El pueblo de Kendalia florece.
Las cosechas son inusualmente fértiles, los negocios prosperan sin explicación racional y los turistas, inexplicablemente atraídos por la zona, comienzan a poblarla como si respondieran a un llamado sutil.
Nadie enferma. Nadie envejece.
Pero algo está mal.
Los perros se niegan a acercarse al bosque. Los cuervos han abandonado el cielo. Y las noches… las noches son demasiado silenciosas.
En la plaza del pueblo, un nuevo monumento ha sido erigido. No tiene inscripciones, pero representa a una figura humana con los brazos abiertos… y del pecho, sale un segundo brazo.
Los habitantes lo tocan al pasar. Algunos lo besan.
Kendalia prospera.
Y el mundo se desangra lentamente.
FIN