Partida Rol por web

Las palabras de Rick me hicieron sonreír y con él de mi brazo herido y Bennet agarrado de mi mano, nos acercamos a la entrada del templo. - Vale más de lo que parece y confío en él, Rick.

El aspecto que llevábamos los cuatro, era de libro de ficción. Bennet con aquellas pieles que le cubrían el cuerpo y que parecían un nativo más. Rick, a mi lado, vestía un uniforme alemán. Yo llevaba el peor aspecto. Mi torso estaba vendado hasta la cintura, junto mi brazo derecho que colgaba en un cabestrillo, el cual permanecía vendado también. Sobre las vendas, mi sostén y mis pantalones habían sido cortados para hacerme una venda en la muñeca derecha, la cual llevaba fija con palos. Harry se movía ya por su propio pie, dolorido pero con paso firme. Tenía el costado izquierdo quemado al igual que quemaduras en su brazo izquierdo, pero sin duda mejor aspecto que cuando le tuve que reanimar tras caer de la Aurora.

Y con lo que nos encontramos me quedé sin habla. No solo estaba allí el resto del grupo, sino un tipo con pinta de loco que llamó a Harry hijo. Su cuerpo incorporeo decía que era otro fantasma más, pero lo peor fue ver a Bob, Colton y a la madre de Harry allí plantados sin poder moverse... hasta que sentí aquel sonido a mi espalda y me giré.

La mirada de aquellas criaturas tensaron mi cuerpo y apreté con fuerza la mano de Bennet asustada por lo que se nos avecinaba. Rick demostró más valentía que yo ante aquella situación, donde no podía dejar de mirar a los simios. Yo tampoco entendía nada, pero el teniente había hecho las preguntas correctas y miré a Harry. Todo aquello le debía estar destrozando por dentro.

Crucé detrás del trío y vi a mi madre allí, paralizada, junto a Bob y Colton. De refilón al resto del grupo, pero quien más me preocupaba en aquel momento era mi familia. - ¡Mamá! ¡Bob! - Exclamé al verles y fui a correr hacia ellos, cuando aquella voz familiar surgió de otro lado de la sala.

Tal y como mi madre me advirtió, mi padre estaba detrás de todo esto.

Apreté los puños cuando mi padre habló así. - Tal y como dices, esto es un asunto familiar. Deja que los demás se marchen. - Le dije a mi padre caminando hacia él. - Tú mismo lo has dicho, tienes lo que necesitabas, ¿no? Pues que los demás se vayan. Míranos. Estamos heridos y desarmardos. Tú estás muerto, así que no podrán matarte de nuevo y no son rivales para tus simios. - Sabía que si les daba la oportunidad de reorganizarse, no nos dejarían aquí, pero debían salir antes del templo... y quizás si engañase a mi padre lograse mi propósito.

- Además, si vivieses, me encargaría yo mismo de matarte con mis propias manos por matar a mamá y traerla a este lugar, donde ha estado sufriendo durante décadas. En cuanto a Bob... ¿sabías que estaba muerto y merodeaba como un fantasma? - No podía ser que mi padre encontrase la manera de ejecutarle estando muerto. Bob nos había demostrado que se podía poseer a la gente, pero hacer que alguien matase a un hombre y lo decapitase... ¿Tanto poder había adquirido mi padre como para poder hacer aquello?

- En otra situación me hubiese alegrado de verte, como lo hice con mamá. Pero me temo que ahora mismo solo siento desprecio y lástima por lo que has acabado siendo. Una verdadera deshonra para los Blakhorne... y yo pensando todos estos años que quien había deshonrado a la familia había sido yo al llevar a la ruina nuestro apellido, pero ahora veo que realmente fuiste tú el peor de todos. - Era ridículo encararme con mi padre así, porque no podría pegarle la bofetada que necesitaba darle. Pero al menos me desahogaba lo suficiente y guardé silencio, a la espera de que dejase irse a los demás...

Observo en silencio la reunión familiar, y empiezo a pensar en cómo podemos salir de aquí. Ahora la atención del que controla a los simios estaba centrada en su hijo, y eso podría jugar a nuestro favor o en nuestra contra. Los sentimientos pueden aflojar su poder o provocar que destruya la estructura con nosotros dentro.

