Partida Rol por web

Es una mañana como otra cualquiera. Un nuevo día, la misma mierda.

Te levantas de la cama de tu piso. Hace unos cuantos años que estás en Nueva York. No pasa ni un solo día en que no recuerdes todo lo sucedido cuando llegaste. Al principio todo parecía guay, con la Interpol, la CIA y un prometedor futuro. Una pena que todo eso se truncase por un error burocrático.

Pero peor que eso, fue descubrir la corrupción de la policía del lugar. Pese a que intentaste entrar en el cuerpo, no lo conseguiste, bien sea por tu ascendencia, o bien sea por razones que desconoces. El caso es que ahora mismo, y sabiendo lo que sabes, no tienes muchas ganas de entrar ahí.

Lo que sí que descubriste, es que, a diferencia de lo que pensabas, no todo es blanco o negro. Cuando estabas prácticamente arruinado, conociste a Mike. ¡Quién te iba a decir que un mafioso era más legal que la policía de la ciudad!. Él fue quien te dio empleo al verte pelear con unos rateros de poca monta que querían robar en la carnicería del barrio. Al principio reusaste, pero cuando el hambre apreta, y la gente parece que no habla mal de él, decidiste darle una oportunidad.

Qué bien que lo hiciste. Ahí descubriste que era una especie de Robin Hood moderno, ayudando al necesitado y jodiendo al que jode al resto. Recuerdas que esos días te daban cierta satisfacción, pero realmente no era la vida que buscabas. Así, tras hablarlo con Mike, te marchaste, no sin el pesar de éste, aunque deseándote lo mejor.

Hace un par de semanas que trabajabas de vigilante de seguirdad en una fábrica de neumáticos. No era el trabajo que deseabas, pero bueno, qué le ibas a hacer. No obstante, las cosas están bastante mal, y al final la fábrica tuvo que cerrar.

Desde entonces, tu futuro es incierto. No haces más que dar vueltas a todo, incluso, después de todo lo sucedido, piensas que lo mejor podría ser volver a casa. Así, al menos, podrías seguir haciendo lo que quisieses, pero junto a los tuyos.

¡RING! ¡RING!

Antes de que puedas hacer nada más, el teléfono te saca de tus pensamientos.

¡RING! ¡RING!

Rápidamente te diriges hacia él. Cuando le levantas, una voz familiar responde al otro lado, sin apenas dejarte contestar. Sin duda, es el andar atropellado de Mike

—¿Chuckie? ¿Eres tú, Chuckie? Sí, claro que eres tú. ¿Quién iba a ser sino? Necesito pedirte un pequeño favor, Chuckie...

Ah, ahí estás tú, John McCaine, el juguete roto. ¿Cuántas veces has salvado la ciudad? ¿Cuántas veces se te ha declarado el puto amo nacional, para después ser olvidado igual de rápido? Como si todo el mundo salvase el puto mundo todos los días.

En fin, qué le vas a hacer. Al menos, te ha quedado una bonita pensión por todo eso. Sí, no te da para mucho, pero es lo que hay. Suerte que mientras recibías esa pensión encontraste a Mike. Pese a ser un jodido criminal, era un buen tío. Al menos, era legal. ¿Quién podía culparle de algo como estaban las cosas? Él hacia bien las cosas, mucho mejor que los que se hacían llamar los "buenos".

Buenos los cojones. Al menos ese tipo te reconoció y te pagó por un trabajo bien hecho... Mucho mejor de lo que lo hizo el puto Gobierno. Él te ayudó cuando lo necesitabas. Además, te ayudó con tu problema con la bebida... Antes de desentenderte de él, le dijiste que le debías un favor, un favor muy gordo. Quién sabe si alguna vez llegará ese favor...

¡RING! ¡RING!

Y ahora, el puto teléfono. ¿Es que un policía pre-jubilado no puede cagar a gusto, joder?

¡RING! ¡RING!

¡RING! ¡RING!

¡RING! ¡RING!

Por fin sales del baño, y coges el teléfono. Casi te tropiezas al cogerle, así que podrías decir que le has cogido al vuelo. Una voz familiar responde al otro lado, sin apenas dejarte contestar. Sin duda, es el andar atropellado de Mike.

—¿McCaine? ¡Sí joder, te oigo de respirar y de gruñir al otro lado del teléfono, sé que eres tú! Pedir esto es un poco difícil, pero... ¿Recuerdas ese favor que me dijiste que me debías? Bien, creo que ha llegado el momento de que me lo cobre. No te preocupes, sólo será un pequeño favor...

