Partida Rol por web

Observo en silencio la charla de los que están en la sala, muchos militares para esta misión. Un ruso que parece tan perdido como yo y Gareth que parece el más normal hasta el momento. Aunque claro es probable que ninguno de los que estemos aquí seamos "normales". Me apoyo en una de las librerías mientras el que nos haya mandado venir haga acto de presencia; pero habiendo un ruso de por medio y gente con experiencia en la guerra civil del mismo país me da que nos vamos a Siberia o algo por el estilo.

Por romper el hielo y presentarme comento:

- Yo soy Corvin. Un placer conocerles caballeros y señora. - miro al que me parece más normal y le pregunto directamente - Gareth ¿no? Me pregunto cuál es tu especialidad... Un botánico, varios militares, uno como yo acostumbrando a ensuciarse las manos... Es por intentar adivinar qué necesitan de nosotros.

Dicho esto me preparo a escuchar a ver qué me cuenta Gareth, parece un tío duro. Puede que sea otro de los míos.

Y la cosa se tensó con el capitán y el teniente saltó a por él, como siempre, en mi defensa. Y eso que había avisado, sutilmente, al capitán de quien era Jester. Pero era tan estúpido que ni lo vio venir. Dejé a Rick hacer, porque sabía que pararía cuando debería y escuché al detective susurrarme aquellas palabras. Tenía razón, no era el mejor momento, pero al menos lo hizo con discreción y tratando de que el capitán no se enterase y con Jester encima no se iba a enterar mucho más que de lo que mi mano derecha le decía.

Y opté por guardar silencio y esperar la reacción de quien se había ofrecido de aquella manera, la del teniente tras soltar al capitán y la del susodicho, siendo el señor Gareth quien me sorprendió con sus palabras. Le dediqué una breve sonrisa y me obligó a actuar antes que el capitán, algo que realmente no deseaba hacer, porque quería ver hasta donde llegaba. Pero visto que un civil dudaba de mí, no me quedaba otra que entrar en el juego.

- Capitán. Cuando le dije que el teniente era mi mano derecha, es que es mi mano derecha. - Comencé a decirle mientras me acercaba a los hombres. Al llegar a la altura de Jester, puse mi mano sobre su hombro. - ¿Ve su rango? Pues para sus ojos no es el de un teniente, es el de un mayor. - Le dije al capitán con claridad. - Porque es una extensión de mí. Él no puede degradarle, capitán, pero yo puedo hacerlo y dejarle en el rango de recluta si quiero. Así pues o respeta el uniforme que lleva puesto y lo que significa o comenzaré a degradarle tanto, que para cuando iniciemos la misión, estará echando la solicitud para entrar en el Ejército de los Estados Unidos en una oficina de reclutamiento. - Le dije con tono amenazante. - ¿¡Me ha entendido, capitán!? - Exclamé enojada. - Si quiere conservar sus galones y todo lo que le cuelga, ya sabe lo que tiene que empezar a hacer. - Le miré con rabia contenida para mirar al teniente.

- Si quiere poner una queja formal, hágala. Creo que hay suficientes testigos que apoyarán al teniente, capitán. Pero estaré dispuesta a escucharla. - Le dije volviéndole a mirar desafiante. Miré al detective y le guiñé un ojo, agradecida por su acto, para girarme hacia el señor Gareth e inclinar mi cabeza en agradecimiento a sus palabras. Mi voz aún sonaba recta cuando le hablé a Jester. - Teniente Heatherly, salgamos un momento al pasillo. Usted y yo tenemos que hablar un momento a solas. - Le dije con seriedad en mi mirada y le hice un gesto para que saliese. - Tiene este tiempo para recapacitar y pensar que va a decir capitán. No lo desaproveche. - Y salí detrás de Rick, viendo para mi sorpresa que el tipo que parecía tan duro, no se estaba enterando de nada de lo que pasaba y buscaba jugar a las adivinanzas.

No tardamos más de dos minutos en el pasillo, no estuvimos demasiado alejados de la puerta, lo justo para oír que ocurría dentro, pero para que nuestros susurros no entrasen en la sala. Entré de nuevo seria y clavé mi mirada en el capitán, hacia el cual avancé. - ¿Y bien? ¿Qué ha decidido, capitán? ¿Va a seguir siendo el payaso del circo e insultando a todo lo que representa su uniforme o usted mismo se lo va a quitar para siempre antes de que comience a degradarle y convertir su vida en una pesadilla? - Y mis ojos quedaron fijos en los suyos. Debía confesar que eran hermosos, como su rostro. Pero la belleza no ganaba guerras ni daba de comer al hambriento. - Y por cierto, no se me olvidó su pregunta. Lo que yo sepa sobre esta misión o no, es clasificado. Así que no lo compartiré con nadie y menos con un oficial que no se merece el rango de capitán. Ya puede hablar.