La situación era demasiado compleja, en ese momento me fijé que Rick vestía uniforme alemán por lo que se habían cruzado con los hunos. La mayor estaba herida también, el piloto estaba allí tan intacto como cuando nos lo cruzamos y Harry parece que le cuesta andar. Que se suman a uno medio cojo, genial...somos una pandilla de lisiados en general que tenemos que escapar de una estructura que puede caerse sobre nuestras cabezas. 

Miro a Jenkins y Astrid ya que son los que más cerca están de mí, espero que hayan pensando algo y me lo dejen entrever. Porque mi idea de la dinamita no es ahora la más acertada.

Me quedé mirando en silencio como el grupo de Blackhorn entraba en las ruinas. McDuncan parecía más herida que antes, y Jester iba vestido... ¿de nazi? Pero tras unos instantes, lo que me alarmó de verdad fue una cosa, y solo una.

¿Dónde estaba Marion?

Esperé que no le hubiera sucedido nada malo. Que, de algún modo, el otro grupo hubiera anticipado que el espectro de Blackhorn Senior la quería a ella, o a lo que ella llevaba, y la hubieran mantenido lejos de las ruinas de la Atlántida. 

Harry se puso a hablar con el espíritu de su padre, el que nos retenía a todos allí, a los vivos y también a los muertos. Intentando convencerle de que dejara marchar al resto de nosotros. Al parecer, yo no era la única que tenía un padre en algún lugar de la Tierra Hueca, pero por lo visto, el encuentro de Harry con el suyo había sido mucho menos deseado. 

Crucé la mirada de reojo con Corvin al ver que nos miraba a Jenkins y a mí. Dudaba mucho de que aquella entidad nos permitiera marchar tranquilamente. Teníamos que empezar a pensar en algo, y cuanto antes. El lugar podía venirse abajo en cualquier momento. 

Antes había visto como, al concentrarse en otras cosas, el poder de Richard Blackhorn sobre los simios parecía debilitarse... Quizá si consiguiéramos encontrar una manera de distraerle lo suficiente los primates se descontrolarían, y en la confusión resultante quizá lográramos escapar. O quizá acabaríamos muertos a manos de esos gorilas, lo que era igual de probable.

Pero algo había que hacer. Yo no era militar, ni pistolera, ni un hombretón capaz de escapar a puñetazos, ¡pero tenía que haber algo que pudiera hacer! Si había interpretado bien las intenciones de Corvin y Jenkins, estaban pensando en hacer algo bastante drástico, pero quizá bastara con un simple fogonazo, un destello súbito, un.. ¡un flash! ¡Eso era! 

Muy despacio, acerqué la mano a mi bolso, donde llevaba mi cámara y el material fotográfico. Y eso incluía los frascos de Blitzlichtpulver. Con la invención de las primeras bombillas de flash, esa mezcla química cada vez se usaba menos, y no era de extrañar. La mezcla de magnesio, clorato de potasio y sulfido de antimonio, al contacto con el aire, no solo produce un potente fogonazo de luz blanca, sino también una densa nube de humo blanco. Por eso es peligroso usarlo en lugares cerrados, y por eso se han desarrollado alternativas, pero sigue siendo parte del arsenal de todo fotógrafo que se precie. 

Y lo tenía ahí, al alcance de la mano... 

Aprovechando que el fantasma estaba distraído hablando con su hijo, intenté meter la mano en el bolso disimuladamente, mientras intentaba advertir con la mirada a mis dos compañeros más cercanos para que estuvieran preparados...

El resto de nuestro grupo, a excepción de Marion y el ruso, estaban allí, y también la madre de Harry, Bob y Colton... de una manera extraña. Y sin embargo, lo peor estaba por llegar. Lo último que me esperaba, que esperaba nadie, era que aquel sujeto que parecía ser responsable de todo aquello, era... el padre de Harry. Sorprendido, miré al detective, esperando a ver cómo reaccionaba, pero aún así, no me iba a quedar callado.