Aun hoy te duele el recuerdo de tu padre. ¿Qué les llevaría a matar así a un pobre feriante?

Recuerdas los felices días en la feria. Tú practicabas el tiro con arco para tu espectáculo, mientras que tu padre se dedicaba a hacer malabares y demás peripecias. Hasta que todo se truncó.

No puedes olvidar esa noche, en la que tu padre te dijo simplemente "corre y no mires atrás". Corriste hasta que no podías más. No sabías que pasaba, pero tú sólo corrías. Hasta que caiste rendido de cansancio. A la mañana siguiente, fuiste a ver que había pasado.

Pero la feria ya no estaba, sólo quedaba la caravana de tu padre. Allí estaba, calcinada. Y dentro, allí estaba, su cuerpo, también quemado. En ese momento, sólo un deseo llenó tu mente. VENGANZA. Recogiste las pocas cosas que encontraste por allí que aun pudiesen servirte, así como tu arco, y partiste.

Así, recorriste caminos, pueblos, ciudades... Hasta llegar a Nueva York. Allí fue donde comenzaste a encontrar pistas sobre qué le había ocurrido a tu padre, y quién había sido el culpable. Al parecer, fue alguien de alguna mafia. Ya tenías un enemigo contra el que arremeter.

Lo malo fue que elegiste mal a tu objetivo. O bien, depende de como se mirase. Ese tipo era Mike. En lugar de hacer que alguien te matase por tu insolencia, te "adoptó". Te enseñó que hay otros caminos que no son el odio y la venganza. También te enseñó a no precipitarte. Podrías decir que fue como el padre que perdiste durante unos años.

Después de ese tiempo deciste actuar por libre. Mike era un buen tipo, sin duda, pero prefería la acción "menos directa". Tú no. Tú enseñarías a los malos lo que vale un peine y, quien sabe; lo mismo, entre toda la chusma que puebla las calles de Nueva York, puedes encontrar al asesino de tu familia.

Sí, tristes recuerdos, pero recuerdos al fin y al cabo. Es en lo que piensas mientras tomas tu café matutino en tu apartamento. Pero tus recuerdos, de pronto, se ven interrumpidos.

¡RING! ¡RING!

El teléfono empieza a sonar. Rápidamente lo coges. Al otro lado suena una voz atropellada. Sin duda, se trata de Mike, tu viejo conocido...

—¡Eh muchacho! ¿Cuánto tiempo, eh? ¿Cuánto hace que no nos vemos? Bueno, ojalá pudiesemos vernos en otras circunstancias más propicias, pero no ahora. Necesito que me hagas un pequeño favor...

El Yin y el Yan. Así son Svetlana y Tony Hunter "Tormenta de Hostias". Mientras que una prefiere analizar la situación, valorar los pros y los contras, y después ver si actuar o no, Tony primero actúa, y después, si alguien tiene alguna queja, vuelva a actuar.

Mucho hace de que se conocieron. La primera buscaba protección, y la polícia de Nueva York quería deshacerse de Tony de alguna manera. Un policía que cumplía la ley y solucionaba problemas no interesaba mucho.

Poco tardaron en echar a Tony del cuerpo de policía por tener una relación con su protegida. Un motivo ridículo, sin duda, pero que era perfectamente válido para deshacerse de él de una vez por todas.

No obstante, éste no dejó su misión. Ya no la de proteger a la jugadora. No, la de repartir justicia. Justicia a base de hostias, muchas hostias.

Pese a todo, Svetlana y Tony llevaban su romance con cierto idilo. Aunque éste estaba fuera del cuerpo, y ella era buscada por dos de las más importantes mafias de la ciudad, las cosas no les iban mal. Seguramente, porque Svetlana estaba forrada, pero bueno, es lo que tiene ser una buena jugadora.

¡RING! ¡RING!

Pero, de pronto, algo despertó a los dos tortolitos aquella mañana. Era el teléfono "portátil" de Svetlana. Tony no veía que tenía ese trasto de portátil, pero ahí estaba. Podía llevarlo a cualquier sitio.

¡RING! ¡RING!