En el pasillo me costaba contenerme. Era un mar de emociones en aquel momento. - Rick... - Me mordí los labios de espaldas a la puerta y le alejé un poco más de ella. - Ten cuidado con ese estúpido, algo me dice que si llegó a ese rango con su bravuconería es que tiene un padrino que le protege y estará por encima mío.

Y sin decirle nada más le cogí de las manos y giré sus palmas hacia arriba. Había visto la sangre fresca en el uniforme del capitán y solo podía venir de un sitio. - Dios, Rick... veo que no pudiste controlarte más... - Dije al ver sus manos con aquellas heridas en las palmas generadas por sus propias uñas. Nada grave, pero aproveché el momento para acariciar sus manos con mis pulgares.

- No tenemos mucho tiempo... y cuando pueda te agradeceré esto, pero... necesito tu opinión sobre el detective. Me ha pedido que le reclame como sargento, sacándole de la reserva para la misión. Estaría bajo nuestras órdenes. Nos prefiere antes que al capitán y no sabe cuanto tardará en darse cuenta este de que puede tenerle bajo su mando también. Tienes que decidirte rápido... y tenemos que entrar ya. Así que, cuando lo tengas claro me lo dices. - Le sonreí con dulzura unos segundos antes de soltarle las manos. - Te miraré las heridas delante de todos.

Iba a ser una bonita manera de hacer manitas delante de los presentes, disimulándolo con una inspección médica a sus manos. Dicho esto, regresé con los demás, seguida del teniente y fui directa a por el capitán.

Lo último que esperaba era que aquel chimpancé con galones se pusiera de aquella manera. Desde luego, el tipo estaba susceptible, y teniendo en cuenta que no había hecho o dicho nada del otro mundo, no me costó demasiado sumar dos y dos y obtener el resultado preciso.

Miré al Teniente, miré a la Mayor... y lo tuve claro como el agua.

-Oiga, Teniente, tranquilícese, ¿quiere? Capitán, yo no tengo ninguna intención de poner queja alguna sobre nadie. Ni siquiera lo he pensado. Así que si les he ofendido, discúlpenme. Señora, lo lamento mucho. Teniente, lo mismo digo.

Por si aquello no fuera suficiente, la Mayor, que parecía tener más genio del que había supuesto, no dudó en amenazarme. Definitivamente, había dado en el blanco sin intentarlo siquiera.

-Los galones no me importan tanto como lo demás, señora, así que no se preocupe. A partir de ahora, estaré bien callado.

Cuando por fin estuve otra vez abajo, me arreglé el uniforme, resoplé y miré a los demás. No había por qué armar tanto jaleo por tan poco, pero en fin, no iba a ser yo quien lo dijese.

Quizás no fuese tan divertido todo aquello como me había imaginado en un principio y desde luego, aquella gente parecía estar a la que saltaba, por lo que busqué una silla y me senté en silencio. Quizás tuviera que buscar una manera de escaquearme de aquella misión, porque ya me estaba fastidiando antes de empezarla.

Rick era consciente de que no tenía que haberse pasado de aquel modo, pero es que tantas insinuaciones y semejante falta de respeto, habían colmado el vaso rápidamente. Me retiré inmediatamente, abriendo distancia con aquel mamarracho, mientras intentaba recuperar el completo control de mis emociones, y la Mayor no tardó en acercarse a mí.

-Discúlpeme, Mayor. Yo... debería haber sido capaz de controlarme mejor. Le prometo que no volverá a suceder -le dije. Entones cogió mis manos y se dio cuenta de lo mucho que había tenido que soportar antes de dejarme llevar, aunque le quité importancia -. No es nada, Mayor. He sufrido heridas mucho peores, ya lo sabe.

Pero no había venido solo para preocuparse por mí, sino para preguntar por el tal Harry.

-La verdad es que sin conocerlo, podría ser arriesgado contar con él, por no decir que parece jugar a dos bandos, pero es mejor eso que tenerlo a nuestra espalda o siguiendo al... Ca-pi-tán. Ya me encargaré yo de vigilarle. Los vigilaré a ambos.

Si no podía controlar a dos tipos como aquellos, era que no merecía el rango de Teniente.

Mientras el ambiente general en la habitación se iba enrareciendo, de la mochila que tenía el detective, ese tal "Harry", colgada a la espalda, surgió una especie de murmullo ininteligible, algo que estaba entre ruido de fondo y voces lejanas, difíciles de comprender y de identificar.

Por unos momentos, se hizo el silencio en aquella oficina, sin que ninguno entendiese nada de nada, por no decir que los minutos pasaban sin que llegase alguien que os diese una explicación a vuestra presencia, hasta que la puerta se abrió de par en par y entró el que quizás tuviese todas las respuestas.