-Vale, es su padre. ¿Y qué demonios tiene que ver eso con nosotros, y con los nazis, y con esos pobres fantasmas... -dije, dándome cuenta también de que un buen puñado de simios habían obstruido la salida -... y con esos simios? ¿Qué es lo qué quiere?

En realidad, quien más afectado debía estar por todo aquello era el pobre de Harry. Su madre y su amigo y protector, Bob, estaban presos de su propio padre, además del pobre de Colton que sin comerlo ni beberlo se había visto envuelto en aquel buen problema.

Y la reacción del detective no fue cualquiera. Suplicó que liberasen al resto, y que nos dejase a todos, aunque parecía más que claro que tenerlos allí no obedecía solo a una cuestión de simple odio o venganza, ni tampoco desprecio, sino algo mucho más práctico.

No sabía el qué, pero allí faltaba alguna pieza.

-Tranquilícese, Harry. Señor Blackhorne, esos... espíritus no le han hecho nada a usted. Libérelos. Su hijo ha demostrado ser un buen hombre. Es evidente que algo tiene que venir de usted -dije, en tono tranquilo, intentando desarmarlo de alguna manera, o enterarnos de lo que estaba ocurriendo.

No tenía ni puñetera idea de cómo podía funcionar todo aquello, pero a pesar de ello empezaba a intuir que hasta cierto punto las leyes de la física se seguían cumpliendo. El problema era que de tener la oportunidad de hacer algo, no habría tiempo de comprobaciones, o funcionaba o estábamos jodidos.

Estaba mirando muy concentrado aquella estructura de piedra cuando llegó el resto del grupo, sin duda no lo habían pasado mejor que nosotros, pero sobre todo me apenó no ver al ruso entre ellos, aunque tampoco parecía estar Marion allí.

Cuando me giré hacia Astrid y Alex, vi como este nos buscaba a su vez con la mirada. Entonces lentamente me llevé el dedo índice hasta la sien y me di varios golpecitos, indicándole que algo sí que había pensado, aunque mi cara indicaba que no era precisamente el mejor plan de la historia.

—Creo que hemos escogido muy mal el garito para la reunión ex-alumnos. Tengan cuidado, está controlando mentalmente a los simios y mientras esté concentrado, también puede controlarnos a nosotros a la vez—. No era mucho lo que habíamos averiguado sobre sus poderes, ni tampoco me atrevía a decirlo abiertamente, pero esperaba que se diesen cuenta del mensaje que les estaba enviando.

Y cuando llegamos, allí estaban aquellos energúmenos, esos mismos que no habían querido ayudarme para ir a rescatar a Sarah cuando llegó el momento.

Al verlos me cabreé como si alguien me hubiese robado los pantalones de reglamento y hubiese tenido que ponerme unos cortos floreados, aunque teniendo en cuenta el taparrabos que llevaba, que ni tapaba mi rabo ni nada, tampoco era como si pudiese protestar demasiado. Pero lo importante era que nada más verlos, me lancé a acercarme a ellos.

-¡Ajá! Así que al final están aquí, malditos engreídos, cobardes y sinvergüenzas. Si hubiesen venido conmigo habríamos podido encontrar a la mayor antes, pero noooo, el pequeño grupo de operaciones especiales tenía su propia agenda y le importaba una mierda lo que les ocurriese a los demás. ¡Parece mentira que tenga que ser yo quien encima....

y entonces vi lo que había a mi alrededor, una escena totalmente surrealista.

-Uuuuuh, menuda fiesta se ha montado, amigo. ¿Para qué quiere a esos tres muertos ahí atrapados... si usted también es uno? De verdad que esto tiene cada vez menos sentido para mí.

Y lo peor de todo era que todo aquello tenía que ver con ese detective patoso y enamoradizo. TEnía ahí a su querido Bob, su madre, y en el centro de todo, su propio padre.

-Joder con el detective, tiene la familia más disfuncional que he visto en mi vida, y mira que he visto unas cuantas. Pero que toda su familia esté muerta y todavía camine por la tierra, y encima su propio padre mantenga prisionera a su madre y su amigote... de verdad que es raro de cojones -espeté, mirando entonces a ese Colton, que también había caído bajo la influencia del padre de Harry.