Cuando Svetlana cogió el teléfono, una atropellada voz contestó por el otro lado, sin apenas tiempo para dejarla contestar. Sin duda, era Mike. Un mafioso diferente. Este ayudaba a la gente en lugar de querer sacarles las entrañas. Incluso había arreglado un par de partidas para Svetlana, con el fin de desplumar a algún tipejo sin escrúpulos y demasiado dinero como para saber lo que tenía.

—¿Svetlana? ¡Hola muchacha! ¿Qué tal va todo? ¿Aun te siguen buscando esas tipejos? Bueno, no importa. Seguro que tu novio los tiene a todos acojonados. El caso es que necesito que me hagas un pequeño favor...

- Eh... Hola Mike - Chuckie miró el telefono un tanto sobresaltado para después volverse a poner rápidamente y escuchar lo que su "antiguo compañero/contratante" le estaba diciendo. - ¿Un pequeño favor? Mike sabes, sabes que he dejado eso. Mi sueño era ser policía, no un reparte-tortas cualquiera. Por buen motivo que haya en ello. Quiero volverme a China, y tratar de rehacer mi vida.

—Vamos Chuckie, sabes que si se tratase de volver a hacer de "matón" no te lo pediría. No, desde luego que no. Sé que no es lo que quieres... ¡Que me caiga un rayo si lo que quiero es darte algo que no quieres!. No, no se trata de eso...  —notas la voz de Mike algo más nerviosa de lo habitual. ¿Le ocurrirá algo malo?

—Necesito que vengas a verme. Los asuntos que tenemos que tratar es mejor tratarlos cara a cara, no por teléfono...

-Mmmrffghl... jodifdarfgmierda... masculló entre dientes Tormenta de Hostias, al tiempo que metía la cabeza debajo de la almohada cuando aquel trasto del demonio lo despertó. No tenía nada concreto en contra de la tecnología, sin ella no podría ver los partidos de los New York Giants, pero los días en los que le tocaba los cojones como aquella mañana en la que había decidido levantarse tarde tras la íntima fiesta entre sábanas con Lana la noche anterior, le daban ganas de liarse a hostias con todos los aparatos eléctricos que se le pusieran a tiro hasta que todo el puto mundo volviera a la edad de piedra.

Se revolvió entre las sábanas para cambiar de postura sin sacar la cabeza de debajo de la almohada, y ya que le habían despertado, prestó atención a la parte que podía escuchar de la conversación, aquella en la que hablaba la mujer por la que merecía la pena levantarse todos los días.

Como de costumbre al escuchar el sonido estridente y repetitivo de su teléfono portátil, Svetlana casi saltó de la cama para cogerlo. Entonces se dio cuenta de que no llevaba el camisón puesto y se metió de nuevo bajo las sábanas con el cacharro en la mano antes de descolgar. A su lado escuchó las maldiciones de Tony, pero estaba acostumbrada a ellas, sabía lo mal que le sentaba que lo despertasen.

Al otro lado del auricular la inconfundible voz del bueno de Mike le respondió hablando aprisa y atropelladamente, casi sin dejarla responder. Así era él.
- ¡Ey Mike! Bien, todo va bien dentro de lo que cabe. Sí, creo que siguen buscándome, aunque Tony no les ha dado tregua, por suerte para mí. Espero que algún día todo eso se acabe y les metan en chirona. - sonrió y miró hacia el lado contrario de la cama para comprobar que el hombre al que mencionaba estaba tapado con la almohada. Después, se miró en el espejo de la pared de enfrente de la cama y empezó a peinarse el alborotado pelo con los dedos de la mano libre según escuchaba.

Y entonces al otro lado Mike hizo la petición que realmente le interesaba, la que le había hecho llamar a Lana de buena mañana a su teléfono portátil en lugar de al teléfono de casa. Quería encontrarla operativa fuese como fuese:
- Bien, Mike, dime... ¿de qué se trata esta vez? - le inquirió rápidamente, preguntándose si sería bueno meterse en más líos dadas las circunstancias. Habría que saber al menos de qué se trataba para tanta urgencia.

La juerga de anoche fue monumental, de esas que hacen historia y dan para una trilogía, por lo menos. La resaca que la seguía la igualaba en tamaño.

Tres aspirinas, un zumo de tomate y media hora bajo el chorro de la ducha en estado de concentración zen, o catatónico, según quien lo definiese, estaban haciendo que el día empezase a amanecer. Daba igual que ya hubiesen pasado las doce.

