Partida Rol por web

RIQUEZA EFIMERA:

- Escuchas como la criatura o lo que sea que estaba en popa trepa por toda la banda del sampan hasta situarse en proa, parece estar buscando un punto de observación más elevado.

- No cabe duda de que quien sea es extremadamente ágil. También es muy silencioso, de no estar completamente alerta no serías capaz de escuchar sus movimientos.

OJOS ROJOS:

- Lenta y laboriosamente, pero en completo silencio, o eso crees, te desplazas por la parte exterior del casco, por toda la banda de babor, hasta llegar a la proa.

- Una vez allí buscas la posición más ventajosa, aunque esto es mucho más pequeño que una casa y no da tanto resguardo como un auténtico tejado.

- Dirías que esos dos no saben que estás aquí, aunque no sabes lo que están haciendo, pues al moverte has perdido el contacto mental con Garra Ósea.

Cierro los ojos para quitarme la vista de Garra Ósea de mis ojos y una vez que veo por los míos, comienzo a moverme lentamente para escalar aquella embarcación. No se me hace muy difícil el no caerme, pues mis garras se entierran suavemente dándome un mejor agarre a los materiales que componen aquella estructura. Si bien, no me cuesta mantenerme agarrado, es muy laborioso moverse, pues el material se rompe bajo mis garras si lo fuerzo bruscamente y cruje, haciendo ruidos que no quiero provocar. Eso ralentiza mi marcha y me hace suceptible a ser observado por personas fuera del sampan.

Me tomo mi tiempo para avanzar, manteniendo un ritmo de marcha lento pero sostenido. En pocos segundos alcanzo la cubierta de la pequeña embarcación y rápidamente me subo sobre el tejado, apoyándome sobre él con mi abdomen para no ser visto. Mi andrajosa cobertura compuesta de la sabana sucia que hace tiempo robé me ayuda a camuflarme sobre el material del que está compuesta la nave.

Los segundos parecen eternos cuando uno está sometido a la emoción adrenalínica de intentar no ser visto ni oído. El sigilo es una de las cosas más emocionantes, pues al igual que cuando se combate, muchas veces fallar significa la muerte. Intento calmar mis latidos y mis pensamientos mientras ordeno lógicamente mis próximos pasos a seguir.

No sé que hacen los tripulantes, pues no los veo, así que nuevamente intento compartir la vista de Garra Ósea para fijarme en las figuras que están cerca mío, a la vez de que intento escuchar sus conversaciones. No me fío de que sean buenas personas y aun lo sean, siempre he sido rechazado y temido por las personas comunes, más aún, desconozco las capacidades del automatón y la armadura que porta el humano no lo transforman en un hombre más confiable, pues aparte de estar mejor preparado de lo que parece, lo oculta, algo que nunca es bueno. La gente prefiere verme muerto que cerca suyo y eso me ha vuelto paranoico y desconfiado a más no poder. Son rasgos que de seguro debo cambiar si espero algún día integrarme al mundo humano, pero no lo haré mientras me salven la vida tan continuamente como sucede.

PATAN SABIO:

- No percibes nada extraño, sin embargo es cierto que en el centro del medallón de Riqueza Efímera parece verse una motita de luz roja parpadeante, apenas visible a la luz del Sol de mediodía.

OJOS ROJOS:

- Puede que hayas tenido un pequeño error de cálculo, pues al asomarte levemente por la proa ves que este sampán no tiene castillo de proa, la superestructura está en mitad de la cubierta, hacia la parte de popa.

- De todos modos, estás bastante confiado en que no te han visto. Aun así, el comerciante parece estar muy quieto, como si intentase escuchar algo.

- Es plena luz del Sol de mediodía, por lo que apenas hay sombras en las que ocultarse. De todos modos, nada tienes que temer del comerciante si se protege con una armadura de acero que, aunque antigua, no te parece que sea mágica. Para tus garras de hueso una armadura así es como si no existiera, y ante ellas la carne de un simple humano se parte como si fuese mantequilla, de ser necesario.

Me mantengo de cubito abdominal sobre el tejado de la superestructura del sampan. Le hago leves señas a Garra Ósea para que vuele, alejándose de los dos sujetos, pues no quiero que lo dañen, aun sea por curiosidad. Me preocupo de mantenerme cubierto con la desgastada y sucia sabana con la que me cubro para disimular mi aspecto, pues el color de esta puede disimularse mucho más que mi rojo cabello sobre el material del tejado.