-Ah, bueno, bueno. Veo que ya están todos aquí, ¿no? Estupendo, estupendo. Siéntense donde vean, o donde puedan, porque me parece que hay bastantes menos sillas. Ah, veo que todavía falta alguien, pero mejor no esperamos o de lo contrario, podría ser muy tarde, podría ser muy tarde, sí.

El desconocido entró y se dirigió al escritorio; separó la silla y tomó asiento.

Llevaba una carpeta llena de documentos, la cual abrió y comenzó a consultar, mientras ibais tomando asiento.

-Estaría bien que nos presentáramos, sí. Yo soy el Coronel Eaton. Y ahora, si van diciéndome sus nombres, podremos ir aclarando cuestiones, ¿les parece bien?

Y yo estaba deseando ser quien acabase el trabajo empezado por el teniente. No me gustaban los bocazas en reuniones importantes, aunque la realidad es que yo me hubiese colado en ella. Pero eso no importaba. Lo importante era que me había tocado las pelotas nada más entrar y el teniente lo había dejado listo para darle un repaso final.

Cuando la mayor se metió de por medio, obligada por las palabras de Gareth y seguramente por meterme detrás de su mano derecha, no me esperaba que defendiese así a su hombre. Con esa energía, esa garra. Para mí quedó claro que aquella mujer solo se fiaba del teniente y que, efectivamente, sus palabras eran tan ciertas como las pronunciaba y así las sentía, dándole al teniente el valor de mayor en cuanto a ciertas cosas, dejando al capitán en nada.

En el momento que la mayor dijo al teniente que saliese fuera un momento, hice un leve gesto con mi cabeza a la nada y me fui de nuevo hacia la pared, donde estaba mi mochila tirada, mientras que mis ojos seguían a las figuras que salían de la sala. Al menos el tipo que parecía de Texas habló, pero no me interesaba nada esa conversación. Yo ya sabía porque estaba allí, pero necesitaba saber el resto, lo que no sabía nadie, no especular sobre nada.

Desde la pared, vi a la mayor regresar con el teniente y la vi plantarse delante del capitán, esperando su respuesta ahora que debía estar más tranquilo. Quizás lo mejor de todo fue ver como el capitán se bajaba del burro y como llegó a ponerse tan nervioso, que ya no sabía que rango tenía quien, llamando capitán a la mayor. Ver como iba manso a sentarse, hizo que mi tensión se aliviase y miré de reojo hacia mi izquierda un segundo, donde no había nada ni nadie, antes de volver a mirar a la mayor y al teniente, esta vez con curiosidad en mis ojos.

Y entonces entró aquel tipo y nos miró a todos... un coronel y había pasado lista mentalmente, dándose cuenta de que faltaba alguien, pero no de que le sobraba uno. Yo. Guardé silencio, esperando que no reparase en mí. Aunque mi altura le delataría y al estar tan cerca de la mayor y el teniente, si es que regresaban a la pared, me iba a perjudicar mucho. Pero si no hablaba, quizás...

Parecía que al menos el capitán había entrado en razón y el teniente también. Así que por ahora no habrían más problemas o eso esperaba. Porque no podía fiarme de quien demostraba ser un mono de feria entrado así en un lugar y tocando las narices a todos, incluyéndome a mí. Tampoco me gustaba ponerme así, normalmente era Jester quien sacaba ese carácter con las tropas. Yo era mayor por mi condición de médico, no por mis dotes de mando, aunque sabía hacerlo, no me gustaba llegar a ese extremo. Pero dada la diferencia de rangos, no me quedaba otra. Además estaba siendo una vegüenza para todos.

- Eso espero capitán. Puede retirarse. - Fue lo poco que le respondí. Cuando se dio la vuelta para irse, recordé algo. - Y capitán, tiene sangre en el uniforme. Será mejor que se la limpie. Ya sabe que hay que estar siempre pulcros.

Regresé al rincón, donde había dejado mi bolso con mis cosas. Quería ver mejor las heridas de Jester de las manos y, aunque lo mejor sería ir a un baño y que se lavase, no quería salir de allí ni que se perdiese él tampoco el inicio de la reunión. - Teniente, sus manos, palmas hacia arriba. - Le ordené y saqué el pañuelo del bolso. - Vale, esta parece que ha dejado de sangrar. - Dije descartando su mano izquierda tras sostenerla y mirarla unos segundos. Luego cogí la derecha y la miré más detenidamente.

- Sigue sangrando un poco. - Usé el pañuelo para presionar sobre la herida. - Debería cortarse las uñas teniente. Parece que tiene usted cuchillas en los dedos. Creo que sabe como va... presione unos minutos. En cuanto acabe la reunión solicitaré un botiquín y le curaré eso. Y no me venga con excusas. Ya se que no es nada, hasta que se infecte y me toque darle de comer como a los niños pequeños.