Sin molestarse en coger una toalla, de las pocas ventajas de vivir solo, salió arrastrando los pies para coger el maldito teléfono que parecía empeñado en taladrarle la cabeza. Por el camino, apartó un par de cajas de pizza, varias latas de cerveza aplastadas y una botella de Jack's, con la que terminó tropezando y a punto de derribar el teléfono.

Sin tiempo a ni siquiera lanzar un gruñido interrogativo, la voz del bueno de Mike sonó al otro lado, hablando de un pequeño favor...

Mike, colega, la última vez que alguien me dijo que no me preocupase por un pequeño favor, terminé estrellando un camión de la basura contra el bar de una familia de la mafia rusa y casi acano en el Hudson con una piedra al cuello. contestó tras aclararse la garganta un par de veces, tratando que su voz pareciese entendible. Pero sabes que te debo una, hermano, así que cuéntame de que se trata y, en lo que tardo en encontrar las llaves del coche y las cartucheras, soy todo tuyo...

—Eh... Bueno, necesito que vengas. Los temas que tenemos que tratar creo que son mejor no tratarlos por teléfono, mejor cara a cara. Te espero en mis billares, ya sabes donde están. Nos vemos en un rato.

Dicho esto, Mike cuelga el teléfono, sin apenas dejarte tiempo para despedirte. Esto te parece bastante raro, ya que sabes que Mike es un tipo bastante hablador, y que a veces incluso se va por las ramas.

Ahora sólo te queda saber qué coño quiere, ya que no ha sido muy claro por teléfono.

- Mike, ¿Qué pasa? - Escuchó las siguientes palabras de su amigo con cierta preocupación - Vale, no te preocupes. Voy para allá.

Se levantó de la cama a duras penas. Había estado tumbado, con la ropa puesta, durante un buen rato. Pensando en las cosas que había conseguido y las que quería conseguir. Pero ahora todo cambiaba. ¿Qué necesitaría ese loco de Mike? Agarró sus armas, su abrigo y se encaminó a la calle.

—Bueno, se trata de que me ayudes con un pequeño asunto que tengo entre manos. Puede que incluso, pueda venirte bien a ti y a tu pequeño... "Problema" —responde éste con tono algo misterioso—. Prefiero hablar de este tema cara a cara. No creo que sea un tema a tratar por teléfono. Ya sabes que no me gustan mucho estos cacharros. Puedes traer a tu novio si quieres.

Diciendo esto, Mike cuelga el teléfono. ¿Qué es lo querrá y porque puede estar relacionado contigo? ¿Tan importante será que no puede tratarlo por teléfono?

Una cosa sí que tienes segura, y es dónde encontrar a Mike. Su "cuartel general" se encuentra en unos billares, a unos pocos minutos en coche desde donde estás.

Cuelgas el teléfono, sin apenas dejar a Mike nada más que decir. No te ha dicho donde estaba, pero sabes que Mike suele operar en unos billares, a unas cuantas calles de allí.

Sales a la calle. Aun queda un rato para la media mañana, pero ya puedes ver la actividad de las bulliciosas calles de Nueva York. Sin duda en Hong Kong hay más gente, pero no tiene nada que envidiar la Gran Manzana en ese asunto.

El local de Mike no te queda lejos andando, pero podrías ir perfectamente en coche o taxi; o incluso en metro, que hay una parada cerca...

El último tiempo parado había significado a hombros de Chuckie el sentirse un poco oxidado. Pensó que andando estiraría las piernas y le vendría bien para ir readaptándose al ejercicio que él solía hacer. Y al fin y al cabo,... un par de manzanas no eran mucho...

Jodido Mickey, ¿en qué lío se habrá metido? gruñó mientras sacaba un paquete de cigarrillos de la mesita del teléfono y encendía uno mientras empezaba a recorrer su casa.

Unos pantalones no muy arrugados y una camiseta de tirantes fueron rescatados de un montón de ropa, mientras que la camisa fue sacada del armario, aún le quedaban unas cuantas en su bolsita de la tintorería.

En el armario, en la parte superior, encontró su cartuchera y su desert eagle. Sabía que en la bolsa de lona de al lado estaban la escopeta y el fusil. Mientras encendía el segundo cigarrillo, dudo si llevarlo o no pero sabía que Mickey no le llamaría para jugar a los dardos, así que la dejo en sofá para meterlo al maletero.

