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Frantz Margravek, gran ingeniero, consultor del trono, inventor, profesor y maestro. A lo largo de su vida ya ha servido a dos monarcas del gran imperio de Lur, actualmente al servicio de la emperatriz. Y a lo largo de todos sus años de servicio jamás había visto algo tan estúpido como lo que había grabado su discípulo en el pergamino.
—Te dije que retrates el cielo nocturno, imbécil —dijo de manera mordaz.
El joven bajó la vista, no se atrevía a reprochar a su maestro, pero aún así el joven, que había pintado muchas luces en el cielo nocturno diferentes a las tradicionales estrellas, con un dedo tembloroso apuntó hacia el panorama nocturno, y el maestro, molesto aún por lo fantasioso del dibujo, siguió la dirección del dedo solo para encontrarse con un panorama extraño que no había visto antes...
¿Por qué? ¿Por qué el cielo nocturno parecía estar en llamas?
Una lluvia de fuego, plasma y escoria se cierne sobre el planeta. Desde la superficie, pareciera que las estrellas lloran, o incluso que es un castigo de los dioses por las transgresiones pasadas. Desde distintos puntos era visible el espectáculo. Desde la capital imperial, donde un asombrado Frantz Margravek observaba algo nunca antes registrado; desde los puertos negros, donde la esperanza escasea y recibían esta señal apocalíptica con una sonrisa en los labios; más allá de la gran muralla, en las tierras salvajes, los monstruosos demihumanos celebraban con sacrificios y ritos chamánicos; incluso en lugares apartados, como los bosques espejismo de los elfos, miles de ojos miraban la interminable lluvia de estrellas y fuego.
Pero la realidad era bastante diferente a lo que interpretaban los nativos de aquel desconocido planeta. En el espacio, una batalla decisiva era librada por el motivo más contundente y honesto de todos los tiempos: el dinero.
Una flota protegida por defensas autónomas, droides e inteligencias artificiales luchaba para repeler una flota pirata que los había detectado mediante sondas de espacio profundo, incluso en este rincón inexplorado. La batalla no fue tan extensa, quizás unas cuatro horas, pero tras una cantidad incalculable de pérdidas por ambos bandos, las últimas fragatas de las hojalatas explotaban cuando sus reactores fueron perforados por torpedos de antimateria. Los piratas sobrevivientes celebraban; la indefensa caravana comercial quedaba a su disposición para el saqueo: materias primas, metales preciosos y elementos exóticos, todos listos para vender por una vida de riqueza y ocio sin fin.
Ese sería tu caso, si no fuera porque en los últimos momentos tu nave topó con una mina a la deriva que destruyó los motores y el sistema de emergencias, provocando que cayerais en picado hacia el planeta en el que orbitaban... ¡Adiós a unos cuantos años de ocio gracias a las ganancias de la batalla!
Partida de Piratas Espaciales
Sondeo: https://www.comunidadumbria.com/comunidad/foros/tema/58876
Reclutamiento: