Partida Rol por web

Angrend y Ok-Sar se preparaban para atrapar al técnico de seguridad. Sabían donde vivía y que solía visitar la mansión probablemente para poner al día los sistemas cada cierto tiempo. Hasta donde Angrend había averiguado cuando el tipo era requerido por los Decados le enviaban un vehículo con chofer que lo recogía en su casa y lo llevaba por la Vía Prima hasta la mansión.

La Vía Prima era una de las calles principales de Bizantium Secundus. Un lugar muy concurrido tanto de día como de noche por vehículos de todo tipo, incluso algún aerodeslizador¹. La casa de Rainias estaba a unos veinte minutos en coche de la mansión de Seraya, en una zona privilegiada aunque relativamente discreta, apartada de la Vía Prima.

Parecía que los Decados le pagaban lo suficiente como para no tener que compartirlo. De vez en cuando el mismo vehículo de los Decados lo llevaba hasta el Astropuerto sin duda para revisar los sistemas de seguridad del satélite astillero que tenían en órbita.

Si tenía algún otro cliente o iba a algún sitio en su tiempo de ocio era algo que Angrend no había tenido tiempo de averiguar.

Si todo iba bien los Decados no llamarían a Rainas hasta al menos un par de semanas, lo cual les daba margen de maniobra para raptarle y conseguir la información que querían. Claro que también podía ser que fueran a buscarlo ahora mismo y toda la misión se iba a la mierda.

-Confiemos en el emperador.- Susurró el asesino.

El vehículo para volver estaba aparcado de manera correcta, en un lugar que no llamaba la atención, para que a nadie le diera por preguntarse qué hacía allí. Bueno, todo lo que podía ser no llamar la atención en un lugar como aquel.

-Al tipo deben pagarle muy bien. Se nota la opulencia del lugar. Tendremos que ser de lo más discretos y sutiles.-

Lo mejor eran los clásicos. Esperar a la noche y adentrarse en la casa. Seguramente era el momento en que estaría más protegido, pero te evitabas posibles miradas indiscretas.
Llevaban visores nocturnos para las zonas en las que la luminosidad brillase por su ausencia, y se acercaron por la parte de atrás para saltar el muro que rodeaba a la casa.
Angrand examinó la zona en busca de cámaras y sensores antes de encaramarse al muro.

Ok-Sar sabía conducir y no había preparado un vehículo, sino dos. Uno para salir del lugar y otro en un lugar comprobado sin cámaras para trasladar el paquete y destruir el primer vehículo y que no encontraran ni rastro de ellos. Había llevado a Angrend y estaba más que preparado para la misión. Todas sus pesquisas habían salido mal y quería compensarla con operaciones impecables. 

—Y comprobemos todo dos veces —respondió a eso de confiar o no confiar. 

—Tendremos que tener cuidado con la seguridad. No va a tener su casa desprotegida si se dedica justo a eso. 

Ok-sar podía ser grande pero con el equipo urbano era una auténtica sombra. 

Escondidos en las sombras atendían la casa. Estaba rodeada por una muralla de piedra que alcanzaba casi los dos metros de alto festonada con pinchos. La verja principal daba a una calle por la que circulaban los vehículos, una transversal de la Vía Prima. Había un callejón peatonal que iba por uno de los lados mientras que otra calle para vehículos, de un único sentido pasaba por el otro. La parte posterior de la muralla daba a otra calle peatonal, más estrecha, que colindaba con otras casas cercanas. Allí era donde de momento permanecían ocultos los dos futuros asaltantes, camuflados en la total oscuridad sin que nadie les prestase atención.

Angrend había localizado una cámara en cada esquina de la muralla. Estaban sobre unos postes elevados clavados en el interior de la finca. Finca que, por otro lado, debía ocupar un espacio de unos cien metros de longitud por cada arista. Por su altura las cámaras hacían un barrido de todo el área pero el asesino había detectado un patrón durante el cual había una zona ciega en el muro posterior. Apenas una ventana de oportunidad de unos segundos pero tendría que ser suficiente. Estaba claro que si se introducían en el jardín debían esperar más problemas. Dudaban mucho que se aplicase aquel cuento de 'en casa del herrero cuchillo de palo' con gente como Rainas.

Angrend le señaló a Ok-Sar las camaras, y tras indicarle la ventana de tiempo que tenían sólo era cuestión de aprovecharla y saltar el muro.

-Claro, que dentro seguro que tiene más cosas. Lo mejor será echar primero un vistazo y asegurarnos de que tenemos un lugar para esperar dentro.-

En cuanto la camara dejó el hueco Angrend se movió como el rayo. Saltó para impulsarse contra la pared y de una forma bastante sencilla se agarró al muro y se encaramó. Una vez arriba hechó un vistazo buscando un lugar donde poder parapetarse, y así seguir su avance al interior de la casa. Y tenía que ser rápido, pues la camara retornaba a su posición y tenía que volver con Ok-Sar para contarle lo que había.
Así que una vez visualizado se dejó caer y llegó a la zona segura justo al límite de tiempo.