Y por si eso fuese poco, detrás de nosotros había un puñado de monos que miraban muy mal.

Quizás por eso, Sarah cogió mi mano y se acercó a mí, pero es que no era para menos. De haber sido mujer, hasta yo me habría acercado al teniente mantequilla, porque la situación era de espanto. Y mientras tanto, aquel hombre no se decidía a decir nada, como si estuviese disfrutando de nuestro sufrimiento.

El detective intentó que los soltaran... pero no tenía pinta de que fuese a hacerlo.

-Será mejor que le haga caso, padre muerto del detective, porque como me enfade, le aseguro que soy capaz de ir hasta donde está y... bueno, se va a arrepentir de lo que puedo enseñarle. Deseará no haberlo visto.

Los temblores volvieron a sucederse, haciendo que todos miraseis hacia arriba a la espera que el techo se os viniese encima, pero afortunadamente, nada de aquello ocurrió y el lugar volvió a quedarse tranquilo en cuestión de unos pocos segundos. Pero el padre de Harry, Richard, volvió a centrar su atención en todos vosotros.

-Lo siento. Es lo que sucede cuando hay demasiada energía en el mismo lugar -explicó, mirando a todos los espíritus que estaban a su alrededor, y que permanecían inmóviles.

Después, se acercó hasta Harry, colocándose a unos pocos centímetros de él.

-Hijo mío, me caes bien. Eres un poco inocente, pero estás lleno de energía -dijo, cerrando un puño en señal de orgullo o algo parecido -. Es un asunto familiar, claro. Y claro que lo sabía. ¿Por qué piensas que te hice venir hasta aquí? Necesitaba a Bob para cerrar el círculo. Es la penúltima cosa que me hace falta para poder volver a ser humano y tener todo el poder del mundo. Sabía que podía contar contigo.

Después escuchó con una sonrisa en el rostro todo lo que Harry le dijo, pero no se inmutó, sino que ladeó la cabeza haciendo una mueca.

-Ese es mi chico. Siempre leal hasta el final.

Después, se volvió hacia Astrid.

-No sé lo que quiere sacar de allí pero será mejor que lo haga pronto, porque me tiene muy intrigado, señorita.

Y entonces, llegó por fin alguien más, cuyos pasos resonaron por el pasillo como si fuese la única persona viva en el mundo.

Marion.

-Aaaaah, por fin la persona que estaba esperando. Bienvenida, señorita Ronsenwood. Se ha hecho de rogar. 

Detrás de ella apareció el Coronel alemán y dos soldados más, que elevaron sus armas contra todos vosotros. Richard negó con la cabeza.

-Vaya, vaya, vaya. Esto sí que es una sorpresa. Bienvenido, Coronel. 

El Coronel Wartenburg echó un rápido vistazo al lugar, fijándose en los tres fantasmas de las paredes y después en Richard, que permanecía en el centro, indiferente y casi podría decirse que divertido por lo que estaba viendo.

-Bueno, bueno. Me alegra ver a algunos de ustedes de nuevo reunidos... y encontrarme también con gente desconocida. Veo que tiene aquí montado un pequeño problema, y no quisiera molestarle, pero verá, quiero ese arma, y la quiero ya.

Sus dos hombres apuntaron a Richard y a los demás con sus armas, mientras Marion se unía a todos vosotros.

Harry trató de disuadir a su padre, pero estaba segura de que no iba a funcionar. De hecho no me gustaba como se iba tornando todo aquello y menos aún que Rick llamase tanto la atención a aquel fantasma lunático, pero cuando creía que lo peor era el padre de Harry y los simios, Bennet salió disparado a por la otra parte del equipo. Por sus palabras les guardaba rencor por no ayudarle a ¿a venir a buscarme? Cada vez me cuadraban menos la cosas y que se pusiera así con ellos cuando finalmente dio conmigo sin su ayuda más aún. Pero claro, aquello decía mucho de Bennet, pero más aún de aquel trío que dejó colgado a Nikolai también.