Y no iba a dejar que aquello ocurriese.

En ese momento me pareció escuchar algo que salía de la mochila de Harry y la miré para luego mirarle a él. Cuando fui a hablar, entró aquel hombre en la sala. Vestía de civil, así pues no le identifiqué como coronel hasta que se presentó como tal. Bufé por lo bajo y avancé unos pasos. - Mayor McDuncan, señor. La médica de la expedición. Me acompaña el teniente Heatherly. - Dije saludando y clavándome como un poste frente a él. - Mi subordinado y hombre de confianza o dicho de otro modo, señor, mi brazo derecho.

Y en esa pose podía quedarme todo el día si el coronel no me indicaba que descansase y tomase asiento. Que él fuese de civil, no quería decir que no tuviese que respetar su rango y las normas del ejército.

El Coronel Eaton miró a la Mayor con curiosidad y después, consultó algunos de los documentos que tenía delante, pasando lentamente varias páginas y deteniéndose en algunas de ellas.

-Ah, sí, sí, la Mayor... McDuncan, y el Teniente Heatherly. Sí, aquí los tengo a ustedes. Descanse usted, Mayor, vaya a ser que le de un tirón muscular o algo así. Soy Coronel y estoy al cargo de esta misión, pero no pertenezco al ejército. Soy... de otra sección -explicó, sin levantar la vista de los papeles -. Según tengo entendido, usted estará al mando de la misión, al menos en lo que se refiere a la parte militar. ¿Es eso correcto?

Antes de que pudieras responder, se fijó en el capitán, que estaba aparte.

-Y usted debe ser el Capitán.. ¿Garfield? -preguntó, consultando de nuevo los documentos. 

Parecía actuar distraído pero al mismo tiempo, aquel enorme fajo de papeles debía contener todo acerca de vosotros.

-Pues sí... bueno, pero usted... ah, vale. Sí, Capitán Garfield, todo está bien. ¿Prefiere que lo llame Garfield o Colton? Es... algo confuso.

Por fin parecía que llegaba alguien que sabía de qué demonios iba todo aquello y lo mejor de todo era que no se trataba de un militar, sino de un civil. Me pareció percibir un atisbo de fastidio en la Mayor, seguramente por ese motivo, pero si algo debía reconocerle era que sabía reaccionar espléndidamente.

Aquel hombre tenía aspecto más de político que de militar, y de hecho, el haberse llamado a sí mismo "Coronel", no significaba que no pudiera tratarse de un título más honorífico que de otra clase. Pero.... a saber.

Pero allí ocurrían cosas extrañas; cómo si no se explicaba aquella pregunta que me hizo. ¿Colton? ¿De verdad? Pero bueno, cómo era eso posible? ¿Acaso no había llegado allí... como había llegado? 

Me sentía completamente confundido al respecto.

-Pues... la verdad es que Colton está bien, señor -le respondí, tímidamente, mirando a los demás.

Aquello era muy extraño.

Sin duda aquel tipo había conseguido sacar a casi todo el mundo de sus casillas y a punto estuve yo mismo de levantarme para explicarle las cosas, pero finalmente todo se calmó, sobre todo después de que la mayor lo pusiera firme y le dejara un tiempo para recapacitar. Sin duda era una mujer de armas tomar, por algo había llegado a donde había llegado, y por eso el teniente se había puesto así. Era con el teniente con quien tenía sentimientos encontrados, parecía buen tío y además con principios, pero sin duda perdía el culo por su superior y seguramente también su orgullo.

El ambiente se había relajado y por un momento todo quedo en silencio cuando empezaron a oírse ruidos en la mochila del detective, lo primero que se me vino a la mente era que llevase una radio ahí metida, pero debía ser una muy pequeña. Por sus caras todos estaban igual de extrañados, pero ninguno tuvo tiempo de preguntar nada porque justo hizo su entrada el que decía estar al mando.

El tipo se presentó como coronel pero luego dijo que no era militar, así que debía ser alguien del gobierno como el tipo que le había reclutado a él, eso significaba que el gobierno británico y el estadounidense estaban colaborando y a saber si el ruso también.

—Gareth Jenkins—. Dijo a modo de presentación y luego se giró hacia el vaquero al que no había respondido no porque le ignorase, sino porque no había tenido la oportunidad con el jaleo que habían tenido hacia un momento. —Ingeniero geólogo.

Por fin llega el anfitrión de esta velada, otro militar. La verdad es que había demasiados uniformes en esta "fiesta", demasiados para mi gusto. La gente empezó a presentarse y por fin descubrí a qué se dedicaba Gareth cuando me contestó amablemente, un ingeniero geólogo. Puede que tengamos que ocupar una mina en Siberia. Aunque no entiendo lo del botánico, aunque sí que sea ruso. Interesante.

- Yo soy Alex Corvin.  - estuve a punto de añadir lo de veterano de las Guerras Indias, pero no me sentiría a gusto diciendo aquello, porque más que una guerra fueron las últimas masacres contra un glorioso pueblo.

Me apoyo en una de las estanterías dejando los asientos para aquellos que prefieran estar sentados, en esta situación me gusta estar de pie. Por algún motivo me siento más cómodo pudiendo moverme y sobre todo pudiendo salir corriendo si es necesario. Hay algo en el ambiente que no me termina de gustar, aunque aún no logro descifrar qué es. Podría ser que hubiera tanto militar, pero a eso debería estar acostumbrado tras muchos años en el ejército.

No es que aquellos hombres fueran unos grandes conversadores que digamos y estaban dispuestos a contar nada más que lo justo y necesario sobre la invitación que había recibido, aún así y pese a su recelo inicial accedió acudir a la cita en New York. Y siendo sincera consigo misma, tras el incidente sufrido no le apetecía lo más mínimo permanecer en Washington. Gracias a sus héroes no debía rendir cuentas al museo, y eso era un peso que se quitaba de encima, pero el tiroteo atraería una atención no deseada sobre ella así que su oferta le servía de cortina de humo para desaparecer sin dejar rastro alguno.

Marion viajaba ligero salvo que sus intenciones estuvieran claras para dicho viaje y este claramente no era el caso, así que se decidió por su habitual combinación de prendas de ropa cómoda y elegante. Aún así escogió un par de modelos algo más formales para su presentación en New York siempre había que ser precavida y además que una fuera de expedición al amazonas nada impedía hacerlo con estilo.

Así se sirvió del par de horas de las que dispuso para hacer su equipaje aprovecho para poner sobre aviso a su socio y ex guardaespaldas de lo que se traía entre manos, asegurándose así que el negocio siguiera rodando en su ausencia. A fin de cuentas había preparado un paquete que debería recibir en los próximos días con ciertas piezas de su última expedición que eran del interés de uno de sus clientes más preciados. Y unas horas después se encontraba camino a New York.

El viaje había sido largo y caluroso, encerrada en el vehículo con sus dos escoltas que solo la acompañaron hasta el recibidor del Manthattan Municipal Building tras dejar sus pertenencias a cargo de la recepción. Y ahí comenzaba la autentica aventura ascendiendo hasta la planta 33. Frente a la puerta de la oficina 337 podía sentir voces predominantemente masculinas haciendo en cierto modo sus delicias al tener todo un “batallón” de hombres a los que poder gobernar a placer. Y con esa predisposición que siempre acompaña a Marion para abordar las situaciones más inverosímiles abrió la puerta dispuesta a anunciar su presencia de la mejor manera posible, con su exultante glamour.

- Un coronel sigue siendo un coronel, señor y se merece todo el respeto. - Le respondí ante sus palabras. - Así es, señor. Mis órdenes fueron claras. La misión, a pesar de estar mezclado el Ejército de los Estados Unidos en ella, es una misión civil. Mi mando se limita a la parte militar. En este caso a lo que confiere al teniente y al capitán aquí presente. - Y opté por sentarme en aquel sofá, indicándole a Jester con mi mano que se sentase a mi lado. Pero la decisión final era suya y era muy consciente de las palabras que me había dicho en el pasillo.

Aunque por otro lado, si se lo tomaba como una orden mía, no tardaría en sentarse junto a mí. Además, quería ver como iba esa hemorragia. Ya debería haber cesado.

Y de golpe el coronel destapó algo sobre el capitán y miré a Jester para luego mirar a aquel hombre que hacía unos minutos se había reído de todos y de lo que su uniforme representaba. - Ya que estamos, capitán Colton... ¿en que queda todo? ¿En capitán o simplemente en señor Colton? Porque con dos identidades no me extrañaría nada que su uniforme no sea más que una tapadera. Eso cambiaría muchas cosas... ca-pi-tán.

No oculté mi desprecio hacia él, el cual era alto. Se lo había ganado a pulso desde que cruzó la puerta. Las presentaciones se sucedían, pero al igual que algunos parecían estar a lo suyo, yo iba tomando nota de quien sería útil y quien no llegado el caso y por ahora el joven de bigote no me decía nada en absoluto. Hasta Galfried o Colton o como se llamase, parecía más atento y espabilado que él y eso que aquel hombre no me gustaba nada en absoluto. Y menos aún ahora que tenía doble identidad. Tal y como me dijo Jester pero expresado de otra manera, aquel hombre no era de fiar y tardó poco en salir a la luz.