El asesino se movio a gran velocidad. En cuanto estuvo encaramado registró todo con gran profesionalidad: había un par de setos que podrían valerles de cobertura. Y una puerta trasera en la casa. Pero además resultaba que una parte de la casa tenía una pequeña terraza en lo alto, donde veía otra puerta.

Claro que no se le escapó en esa mirada los sensores que ambas puertas tenían encima. Era tecnología cara, de la Segunda República. Eficiente. Había pocos técnicos capaces de mantener al día ese tipo de material tan caro y exclusivo. Definitivamente: allí no se aplicaba lo de 'en casa del herrero...'.

Las ventanas no tenían sensores pero estaban cerradas desde dentro. Y las cámaras. No podían olvidar que las cámaras enfocaban la parte trasera de la casa.

Angrend llegó hasta donde se encontraba Ok-Sar y le comentó sus descubrimientos.

-Hay un par de arbustos donde guarecerse, y poder llegar desde allí hasta la casa cuando la rotación de las cámaras lo permita. Pero el problema son las puertas.
Tienen sensores. Y aunque puedo desconectarlos, dudo que lo haga con la suficiente rápidez para que las cámaras no nos capten. Al menos la puerta de abajo. En la terraza hay otra, y me parece que ahí no tienen visibildad. Aunque tiene sensor obviamente. Creo que es nuestra mejor opción. Subir hasta la terraza, desactivar el sensor y entrar desde allí.-

—¿Y si lo hacemos sin entrar por una puerta? —dijo Ok-Sar— Echamos ácido en un círculo en la terraza, sujetando el trozo de techo y lo levantamos por la fuerza. 

El hombretón era partidario siempre de métodos bastante directos, había veces que si protegían un lado con un escudo, sólo se necesitaba disparar a otro.

—Tendríamos que subir a la terraza igualmente, pero sería mucho más rápido. 

Angrend miró con cara de asombro a Ok-Sar.

-¿Acido? Tendría que ser un ácido muy potente, y rápido de acción, para atravesar el techo. Más silencioso que un soldador industrial, y no tendríamos que interactuar con los sensores de la puerta. Pero...¿Has traido algo así? Porque yo no.-

Tanto si el tema del ácido resultaba, como si no, lo primero que tenían que hacer era salvar el muro y escalar la fachada hasta llegar a la terraza, con algunas paradas en medio para ocultarse de las cámaras claro. le indicó a Ok-sar los tiempos que tenía que esperar y donde ocultarse después de saltar el muro. Y se puso en movimiento.

Primero el muro, otra vez, aunque ya lo tenía tan de la mano que pareció que simplemente andaba por la pared hasta llegar arriba. Una vez en lo alto saltó con una voltereta para llegar a los setos que les daban cobertura. Esperó aque las cámaras se movieran de nuevo y tras una rápida carrera llegó hasta el muro de la casa anexada a la principal. Subir al techo de ella, y luego desde allí a la terraza era bastante sencillo. Pero por si acaso se quedó en el alfeizar de la barandilla, sin tocar al suelo, mientras echaba un vistazo ahora que estaban cerca. No fuese que hubiera algo más en la terraza aparte del sensor en la puerta.

La fama de Angrend como asesino era más que merecida. Ver como aquel individuo trepaba el muro sin problema, se deslizaba rápidamente sincronizándose con las cámaras y luego alcanzaba la terraza en un par de movimientos más hacía parecer que la infiltración estaba tirada. Ok-Sar no lo tenía tan claro. Mientras esperaba el momento exacto para comenzar aquel arriesgado baile de entrada echó su mano a la mochila donde llevaba el ácido que tanto le había costado conseguir.

Por su parte el asesino comprobó que en la terraza no había sorpresas adicionales: ni detectores de movimiento, ni secciones de presión, nada salvo un cableado que salía del marco de la puerta que había en la terraza y que sin duda era algún tipo de alarma conectada a la misma.

Ok-sar trepó como un mono el muro a pesar del peso de todo el equipo que llevaba. Avanzó por el jardín por una serpiente y volvió a trepar igualmente el nuevo muro. 

Allí llegó y sacó un frasco hecho de un metal que no se comía él ácido que tenía dentro. Recordó dónde lo había conseguido. Entre sus múltiples víctimas se encontraba una banda de mafiosos, sí, de esos que demandaban protección y te rompían la tienda si no se la pagabas, eran todo un gremio en las sombras dedicado a la extorsión de los débiles. Una vez se había infiltrado como matón de un gremio rival en una "conferencia" y poco a poco habían averiguado cosas sobre ellos hasta acabar con toda la banda. El gremio, de forma frecuente, tenía que hacer desaparecer un cadáver, uno de un rival o de un traidor. Y en vez de hacerlo de la forma habitual, con un horno, lo hacían con potente ácido que fabricaban en el mismo laboratorio donde también fabricaban drogas. 

El producto no dejaba ni los huesos. Ok-Sar se lo enseñó a Angrend y señaló al suelo. Sólo había que hacer un círculo.

