Partida Rol por web

Jim espero fuera al lado del caballo. Sus brazos estaban cruzados y de vez en cuando se colocaban el sombrero.

- Que me aspen Thomas, si no es la mujer más bonita que he visto en mucho tiempo. Pero este no es un trabajo para manos delicadas.

Y que lo digas...compañero. Ahora los dos puede que trabajaran juntos. Es dificil no fijarse en ella, pero tiene pinta de ser una mujer poco convencional...Thomas deja claro que eso no le gusta nada...Ese tipo de mujeres no llegan lejos...siempre la vida las pone en su lugar...Thomas se rasca la nívea barba. Me pregunto que es lo que hará entre tanto hombre y cabeza de ganado si la aceptan, lo cual me parece una locura, pero que va a decir un viejo como yo jeje.

Jim asintió a las observaciones de Thomas, soprendido por la presencia de una mujer.

Sacó un poco de tabaco y se puso a mascarlo, mientras ofrecía al veterano cowboy.

Viendo como se apunta hasta la mujer y teniendo en cuenta que me vendria de perlas el dinero para continuar con mi busqueda abro la boca para decir mi nombre, cuando un estornudo ronco y flematico que sale desde el fondo de mi garganta me golpea sin avisar. Parte del te que me estaba bebiendo sale despedido salpicando un poco a mis compañeros -Perdon. La enfermedad me caza muy facilmente- Digo mientras dejo el vaso en la barra y saco un pañuelo de mi bolsillo y me sueno ruidosamente. Me acurruco más en el abrigo y saco además una bufanda que tenia doblada en el bolsillo para atarmela alrededor del cuello.

Hago que unos cuantos mocos pasen de mi nariz a mi boca absorviendo y escupo al suelo una flema de color amarillo verdosa que no me gusta nada -Cualquier día de estos me quedo en el sitio- Pienso antes de alzar la voz hacia el enorme capataz -Dwayne Hicks. Apuntame a mi también-

Elliot observó como, una por una, las personas que estaban sentadas a la mesa se ponían de pie y aceptaban la oferta del grupo de arrieros. Le llamó la atención, particularmente, una muchacha delgada y muy bonita que también se ofreció para el trabajo. Reflexionó que esas cosas no se veían en sus tiempos. ¡Si hasta llevaba pantalones! Sólo esperaba que esa jovencita supiera en lo que se estaba metiendo. La clase de compañía de la que iba a disfrutar, durante ese viaje, no parecía la más adecuada para una mujer sola. Pero había algo que le extrañaba todavía más de todo aquél asunto: Todos los que habían aceptado la oferta eran recién llegados a Carver. Parecía que los lugareños se mostraban algo reticentes y se preguntó por qué.

—Si me disculpáis un momento, caballeros —dijo a los que estaban en la mesa, mientras recogía su sombrero y se ponía de pie.

Se dirigió a la barra y allí pidió un whisky doble. Después de echarse un trago, dejó el vaso sobre la barra y le comentó al cantinero.

—Es extraño que nadie de por aquí acepte una oferta tan interesante, ¿no cree? Todos los que se han anotado parecen forasteros. ¿Será que hay mucho empleo en este pueblo?

Bien, bien, bien... -se limitó a decir "el Alemán" mientras escribía con la pluma los nombres de los que se iban ofreciendo-. Primero Jim (parecía un activo bastante fuerte), luego Thomas (que aunque le miró y pensó que en cualquier lance físico podría "trabarse", aunque la cosa no estaba para desechar voluntarios). Acto seguido la bella mujer, Laureen, el cual aquel gigante capataz miró sus curvas de abajo a arriba, sonrió y apuntó su nombre.

También ese tal Hoyle fue apuntado, pues aunque pareció pensarlo, ¿quién era el guapo en desperdicir cuatro dólares diarios? Mientras Walker y Lewis comían con la mirada (al igual que el Alemán) a la mujer, el barman puso un mal gesto ante el escupitajo propiciado por el joven Dwayne en la tarima del Saloon (y si no fuera por que interrumpiría el negocio le hubiera escarmentado; ¿sería un pequeña venganza por dejarlo en ridículo?)

Bien, ¿alguien más? -preguntó el capataz cuando visiblemente tenía una lista de seis nombres (por ahora) escritos en su cuartilla-.

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El barman cogió el vaso de Elliot y lo metió en un balde con agua bastante sucia. Luego cogió un par de vasos y comenzó a secarlos con el traño atado en un extremo a su cinturón.

El caso es que esos apaches y las dificultades del terreno atemorizan a cualquiera, señor. Si yo le contara... Para beber en El Álamo, oir a nuestro pianista o corista y y emborracharse en medio de una timba en una de esas mesas -señaló con la cabeza la mesa de la que se había levantdo Marx-, todo el mundo vale y gusta, pero para un trabajito asi... pues no. Cada cual aguanta su palo, vela por su culo... ¿Cómo se dice eso en su pueblo?

