y la desilusión de ir a Iocanthos, planeta sin leyes ni gobierno lleno de ignorantes armados hasta los dientes. Caín esperó a que Albrek leyera el informe de misión para echar él mismo un vistazo.

Sofocar los disturbios. ¿Contactar con un vidente? Un viaje terrestre en ambiente hostil, asunto problemático. Orland Skae, sacerdote de éxito. Mundo salvaje, posible presencia de psíquicos en aspecto de chamanes tribales.

¿Son muy comunes los psíquicos entre el pueblo? ¿No se procesa a estos individuos?

El acólito espera antes de contestar no sabiendo si la pregunta va dirigida a él: Las Naves Negras recogen a los psíquicos en los planetas pero con esa falta de presencia del Administratum y otras fuerzas imperiales en Iocanthos es difícil saber si han entregado a todos. Además no podemos eliminar a sus chamanes así como así y esperar que sigan las leyes del Imperio.

No pretendía ser descortés, -se disculpó el asesino- sólo me gustaría prevenirme sobre el posible encuentro con psíquicos no autorizados.

Cuando me acercan la tabla de datos, no hago nada más que ver una serie de jeroglificos ajenos a mi conocimiento. Por lo que me quedo callado y aferrado con ambas manos a la butaca de la nave, ya que en mi planeta natal no teníamos y no estába aún demasiado acostumbrado a los viajes espaciales. Eso si no dejaba de mirar la estructura y distribución de la nave de forma curiosa. Ya que nunca había estado en una de ese tamaño y forma.

Otra misión, y no nos dejan ni un puto respiro... ¿se piensan que somos sus esclavos?

Sonrio ante mi pensamiento, porque era algo muy parecido. Al menos en mi caso.

Mis compañeros quizá estan por fe, o simplemente por disparar el arma más grande que podían encontrar, o por el placer de matar, o por no tener un sitio donde caerse muerto. Yo sin embargo... tuve un par de cojones. Claro que si. O el emperador o yo. Y el emperador no pudo conmigo. Bueno, no quiso, pero a veces el autoengaño funciona. A veces.

El caso es que la otra alternativa a alistarme era la muerte. Y después de sobrevivir yo solo en aquella puta nave, rodeado de putos alienigenas... ¿Tan fácil se lo iba a poner al destino? Y un huevo. Al menos me llevaría a todos los que pudiese por delante. El destino quiso que fueran herejes, pues así sea.

Y ahora había que enfrentarse a psíquicos. Y yo sabía de lo que eran capaces... yo mismo obraba milagros a veces... eso cuando no salía el tiro por la culata. Mal rollo...

Leo por encima la placa de datos.

Bueno, entonces en resumen, tenemos que hacer caso al vidente, y cargarnos a quien se oponga a la construcción de la catedral, ¿verdad? ¿O lo he simplificado demasiado?

No sé qué dirán, pero a mi me parece un muy buen resumen.

- No sé cuál es la misión ni puedo aportaros más datos, dice Gramen más como un hecho que como una disculpa

Albrek repasa la placa de datos varias veces, tratando de memorizar cada dato importante de la misma, pero cuando Zaddion hace su resumen, el sacerdote no puede evitar una sonrisa.

- A groso modo si Zaddion, pero me preocupa en suma el asunto de los psiquicos, hemos visto lo que esos dones pueden hacer, asi que habrá que ir con sumo cuidado. De todos modos, cuando lleguemos a Puerto Amargura podremos recabar algo mas de información antes de adentrarnos en el planeta en una u otra dirección.-

- Conforme - dije solitariamente con resolución en el tono de mi voz.

No tenía nada que argumentar. Si esas eran las órdenes del Inquisidor, Christoph el arbitrador las haría ver cumplidas. Me acomodé en el asiento mientras mi cuerpo se preparaba para el resto del viaje y mi mente repasaba la información recogida en la lectura de la placa de datos.

Zaddion, ¿es posible controlar los poderes de forma segura sin haber sido...elegido por el Emperador?

Puerto Amargura, un nombre precioso.

¿Y éste? Menuda preguntita... ¡y yo qué cojones sé! Ni que fuese una placa de datos andante...

Me sale una sonrisita imaginando a una placa de datos con ciberbrazos, como algunos implantes de Teccus.

Pues no tengo ni idea, pero quién juega con fuego se acaba quemando, tarde o temprano. Vosotros podéis dar a gracias a que yo he tenido suerte y no se me han desbocado mucho mis poderes, porque... Manipular la disformidad conlleva muchos riesgos. Ojalá no nos topemos con incidentes graves...