Ahora solo faltaba por ver si las sospechas de Rick sobre Harry eran ciertas y quedábamos pocos por presentarnos. Estaba deseando que el detective lo hiciese. Quería ver que decían esos papeles sobre él.

Entonces la puerta se abrió y entró una mujer bien vestida, elegante y perfumada. Se olían sus aires de grandeza a la legua y negué con la cabeza, esperando que ella no fuese a quien estábamos esperando. Demasiado arreglada para una misión así. La tendríamos llorando cada dos por tres, si no porque se le ha roto el vestido o un tacón, porque se le ha roto una uña... que mi mochila pesa mucho... Empezaba a ver que aquello no sería más que un fracaso.

El Coronel parecía satisfecho con la respuesta de ¿Colton? ¿O era Garfield? Aquel pequeño juego le divertía, sobre todo porque dejaba claro que no se encontraba allí por error. La Mayor y el Teniente, por supuesto, formaban parte de lo que esperaba. El ejército debía estar presente, siempre presente, pero el resto del equipo había sido elegido por él mismo en persona.

Entonces, fue el turno de Gareth.

-Sí, señor Jenkins. Usted es justo lo que necesitamos, un hombre de ciencia que... digamos también se ha ensuciado las manos cuando ha debido hacerlo. He de decir, señor Jenkins, que creo que leí su ficha con enorme interés y que estoy convencido de que nos será de mucha utilidad -le dijo el Coronel, pasando a continuación a Corvin.

Su aspecto serio y concentrado dejaba entrever la razón por la cual había sido reclutado.

-Encantado, señor Corvin. Usted es... como suele decirse, un mal necesario. Este equipo necesita a alguien capaz de tomar la iniciativa cuando sea necesario. No solo de científicos vive un equipo, ¿sabe usted? -explicó, riéndose ligeramente por su propio comentario.

Mientras tanto, la confusión por el nombre había creado una situación nueva. El Coronel vio como la Mayor miraba a Garfield igual que un gato miraría a un ratón, y se dispuso a intervenir antes que el capitán.

-Le aseguro a usted, Mayor, que es... el Capitán. Capitán... Colton. Estará usted bajo las órdenes de la Mayor y la disciplina del ejército, o de lo contrario, si decide... digamos echarse atrás en sus intenciones, me veré obligado a crearle problemas. Pero no creo que sea necesario, ¿verdad? Seguro que no.

En ese momento, abrió la puerta una mujer, que hizo que el Coronel abriese los ojos de par en par, visiblemente satisfecho.

-Ah, señorita.... Rosenwood, ¿no es así? -dijo en voz alta, buscando en sus papeles -. Nuestra... experta. Siéntese, siéntese, por favor.

Eaton cerró la carpeta, y entonces, fijó su atención en Harry. 

-Bueno, creo que estamos todos, el equipo al completo, e incluso que disponemos de un miembro adicional más, si no me equivoco. ¿Quién es usted?

A Rick no le molestaban las heridas que se había hecho con las uñas, pero sí la actitud de aquel supuesto capitán del ejército que parecía actuar como un crío de cinco años. Mientras apretaba un poco para cortar la sangre, el Teniente iba calmándose y observaba con atención al extraño grupo que, si bien no parecía un circo, como ofensivamente había dicho aquel tipo, si que era muy variopinto.

Rick se volvió al entrar aquel hombre por cuyo traje identificó como alguien importante, se colocó al lado de la Mayor y se cuadró, imitando el saludo militar de su superior.

Y solo abandonó su posición para sentarse a su lado cuando ella se lo pidió. En aquellos momentos, Rick estaba más interesado en conocer bien al equipo del que formaban parte que cualquier otra cosa, por lo que observaba en silencio el desarrollo de la reunión. Todos parecían estar allí por un motivo concreto, es decir, porque eran especialistas en algo. Un geólogo, un... ¿pistolero? La recién llegada era una experta, ¿pero en qué?

Y luego estaba aquel ruso, que permanecía callado, el mamarracho del capitán, que podía servir para darle de comer a los perros.... y ¿ese Harry?

Al nombrarlo el Coronel, se volvió para mirarle. Así que no debía estar allí. Entonces, ¿Quién era y por qué había venido?

Rick se puso en pie inmediatamente.

-¿Quién es usted y por qué está aquí? ¡Responda inmediatamente -le exigió Rick, dando un paso hacia él, mientras pequeñas gotas de sangre caían al suelo.

El coronel aquel fue pasando lista como en clase... incluyendo a la mujer que hizo gala de su mala educación, ni llamó a la puerta, ni un disculpen... ni un buenos días... era como si todos los focos debiesen recaer sobre ella. Pero el problema fue que cayeron sobre mí. Sentí todas las miradas clavarse en mi calva cabeza y vi al teniente venir hacia mí.

