Partida Rol por web

-Compaña, saqueemos pues la casa et rescatemos al lelo, o quedemonos aca esperando la merienda de don Gorecho.Lo mismo el lelo sabe el sendero de vuelta.

- Si por mi fuere, le metia lumbre a esta pozilga.

-Vámonos deste sitio maldito, qué estas cosas no son para mortales ojos, sino para diablos.

Dicho esto, subió la escalera, ayudando a pelayo a subir al pobre rapaz.

Pelayo y Antón condujeron al chico hacia el piso superior. Parecía como si no supiera ni siquiera subir escaleras. Seguía asustado, pero comprendía que aquellos hombres no le harían daño, sino que "le llevarían a casa" (o al menos eso concibió). Lo cierto es que, reunidos una vez arriba y tras alguno de vosotros haber inspeccionado la casa de Gorecho, la calma volvió a reinar: no se oía ni un alma.

Los cadáveres, la oscuridad, el río infecto, el muchacho medio lelo que gritaba sin cesar... Los nervios que había perdido Aimar los había vuelto a recuperar con mayor fuerza incluso. Sin embargo guardó el cuchillo y comenzó a dar vueltas por aquél siniestro sótano, con el ceño fruncido y los brazos cruzados al pecho. ¿Por qué el viejo tenía bajo su casa un cementerio? ¿Y por qué con un chaval aún vivo en él? 

El muchacho, además, no aguantaría vivo ni una hora en el bosque, habida cuenta de lo 'espabilado' que parecía. ¿Qué hacer? Por alguna razón el frío y cruel corazón de Aimar parecía haberse ablandado... Aunque fuera un poco. Cogió al chaval por el brazo y ayudó a sus compañeros a subirle. 

-Anda, anda... Tira parriba ya y vente con nosotros... Buscaremos al viejo y le daremos candela de la buena.

Miró entonces a sus compañeros.

-Amos a esperar a quel viejo vuelva y le hacemos parlar a golpe de cuchillo, si hace falta. Yo no me tiro a moverme por ese puto bosque de buena noche, no sé vosotros. 

De momento estáis arriba. Recordad que es plena noche.

Compaña, juiciosome es, pasar aca lo noche, pero tranquemos puertas ventanas y bujeros, avivemos la lumbre y fagamos guardia, pues movida pareceme que será, et si hay fiesta, prefiorome preparar et presto.

-Ea pues -apoyó el aragonés la idea de Pelayo, poniéndose a atrancar puerta y ventanas con lo que tuvo a mano-. Y en cuantol sol espunte amos a pol viejo y le damos matarife al muy hideputa... Porque deste bosque, sabe Dios, no sé si amos a salir... ¡Coño, Antón, di alguna cosa! ¡Eres túl que sa criao por estos lares, ¿o no?! ¿No sabes dembrujos y esas historias?

Pelayo asiste complacido a las palabras de Aimar, y torna su mirada hacia Anton, para ver lo que hace o dice.

-...Pues algo sé, pero nunca han visto estos ojos cosa semejante ¿Este viejo es el diablo y esto un pasadizo a los fuegos infernales? hay que seguir vivo y vigilar al muchacho y la puerta.... No se me ocurre nada más, que esperar el sol y la luz del día para tratar de salir cagando leches.

Asegurásteis las aberturas de la casa y cerrásteis "a cal y canto" el pasadizo, pues el hedor desprendido hacia arriba era bastante hediondo. Secásteis al muchacho con algunas mantas que tenía por allí el desaparecido Gorecho, y una vez tumbados los colchones en el suelo, os volvísteis a tumbar. Dejásteis al tipo de las voces en el catre del anfitrión de la cabaña.

Lo que nunca supísteis fue si vuestros compañeros durmieron esa noche o se hicieron los dormidos por el hecho de estar tumbados sobre una estancia llena de cadáveres...

El amanecer llegó, pero no os despertó ningún pájaro (apenas se oían), ni siquiera ningún gallo (Gorecho no tenía). Tan sólo la poca luz que entraba consiguió arrancar vuestros sueños... Un nuevo día comienza.

Amanece.

Entonces el muchacho, justo cuando despertásteis, ya estaba holgazaneando por la casa, deambulando de un lado para otro de la pequeña choza. Ya no gritaba, aunque su aspecto seguía siendo "raro"...

A ca... A casa... -comenzó a decir mientras aún estábais desperezándoos y bostezando-. Estaba apuntando con su dedo y su cabeza hacia la puerta de salida. Madre, Padre, Lucio, Bernardo, Brandán... -dijo finalmente.

Cuando escuchásteis el último nombre recordásteis al Patriarca Ouxo de Ouduro. Tal hecho os sorprendió.

-¿Brandán?... A ver si este gañán es el mozo que se fugó con Delicia, la hija del patriarca. Pues no llegaron muy lejos... ¿Conoces a Delicia, rapaz?

Pelayo amaneció más preocupado de asegurar "la plaza fuerte" en la que habitaban, que de hacer caso al nuevo integrante de la campaña.

El joven miró a Antón fijamente a los ojos durante casi un minuto.

Deli...Deli...no... Delicia no... ¡Ledicia! ¡Ledicia!

Luego, pareció calmarse, pero volvió a mirar la puerta y gritar. Había reconocido que Antón llamaba a la hija de Brandán, cuyo nombre era el que el misterioso tipo comentaba y no el que decía Dapena.

A casa, a casa, ¡Brandán! -Y no dijo nada más.

Compaña, fabrá que iniciar el regreso, o más bien la salida de aqueste bosque.Si permitieranmelo vuesas mercedes, daria lumbre a este nido, pues nada bueno hemos encontrado en él.

Salgamos pues, et tornemos nuestra mirada gastando tiento et cuidado, et emprended  la marcha que yo prendere la choza.

Viendo que el tal Gorecho no aparecía (y poca pinta tenía aquella situación de que fuera a hacerlo), cogísteis vuestras pertenencias, tomásteis al muchacho extraño y salísteis de allí. Poco tiempo tardó Pelayo en encender unos palos y lanzarlos contra el tejado de la casa, la cual, en cuestión de instantes, comenzó a arder... Una temeridad, por supuesto, al estar en medio del bosques... ¿Acaso era mejor morir quemados o asfixiados por el humo de un fuego que perdidos?

Sea como fuere, continuásteis andando... La verdad es que dudábais si alguno de vuestros compañeros le quedaba aún algún resto de la empresa de batida y búsqueda con la que partísteis, pues lo cierto es que vuestros pensamientos principales eran huir y ponerse a salvo.

Asi que corrísteis.. ¡más y más rápido! ¡Casi sin orientación, sin sentido! Tan sólo esperábais salir de una vez de aquel maldito bosque (nunca mejor dicho), aunque fuera para dar al más peligroso y angosto acantilado. En esos momentos, mientras dejábais atrás una espesa vegetacion y un conjunto de árboles bien juntos, vísteis en el suelo junto a uno de ellos los cadáveres de cuatro personas. Yacían tumbadas como amarradas de las raíces de los árboles, casi como las ramas que casi os aprisionan el día anterior...

Al acercaros más contemplásteis que llevaban en sus cuellos unas cruces cretenses, señal de que eran miembros de la Fraternitas de la Vera Lucis... ¿quizá aquellos que os perseguían? Cuando estáis aún viéndo los cuerpos, aparece del bosque un ser alto y portentoso, con el cuerpo recubierto de hojas y ramas...:

EL BOSQUE ES MIO Y ES MI DEBER CUIDAR DE ÉL -os dijo-. HABÉIS ANDADO POR EL BOSQUE SIN CUIDADO, HABÉIS HECHO FUEGO, HABÉIS MALTRATADO A SUS CRIATURAS Y HABÉIS CONOCIDO LOS SECRETOS DEL BOSQUE... POR ELLO TENÉIS QUE MORIR.

¡Por fin una buena noticia! ¡Aquél condenado bosque les había dedicado un maravilloso regalo al haber terminado con las sucias vidas de aquellos malhadados y condenados perseguidores! Al menos la libertad era ahora un premio más fácilmente saboreable. Sin embargo, Aimar debió haber previsto que en un lugar como aquél las buenas noticias siempre debían ir acompañadas de malas... De las peores. 

El jacetano jamás en su vida había visto una cosa semejante... Y estaba seguro de que no volvería a ver otro igual jamás, porque probablemente moriría a manos del horrible ser. Con todo, no iba a rendirse fácilmente, no iba a dejarse matar así como así. Desenvainó su espadón y, con los ojos desencajados por el terror pero la determinación ardiente a sabiendas de que podían ser aquellos sus últimos minutos de vida, se dispuso a darlo todo contra el monstruo.

Aimar, tira también por IRR.