Sacó una bolsa de deporte y seleccionó la ropa menos arrugada que encontró, echádola dentro, junto con un par de cartones de tabaco, unas cajas de cerillas de diversos clubs de strip-tease de la ciudad y, en el último momento, su petaca de whiskie. Añadió dos pares de zapatos, por si acaso, aún le dolían las cicatrices de las plantas de los pies.

Se guardó en el bolsillo un paquete de tabaco y un encendedor zippo. Tomó las llaves de su coche y metió las dos bolsas en el maletero, poniendo ritmo hacia los billares.

Tras hacerle la pregunta Lana comienza a inquietarse ligeramente y sus piernas se mueven debajo de las sábanas con nerviosismo. Mike es un buen tipo, sí, pero también suele estar metido en problemas cada 2 por 3.
- Aha... Mmm... interesante. - hace una pausa, sigue escuchando al otro lado del auricular.- Sí, está bien. Nos... - y entonces se apartó el teléfono solo para comprobar que Mike la había colgado y dejado con la frase a medias.

La mujer se gira de nuevo, tras dejar el teléfono portátil sobre la mesilla, a mirar a su querido Tony, esperando que salga de debajo de la almohada para comentarle lo sucedido.

Tormenta de Hostias alcanzó a oir retazos de la conversación de Lana más allá del mullido parapeto que la almohada ejercía sobre sus oídos, y fue consciente del momento en el que su pareja colgó el aparato y a su interlocutor.

-Grñfsgh...¿qjuien cofjones efra?... Logró preguntar atravesando con su conciencia el velo onírico que se negaba a apartarse para dejarlo empezar el día. Tarde o temprano tendría que levantarse, pero le ponía de muy mal humor que lo despertaran, y no ser él quien se despertara por si mismo. Tony intuyó que ese día, alguien acabaría pagando semejante afrenta a Tormenta de Hostias, a un hombre que si se levantaba tarde, más le valía al día esperarle para amanecer, no se le tomaba el pelo.

A pesar de que sabía de sobra que Tony seguía más en el mundo del sueño que en este, al ver que le preguntaba por la llamada, Svetlana decidió responderle:
- Era Mike, me ha dicho que tiene un asunto entre manos y que podría interesarnos, creo que puede que tenga algo que ver con esos malditos mafiosos. Supongo que querrá que nos reunamos con él en "su cuartel general" ya que no me ha dado indicaciones. - responde seria, mientras se masajea suavemente la comisura de los labios, pensativa y sensual a un mismo tiempo.

Ambos conocían de sobra aquel "cuartel general" del bueno de Mike: unos billares que no estaban demasiado lejos de nuestra casa, a unos pocos minutos en coche.
Lana se levantó de la cama, estirándose cual gatita recién despertada de su siesta, mientras se dirigía al cuarto de baño a lavarse la cara y despejarse así de una vez por todas.

- ¡Arriba machote! - le espetó divertida desde la puerta del baño, llevando solamente el culotte puesto, tras lanzarle un cojín a su querido dormilón.

-Josfder... Tormenta de Hostias sacó la cabeza de debajo de su acolchada protección al sentir el golpe del cojín, y se incorporó en la cama. Sacó las piernas de ella y se quedó sentado en la cama, cabizbajo, pensativo. Preguntándose en qué momento decididó que Mike era una buena amistad a la que tener en cuenta, y a la que devolver favores.

Probablemente algún día de borrachera en sus billares. Terminó por decidir.

Se frotó las legañas, y se levantó. Desnudo, y con el instrumento al aire, también se dirigió al baño para echar una larga y placentera meada mañanera, sin importarle la presencia de Lana. Así era él, o lo tomabas, o lo dejabas.

-Me cago en la puta. Exclamó mientras vaciaba la vejiga. Ya hacía tiempo que esos mierdas no me daban la oportunidad de calentarme las manos con ellos, y empezaba a estar cómodo. Espero que el jodido Mike tenga alguna mierda interesante que decírnos, me alegrará tener  otra vez la oportunidad de hacerles una cara nueva a esos mequetrefes. Las últimas no me quedaron del todo bien... les dejé demasiados dientes en la puta boca.

Que sepas Mike que me niego en rotundo a conseguirte el número de ninguna nena de la que hayas encaprichado le respondo tranquilamente mientras pongo los pies sobre la mesa y me repantingo en la silla la última vez me costo unas gafas Ray Ban de 100 pavos y una patada en los huevos de propina. ¿Que mosca te ha picado esta vez?