- Tranquilo teniente. Soy quien dije... Harry Blackhorn, detective privado. - Lo sabía, era cuestión de tiempo que se diesen cuenta. No había muchos sitios para ocultarse en aquel lugar. - Voy a mostrar mi identificación, pero sigo siendo el mismo tipo que hace unos minutos estuvo a su lado y se puso de su parte, teniente. - Después de ver como se puso con el capitán, quizás era al que más temía de la sala.

Que demonios. Era al que más temía de la sala.

Abrí con cuidado mi chaqueta, dejando ver de nuevo mi arma y metí lentamente la mano en mi bolsillo del cual saqué un viejo y bastante desgastado, por no decir estropeado, carnet de detective privado. Se lo mostré al teniente, junto con la placa adjunta en la vieja cartera de cuero desgastada. Se notaba que aquel carné había pasado por mucho, al igual que yo.

- Tendrá que quitarme años o ponérselos a la foto, pero le aseguro que soy yo... Si me permite, se lo mostraré al coronel y a quien la solicite... - Y con cuidado, recogí mi mochila del suelo y la coloqué en mi espalda antes de moverme, carné en mano hacia la mesa y mostrárselo al coronel. - Lamento que todo haya salido así. Estoy en medio de una investigación y esta me ha traído hasta aquí, justo a este edificio, esta oficina y a esta reunión. - Le dije al hombre permitiéndole ver y comprobar que era real, tanto el carné como la placa.

Cuando terminó de examinarla, la guardé en mi chaqueta con cuidado de nuevo, no fuese a que alguno se pusiera nervioso al ver mi viejo revólver, el cual por supuesto, estaba más que autorizado a llevar encima. Pero no quería un tiroteo, no cuando había tanto en juego.

- No puedo decir de que va todo esto, solo sé que tengo que estar aquí, coronel Eaton. Es... prioritario que esté aquí. Tiene que haber alguna manera de que pueda permanecer en la reunión y averiguar porque todo me ha traido hasta aquí, es posible que hasta necesite ir a esa misión... Puedo ser útil al grupo... soy veterano de la Guerra Mundial y llevo desde que salí del ejército y antes de entrar en el mismo, en este oficio. - Y a juzgar por mi ropa, la cual se notaba vieja y desgastada, no me iba muy bien. - Pero tengo que cumplir con mi encargo. Es de suma importancia. - Y miré al teniente para luego mirar a la mayor. En mis ojos rezumbaba la súplica de alguien que necesitaba estar allí desesperadamente.

- No les he mentido en ningún momento. Lo único que no dije es que yo no estaba invitado a estar aquí. - No, salvo que por arte de magia, apareciese una carpeta con mi nombre, cosa que dudaba. Miraba a casi todos, menos al capitán estúpido y a la mujer que acaba de entrar, pero me dirigía más al coronel y al teniente, el que sin duda acabaría sacándome de allí a patadas si no le gustaba lo que decía. - Normalmente suelo embaucar a la gente para que me digan lo que necesito saber, para que me dejen entrar por donde quiero o necesito moverme por mi trabajo. Esta es la primera vez que me descubro ante todos, necesito saber de que va todo esto y emprender ese viaje a donde sea.

Se me notaba desesperado en la voz y en los gestos. Era demasiado importante para mí y si no entraba ni en la reunión ni en la misión, lo perdería todo. Porque iba todo en una baza y era aquella. No tenía ases en la manga, ni viejos trucos que mostrar... No quería que me viesen como un mentiroso, pero tenía que proteger lo que me había llevado hasta allí. Aunque no estaba seguro de lo que encontraría más allá, sabía que ese era el camino a tomar.

Todo aquello me nublaba la mente y me sentía mareado. Los militares me recordaban lo que sucedía en mi país y la desolación que reinaba allí entre la población civil. No aguantaba sus excesos, sus bravatas, sus ataques de ira incontrolada... Detestaba todo lo relacionado con ello, pero sin embargo aquí estaba, agarrado a un estante para no caer mareado. Mis ojos escrutaban a cada uno con atención y una sequedad en la garganta me advirtió que tenía que beber algo de agua o podria caer al suelo desvanecido. Mientras los demás discutían, me acerqué a una mesa lateral que había. En ella, una jarra rebosante de agua y varios vasos. Cogí uno y lo llené hasta arriba. Con cuidado, ya que me temblaba la mano un poco, me lo llevé a la boca y me lo bebí de un trago. Volví a repetir el proceso otras dos veces, notando cómo se me hinchaba el estómago lleno de agua. Ya más calmado, me giré y volví a mi rincón.