Escuchadme todos... -volvió a decir Tillis y de improviso a toda la atenta sala-. ¿Qué teméis? Es un buen precio, ¡cuatro dólares por ser comitiva! -aquello era más bien un reproche a los presentes, pues no veía mucho ánimo de trabajo, excepto vosotros, claro-. Oí decir que el ferrocarril pasaría por Carver, y no lo dudo. Pero la construcción del ferrocarril no alimentará a todas las familias de este pueblo, sólo a los contratados, y eso en caso de que finalmente se realice el proyecto...

Toda la sala parecía entender las palabras tan certeras y verídicas de Tillis: el auge que experimentaba la ciudad podría no ser sino un espejismo si las vías ferroviarias no pasaban por allí o sí la mano de obra no era la esperada.

No si es por ese tipo, ese asqueroso de Joey Leninguer -dijo como si nombrara al demonio-. Hemos oído que anda por aquí, entre Carver y El Paso, y si no os apuntáis siendo porque le teméis no os preocupéis, que un par de estados le buscan con gran recompensa, e incluso los apaches ya saben que es un blanco con el que trocar por muchas pieles y venados. Qué diantres, ¡os digo más!: ¡Que intente asaltarnos ese pendenciero, que si le atrapamos nos repartiremos la recompensa y escupiremos en su cadáver!

Toda la sala levantó sus cervezas o sus manos, pues la arenga había sido un éxito, al menos en apariencia, pues no se apuntó de momento nadie más para el empleo. Realmente los que habían jaleado las palabrs de Tillis eran borrachos y juerguistas que no buscaban sino algún motivo de diversión.

Cuando oíste ese apellido, "Leninguer", toda tu percepción cambió. Dejaste de mirar al barman, y sólo tuviste ojos para ese tal Tillis y su último apunte. Sin embargo, el nombre de Joey no te sonaba de nada... ¿Cómo podía ser?

Ben Leninguer (y jamás en tu vida te topaste con otro Leninguer que hubiera traspasado la ley) era uno de los más eficaces forajidos de tu ciudad (y tu estado de origen), en tus años anteriores como Sheriff. Cuando llevabas la estrella, logro asaltar más de veinte diligencias, tres veces el mismo banco y hasta un tren en marcha. Claro que en su última fechoría (un tren precisamente), perdió la vida en el estallido de una caldera de carbón al rojo vivo mientras asaltaba el medio de transporte, poniendo sólo la muerte fin a su leyenda negra, pues tu no pudiste.

Días después del suceso, las rotativas locales de muchas ciudades sureñas importantes colocaron en portada la noticia de la muerte de una amenaza tan grande como ésta:

La portada recogía una foto hallada de Ben Leninguer cerca de las vías del tren asaltado (que probablemente se le cayó al malechor en su fechoría, que la llevaría consigo). En ella podía verse a una mujer apache, aunque vestida como "blanca", junto a Ben y un niño entre los brazos de ambos, en actitud cariñosa.

Todos sonreían.

Pese a la certera muerte de Leninguer, tiempo después, cuando te retiraste del empleo de Sheriff, se realizaron numerosos asaltos cerca de Texas, al parecer muy similares a los que hacía Ben en su época de ilegalidad dorada. Pero para ti eso ya era otra historia...

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Mientras recordabas todo esto, oístes una pregunta dirigida a Tillis, procedente de entre la mulititud:

Tras las palabras del negociante, oístes una pregunta dirigida a Tillis, procedente de entre la mulititud:

¿No es ese Leninguer el "pistolero indio"? ¿El "Apache Blanco", como le llaman...?-dijo un tipo con una barba tremenda de veinte días que llevaba una jarra en la mano, cuyo aliento era asqueroso-.

¡El mismo! -respondio Tillis-. Si osa asaltarnos, ¡Zass! -dio un puñetazo contra la palma de su otra mano-: ¡nos llevarermos un buen pellizco! Ejem... Y bien... ¿Alguien más quiere ganar cuatro dólares diarios?

Elliot sonrió ligeramente, ante la explicación del barman.

—Eso se dice igual en mi pueblo que en suyo, amigo.

El vaso estaba a punto de tocar sus labios cuando escuchó un nombre que que le hizo quedarse paralizado. Sintió un extraño cosquilleo en la garganta y tragó saliva. Dejó el vaso sobre la mesa y se dio la vuelta lentamente para observar al tal Tillis. No podía ser verdad. Debía tratarse de algún error. Sí, eso era. La gente le da demasiado crédito a los rumores. Especialmente en los pueblos.

—Creo que se ha equivocado, amigo —le dijo al arriero—. Hace muchos años había un forajido llamado Leninguer, pero su nombre no era Joey sino Ben y murió en una explosión, mientras cometía una de sus fechorías, lo recuerdo bien. Ese no puede ser su hombre.

Earl Tillis se sacó su cigarro tomándolo con tres dedos, y miró a Elliot extrañado.

¿Y usted es...? -preguntó-. ¿Conoce a ese bandido, hombre?

No lo preguntaba por nada especial aparte de simple curiosidad.