Mi corazón trabaja a mil latidos por minuto por la adrenalina de saber al hombre callado y atento. Algo de lo que hice debe haberlo alertado o por lo menos, volverlo suspicaz acerca de mi presencia. No quiero ser descubierto, pues quiero enterarme de lo que sucede con esos ataques, quiero usar la sabiduría de ese Automatón y no quiero tener que atacarlos, pues aunque no me interesen mucho sus vidas, no soy un asesino:

"La verdad es que no sería la primera vez que matase humanos. Meses después de mi huida, aquella fatídica noche, me encontré con un pueblo que estaba siendo atacado por unos bandidos. No me interesó mucho, pero pensé que podría aprovechar el caos para conseguir algo de buena comida. En ese tiempo los humanos aun no me habían causado tanto dolor, por lo que sentía algo de aprecio y compasión que he ido perdiendo con el tiempo. Entré en el pueblo, ocultándome y vi que en un corral habían unos cerdos. Me acerqué a sacar alguno, cuando por mi lado pasó una niña corriendo, de no más de nueve años de edad. Detrás de ella venía un bandido armado, que al verla arrinconada ya comenzaba a quitarse los pantalones. Ambos parecieron detenerse completamente cuando me vieron a punto de tomar el animal y mi mirada se cruzo con la de la niña, que entre su sorpresa y miedo, cambió su mirada a suplica, confiando en que esa criatura demoníaca tuviera mejor corazón que un humano. No se equivocó, pues cuando miré al bandido, este cargó contra mi con su espada, la que evité fácilmente, para luego atacarlo con mis garras, rasgándole la piel, músculos y parte del hueso del rostro y un segundo golpe arrancó casi completamente su cuello."

El recuerdo aun me estremece un poco, pero al igual que aquella vez, no me pareció la gran cosa:

"La sangre del bandido manchó gran parte de mi cuerpo y sentí su textura pegajosa y su calor mientras veía al hombre retorcerse en el suelo mientras se ahogaba con sus propia sangre. No me importó mucho, pues era un hombre malvado y su daño era grande. Luego la niña huyó de mi, probablemente el miedo puede más que la gratitud. Los bandidos se retiraron y yo también. Ese fue el primer humano que asesiné, pero no fue el ultimo. Lo otro, no es momento de pensar en ello. Ahora debo concentrarme en el presente."

Me mantengo en silencio para así poder oír las acciones de los tripulantes y sus palabras, usando el oído a falta de mi capacidad para usar la vista.

OJOS ROJOS:

- Estás agarrado a la parte exterior de la proa del barco, la parte delantera, y lamentablemente no tiene superestructura ni tejadillo. Permaneces oculto y tapado con la tela andrajosa que te sirve de capa, observando. Crees que no te han visto, desde luego el automatón no te ha percibido en modo alguno, de eso al menos estás seguro.

OJOS ROJOS:

- Viendo que la proa no es el mejor lugar, te diriges rápidamente por el exterior de la banda de estribor de vuelta hacia la popa. Una vez allí, subes ágilmente a la superestructura y te subes al tejadillo de la misma.

- No es, desde luego, el mejor escondite, ya que la embarcación fluvial es pequeña, pero algo es algo.

RIQUEZA EFIMERA:

- El intruso se desplaza con rapidez y sigilo por la banda de estribor hacia popa. Una vez allí lo oyes trepar a la superestructura de tu camarote y esconderse sobre el tejadillo.

Riqueza entrecerró los ojos, callando súbitamente. El sonido le llegaba claro, aunque le sorprendía que Patán pareciera sordo al mismo. Sin duda, estaría concentrado en el sonido de sus propios engranajes, algo que siempre le había gustado hacer desde que le conocía.

El Lord Carroñero se acercó al automatón para susurrarle.

-Tenemos un polizón. Saltó de la orilla cuando nos habíamos adentrado una decena de metros en el río. Se ha aferrado al sampang y ha recorrido toda la eslora de proa a popa, por el lado de estribor. Parece haberse detenido y escondido en el tejadillo que hay sobre el camarote. Es ágil y rápido y si hacemos caso del medallón, es un demonio -su voz era casi inaudible para el propio Riqueza-. Sorprendente, pues estamos a plena luz del día y sus poderes estarán mermados. Arriesgarse así. Aunque quién desconfiaría de nosotros, ¿verdad?, pobres mercachifles de río. Patán, baja al camarote y asómate por la ventana de popa para asustarlo y si puedes atraparlo, mejor que mejor. No sabrás luchar, pero de tu abrazo nadie escaparía. Yo treparé al tejado desde aquí y le esperaré alfanjón en mano. Ve, ve -dijo despidiéndole con un gesto de su mano.

Riqueza se puso en pie y desenfundó su arma. Su rostro se mostraba serio. Miró hacia los dos hermanos y les hizo un gesto para que guardaran silencio. Después, se dispuso a subir al tejado.

Eso explicaba la luz del talismán de Riqueza.

Aún asustado, Patán prefería alejarse de toca clase de enfrentamiento, Patán bajó sin decir nada. Raro en él, pero temía que el demonio le escuchara si decía algo.

Con cuidado, bajó hasta el camarote de popa. Abrió la ventana lentamente. Contó hasta tres en silencio. Contó hasta tres una segunda vez y entonces con los ojos cerrados extendió su largo brazo por la ventana dando fuertes golpes en el casco para asustarlo.