Al parecer, aparte de los militares, había un detective privado y un matón. Y me agradó ver que el calvo con mala leche era geólogo. Aunque no era mi especialidad, algo sabía sobre la materia. En un momento dado, empezó a sonar algo extraño en la mochila que portaba el tal Harry, por lo que todos le miramos. Al mismo tiempo, la puerta se abrió para dar entrada a la persona que nos había reclutado. ¡Otro militar! Si no fuera por mi situación personal, ahora mismo estaría en el ascensor descendiendo hasta la planta baja y abandonando este edificio. Cada vez me gustaba menos cómo se presentaba la situación. Poco a poco fue pasando revista, ojeando los historiales de cada uno, que tenía sobre la mesa. A mi no me nombró, cosa curiosa. ¡Quizá tuviera suerte y yo no entraba en los planes de este tipo! Sí, quizá se hubieran confundido y me habían traído por equivocación.

La puerta se abrió, dejando paso a una atractiva mujer que vestía muy bien. Nada comparable a la mujer militar, la médica, que tenía más pinta de hombre, aunque vistiera falda. Me recordaba a las mujeres de mi país, fuertes y decididas. Tendría que preguntarla cómo sabía pronunciar tan bien mi apellido. Volviendo a la atractiva mujer, ésta entró en la sala, ya que era el miembro que faltaba.

-"Perrrdone, zeñorrr corrronel, pero a mí no me ha nombrrrado. Zupongo que mi prrrezencia aquí ze debe a un errrorrr. No zabrrría decirrrle qué pinto yo junto a un grrrupo de militarrrez. ¿Podrrría aclarrrárrrmelo, porrr favorrr?" Dije en voz alta, aunque nuevamente me saliron varios gallos.

Las manos las movía nerviosas...

Eaton adoptó un gesto paciente mientras Harry hablaba y le mostraba su identificación. No se alarmó al ver el arma que llevaba bajo el brazo ni tampoco pareció demasiado impresionado al ver el carné.

-Vaya, vaya. Sí, es usted, no hay duda. Mucho más joven, desde luego, con más pelo, pero el mismo aspecto... descuidado.  En realidad, señor Blackhorn, no he puesto en duda su identidad, sino sus motivos para estar aquí. Pero... soy un hombre confiado -dijo finalmente, poniéndose en pie, detrás del escritorio - y creo que nos será de gran utilidad. Además, al final todo depende de usted y nada más que de usted. Si decide quedarse... no podrá echarse atrás. Ninguno de ustedes.

Miró a todo el mundo, haciendo un barrido por la sala, hasta oír la voz del ruso, deteniéndose entonces en él.

-Ah, sí, sí, discúlpeme. Es que a veces mi mente se dispersa pensando en todo lo que tengo que decir. Pero no se preocupe, señor....Vladiminovich. Su presencia aquí no es casualidad. Usted es un botánico especializado en plantas... digamos poco habituales, y eso es justamente lo que necesitamos en este equipo.

Eaton se "deslizó" desde el escritorio hacia el centro de la sala, en donde se detuvo y se frotó las manos un instante.

-Bueno, entonces... sin más preámbulos, vayamos a lo importante. Todo cuanto les voy a contar ahora es estrictamente confidencial. Eso significa, ni más ni menos, que se se produjese alguna "fuga de información", ni siquiera tendrían derecho a un abogado, sino que serían lanzados a la prisión más oscura de todo el país y no volverían a ver la luz hasta el año... bueno, hasta dentro de muchísimo tiempo -explicó, riéndose nerviosamente -, pero no nos preocupemos ahora por nimiedades. ¿Alguno de ustedes ha oído hablar alguna vez de un tal Knut Fraenkel? ¿Les suena de algo? Bueno, para aquellos que no lo conozcan, es... o era, un explorador, que desapareció junto a dos compañeros en el globo Águila, mientras intentaban alcanzar el Polo Norte, hace seis años. Nada más se supo de ellos hasta que hace dos semanas, unos soldados británicos hallaron lo que parecía ser un diario personal suyo en White Island, Nueva Zelanda, en donde se relataba un viaje fantástico... a la Tierra Hueca.

Eaton dejó de hablar un instante, para observar vuestra reacción ante su explicación.

Al ver que no se habían equivocado conmigo, agaché la cabeza, triste. Parecía que iba a ser parte de esta misión, sí o sí. Cuando se acercó al medio de la sala y explicó lo de un tipo que había desaparecido no entendía de qué iba la vaina, pero al decir las últimas palabras, mi mandíbula se abrió al máximo, dejando ver hasta el píloro.

-"¿Ha dicho uzted Tierrra Hueca?" Dije casi tartamudeando.

De ser cierto que ese sitio existía y que nuestra misión pudiera siquiera tener algo que ver con ella, todo miedo se esfumó como la nieve en agosto.