Parecía sencillo así que no lo discutieron mucho más. Primero dejó caer una cantidad suficiente como para que se formase un agujero que sirviera de 'asidero' para que el trozo de suelo no cayese al suelo con estruendo. Luego, mientras Angrend sostenía la piedra, Ok-Sar fue dibujando el resto del trazado hasta tener el espacio suficiente como para poder pasar. Por suerte el suelo no era excesivamente grueso así que no fue complicado realizar la operación.

Una vez hecho esto Ok-Sar se asomó por el techo de una habitación que parecía una sala de trofeos de caza. Había varios animales alienígenas disecados, varios de ellos de tamaño considerable. Al parecer Rainias era un cazador consumado. Habría que tener en cuenta ese detalle si se corroboraba, ya que quizás el técnico de seguridad no fuera una víctima tan inofensiva como pudiera parecer.

Mientras los dos operativos se descolgaban echaron un vistazo a la sala. Aparte de una ventana cerrada con contras la otra salida de la misma era una puerta de madera común.

La verdad es que la idea del ácido no resultó descabellada al final, aunque Angrend seguía pensando que el agujero iba a ser un tanto sospechoso. Pero bueno, ya estaba hecho.

Al bajar a la habitación se quedó un poco extrañado cuando vio tantos animales.

-Qué raro. No me dió la sensación de ser un tipo de acción.-Pensó el asesino ante aquel panorama. Después se impusieron los instintos y se acercó a la puerta para escuchar antes de abrirla. No había que confiarse, y menos después de ver la sala de trofeos. Pegó la oreja a la puerta y escuchó.

La clave había sido sujetar el pedazo de techo, en un lugar donde no había viga, para subirlo y apartarlo a un lado. Luego habían podido bajar. 

Ok-sar sacó su arma y cubrió la puerta de madera mientras el asesino escuchaba al otro lado. 

—Si no escuchas nada, registra mejor primero estos trofeos y toda la sala y yo cubro la puerta. Vamos paso a paso y tratemos de no encontrar ninguna sorpresa —susurró. 

Seguramente Angrend podría encontrar cualquier dispositivo que hubiera en los trofeos mejor que Ok-Sar. 

Después de escuchar tras la puerta y asegurarse de que no les habían oído entrar, asintió a Ok-Sar y examinó con detenimiento la habitación. A él también le escamaba, aunque no podían tampoco perder mucho tiempo allí.

Angrend puso su oído en la puerta y escuchó el ruido de una radio en el piso inferior. Era música de cámara, solemne. Intentó discernir movimiento pero no fue posible. Quizás el dueño de la casa estuviera cómodamente relajado en su salón escuchando algo de música sacra. Sería mucha suerte para créerselo. O no. ¿Qué motivos podía tener para esperar una incursión en su casa? Cualquier ladrón, visto el despliegue de seguridad, asaltaría un hogar menos protegido y más lujoso.

Aún así mientras Ok-Sar aseguraba la puerta el asesino revisó los trofeos. Pudo ver varios desgarros cosidos en las criaturas más grandes. Desgarros de una cimitarra. Si su anfitrión era el cazador le gustaba el combate cuerpo a cuerpo contra presas peligrosas. Eso es algo que deberían tener en cuenta.

Regresó a la puerta y comprobó que estaba abierta y sin ningún tipo de seguridad adicional, cosa que no le extrañó. No es que fuera una gran cámara del tesoro. Al entreabrirla ligeramente vio un pasillo que terminaba, a unos doce metros, en unas escaleras que descendían. Al lado derecho, desde su perspectiva, había unas puertas dobles de madera negra. Al izquierdo dos puertas de la misma madera pero de tamaño normal. También pudo ver, junto a la puerta de la sala de trofeos una escalera estrecha que subía a la planta siguiente, sin duda al lugar que lindaba con la terraza superior.

Todo estaba despejado. Al abrir la puerta el sonido de la música tomo relevancia aunque seguían sin escuchar otra cosa.

Angrend señaló algunos trofeos, los que se veían más claramente los desgarros, y se encogió de hombros. A alguien como Ok-Sar no hacia falta explicarle lo que significaba, o podía significar, aquello. Debían tener cuidado.

Cuando miró por el pasillo no le gustó demasiado ver tantas puertas. Las escaleras de acceso de la terraza estaban descartadas, y aunque el asesino prefería ir diirectamente a por por su objetivo, creyendo que estaría abajo escuchando música, las puertas dobles le daban mala espina.

Finalmente le señaló las puertas dobles a Ok-Sar y después sus ojos, para que las controlara, antes de empezar a deslizarse cual sombra silenciosa para bajar por las escaleras.

Ok-Sar estaba igual que Angrend. No sabía a cual de las salas acudir, pero cubrió a su compañero cuando éste, de forma sigilosa, bajó las escaleras. Y cubrió más bien las puertas dobles, si alguien salía, recibiría un disparo. 

Un disparo a las piernas, que necesitábamos al tipo vivo.