Partida Rol por web

- "Por el Calendario de Setesh supongo que ahora mismo debe ser el ocaso del duodécimo día del Aire Ascendente, Año del Reino de setecientos sesenta y uno." -

"Duodécimo día..." Recordaba un juicio. El juicio contra los Inmaculados, el día uno del Aire ascendente. ¿O había sido antes? Luego fuimos a casa de Dulce Loto, más tarde a Pueblo Mu, tuve que matar al Alguacil; íbamos hacia Arrozal Número Quince cuando paramos en Minas de Jade…

Miré al anciano con gesto incrédulo. ¿Mi tormento realmente había durado tan solo un instante, unas pocas horas?

- No puede ser. Es imposible- sentencié en un tono en el que no tenía cabida la duda.- ¿Qué demonios es ese Calendario de Setesh?

- "El Sol Invicto no ilumina el firmamento en el Inframundo, ni tampoco Luna, y las estrellas tampoco son las de la Creación.

Según dicen, en un tiempo no había ninguna luz en este mundo. Tan sólo oscuridad.

Entonces llegaron los Monarcas Duales y construyeron un enorme Artefacto en el centro, en el equivalente de este mundo a la Isla Bendita, en la ciudad de Estigia. Dicho artefacto es el Calendario de Setesh, que hace que exista el tiempo, que haya noche y día, y que luzcan las estrellas de los muertos, con sus tenebrosos destinos." -

¿Cómo podía ser que hasta aquel lugar no llegase la luz del Sol Invicto? ¿Cómo era posible que existiera ese lugar sin dioses? Solo cabía pensar en una respuesta, era un mundo maldito poblado por espíritus igualmente malditos. Y ahora, al parecer,  yo también era uno de ellos.

- No me importa este mundo. Me da igual. Nada hay que me ate a este sitio. Me quiero marchar cuanto antes, y si para ello necesito aprender esos trucos, o Arcanoi, o como diablos prefiráis llamarlos, que así sea. Pero cuanto antes… Por favor.- Aquellas últimas dos palabras tardaron en salir y en su salida escocieron. Sonaron roncas, vacías, obligadas.

- "Soy el Maestro de la Escuela del Halcón Negro. En otro tiempo fui el Maestro Garra de Halcón, o al menos eso creo. Mis recuerdos están difusos.

El caso es que estoy dispuesto a enseñarte, si te conviertes en alumno. Deberás llamarme sifú, y tratarme con el respeto que se merece el maestro de una Escuela de Artes Marciales, especialmente por parte de sus discípulos.

Como no tienes con qué pagar tus enseñanzas, me conformaré con que te sientas en deuda conmigo. Sí, los muertos también pueden ser honorables y el honor es una de las principales virtudes de esta Escuela.

Conocimiento, honor y valor." -

Yo había sido Maestro Garra de Halcón cuando estaba vivo. Ya no lo estaba. El anciano me había llamado Halcón de Sombras, y Halcón de Sombras no sabía nada del mundo de los muertos y de esos trucos que decía que se necesitaban para poder interactuar con el mundo de los vivos.

Me desembaracé del resentimiento, del orgullo y del odio. Él no tenía la culpa de nada, él me iba a ayudar. La culpa era de los Yomas, de esos malditos Yomas. "Y de los Inmaculados… No olvides a los Inmaculados".

- Conocimiento, honor y valor- repetí. Un recuerdo. Había sido mi lema mientras había vivido y lo seguiría siendo una vez muerto.- Soy vuestro humilde aprendiz. Enseñadme esos Arcanoi, sifu.

- "Bien, el primero se conoce como Susurro. Verás, discípulo, se trata de manipular la Esencia del Inframundo de este modo... Así, bien. Veo que tienes potencial para el manejo y canalización de la Esencia. Así, hay que enviar un sonido a través del velo que separa ambos mundos.

Todo nos cuesta gran esfuerzo en la tierra de los vivos, además de que allí nos resulta más difícil recuperarnos. En el Inframundo, en cambio, puedes reponer tu Esencia simplemente meditando o descansando." -

Primero escuché con paciencia las explicaciones del anciano. Con atención observé lo que hacía y cómo lo hacía. Antes o después me iba a tocar repetirlo a mí, así que cuantos menos detalles se me escapasen más sencillo me resultaría. Para mí, mi anterior yo, Polluelo, aquello habría sido como enseñar a volar a un cerdo. Pero Maestro Garra de Halcón había tenido alas, había sido un halcón y había volado.

- “Pero me caí. No al suelo, más abajo, al mundo de los muertos.”

Aunque herido, el Halcón todavía recordaba cómo surcar los cielos y no necesitaba más que se curasen sus alas rotas para alzar de nuevo el vuelo.

- ¿Y cómo recuperarnos en la tierra de los vivos?- pregunté esperando que la explicación no tomase demasiado tiempo. Necesitaba regresar allí, tenía que aprender rápido.

- "Si te has quedado por aquí en lugar de entregarte inmediatamente a Lethe, como hacen la mayoría de los muertos para renacer a una nueva vida, tal vez sea porque te quedan asuntos sin resolver. Es probable que tengas ataduras que todavía te unan al mundo de los vivos.

Mira bien entre tus posesiones, deberías de tener aquellos objetos con los que fuiste enterrado en tu funeral, y además es posible que tengas otros objetos nuevos que representan a estas ataduras. A veces llamamos a esas ataduras Grilletes, pues son parte de lo que nos impide progresar hacia una nueva existencia y abandonar esta no vida crepuscular y de sombras.

Si tienes esos objetos, esas representaciones de tus Grilletes, deberías de poder reponer una fracción de tu Esencia simplemente meditando con uno de ellos en la mano. Alternativamente, si entras en la Creación en forma inmaterial y encuentras uno de tus Grilletes, el real y no el objeto decorativo que lo representa, podrías entrar con facilidad en su interior. Meditar o Ensoñarse en un auténtico Grillete proporciona aun más energía de la muerte." -

Entonces la clave eran esos objetos que llamaba Grilletes. Pero si yo los tenía, ¿cuáles eran? Revisé entre mis pertenencias recordando qué había llevado mientras había vivido, qué tenía cuando había muerto, cómo había sido cruelmente asesinado. Y el dolor, sobre todo el dolor.

- ¡¡Yo…!!- Iba a sonar demasiado brusco, pero conseguí calmarme a tiempo.- Yo no fui enterrado. Mi cuerpo debe estar pudriéndose. Al menos los restos que dejaron mis asesinos. Es a ellos a los que quiero matar. A ellos y a todos los que son como ellos.- Lo miré con intensidad-. Necesito un cuerpo. Necesito mi cuerpo. Mis manos, mis puños, mis pies… Necesito poder usarlos.- Era un ruego, una plegaría, pero no como las que normalmente piden los hombres a los dioses. No pedía que otros lo hicieran por mí, pedía los conocimientos y la fuerza para realizar esa tarea yo mismo. 

- "Intenta Susurrar ahora..." -

- "¡Impresionante! ¡Seguro que le has dado un buen susto al anciano Cho! Es inusual aprender un Arcanos en menos de una semana del Calendario de Setesh, aunque a veces los nuevos muertos conservan todavía algo del vigor de la vida." -

No me extrañé cuando Halcón Anciano se mostró sorprendido. Había sido un halcón y hasta hacía muy poco había volado, por lo que no podía haber olvidado. Precisamente gran parte de mi amargura nacía del hecho de que nunca más podría ser como había sido o convertirme en lo que podría haberme convertido. Lo que a mí me sorprendió fue la mención de un nombre.

“¿El anciano Cho?”- Por supuesto, él debía estar esperándome todavía. Le había dejado en la Escuela el día que había partido a la capital para el juicio. El pobre anciano, siempre leal a mi padre y a mí después que él. Quién iba a decir que iba a morir yo antes que él.

- ¿Cómo es que conocéis a Cho?

- "Siempre me he sentido vinculado a este lugar, y a veces observo la Escuela del Halcón en el mundo de los vivos. Conozco Arcanoi que me permiten ver y escuchar lo que allí pasa desde aquí, su equivalente en el Inframundo.

Cho lleva mucho tiempo ahí, barriendo y manteniendo la Escuela lo mejor que puede, siempre leal al Halcón, como lo ha sido toda su vida. Malvive como puede, cultivando un mísero huerto en la parte posterior de a Escuela.

Es la maldición de los muertos, nuestra malsana curiosidad por el mundo de los vivos. Ya no tengo nada que hacer allí, pero aún así a veces me gusta observar. Y no es que pase nunca nada interesante: Cho barriendo, pajarillos trinando en la rama de un árbol, gotas de lluvia, el glorioso Sol Invicto luciendo entre las nubes..." -

Asentí. Eso podía explicarlo todo. Sin duda esos trucos de los que hablaba eran útiles, pero yo no quería permanecer allí por más tiempo del necesario. No quería limitarme a ser testigo del devenir del tiempo. No quería permanecer quieto mientras observaba impotente cómo los Yomas mataban a más personas. Tenía intención de poner fin a sus atrocidades con mis propias manos.

- Aun no estoy cansado, sifu. ¿Podemos continuar con mi aprendizaje?

- "El Arcanos que te acabo de enseñar es el primero de la Senda de la Arcilla Antigua, que eventualmente permite materializar un cuerpo sólido en la Creación. El siguiente poder de esa Senda es la Luz de Pantano. No es muy impresionante, pero permite manifestar una luz en la Creación, en cierto modo parecida a la de un Fuego Fatuo, pero sin sero todavía, pues ese es otro poder.

¿Deseas aprender la Luz de Pantano?" -

Hablaba de una Senda, de un camino. La vida también era un camino y yo había fracasado recorriéndolo. Se me había dado una segunda oportunidad para solucionar mis errores, una peculiar segunda oportunidad siguiendo una Senda recomendada por un hombre desconocido. Me preguntaba si deseaba aprender ese truco, pero ¿acaso tenía otra posibilidad?

- Adelante. Sifu.

- "Bien, debes concentrar tu Esencia del Inframundo hacia ti y de ti al exterior en forma de luz. Así de este modo, en un momento dado la ira y la furia pueden ayudar, si no eres capaz de contener dentro de ti la serenidad suficiente como para proyectar luz desde tu paz interior.

Inténtalo ahora." -