Y Harry tratando de sacar una salida para todos salvo para él.

Y como no, Bennet no podía quedarse quieto ni callado y cuando se percató de la presencia de Richard no tardó en abrir la boca y enredar las cosas más. Al final no me quedó más remedio que cogerle de nuevo de la mano y atraerle hacia Rick y a mí, quedando yo entre ambos hombres. - Aloyssius, ¿quieres parar ya? No quiero ver como pierdes en mano de uno de estos simios lo que le puedas enseñar a Richard. Y contrólate con Harry, bastante con lo que tiene. - Y tras mis palabras besé el hombro de Rick, puesto que en aquel momento y tal y como me encontraba, poco podía hacer salvo tratar de averiguar que había cerca que nos sirviese para algo.

Pero tener a Aloyssius de mi mano a un lado y a Rick de mi brazo en el otro, me distrajeron de tal manera que solo pude pensar y ver a aquellos simios y como huir de ellos sin sufrir daño alguno.

Los gestos de Astrid no me pasaron desapercibidos, pero no sabía lo que pretendía, así que no dije nada. Pero tampoco hizo falta decir o hacer, pues Richard la pilló, no sin darle antes una pequeña respuesta a su hijo que sin duda le sentaría fatal.

Y de golpe, la sorpresa final. Marion entró en escena y lo peor era que, al igual que el coronel, Richard también la conocía y tenía planes para ella. ¿Acaso ella era la última pieza del puzzle para que volviese a la vida? ¿Y que cuerpo ocuparía? ¿El de Marion tal vez precisamente por ser ella el eslabón que faltaba? Lo suyo sería usar el de su hijo...

- Coronel Wartenburg. - Le saludé al verle pasar con los dos soldados que le quedaban. - No se moleste en apuntarle a él. Las balas no le harán nada por ahora. Ni a nosotros... debería apuntarles a ellos. - Miré hacia los simios. - Esos son nuestro mayor problema junto a él. De hecho, si nos lo permiten, nos saldremos los demás fuera mientras discuten por el arma y volveremos cuando tengan un veredicto. A fin de cuentas la tiene él. - Dije señalando con la cabeza a Richard. - Y los simios son sus amigos. Creo que con recuperar a la familia de Harry y a Colton tendremos suficiente por hoy. Salvo a su padre, a ese se le pueden quedar...

Mentí. Aquel arma o artefacto o lo que fuese, no podía caer en manos de los nazis ni ser usada por Richard, pero si se eliminaban entre ellos, aún quedando uno en pie, nos sería más fácil cumplir con nuestra misión. Pero por la cara de ambos hombres, no coló nada de lo que dije.

- Bob no es una cosa, padre. Fue tu mayordomo durante años. Siempre cuidando de ti y de mamá, por no hablar de mí cuando tu estupidez y ansias de poder lograron hacer que arrastrases a mamá a la muerte. ¿Acaso no podías morirte tú solo? - Le pregunté enojado por como hablaba de unos y de otros. Que me ofendiese me daba igual, sus insultos ni me molestaban, pero a los míos... ahí cambiaba la cosa. - ¿Y qué quieres decir con penúltimo? ¿Qué es lo que te falta? - Le miré con preocupación, sobre todo al saber su plan final.

- Sea como sea, no puede volver a la vida. - Susurré entre dientes a quien me escuchase. Si lo hacía y sabiendo a que se había dedicado durante los años previos a su muerte, sería imparable.

De hecho ni Bennet logró alterarme lo más mínimo pues solo estaba centrado en aquel hombre que una vez fue mi padre y a quien lloré durante días tras su muerte.

Que conociese a Marion no me gustó nada y cuando se unió a nosotros, abrí mi brazo derecho para recibirla con un abrazo*, pues solo yo sabía lo que había sufrido por ella en aquel tiempo sin saber si vivía o no. Ni me atreví a pronunciar su nombre, para que mi padre no viese que me había enamorado de ella.

Pero como no, Marion no vino sola y el maldito nazi no tardó en asomar. La mayor no tardó en dirigirse a él y tratar de nuevo de sacarnos de allí, pero el gesto de mi padre fue claro. Era el mismo que ponía cuando le pedía salir a jugar al patio sin haber hecho los deberes antes... no habría patio para nosotros, al menos por su parte.

- ¿Para qué quieres a Marion? - Pregunté entonces a mi padre en tono protector hacia ella. - Ni se te ocurra hacerla daño, porque en el mismo momento que vuelvas a la vida, te juro que te mandaré de nuevo a la muerte y esta vez no habrá espíritu tuyo vagando por la Tierra. - Dije tensando mi mandíbula. Si hubiese podido le hubiera golpeado con fuerza.

- ¿Y qué es eso de que me hiciste venir? No me llamaste tú, fue mamá y aquel numerito fantasmal el que me pusieron tras la pista... - dije sin comprender donde estaba su intervención en todo aquello.

- Y sí, padre, siempre leal a mi familia y a los míos, pero es una lástima que tú no entres en esa lista después de matar a mamá y menos de retenerla aquí, sufriendo, durante tantos años. - Le dije cargado de rencor y odio.

No sabía que hacer para parar aquella locura, salvo intentar sacar toda la información posible. Las palabras de mi madre con respecto a que había una gran fuente de energía en aquel lugar y que el cráneo de Bob nos protegerían, seguían en mi mente, pero no veía como usarlo aún y claro, dudaba que el coronel y sus hombres me dejasen sacarlo de la mochila así como así.

Bennet entró en aquella sala igual que se les había acercado en la jungla, tergiversando las cosas y poniéndose como víctima, pero en aquel momento me importaban muy poco sus patrañas y mucho menos me importaron después de que apareciesen los nazis con Marion.

Aquella situación era una autentica jodienda, pero aun así, la llegada de los nazis podía sernos de utilidad. Con sus poderes, mientras Blackhorn padre estuviese atento a nosotros no podíamos intentar nada, pero unos nazis armados al mando de un coronel con poca paciencia, podían ser la distracción necesaria.

—Pues yo estaría encantado de dejarles tranquilos mientras resuelven su disputa, al fin y al cabo coronel, nosotros no somos los que tenemos ese arma, ni el ejercito de monos preparados para destriparles.

Marion no sabía bien qué hacer, pero lo que sí que sabía seguro era que estaba mejor acompañada que a solas con aquel nazi de aspecto amenazador. Por otro lado, ver a Harry de nuevo añadía un momento de alegría a una situación que distaba de ser normal. Con todos los fantasmas atrapados de manera misteriosa, aquel otro al frente de todo, y resultando que era el padre de Harry, costaba hacerse a la idea de lo que debían hacer.

Tan pronto Richard se dio cuenta de que Astrid estaba haciendo algo, le invitó a que terminase con lo que fuese, porque total, él estaba a salvo de todo, y con la aparición de Marion se había cerrado el círculo.

Antes de hacer nada más, Richard miró a Harry de nuevo.

-Tu madre te llamó... porque yo se lo pedí. ¡Oh, por favor, por favor, tu hijo puede salvarme. Solo él puede hacerme volver a ser el que era. Y por supuesto, eso hizo. Lo siento, mami, siempre fui un mentiroso -le dijo alf inal a tu madre, a pesar de que no podía responderte. Después, se volvió hacia los demás de nuevo -. Está bien, y ahora... vayamos a por lo importante. No se preocupe, señor Jenkins, si no hacen nada, no les pasará nada... aparte de morir, claro.

Richard se movió entonces hacia Marion a gran velocidad, como si fuese un viento huracanado, y entró en su interior. De inmediato, el cuerpo de la joven se tensó, los músculos de sus brazos se volvieron rígidos y los dedos de sus manos se retorcieron hasta dar la sensación de ir a quebrarse.

Pero no sucedió nada de eso.

El cuerpo de Marion perdió al cabo de pocos segundos su tensión, sin abandonar aquella rigidez excesiva, y sus ojos lanzaron un brillo rojo al mirar a Harry.