-¡Muchaho ten cuidado!- El viejo le espeta a Dwayne, que les ha salpicado con el té que bebía ante un ataque de tos.- No quiero ni que me toquen esas infusiones. Para tu tos deberías hacer vapores de un buen alcohol , de esos que dices no tomar.Te vendría bien ya verás.
Thomas escucha y observa con atención todo lo que acontece en el saloon.  Terreno accidentado, apaches, peligrosos forajidos...el siguiente trago de whisky le costó tragarlo más que los anteriores. Se quedó mirando a Elliott, esperando que contestara lo que supiera del forajido.

- Para mi es suficiente recompensa poder hacerme cargo de un par de apaches si es que tienes los huevos de ponerse en nuestro camino, sí señor.

-Ya me han dicho que me vendria bien el whisky para mi tos, cof, cof, pero también tengo problemas de estomago. Si bebiese un buen trago de ese whisky me verias, cof, cof, vomitando como una fuente y acto seguido, cof, cof, temblando como un gatito ronroneando- Digo mientras las toses me van llegando de a poco. Vuelvo a recoger el vaso con la infusión y le doy otro sorbo.

Dejo que el calor del vaso inunde mis pulmones antes de abrir la boca -No creo en forajidos temibles, cof, cof, un balazo entre ceja y ceja e incluso, cof, cof, a alguien tan enfermizo como yo ya no le molestan más- Digo mientras toco la culata de la pistola. La tos parece que cada vez va a peor -Debo haber cogido frio durante el viaje- Pienso mientras me froto la garganta. Afuera hacia un calor de mil demonios, pero era una constante en su vida tener frio cuando el resto de los mortales sudaban como cerdos

Elliot asintió.

—Puede decirse que lo conocía, tanto como el sabueso conoce al zorro. Estuve a punto de ponerlo a la sombra en un par de ocasiones, pero finalmente lo perdió su propia ambición. La caldera de un tren que estaba asaltando voló en pedazos y ya no se volvió a oír de él…

Elliot se quedó callado un momento y le vino a la mente aquella vieja imagen del periódico: La mujer apache y el niño pequeño. ¡Maldición! Bonnie iba a matarlo.

—Dígame algo, Mr. Tillis, ¿cómo cuánto tiempo cree Ud. que tardará en ir a llevar ese ganado y volver a Carver? Pude que quiera echarle un vistazo de cerca a ese Leninguer de Ud.

Laureen no estaba prestando demasiada atención a lo que ocurría en el saloon, había estado en los suficientes como para sabera ciencia cierta que la mayoría de los presentes estarían comentando algo desagradable sobre el hecho de que una mujer se hubiese apuntado para aquel trabajo; y la otra mitad estaría o bien miradole el trasero o soltando algún comentario lascivo. Se mantuvo absorta en sus pensamientos, sin fijar su profunda mirada azul en nadie en particular hasta que una palabra la sacó de ensimismamiento, FORAJIDO, eso sí que le resultaba interesante, la posibilidad de meter entre cazar a alguien que intenta escapar, a cambio de una buena recompensa, claro.
Se dió la vuelta para mirar al tal Elliot y a su contertulio,¿sería tal vez ese hombre de edad avanzada competencia para sus menesteres?, Laureen no lo tenía claro, pero a partir de ahora y hasta que descubriera este interrogante no perdería de vista al hombre.

¿Con que usted conoce a ese tipo, eh? -preguntó curiosamente Tillis-. Pues si ese tipo acabó donde dice hay otro que se apellida igual, y está haciendo estragos en este estado -la muchedumbre asintió las palabras de Tillis, pues sabían que aquello era verdad, o al menos lo habían escuchado de rumores-.

Lo más seguro es que estemos fuera un mes, quizá dos si no nos encontramos apaches o cualquier inconveniente -continuó-. Sepa usted que ese Leninguer no es la prioridad: la prioridad es llevar el ganado sano y salvo a su comprador...

Si nadie tiene más que decir -le decía a los presentes con cierta reticencia ante el poco interés mostrado- les agradezco su atención. Entonces hizo un gesto a su capataz y éste se preparaba para levantarse y salir de allí.

Tonterías pensó para si Frank, bien podían asustarse lo mismo de bandidos y apaches que de la picadura de una cascabel en el trasero. Nada de eso tenia importancia para Hoyle, al menos no si no se sabia con certeza si se toparían con ellos, y aun así, era probablemente que poco pudieran hacer para estar prevenidos.
-Pero que hay de los víveres y el terreno que cruzaremos, cuando partimos, en que viajaremos?- Pregunto Frank súbitamente. –Eso es más importante que hablar de un estupido bandido, bandidos hay muchos y con tanto ganado seguramente hasta los federales nos caerán encima-.

Jim observo en silencio al patron y a sus compañeros.

-El tipo de negro tiene, cof, cof, razon. Esperaba que nos dijesen algo, cof, cof, más tras haber aceptado. No vamos a ir a ciegas a cuidar un monton, cof, cof, de ganado, de indios y forajidos- Digo mientras me acerco la mano a la boca cada vez que me viene la tos.