Me mantengo oculto sobre el pequeño tejado del sampan mientras intento escuchar qué es lo que sucede abajo, donde los dos sujetos se mantienen en silencio. El ruido del agua, el ruido del viento, las hojas de los arboles laterales al río, el ruido de la madera de la nave. Todo eso escucho, pues mi oído siempre ha sido un sentido con gran fineza y precisión, pero me concentro en discernir los sonidos provenientes de los tripulantes de la nave:

"Desde pequeño tuve buen oído, pero sé que la calidad de mi audición es completamente sobrenatural, pues mejoró de un momento al otro cuando tenía poco más de diez años, tiempo en el que comencé a irme hacia los bosques y pasar grandes temporadas fuera de la aldea y el campamento de mi madre. Ya de muy pequeño me encantaba el bosque, pero siempre volvía a mi tienda antes del anochecer. Después de que cumplí diez años, ya estaba convencido de mi antinaturalidad y comencé a alejarme de las personas, visitando el bosque y quedándome a la interperie, sobreviviendo de lo que cazaba y pescaba."

Recuerdo esos días como si hubiesen sido tan lejanos. Desde la muerte de mi madre mi vida ha sido una infinidad de cosas y me cuesta mucho recordar cualquier cosa antes de esa fatídica ocasión. Aun así, logro recordar lo que sucedió el día que descubrí que incluso mis sentidos cambiaban con mi perdida permanente de humanidad:

"Un día de aquellos desperté sobre un árbol y noté que podía escuchar absolutamente todo a mi alrededor, incluso el caminar de los insectos. Durante todo el día disfruté del sonido que producían las cosas, nuevos tonos, nuevos timbres, yo parecía haber nacido de nuevo y exploraba una gama enorme de nuevas sensaciones auditivas. Esa noche, yo podía saber donde estaba cada cosa solo guiándome por el eco que el viento causaba sobre las cosas. Nada pasaba inadvertido y era tal cual si estuviera viendo como hacen los murciélagos con sus gritos."

Es por eso que ahora confío en mi oído. Sé que es de gran fidelidad y confianza y sé que no me engaña. Sé que puedo estar seguro de lo que sucede solo con mi oído si carezco de vista. Miro hacía los lados, a las riberas del río para así ver si hay gente en la orilla, si pasamos algún otro poblado o arrozal. Esta parte del mundo es tan nueva para mi como lo han sido todas las visitadas antes, y eso realmente me fascina.

Los dos hermanos marineros han terminado de adujar los cabos de amarre y ya se disponían a desplegar todo el velamen y hacerse cargo de la caña del timón.

Al ver lo que sucede en el sampan, ambos se retiran en silencio bajo cubierta, a la bodega.

OJOS ROJOS:

- No habías reparado hasta ahora en la presencia de dos marineros en mitad de la cubierta, quizá porque estaban en silencio.

- Ahora te fijas en ellos, parecen personas normales y corrientes, pobres infelices. No llevan armadura ni armas de ninguna clase. Parece que estaban en enrrollando cuerdas.

- Entonces ves que se retiran a la bodega bajo la cubierta, lo que te parece sospechoso.

- Bajo la luz del Sol Invicto, según la superstición popular, los demonios son mucho más débiles. No estás del todo de acuerdo con esa afirmación, pero sí es cierto que tu visión diurna no es especialmente buena y que, en general, prefieres el silencio de la noche. El Sol del mediodía, en concreto, dificultad mucho el ser sigiloso.

- Parece que el mercachifle con el medallón mágico le está hablando al Automatón mecánico. ¿Qué le está diciendo? - Tirada oculta de Percepción + Consciencia + 4 por Audición Preternatural.

OJOS ROJOS:

- El mercader habla en susurros, pero tus prodigiosos oídos logran captar lo que dice:

-Tenemos un polizón. Saltó de la orilla cuando nos habíamos adentrado una decena de metros en el río. Se ha aferrado al sampang y ha recorrido toda la eslora de proa a popa, por el lado de estribor. Parece haberse detenido y escondido en el tejadillo que hay sobre el camarote. Es ágil y rápido y si hacemos caso del medallón, es un demonio. Sorprendente, pues estamos a plena luz del día y sus poderes estarán mermados. Arriesgarse así. Aunque quién desconfiaría de nosotros, ¿verdad?, pobres mercachifles de río. Patán, baja al camarote y asómate por la ventana de popa para asustarlo y si puedes atraparlo, mejor que mejor. No sabrás luchar, pero de tu abrazo nadie escaparía. Yo treparé al tejado desde aquí y le esperaré alfanjón en mano. Ve, ve.

- El Automatón se introduce en el camarote de popa y al rato golpea el tejadillo con su poderoso brazo metálico, asomándose a través de la ventana.

- El estruendo es increiblemente molesto en grado sumo para Ojos Rojos, un verdadero tormento. Su instinto le impulsa a alejarse en dirección contraria, hacia donde aguarda el mercader humano.

- Tirada de Astucia + Consciencia para evitar el ensordecimiento.

- Tirada de Templanza para mantener la calma.