-¿Te gusto más así, hijo? -dijo Marion, mirando a Harry, mostrando que evidentemente, se trataba de Richard controlando el cuerpo de la joven. Sus manso empezaron a tantear el cuerpo, como si buscasen  algo -. Oh, tranquilos, tranquilos. No estoy haciendo nada obsceno... todavía.

Finalmente, encontró lo que buscaba. El medallón que Marion siempre llevaba consigo. 

-Y ahora, lo pondremos en su lugar -dijo Richard/Marion, andando como si tuviese una artritis paralizante que le dificultara caminar, aproximándose a la estatua que había al fondo, y en donde ahora pudisteis ver, en su base, una marca que parecía encajar con la forma del medallón.

Al mismo tiempo, el alemán decidió moverse.

-Quiero ese arma, señor Blackhorne, o me veré obligado a dispararles a todos y créame, no me importará hacerlo -dijo el Coronel.

No sabía qué demonios se traían entre manos y para qué servía aquel medallón, pero no me iba a quedar sin hacer nada mientras el nazi nos amenazaba a todos y Marion... quedaba bajo el poder de aquel engendro que no entendía como podía ser el padre de Harry.

Así que me lancé sobre Marion, que estaba cerca de mí, y caí sobre ella, esperando que soltase el medallón y acabar con todo aquello. Me daba lo mismo quién lo tuviese pero decir que íbamos a morir todos no animaba a quedarse sin hacer nada y por el momento, los demás no parecían mover ficha, así que como siempre, nos tocaba a los soldados jugarnos la vida por los demás.

No quedaba otra.

En cuanto caí sobre ella, supe que no solo había inmovilizado a Marion sino que también había conseguido que soltase el medallón, lo que ya era algo. Ahora lo único que tenía que lograr era agarrarlo y negociar con él por nuestras vidas, porque al final era lo único que me importaba.

-Deprisa, qué alguien agarre el medallón -dije, mientras retenía a Marion en el suelo. No sabía durante cuánto tiempo permanecería dentro ese tal Richard, si sería un segundo o una hora, pero no necesitábamos tanto tiempo.

No era la primera vez que me jugaba la vida de aquella manera, pero dado que sabía que o lo hacía yo o no lo hacía nadie, no podía ignorarlo ni tampoco esperar más.

El alemán podía dispararme, cualquiera de ellos, pero sin duda alguna se lo pensaría dos veces si conseguía agarrar el medallón y lo usaba como si fuese un maldito rehén.

Al caer Rick sobre Marion, Richard entendió que se había visto atrapado por sorpresa y en aquel cuerpo no tenía oportunidad de reaccionar, así que salió fuera del cuerpo, proyectado, lanzándose de nuevo hacia el centro de la sala, mientras el medallón caía al suelo y se detenía a unos metros de Marion y Rick, y más lejos del Coronel.

Ahora todo eran prisas y Richard tenía todavía mucha energía, así que su cuerpo se tensó y varios rayos salieron despedidos en todas direcciones, impactando contra los soldados alemanes y atravesando sus pechos de un lado a otro.

El Coronel logró esquivar a tiempo los rayos lanzándose al suelo y aplastándose contra él, olvidándose por un momento de todo lo que no fuese salvar el pellejo. 

Para cuando todos los que quedaban con vida y estaban el el suelo miraron a su alrededor, los cuerpos de los alemanes cayeron fulminados en cuanto los rayos de energía cesaron, pero... ¿habría caído alguien más?

Todo aquello tenía menos de excitante que una monja en un parque infantil, y es que yo no estaba preparado para tomarme en serio tantas cosas. Además, aquello era un asunto familiar, ¿no? ¿Qué hacíamos los demás metidos de lleno en todo ello?

Cuando apareció Marion esperaba que todo se aclarase, pero ni mucho menos.

-Bueno, pues eso, a ver si nos enteramos de una maldita vez qué es lo que pone cachondo a este tiparraco porque por el momento estamos en ascuas.

y entonces, el tío fue y entró en el cuerpo de Marion. ¡¡Cuántas veces había deseado hacer algo así, y explorar yo mismo el cuerpo de una mujer y sentir lo que ella sentía!! Joder, me calentaba solo de pensarlo, y eso que la situación era bastante grave. Claro que si a cambio se iba a mover como si fuese un muñeco llevado con hilos, tampoco compensaba. Mis pajas requerían movimientos más diestros que esos que estaba viendo en la joven. Vamos, que el sistema había que mejorarlo un poquito.

Cuando mostró el medallón y empezó a acercarse a la estatua, al menos empezamos a entender algo.

Yo normalmente soy un tío tranquilo, que no suelo perder los nervios, pero de pronto el teniente saltó sobre Marion, tirándola al suelo; el medallón salió volando y Richard también, fuera del cuerpo de Marion; el nazi volvió a amenazarnos a todos, como si pudiese compensar el pito pequeño que seguramente tendría con aquella gran arma, y en cuestión de segundos, un montón de rayos de luz por todas partes.

-Mierda, al suelo todos, demonios -dije, tirando de Sarah para que se lanzara al suelo conmigo y evitara que le diese una de esas cosas -. Ese tío tiene que aprender a dominar su ira.

Entonces vi el medallón a pocos metros de mí, así que empecé a reptar para cogerlo. El teniente gritó que lo hiciéramos y yo asentí y aceleré la marcha

-Cuide de nuestra chica, teniente -le dije, mientras me movía como si fuese una maldita serpiente. Y por supuesto, el Coronel también se puso a reptar para cogerlo antes de que lo hiciera yo. 

La cosa iba a estar reñida.

Me lanzo hacia Astrid y Jenkins en el momento que ese loco empieza a lanzar rayos, mi intención es lograr que no les impacte a ninguno de ellos. Luego sacaré mi arma e intentaré al menos acabar con el alemán, aunque desde el suelo es más difícil que logre hacerle blanco. 

- Al suelo...

Desenfundo mi revólver y me preparo para disparar hacia donde esté el alemán. Desde el suelo intento apuntar manteniendo mi brazo apoyado para tener más estabilidad. Intento controlar mi respiración y cierro un ojo para utilizar el cañón de mi viejo colt como punto de mira. 

Antes de poder hacer nada yo, Corvin reacciona con la cegadora celeridad a la que ya nos tiene acostumbrados, y a pesar de su cojera logra tirarnos al suelo a Jenkins y a mí, apartándonos de la trayectoria de aquellos mortíferos rayos de energía que estaban masacrando a los alemanes. 

Me había quedado parada con la mano metida en el bolso y el frasco en la mano cuando Richard Blackhorn demostró que me había visto. Con él aún en la mano, y aprovechando el caos, intenté llegar al amuleto antes que el Nazi, preparada para arrojar el Blitzlichtpulver contra el suelo en cuanto lograra ponerle la mano encima. 

-¡Preparaos para correr! -exclamé a mis compañeros.

No había duda de que la cosa se iba a desmadrar tarde o temprano, pero por desgracia fue mas temprano que tarde. El teniente se abalanzó sobre Marion mientras estaba poseída por Richard Blackhorn, lo que no le hizo ninguna gracia y en cuanto volvió a su posición empezó a brillar como si le hubieran metido la bombilla de un faro por el trasero, para después ponerse a lanzar rayos de energía en todas direcciones.

En mi caso agarré una de las piedras que habían caído del techo delante nuestra, si estaba en lo cierto eso podría salvarnos, pero Corvin fue más rápido y se lanzó sobre nosotros para apartarnos de los mortales rayos. De reojo pude ver lo que les había hecho a los soldados Nazis, pero por terrible que fuese, aquello me daba la oportunidad que había estado esperando.

—Voy a intentar algo, si sale bien igual tenemos una oportunidad, si no…—. Hablé en voz baja a los que tenía más cerca, aunque dejé la última frase en el aire, había cosas que no era necesario decir.

Blackhorn senior tenía mucho a lo que prestar atención en aquellos momentos, así que avancé arrastrándome hacia el lugar donde estaba Corvin, e intenté arrastrar una roca lo suficientemente grande como para que hiciera contacto entre esa roca y la central, si eludía la atención de Blackhorn y mi teoría era cierta, igual salíamos de allí.